web analytics
Sin comentarios aún

Aquel domingo de la Santísima Trinidad

 

Mensajes del 10 de mayo y del 14 de junio de 1981

Los dos Mensajes de Prado Nuevo que en esta ocasión se comentan centran su atención en el eje y corazón de la religión cristiana: la Persona de Jesucristo y su Pasión siempre presentes. De ahí que el autor del comentario insista en que cada vez que meditemos en este hecho y consecuentemente comulguemos, aumentará la hermosura espiritual de nuestras almas y nos convertiremos en miembros del Cuerpo Místico de Jesús, encaminando nuestras almas hacia Dios en el seno de la Iglesia.

 

10 de mayo de 1981

En este breve mensaje, la Virgen muestra, por una parte, su alegría a quienes se dirige, porque están cumpliendo con el rezo del santo Rosario, que había pedido; pero les dice que se acerquen «más a la Eucaristía (…) que comulguen los primeros viernes de mes», como solicitaba ya en la anterior comunicación celestial del 1 de mayo; recuerda, pues, el valor de esa comunión reparadora con todas las gracias que conlleva. Después, se mencionan dos tipos de pecado: el de impureza, que ofende mucho al Señor, que rebaja al hombre a la condición animal, dominado por la carne, y le arrastra a otros pecados y vicios. Y la soberbia, que cierra las puertas del Cielo, recomendando la práctica de la humildad para vencer ese pecado capital tan aborrecible a los ojos de Dios. «La soberbia es odiosa al Señor», dice el libro del Eclesiástico (10, 7); y la Carta de Santiago (4, 6) enseña que Dios «resiste los soberbios y da su gracia a los humildes».

Antes de despedirse, la Virgen María insiste en que hay que recibir la Comunión: «Acercaos más a la Eucaristía, sed constantes en recibir el Cuerpo de Jesús». Ciertamente, es el sacramento principal; en los otros sacramentos se nos da la gracia sacramental con matiz propio —en el bautismo, por ejemplo, es la gracia regenerativa, que renueva totalmente el alma que lo recibe—; en la Eucaristía se nos entrega al Autor de la gracia: Jesucristo, el Hijo de Dios, que está realmente vivo e inmortal con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¡Comulgar con frecuencia!: insistente llamada de los mensajes de Prado Nuevo; pero hagámoslo con las debidas disposiciones: estar en gracia de Dios (libres de pecado mortal), guardar el ayuno eucarístico de una hora, saber a quién se va a recibir, y acercarse a la Comunión con la mayor devoción posible. Así, cada vez que comulguemos, aumentará la hermosura espiritual de nuestras almas y nos haremos amigos predilectos del Corazón de Jesús.

 

14 de junio de 1981

«Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Esta agua curará. Todo el que venga a rezar aquí diariamente el santo Rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced oración».

aparicion-virgen-dolorosa

Árbol de las Apariciones

Estas frases quedarán grabadas, ya para siempre, con letras de oro en las páginas de una historia admirable, que se inicia en noviembre de 1980 —con varios casos extraordinarios previos— hasta llegar a la fecha clave de 14 de junio de 1981, comienzo de las apariciones en el fresno, cuando fueron pronunciadas las sencillas pero profundas palabras que acabamos de transcribir, y que resumen el espíritu de los mensajes de Prado Nuevo, que se prolongaron durante más de veinte años. Era el domingo de la Santísima Trinidad, como para indicar el Cielo con ello que todo procede de Dios, Uno y Trino, y a Él ha de conducirse todo también, y como queriendo precisar la misión de la Virgen en toda aparición suya auténtica: encaminar las almas a Dios y a la Iglesia, en sintonía con aquellas palabras del Evangelio pronunciadas por Ella misma en las bodas de Caná: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5).

La devoción o «advocación» de la Virgen de los Dolores podemos afirmar que es tan antigua como la Iglesia misma, pues nació en el Calvario, al pie de la Cruz, cuando María fue Corredentora con Cristo para la salvación del género humano. Lo único que ha hecho el Señor en Prado Nuevo es traer a la memoria de los hombres del tiempo actual esta realidad: el sufrimiento redentor de Jesús y los dolores de su Madre, como consecuencia de los pecados de la Humanidad. Por otra parte, es la primera vez que nuestra Señora pide la Capilla, petición que repetirá en diferentes ocasiones, a través de los años. Detalla su finalidad: meditar la Pasión de su Hijo, de la que muy pocos se acuerdan. Podemos decir que, incluso entre nosotros, como cristianos, es un tema que se considera ligeramente; en cambio, escribía san Juan de la  Cruz: «Es cosa muy buena y santa pensar en la Pasión del Señor y meditar sobre ella, ya que por este camino se llega a la santa unión con Dios. En esta santísima escuela se aprende la verdadera sabiduría, en ella la han aprendido todos los santos» (Carta I, 43). Promete la Virgen curaciones, si se cumplen sus deseos: «Esta agua curará», refireriéndose a la que mana de la fuente cercana al fresno; y también bendiciones para los que acudan a rezar el Rosario a este lugar escogido por Dios; así como marcas espirituales con una cruz en la frente, signo de la protección del Cielo. Hace al final dos peticiones, que contienen dos de las palabras más repetidas en los sucesivos mensajes: «Haced penitencia. Haced oración». La penitencia es necesaria para alcanzar la vida eterna y un medio para obtener el perdón de Dios. Dice el libro de Ezequiel: «Si el impío hiciere penitencia de todos sus pecados (…) tendrá vida eterna y no morirá» (Ez 18, 21). La oración es el alimento imprescindible para el alma y medio de unión con Dios y de santificación. Basten, para terminar, unas palabras de san Juan Pablo II para animarnos a orar sin desfallecer: «¡No dejéis de orar! ¡Que no pase un día sin que hayáis orado un poco! ¡La oración es un deber, pero también es una gran alegría, porque es un diálogo con Dios por medio de Jesucristo!» (Aloc., 14-3-1979).

 

(Revista Prado Nuevo nº 7. Comentario a los mensajes)

 

Leer más “Comentario a los mensajes”

Publicar un comentario