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Hna. Alexandra Sofia Silva

 

Esposa de Jesucristo

Todo empezó con una pequeña estampa de la Virgen de los Dolores de Prado Nuevo de El Escorial, cuya imagen ha convertido ya a muchas almas, siendo la mía una de ellas. Un día, una amiga de la familia le regaló a mi madre una de estas estampas y le habló de las apariciones…

Resulta que yo no era demasiado creyente, y todo aquello me sonó muy raro. En mi mente, el Cielo y los santos estaban lejos de nosotros en todos los sentidos, y la Virgen María no iba a bajar a la Tierra para hablar con nadie. ¡Cómo me equivocaba! No entendía que María, Madre de la Humanidad, hace todo lo que haga falta con tal de salvarnos.

 

Peregrinación a El Escorial

Así que llegó el día en que toda la familia peregrinamos a El Escorial y, como suelo decir: ése fue el día en que volví a nacer; o sea, que ese día empezó mi conversión. Lo primero, me impactaron las palabras que llegaban a mis oídos, tan poco acostumbrados a oír hablar de Dios. Luego, el tema de la oración…; sabía rezar, porque había aprendido de niña, pero no tenía esa costumbre. Después de esta primera peregrinación, mi forma de pensar cambió mucho, como si me hubieran abierto los ojos a la realidad. Entendí lo equivocada que estaba en muchas cosas y lo mucho que había perdido al estar lejos de Dios. Por todo esto, mi día a día cambió: empecé a confesarme con frecuencia (lo que llevaba años sin hacer), iba a Misa no sólo los domingos, sino entre semana también, y rezábamos el Rosario en familia. Muchas cosas en mi vida perdieron la importancia que antes tenían. Sentía también la necesidad de acercarme a Dios, conocerle y conocer a la Iglesia Católica. Me surgían muchas dudas e iba dándome cuenta de que lo que antes era para mí cierto, ahora lo veía equivocado.

Por eso volví a la catequesis. De esta forma, aprendí mucho y recibí el sacramento de la Confirmación. En esa época, iba al Prado todos los meses. Gané mucho con las peregrinaciones, y recibí mucha fuerza y luz en ese lugar elegido por Nuestra Señora.

 

Llamada del Señor y respuesta

Hna. Alexandra (derecha) junto a la Hna. Lucia

Hna. Alexandra (derecha) junto a la Hna. Lucia

Llegó al fin un momento inesperado en el que supe que el Señor ¡me quería como esposa! Mi reacción fue asustarme, y tuve muchas dudas. «¿Por qué yo?», le preguntaba al Señor en mi interior. Pensaba que Él tendría seguramente otros planes, ya que no me sentía indicada para este tipo de vida. «¡Esto no es lo mío! —pensaba—. Si ni siquiera se me dan bien los ancianos…». Intentaba decirle a Dios que se equivocaba. Entonces me di cuenta que había sido elegida desde niña, y que el Señor seguía esperándome, aunque yo no le hubiera hecho caso. Había huido de Él, engañándome a mí misma.

Pero Dios, cuando quiere un alma, es paciente y persistente. No se rinde fácilmente… Y hoy estoy aquí. El próximo mes de mayo se cumplirán nueve años desde que di el paso. ¿Que si estoy arrepentida? Sí…, de no haber entrado antes de Reparadora. Pienso muchas veces en el tiempo que perdí antes de entrar… ¿Fue difícil? No. Sólo se contemplan las dificultades antes de dar el paso. La verdad es que el Señor nos llena con cosas grandiosas que no permiten que echemos en falta lo que dejamos atrás; y las personas a quienes amo, las entrego a mi Esposo. ¡No pueden estar en mejores manos!

 

Sé que no sería feliz de no haber dado este paso

Sigo haciendo la misma pregunta al Señor: «¿Por qué me escogiste a mí?», pero ahora la hago desde otro punto de vista: «¡Señor, ¿cómo te conformas con tan poquito?! ¡Cómo amas a las almas! ¡Qué honor tan inmenso el que me hayas escogido por esposa a mí, que no soy nada!».

Me da miedo pensar qué hubiera sido de mí de no haber aceptado su «propuesta». Sé que no sería feliz, ya que sólo nos realizamos en la vocación a la que somos llamados.

Estoy muy orgullosa: primero, por ser esposa de Cristo, y porque me tocó a la Virgen María como Madre y como «suegra». Y lo segundo, por estar en esta Obra. No se puede imaginar ni describir su grandeza, ya que ha sido inspirada desde el Cielo. Seguro que el Señor, la Santísima Virgen y sus ángeles se «pasean» por aquí y, en muchas ocasiones, podemos comprobar los frutos de su presencia.

Hna. Alexandra Sofia Silva

 

(Revista Prado Nuevo nº 10. Testimonios)

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