HISTORIA DE LAS APARICIONES DE EL ESCORIAL (6)
Una vez recorrida brevemente más de la mitad de la vida de Luz Amparo, podemos vislumbrar cómo el Divino Escultor fue cincelando su alma con el sufrimiento, la enfermedad y la adversidad.
A base de dificultades y pruebas, la hizo fuerte y firme, al mismo tiempo que intensificó su sensibilidad ante las necesidades de los demás. Todo fue una desapercibida preparación para la misión, que aún sin conocer Amparo, Dios iba a encomendar a esta humilde madre de familia.
En este sentido, años después, uno de los más prestigiosos mariólogos del mundo, el francés P. René Laurentin, tras entrevistarse con Amparo, reconocerá esas cualidades humanas de que fue revestida por el Señor:
«Lo que me ha impresionado es la calidad humana y espiritual de la vidente, sometida desde la infancia a desgracias y calamidades suficientes para haberla trastornado y hasta destruido… Su infancia desgraciada se prolongó… Después de tantas desdichas, es sorprendente que Amparo haya conservado esta serenidad, esta sencillez, esta dignidad, esta mesura que trasluce toda su persona».
Creyente sí, pero no practicante
Luz Amparo, con humilde sinceridad, en ocasiones ha explicado que antes de los hechos sobrenaturales que le acontecieron, su vida espiritual nada especial tenía fuera de una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen, adquirida desde la infancia, por quien se sentía atraída, y una delicada solicitud hacia el prójimo necesitado. Sobre las cosas de Dios, no tenía apenas nociones, pues ni siquiera pudo acudir a la escuela, ni recibir lecciones de catecismo en la iglesia; sin embargo, sí creía que algún ser superior tendría que haber. Estas circunstancias, unidas a una fatigosa vida de trabajos físicos y morales, hicieron que no fuera asidua practicante de sus deberes religiosos, salvo lo más imprescindible.
El momento decisivo para la transformación espiritual de Luz Amparo será en otoño de 1980, en San Lorenzo de El Escorial. El Señor iba a tocar a la puerta de su corazón para pedirle que pusiera su generosidad al servicio de la obra más importante: la salvación de las almas. A partir de ahí, su crecimiento espiritual irá en aumento continuo hasta su entrada en la vida eterna.
Primer encuentro
En torno al doce de noviembre de 1980, Luz Amparo, como todos los días, ha ido a trabajar como empleada doméstica a la casa del matrimonio de Miguel y Julia. Al final de su jornada, ya de noche, vuelve caminando hacia su hogar, también en San Lorenzo de El Escorial. Esta noche se ha dado cuenta de que un “señor” que ha visto frente a sí —alto y bien parecido, vestido de cazadora y pantalón gris—, camina tras sus pasos a unos metros de distancia, sin infundirle temor alguno, como ella misma comentaría después. Su cara le resulta conocida, pero no consigue identificarle. En medio de esta desconcertante situación, se da cuenta de que se ha olvidado coger el dinero del pan del día siguiente para la familia donde trabaja. Vuelve sobre sus pasos, y ese hombre, de aspecto joven, continúa detrás de ella. Al llegar Amparo a la portería del edificio de la calle de Santa Rosa, dicho “señor” se detiene a unos veinte metros de la puerta, junto a un poste de la luz. Nada más llegar, ella se lo cuenta a Marcos Vera, conserje del inmueble y amigo de la familia:
«¡Qué cosa más rara! Un señor me ha seguido al ir y al volver. Yo le conozco, pero no sé de qué; y es muy guapo».
Inquiere el portero:
«¿Te ha dicho algo?».
Responde Amparo:
«¡Si no me dice nada…!».
Cuando Amparo vuelve a salir, Marcos le dice:
«Te acompaño hasta la esquina».
Pero…, no ven a nadie, y después de unos pasos, añade:
«¿Ves que eran imaginaciones tuyas? No tengas miedo», y regresa a la portería.
De nuevo sola, sigue caminando. Vuelve la mirada hacia atrás… ¡Ha reaparecido el misterioso personaje!, que se mantiene a corta distancia, silencioso, hasta que Amparo llega al portal de su casa.
Sobre las ocho de la mañana del día siguiente, Amparo se dirige a sus tareas cotidianas. Cuando llega a la calle de Santa Rosa, Marcos se encuentra abriendo el portal del edificio. Ella se acerca y le vuelve a referir que ese “señor” de ayer la ha seguido de nuevo, y que ahora se encuentra parado en la esquina de la calle. Marcos sale corriendo…, pero tampoco ahora ve a nadie. Amparo, sin embargo, le asegura que está viéndole allí, de pie, mirándola…
(Continuará)
Imagen: Residencial “Santa Rosa” en San Lorenzo de El Escorial. Lugar donde sucedieron estas apariciones.
(Revista Prado Nuevo nº 7. Historia de las Apariciones)