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Preparemos la venida del Espíritu Santo en Pentecostés de la mano de María

Mayo, mes de las flores, nos hace pensar en la Virgen, llena de gracia y adornada de muy singulares gracias, que ¿de qué fuente le manan? Fue el Concilio Vaticano II quien responde a esta pregunta afirmando que María “esta enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso Hija predilecta del Padre y Sagrario del Espíritu Santo…” (Lumen Gentium 53)

Si la concepción de Nuestro Señor Jesucristo en las virginales entrañas de María fue realizada por obra y gracia del Espíritu Santo, no menos destacada fue la intervención del mismo divino Espíritu en el “nacimiento público dela Iglesia en Pentecostés”

Es fácil comprender que la Virgen recibiera Ella sola en mayor abundancia los carismas divinos en aquel primer Pentecostés; todos los dones del Paráclito encontraron en Ella la más perfecta y completa expresión.

Este año celebramos la Solemnidad de Pentecostés  el domingo 5 de junio, nada más terminar el mes por excelencia dedicado a Nuestra Madre, que bien nos puede servir para  prepararnos junto a María, para la llegada del Espíritu Santo.

A la “vuelta” de mayo nos encontramos con Pentecostés; unámonos a Nuestra Madre para recibir su plenitud, de su rebosamiento por su maternal ternura, una buena dosis de esos dones y carismas del Espíritu Santo, que tanta falta nos hacen. Preparemos durante el mes de mayo, como lo recibieron María y los Apóstoles. No hay que desaprovechar ninguna ocasión para dejarnos abrazar por La Virgen.