web analytics
Sin comentarios aún

¿Te sientes deprimido o triste? Reza esta oración del Padre Pío

Si te encuentras sumido en la oscuridad, es fundamental “extender la mano”.

El pequeño texto anónimo enmarcado lee: “Extiende la mano tan alto como puedas y Dios extenderá la Suya el resto de la distancia”. Es la frase a la que recurro durante esos momentos en los que siento venir una oscuridad emocional: depresión. Para muchos de nosotros, esta oscuridad es un viejo amigo conocido e indeseado, el Perro Negro que menciona Sir Winston Churchill, también llamado trastorno afectivo estacional.

El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) incluye definiciones clínicas para la depresión y también podemos recurrir a la explicación sobre la oscuridad espiritual que san Juan de la Cruz escribe en Noche oscura del alma. Sea cual sea la manera en que hayas llegado a un estado depresivo, fuera cual fuera la historia que te llevó allí, la clave en esos momentos oscuros es extender la mano, buscar el contacto.

El estado de oscuridad y depresión no es un vacío. Es un espacio lleno de conocimiento ante el que estamos momentáneamente cegados. Cuando intentamos alcanzarlo solos, a menudo estamos demasiado exhaustos como para seguir profundizando y, así, sucumbimos a las oleadas de desesperación.

Buscar el contacto no es un movimiento intuitivo cuando nos hundimos psicológicamente y/o espiritualmente. Aunque nos hayan enseñado que perder la esperanza es volver la espalda a Dios —lo cual es pecado—, hay otro elemento de la desesperación que a veces se pasa por alto. Deriva de la Regla de San Benito: “Que en todo sea Dios glorificado”.

En una confesión reciente, estando yo en una época de depresión, el sacerdote me dio una penitencia muy concreta. Debía leer sobre Jesús caminando sobre el mar tempestuoso, y sobre el miedo de Pedro en Mateo 14,30-31. Luego había de reflexionar, específicamente, sobre el momento en que Pedro desespera y busca la ayuda de Nuestro Señor, ese segundo justo antes de que Jesús le sostuviera su mano.

Fue un momento oscuro lleno de duda para Pedro, cuya fe había flaqueado. También fue una respuesta intuitiva para una persona que se ahoga físicamente: extender la mano, intentar agarrarse a cualquier cosa para salvar la vida.

El padre me dio esta imagen para que meditara sobre ella y cumplir la penitencia; una metáfora para extender la mano hacia Cristo psicológicamente y espiritualmente. Me sorprendió lo rápido que el instinto de sobrevivir espiritualmente se emparejó al deseo de vivir físicamente cuando se está agotado y en aguas profundas.

Con la tranquilidad de saber que el Señor ha cogido mi mano y que no me ahogaré, a menudo leo esta oración, a veces incluso tres veces entera:

Quédate conmigo, Señor, porque es necesario que
estés presente para que no te olvide. Ya sabes lo fácil que te abandono.

Quédate conmigo, Señor, porque soy débil
y necesito tu fuerza para no caer tan a menudo.

Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi vida,
y sin ti, no tengo fervor.

Quédate conmigo, Señor, porque tú eres mi luz,
y sin ti, estoy en tinieblas.

Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.

Quédate conmigo, Señor, para que escuche tu voz
y te siga.

Quédate conmigo, Señor, porque deseo amarte
mucho y estar siempre en tu compañía.

Quédate conmigo, Señor, si deseas que te sea fiel.

Quédate conmigo, Señor, porque por pobre que sea mi alma,
quiero que sea un lugar de consuelo para Ti, un nido de amor.

Amén

~ San Pío de Pietrelcina, Rezo para después de la Comunión

La depresión es una batalla y, para algunos de nosotros, una cruz que cargar toda la vida. Al cargarla lo mejor que podemos al mismo tiempo que extendemos la mano para pedir ayuda, somos conducidos a una madurez más honda en la fe, algo que, como la mayoría de las virtudes, no es un logro sencillo.

Autor: Margaret Rose Realy, Obl. osb; cf. aleteia.org

Publicar un comentario