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María Luisa Fernández. Más fuerte que las balas

 

Tras dos disparos a bocajarro, se libra de la muerte de forma milagrosa

El acontecimiento aquí referido tuvo una repercusión considerable en diferentes medios de información, que recogieron el hecho. Ocurrió el 29 de septiembre de 2011, fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Esa tarde, María Luisa se encontraba en el interior de la iglesia, para asistir a la misa parroquial de las veinte horas. En ese momento, de modo inesperado, se introdujo en el templo un joven armado con una pistola… El párroco se estaba revistiendo en la sacristía, a punto de salir para la celebración… Así lo contó María Luisa Fernández en Prado Nuevo un primer sábado, tal como lo vivió ella en primera persona.

 

Mi nombre es María Luisa, y quiero dar testimonio de lo que considero un milagro del Señor en mi vida.

Ante todo, doy gracias a Dios por esta experiencia, en la que pude comprobar la protección del Señor y su misericordia.

Me han pedido que explique lo que sentí, por lo que tengo que remontarme a dos situaciones anteriores de mi vida. El hablar de ello, con el tiempo, dejará de ser noticia, pero en mi corazón y mi cuerpo llevo grabado a fuego que Dios estaba conmigo en aquellos momentos tan difíciles.

 

La Virgen iba a protegerme

La primera de las situaciones a que me refiero ocurrió hace treinta años, cuando vine por primera vez a la pradera de El Escorial. Entonces, Amparo Cuevas me habló después del Rosario; me pidió que rezase y añadió que la Virgen le había dicho que teníamos que rezar mucho por la Humanidad. También me impresionaron sus palabras cuando me comentó que yo era una elegida de Dios. Estas palabras me han ayudado en los momentos de prueba, para buscar más la sabiduría que viene de lo alto.

La segunda de las situaciones a que voy aludir tuvo lugar mucho después. Unos días antes del atentado contra mi vida sucedido el 29 de septiembre de 2011, estuve en Prado Nuevo. En aquel momento, Emilio, uno de los voluntarios que están al cuidado del Prado, me dijo que podía tocar el fresno de las apariciones, ya que estaba abierta la pequeña cancela que lo rodea. Luego, me entregó siete estampitas de la Virgen de los Dolores, las cuales pasé por el tronco haciendo la señal de la cruz. Me dijo que me servirían para protegerme.

Serían alrededor de las ocho de la tarde del jueves 29 de septiembre. Había acudido a la celebración de la Santa Misa en la Parroquia de Santa María del Pinar. Nunca imaginé lo que iba a acontecerme aquella tarde y cómo iba a influir en mi vida.

 

Oí un disparo y gritos

Oí un disparo y gritos. Me volví y me levanté de mi banco; y frente a mí, un hombre con una pistola me encañonaba mientras sonreía. Por sus ojos de loco pensé que me iba a disparar a bocajarro y que me mataría… Pues la experiencia que tengo que compartir fue la enorme paz que sentí en el espíritu mientras me miraba. Me disparó. Recibí un primer impacto en el tórax y me tumbó en el suelo. Mientras caía, recibí un segundo tiro en el pecho.

Una vez en el suelo, consciente de la gravedad, pensé: «No tengo miedo a morir, y sobre todo, estando en este lugar sagrado, mi alma irá directamente al Cielo». En ese momento, oí una voz en mi oído derecho que me repetía: «No te vas a morir, no te vas a morir», tres o cuatro veces. A mi lado, no había nadie físico, por lo que entiendo que el Señor me estaba fortaleciendo.

Me levanté sola al oír que el asesino se había suicidado, y pedí ayuda. Una persona me ayudó enseguida, taponando como podía los agujeros de las balas; se llamaba Jesús, un feligrés de la Parroquia. Mientras llegaban los servicios del SAMUR, una señora me daba aire con su abanico, aunque yo sentía mucho frío por la pérdida de sangre.

Llegué al hospital, y los médicos me tuvieron que hacer dos veces un TAC, porque… ¡no podían comprender que las trayectorias de las balas no me hubieran destrozado por dentro! Tenía cinco agujeros de entrada y salida de bala, y una quemadura superficial producida por uno de los dos disparos; sin embargo, los médicos no hacían más que repetir: «¡No entendemos lo que vemos, es un milagro!».

En las posteriores consultas, han ratificado que siguen sin entender que esté viva, y que las balas no me dañaran ningún órgano vital. Mi recuperación fue meteórica, tanto que a los tres días y medio estaba en mi casa. De aquello sólo me quedaron dolores controlables en el tórax.

A los tres días de salir del hospital, sentí la necesidad de ir a Prado Nuevo a dar gracias a la Virgen por haberme amparado.

Como he dicho al principio, esta experiencia tan dura ha incrementado mi fe en el Señor, y no deseo otra cosa que compartir su Amor y su Fidelidad.

 

Este testimonio fue ofrecido por Mª Luisa Fernández de Córdoba en Prado Nuevo, antes de comenzar el Rosario, el día 5 de noviembre de 2011, primer sábado de mes, ante varios miles de personas.

 

(Revista Prado Nuevo nº 8. Testimonios)

 

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