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El mensaje es la entrega total

El mensaje de la Virgen en Prado Nuevo llama a Luz Amparo Cuevas a compartirlo y a convocar a todos en torno al fresno de las apariciones. Así lo expresa la Virgen de una manera clara en su mensaje del 4 de abril de 1998: “Acudid a este lugar. Este lugar es sagrado, pues ha sido bendecido muchas veces por la Divina Majestad de Dios y he plantado mis plantas en él”. Junto a esta difusión de un mensaje para la Iglesia y para el mundo, el propio mensaje llama a una entrega total a quienes más lo necesitan. Ésta es la razón de ser de la Fundación Benéfica Virgen de los Dolores, cuyo 32º aniversario celebrábamos ayer. Y ésta es la razón de ser de las Hermanas Reparadoras “Amor, Unión y Paz”.

Las Hermanas Reparadoras representan la primera institución católica creada por Luz Amparo en el seno de la primera comunidad que nace en torno a Prado Nuevo. Con una misión renovada para el mundo y la sociedad: atender a personas necesitadas, ancianas en su mayoría, y hacerlo como aprendieron de su fundadora: con el mayor cariño y con el mayor cuidado, descubriendo siempre a Cristo en cada una de ellas.

Hoy se cumplen 27 años desde que el Cardenal Suquía, Arzobispo de Madrid en las primeras décadas de las apariciones de la Virgen en Prado Nuevo, erigió canónicamente a las Hermanas Reparadoras como asociación privada de la Iglesia. Fue el 14 de mayo de 1993. Son, de este modo, 27 años de servicio y de entrega total a los más desfavorecidos. 

Las Hermanas Reparadoras representan la rama femenina consagrada de la Obra de Prado Nuevo. Y representan también los frutos de entrega y de conversión que tantos han experimentado en el “jardín” de la Virgen, como ella misma definió en el mismo mensaje del 4 de abril de 1998. Las Hermanas, jóvenes en su mayor parte, descubrieron aquí una dedicación total de su vida a la reparación; a amar a Dios a través del servicio. Y así, se han consagrado a Él con votos privados de pobreza, castidad y obediencia. Y tienen vida comunitaria, según los estatutos aprobados en su día por el cardenal Suquía.

En este momento, son 80 las Hermanas que sirven en las Casas de Amor y Misericordia. Y representan también un renacer vocacional que tanto necesitan la Iglesia y el mundo. Su bella llamada cuenta con una llamada primera; la de su fundadora. Luz Amparo Cuevas les regaló el 31 de diciembre de 1990 un testamento espiritual que guía cada día sus pasos:

“Jóvenes muchachas, que os habéis entregado a los necesitados; ved en ellos a Cristo y repetid con Él: «No hemos venido a ser servidos, sino a servir». Y para que vuestro amor sea verdadero, tiene que estar apoyado en Cristo. Sed bondadosas con ellos, pues la bondad eleva a la santidad.

Que vuestros corazones estén alegres para poder alegrar al triste. Pensemos que no son ellos los que tienen que estar agradecidos a nosotros por prestarles nuestros servicios; somos nosotras las que tenemos que estarles agradecidas porque nos permiten que los cuidemos. Nunca pensemos que son desagradecidos; digamos: «¡Qué grandes son los pobres, porque nos dan la oportunidad de que les sirvamos!».

Pongamos todo nuestro amor en cada acción. Nuestra misión es amar a los necesitados sin esperar que ellos nos amen. Pensemos que son como niños, «mis niños mayores». ¡Cuánto tenemos que aprender de ellos! Necesitan amor; necesitan recuperar la dignidad que les han quitado. No pensemos solo en el plato de comida, sino en el amor que necesitan.

¿Queréis alcanzar méritos? Sed cariñosas y amables con todos los que sufren. ¿Quiénes sufren? Ellos, «mis pobres niños mayores», que tienen las heridas del tiempo, que nadie puede cicatrizar.

Jóvenes, que todo lo habéis dejado por los demás: Conservad vuestra caridad y vuestra alegría para hacerlos felices.

Ésta tiene que ser vuestra empresa: la empresa del amor, que es la más grande y más cristiana”.