web analytics
Sin comentarios aún

De la misericordia de Dios…

El papa Francisco ha declarado este Año —que comenzó el pasado 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, y terminará el 20 de noviembre de 2016, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo— como el «Año de la Misericordia». Nos decía el Santo Padre: «Queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia; lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: “Seamos misericordiosos como el Padre”».

 

¿Qué dicen los mensajes de la Virgen y el Señor en Prado Nuevo acerca de la Misericordia?: muchas y bellas palabras

«Reza, hija mía, y ora para que los hombres tengan orden en sus vidas y vuelvan su mirada a mí. Muchos me han ofendido tanto que no serían dignos de mi amor. Pero yo, hija mía, amo tanto a los hombres que, si di mi vida por ellos, sigo repitiendo: mirad mis manos y mis pies, hijos míos. Mi cuerpo fue azotado y ultrajado por vuestras culpas, hijos míos, y yo seguía pidiendo perdón a mi Padre por vosotros. Os amo, hijos míos; soy un padre con un corazón tierno; pero pensad, hijos míos, que tengo que aplicar la justicia sobre los hombres también. Amad a Dios con todo vuestro corazón y con todas vuestras fuerzas, hijos míos, y amaos unos a otros como yo os he amado.

Gracias, hijos míos, a todos los que acudís a este lugar, porque cada conversión de cada alma que acude a este lugar hay una gran fiesta en el Cielo. ¡Cuántas fiestas se han celebrado en el Cielo por tantas y tantas almas como se han convertido!». (El Señor, 6-5-2000).

En las palabras del Señor advertimos su Divino Amor, su deseo de perdonarnos «todo a todos». Sólo tenemos que acercarnos a Él para recibir ese amor de «padre con un corazón tierno».

El papa Francisco empleaba palabras semejantes en la Audiencia del 16 de diciembre de 2015:

«Un signo importante del Jubileo es también la confesión. Acercarse al Sacramento con el cual somos reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de su misericordia. Es encontrar el Padre que perdona. Dios perdona todo. Dios nos comprende, también en nuestras limitaciones, nos comprende también en nuestras contradicciones. No solo, Él con su amor nos dice que cuando reconocemos nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más, que cuando reconocemos nuestros pecados, pedimos perdón, hay fiesta en el Cielo, Jesús hace fiesta y ésta es su misericordia. No os desaniméis. Adelante, adelante con esto».

 

¡Qué alegría cuando recibimos el perdón en el sacramento de la Confesión! Alegría para nosotros, alegría en el Cielo... ¡Todo es alegría en el perdón!

El Señor sólo «necesita» que nos acerquemos a Él. Si no, no puede perdonarnos, no nos puede obligar a ser perdonados. Por eso el Papa animaba a vivir el sacramento de la Reconciliación en la bula «Misericordiae Vultus»: «Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior» (nº 17).

 

Nos lo recordaba el Señor el 2 de junio de 2001:

«Orad, hijos míos, por los pobres pecadores. Qué tristeza siente mi Corazón cuando los pecadores se alejan y me rechazan, pero qué alegría cuando vuelven arrepentidos a mi regazo. Grita que yo soy un padre tierno, que espera a sus hijos, para abrazarlos y perdonar todas sus miserias. Sí, hija mía, aunque sus pecados sean gordos, mi amor es grande para todo aquél que se arrepienta».

«Padre tierno». ¡Qué belleza de expresión, que sólo a Dios se le puede «ocurrir»! La ternura de Dios esperando a sus hijos.

Abundaba el Santo Padre en el sentido de la Misericordia en la Audiencia General del pasado 16 de diciembre de 2015:

«Atravesar la Puerta Santa es signo de una verdadera conversión de nuestro corazón. Cuando atravesamos aquella Puerta es bueno recordar que debemos tener abierta también la puerta de nues­tro corazón. Estoy delante de la Puerta Santa y pido al Señor: “Ayúdame a abrir la puerta de mi corazón”. No tendría mucha eficacia el Año Santo si la puerta de nuestro corazón no dejara pasar a Cristo, que nos empuja a andar hacia los otros, para llevarlo a Él y a su amor. Por lo tanto, como la Puerta Santa permanece abierta, porque es el signo de la acogida que Dios mismo nos reserva, así también nuestra puerta —aquella del corazón— esté siempre abierta para no excluir a ninguno. Ni siquiera aquel o aquella que me molestan. Ninguno.

Cuántas veces me han dicho: “Padre, no consigo perdonar”... El vecino, el colega de trabajo, la vecina, la suegra, la cuñada... Todos hemos escuchado eso: “No consigo perdonar”. Pero ¿cómo se puede pedir a Dios que nos perdone, si después nosotros no somos capaces del perdón? Perdonar es una cosa grande; no es fácil perdonar, porque nuestro corazón es pobre y con sus fuerzas no lo puede hacer. Pero si nos abrimos a acoger la misericordia de Dios para nosotros, a su vez somos capaces de perdón. Y tantas veces he escuchado decir: “Pero a esa persona yo no podía verla, la odiaba... Un día me he acercado al Señor, he pedido perdón por mis pecados, y también he perdonado a esa persona”».

 

La misma intención emana de los mensajes. Terminamos con algunos textos para meditar con tranquilidad, «gustando» de «las palabras de Dios» que, a través del querido instrumento, Luz Amparo, el Cielo nos ha regalado.

«Adiós, hija mía, sé muy humilde; no olvides que eres nada, que únicamente con la misericordia de Dios puedes ser algo; ten confianza. Date cuenta que nada puedes; déjate guiar. Da gracias a Dios diariamente» (La Virgen, 18-12-1981).

«Seréis protegidos, hijos míos, por mi Inmaculado Corazón. Yo soy Madre de la Gracia, del Amor y de la Misericordia. Id a mi Corazón, que Él os refugiará, hijos míos» (La Virgen, 1-7-1985).

«Vengo derramando amor y misericordia. Di a los hombres, hija mía, que todavía es la hora de la misericordia, que no ha llegado la justicia todavía; que mi Corazón está aquí de­rramando gracias para todos ellos, hija mía. Que no rechacen las gracias, que mi Corazón Inmaculado está intercediendo a Dios Padre por todos mis hijos, hija mía, y todo aquél que tenga devoción a este Inmaculado Corazón, le prometo que lo salvaré, hija mía; imploraré a mi Hijo, para que mi Hijo pida al Padre» (La Virgen, 3-8-1985).

«Vengo derramando amor y misericordia. Di a los hombres, hija mía, que todavía es la hora de la misericordia, que no ha llegado la justicia todavía; que mi Corazón está aquí de­rramando gracias para todos ellos, hija mía. Que no rechacen las gracias, que mi Corazón Inmaculado está intercediendo a Dios Padre por todos mis hijos, hija mía, y todo aquél que tenga devoción a este Inmaculado Corazón, le prometo que lo salvaré, hija mía; imploraré a mi Hijo, para que mi Hijo pida al Padre» (La Virgen, 3-8-1985).

(Revista Prado Nuevo nº 21.)

Leer más "Temas de los mensajes"

Publicar un comentario