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San Bernabé, Apóstol (S. I)

Su fiesta se celebra el 11 de junio  

No es mucho lo que sabemos de Bernabé («que significa: “hijo de la exhortación”» [Hch 4, 36]), como le llamaron los Apóstoles, aunque su nombre era José. Es probable que fuera uno de los judíos de la diáspora y que naciera en Chipre. Su juventud es fácil que la pasara en Chipre o en Jerusalén. Parece que era tío de Juan Marcos.

Se dice en los Hechos de los Apóstoles: «…porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor» (Hch 11, 24). Según esto, a Bernabé podemos considerarlo como el patrono de las virtudes humanas, virtudes que también vienen de Dios. Además, sin las virtudes humanas, las sobrenaturales no tienen donde apoyarse.

Era también generoso Bernabé, según recoge el libro de los Hechos: «…tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles» (Hch 4, 37).

Bernabé no pertenece propiamente al número de los Doce elegidos por Jesús para formar su primera y más íntima Comunidad, pero sí parece que formó parte de los setenta y dos discípulos elegidos por el Señor para llevar su mensaje por todas partes. Más aún, el apóstol Pablo siempre llama a Bernabé «apóstol», porque parece estuvo más asociado al Colegio Apostólico que el resto de los discípulos. La Liturgia le conserva este honroso título de «apóstol».

Quizás antes fue compañero de Pablo y pertenecía también a los que frecuentaban la escuela de Gamaliel. Es fácil igualmente que fuera amigo de Esteban, quien será el protomártir del cristianismo.

¿Cuándo abrazó la fe cristiana Bernabé? No lo sabemos. Pudo ser al contemplar alguno de los prodigiosos milagros de Jesús, al oír las cosas maravillosas y nunca oídas que brotaban de los labios del Maestro.

San Juan Crisóstomo, que quizá conoció fuentes autorizadas, dijo de Bernabé: «En todo era excelente: bella disposición, genio apacible, generoso, recto, sincero, lleno de bondad; de educación esmerada, de modales atentos y finos, de tanta modestia y compostura, que se atraía la simpatía de cuantos le trataban, y arrastraba y cautivaba los corazones».

Bernabé gozaba de gran autoridad entre los Apóstoles, ya que su intervención entre los judaizantes y helenizantes fue definitiva en el Concilio de Jerusalén.

Otra intervención de gran valía para el cristianismo fue el haber introducido al convertido Pablo a formar parte de los auténticos seguidores de Jesucristo. Dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: «Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y qué le había hablado» (Hch 9, 27)

Su mismo nombre, que en arameo significa «hijo de la profecía», «hijo de la consolación», refleja la misión que le estaba encomendada a Bernabé. Marchará en primer lugar a Antioquía, donde al ver que es tanta la mies y tan pocos los operarios llamará a Pablo para que le ayude en el apostolado. De Antioquía pasa a Chipre donde predica con ardiente celo el mensaje de Jesucristo. Acompaña a Pablo en su primer viaje. Por todas partes va dando testimonio de su celo por la gloria de Dios. A todos quiere convertir a la verdadera fe.

Parece que volvió a Jerusalén y aquí murió mártir por Jesucristo, después que en muchas ocasiones ya «había expuesto su vida por el nombre de Jesús».

 

(Revista Prado Nuevo nº 17. Testigos del Evangelio)

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