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La llegada a Prado Nuevo

 

HISTORIA DE LAS APARICIONES (24)

 

La llegada a Prado Nuevo

Inmediatamente, entre la multitud, comenzó a subir de tono el murmullo. Amparo tenía que recorrer varios cientos de metros hasta llegar junto al fresno de la aparición. Muchas personas desean acercarse a ella para saludarla, tocarla —si era posible— o encomendarle alguna intención. Para evitar cualquier percance, tiene que ser acompañada por varios hombres de confianza que la rodean. Sin su ayuda, le hubiera resultado casi imposible llegar al lugar donde se rezaba el Rosario. Así van abriéndole camino entre la multitud expectante. Por fin, con no poca dificultad, se sitúa frente al fresno de la aparición.

Allí se disponía de un micrófono con el que Amparo dirigía las oraciones. El sonido se transmitía a una serie de columnas con altavoces repartidos por la finca de Prado Nuevo. De esta manera, los peregrinos, aun distantes, podían escuchar con claridad el Rosario y el mensaje habitual de la Virgen. Esta vez, Luz Amparo, observando que los comentarios no cesaban, comenzó pidiendo silencio: «Por favor, esto no es una fiesta. Hemos venido a rezar el Rosario y a pedir por todas las almas…». Las voces se acallaron y prosiguió: «Les agradezco todas las atenciones que tienen, pero éstas deben ser para la Virgen. ¡Bendita sea y bendito sea Dios! Yo sólo soy una persona como ustedes…».

Ya de rodillas sobre un paño, Amparo dio comienzo el rezo del Rosario. Los peregrinos —ahora sí— guardan un profundo silencio que estremece. Entre los asistentes, se extendía en oleadas, por unas partes y otras, una intensa a la vez que suave fragancia a rosas, como delicado regalo anunciando la presencia de la Señora. El rezo de cada misterio va precedido de una meditación sobre el mismo que lee uno de los asistentes. Al inicio de cada uno, Luz Amparo va haciendo una serie de peticiones que, en su conjunto, pueden resumirse en las siguientes: por la humildad de todos, por los enfermos e impedidos; por los que sufren; por quienes no tienen fe, por la conversión de los pecadores; por nuestros enemigos; por la juventud apartada del camino del Señor; por nuestras familias, amigos y ancianos desamparados; por los pre
sentes que todavía no creen, para que puedan comprender que Dios existe y aprendan a ser fieles a Cristo hasta la muerte. También encomienda las intenciones que le solicitan. Pide por la santificación de los sacerdotes y la jerarquía, además de por nuestro obispo y los religiosos en general. Por las necesidades de la Iglesia. Para que los católicos permanezcan unidos a la Iglesia de Cristo y no escuchen doctrinas falsas. Por los gobernantes de las naciones, para que haya paz en el mundo entero; por la paz en España, en el País Vasco, en el Líbano, y en todas las naciones en guerra. Termina pidiendo por quienes no tienen quien rece por ellos y «por los dueños de este prado, para que Dios les colme de gracias y bendiciones».

Al finalizar cada misterio, Amparo arrodillada se inclina para besar el suelo, como signo de humildad y por las almas consagradas. Los peregrinos también lo hacen mientras termina la plegaria pidiendo a la Virgen: «Madre pura Dolorosa, por tu Corazón angustiado de Madre, manda paz al mundo entero». Impresiona la devoción y fervor con que la multitud reza. En el tercer misterio, este día Luz Amparo contempla a la Virgen que viene de la parte del Sol. Enseguida, entra en éxtasis y transmite el mensaje celestial que recibe del Cielo. Ni un murmullo se escucha en el aire. Los devotos alzan las grabadoras para conservar y meditar después esas palabras divinas. Nicasio, el marido de Luz Amparo, junto a ella, mira a la muchedumbre silenciosa. Una de sus hijas, Amparito, decidida sujetar el micrófono cerca de los labios de su madre para que todos puedan escuchar el mensaje. El rostro de Amparo se transforma, se hace más sereno, parece irradiar gozo celestial. El éxtasis duró unos veinte minutos… Antes de terminar, la Santísima Virgen dio la bendición de objetos: «Levantad todos los objetos; todos los objetos serán bendecidos, hijos míos…». La muchedumbre alza en el aire rosarios, estampas, velas, imágenes, etc. Finalmente, da la bendición, que suele ser similar cada vez, a todos los presentes: «Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Adiós, hijos míos». La muchedumbre hace con devoción la señal de la cruz.

Al finalizar el éxtasis, dos personas tienen que ayudar a Luz Amparo a levantarse y la sientan en una silla. Necesita permanecer en esta posición durante unos minutos, hasta recuperarse del éxtasis. Se continúa el rezo hasta completar el Rosario. Antes de finalizar, uno de los sacerdotes presentes reza el “Ángelus” y da la bendición. El acto religioso concluye con un cántico en honor a la Santísima Virgen. Amparo, de nuevo, es rodeada por unos cuantos hombres de confianza que vuelven a abrirle camino entre la multitud. Ella, enseguida sale de Prado Nuevo y se marcha a la pequeña huerta, cedida a su marido, a las afueras de la Pradera. Desde la pequeña caseta que allí tienen, espera desapercibida a que el gentío se aleje, para después marcharse ella. «Yo no quiero protagonismo, no quiero ser famosa —comenta Amparo—. Únicamente deseo que se escuchen los mensajes de la Santísima Virgen.

Nunca me han dado dinero, no recibo ni un duro. Si alguien me lo ha dado, que lo diga (…). Lo que más quiero es que se salven almas y conseguir que la gente crea en Dios y la Virgen, y que recen».
Los peregrinos van abandonando igualmente la Pradera. Recorren a la inversa el camino de entrada. Atraviesan un pequeño y rústico muro, allanado con unos peldaños de tierra y piedras, para facilitar en alguna medida la entrada y salida de la multitud. Varios colaboradores con brazalete azul ayudan a las personas mayores y enfermos a cruzarlo. Es un paso estrecho. Pueden cruzarlo un máximo de 5 ó 6 personas a la vez. La multitud se apretuja. Muchos tendrán que esperar media hora o más hasta poder llegar a la carretera. Curiosamente, nadie se impacienta, ni aun cuando la oscuridad se echa encima… Entonces, uno de los colaboradores enciende una lámpara de gas. La sostiene en alto para alumbrar el paso de los peregrinos. La riada de personas continúa caminando por el sendero. No pocos peregrinos regresan encaminándose hasta la estación del tren. Más de diez mil personas regresan a sus hogares. Una pareja de la Guardia Civil dirige el tráfico en la salida a la carretera de Valdemorillo, facilitando la circulación y evitando accidentes. Siempre prestando un servicio público generoso y eficaz.

 

(Revista Prado Nuevo nº 25. Historia de las Apariciones)

 

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