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Entrevista a Neftalí Hernández I

Autor del libro: Prado Nuevo. Treinta años de historia en la pluma de un testigo directo

 

¿Quién es el autor del libro “Prado Nuevo. Treinta años de historia”…?

Neftalí Hernández. Libro Prado Nuevo: Treinta años en la pluma de un testigo directoNació Neftalí Hernández en Salamanca, en pleno siglo XX, y en esta ciudad castellana transcurrió la mayor parte de su adolescencia. Después de estudiar Filosofía y Teología en la Universidad Pontificia de su ciudad natal, se trasladó a Madrid, donde ejerció como maestro, compaginando su labor académica con la publicación de numerosos artículos.

Pero un hecho iba a irrumpir de forma determinante en su trayectoria personal… ¿Qué ocurrió en aquel mes de septiembre de 1981? Él mismo nos lo cuenta:

Neftalí: A instancias de un amigo y por simple curiosidad, me acerqué por primera vez a Prado Nuevo. Confieso que llegué allí con un total escepticismo, incluso al ver a la buena gente rezando, sentí algo así como una cierta compasión ante tanta ingenuidad…

 

Mi primera impresión de Amparo

Prado Nuevo: Usted conoció a Amparo Cuevas casi desde los primeros momentos de estas manifestaciones; ¿cómo era y qué nos puede decir de su trato con ella?

N: Nos atraía por su simpatía, su alegría, su dinamismo y, a la vez, nos planteaba interrogantes en los que con asiduidad tratábamos con ella: ¿cómo era posible que en una mujer analfabeta, huérfana y pobre, desde su cuna, pudieran darse prodigios tales como estigmatizaciones, curación de enfermedades, multiplicación de alimentos, introspección de conciencias, levitación, bilocación y un sinfín de apariciones sobrenaturales? ¿De dónde sacaba aquella sabiduría que le permitía introducirse en profundos pensamientos teológicos, a la hora de abordar los misterios de Dios?

PN: La pregunta es obvia: ¿qué fue lo que descubrió en estos hechos para que esas cuestiones encontraran respuesta?

N: Los decisivos cambios personales; es lo que se llama, desde el punto de vista religioso, las conversiones. De Prado Nuevo brotaron, en tiempos de tanta sequía, multitud de vocaciones que, superando los atractivos del mundo, se entregaron voluntariamente a ejercer la caridad con los enfermos, al ministerio sacerdotal, a formar familias con profundo espíritu cristiano…

 

Pasión y persecuciones

PN: En la vida de Amparo Cuevas, desde que comenzaron estos hechos, se han dado cita los más variados obstáculos para llevar a cabo la misión que —según se dice— le encomendaron desde el Cielo. ¿Ha encontrado alguna explicación a todo ello?

N: La experiencia nos dice que las obras de Dios se caracterizan por la persecución, en medio de la que nacen, y el cortejo de adversidades que a lo largo de su recorrido las acompaña siempre. Prado Nuevo no es una excepción; recordando su largo Vía Crucis, en sus estaciones más importantes, podemos observar un auténtico camino martirial.

PN: El 26 de Mayo de 1983, Amparo Cuevas sufre una agresión brutal en Prado Nuevo a manos de tres personas que la golpean y vejan hasta dejarla inconsciente. Tuvo que ser trasladada incluso al hospital… Ella, cuando les hablaba de estos hechos, ¿cómo los refería?

N: Decía que lo primero que sintió, al estar de nuevo consciente, fue una inmensa alegría por no haber negado al Señor ni a la Virgen, a lo que querían forzarla aquellos desalmados. En relación con esto, frecuentemente recordaba aquella primera aparición del Señor en casa de Miguel y Julia, y cómo aceptó lo que el mismísimo Dios le proponía: una vida unida a su Pasión. Ella lo sabía y, quitando hierro a la situación, nos decía: «¡Y cómo le iba a decir que no…!».

PN: En los años 90, el equipo de gobierno municipal, tal y como describe en su libro, comenzó un ataque frontal contra la aparición de la Virgen: prohibieron la entrada a Prado Nuevo, cerraron el paso subterráneo que cruzaba la carretera, retiraron hasta doce capillas con la imagen de la Virgen de los Dolores, ante la que los peregrinos rezaban en el árbol de la aparición… Y en marzo de 1994, cerraron el acceso a Prado Nuevo. ¿Cómo reaccionaron las miles de personas que acudían a este lugar?

N: Sencillamente, de forma ejemplar. Pienso en las palabras de aquel mensaje que anunciaba más tribulaciones, después de que prendieran fuego al fresno de las apariciones y otros ataques, y que reflejan el espíritu que los peregrinos llevan grabado «a fuego» y explica el porqué de su actitud: «Sed fuertes y animaos unos a otros. Intenten lo que intenten hacer a este lugar, no dejéis de acudir a él».

PN: Lo más trágico de todo es el modo en que se detallan las circunstancias sobre la muerte de Jacinto Jesús, uno de los hijos de Amparo. Neftalí, díganos, ¿por qué todo esto permanece en silencio?

N: Entre otras razones, creo que porque su madre cumplió las palabras que escuchó de la Virgen: «Hija mía, sella tus labios hasta la muerte; Dios los juzgará…». Imagínense el sufrimiento de Luz Amparo durante estos interminables años de desolación y silencio.

PN: ¿Que reacciones se escucharon en Prado Nuevo cuando, a través de la megafonía, se reprodujeron estas palabras?

N: El estupor de la multitud era inimaginable. Aquella tarde, yo era un oyente entre miles de peregrinos; nada sabía de lo ocurrido, pero al escuchar estas palabras, ya imaginé que había sucedido algo verdaderamente grave. Las palabras del mensaje resonaron en nuestros oídos, y poco después las palabras del mismo Jacinto Jesús que consolaba a su madre. Fueron unos momentos muy duros; y para Luz Amparo…, se pueden imaginar.

 

Nos enseñó a amar

PN: Antes de comenzar esta entrevista, Neftalí, nos ha estado comentando otros hechos significativos de la historia de Prado Nuevo, que serán ocasión para otra entrevista; no nos detenemos ahora en ellos. Sólo una pregunta para terminar: ¿qué rasgos destacaría de Amparo, que la llevaban a ser tan admirada por muchos y tan perseguida por otros?

N: Ya referí antes cómo se reunían en ella los más variados carismas. Dejando a un lado, y sin quitarle importancia por supuesto, la notoria obediencia a la Jerarquía de la Iglesia, yo señalaría su palpable humildad y sencillez. Creo, no obstante, que la mejor definición de Luz Amparo es la que reza en su propio sepulcro: «Ella es la que nos enseñó a amar».

(Continuará).

 

(Revista Prado Nuevo nº 10)

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