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Mensaje del día 25 de noviembre de 1981, miércoles

Mientras se encuentra trabajando, Luz Amparo entra en éxtasis, sufre la Pasión del Señor y le es comunicado el siguiente mensaje
El Señor:
Hija mía, ya sabes lo que te hice ayer (durante el rezo del santo Rosario en Prado Nuevo, quedó en éxtasis, padeciendo también los dolores de la Pasión, con las llagas, pero sin sangrar); no creas que es una prueba; no es ninguna prueba, es como si hubieses pasado la Pasión. Lo que pasará de ahora en adelante será que sufrirás los dolores; yo también los pasaré contigo, pero yo derramaré mi Sangre, para que con esa Sangre mía te purifiques, hija mía, y te fortalezcas. Tendrás las llagas, pero no se te verán signos exteriores; pero las sentirás igual que si las tuvieses. Hija mía, sé fuerte; no creas que mi Madre y yo no te amamos, siempre te tenemos presente en nuestro Corazón. Hija mía, busca la humillación; esto es lo que principalmente te encargo muchas veces. Busca tu sencillez; es lo único que te salvará de las astucias del demonio. Hija mía, sé humilde y sé sencilla.
Adiós, hija, adiós.
La Virgen:
Sí, hija mía, ya me tienes aquí con mi Corazón destrozado de dolor por tantas ofensas hechas en el mundo. Hija mía, aquí me tienes para darte un mensaje; dile a tu padre espiritual que no tenga tantas dudas sobre lo que dije del Cuerpo de mi Hijo: que no estaba consagrado. Alguna vez acaso no se consagre el Cuerpo de mi amado Jesús, porque el sacerdote, con sus manos manchadas por el pecado, ha perdido la fe en mi amadísimo Hijo y no hace intención de consagrar, y durante esa Misa que está celebrando no le invoca, no está pensando en Él, no baja mi Hijo, no baja porque el sacerdote no cree en Él. Algunos de ellos celebran la Misa por rutina, por dinero; así que dile a tu padre espiritual que no lo dude, que hay algunos sacerdotes que no son dignos de celebrar la Misa ni de tocar el Cuerpo Sagrado de Jesús; que están constantemente cometiendo muchos pecados y mi Hijo tiene un dolor tan intenso... Siente en su Corazón las ofensas hechas por todos ellos.
A muchos los colma de talento y ellos se lo apropian a sí y se engríen; se engríen, hija mía, su soberbia los engríe y se pierden por su soberbia; pues yo, hija mía, estoy llamando constantemente a la puerta de sus corazones y no quieren atender. Ponen resistencia, hija mía, se resisten; por eso dejo que actúe la justicia de mi Hijo; mi Hijo los creó sin su voluntad, pero ellos son libres de salvarse o condenarse; pide por todos ellos; rezad cada día esta invocación: «Jesús mío, por vuestro Corazón amantísimo, os suplico inflaméis en el celo de vuestro amor y de vuestra gloria a todos los sacerdotes del mundo, a todos los misioneros, a todas las personas encargadas de predicar tu divina palabra, para que, encendidas en santo celo, conquisten las almas y las conduzcan al asilo de vuestro Corazón, donde os glorifiquen sin cesar».
Esos dolores interiores ofrécelos por todos ellos; hija mía, cuando quieras algo, pídemelo. Hija mía, guíate de tu director espiritual.
Los que están constantemente martirizando nuestro Corazón son los malos sacerdotes; ofrece cuanto hagas por ellos y díselo a tu padre espiritual, que tiene un mar de confusiones y de dudas. No son pruebas lo que te pasó ayer; son los signos de las llagas; sentirás los mismos dolores, pero no derramarás ni una gota de sangre; tienes que fortalecerte; nos quedan muchas misiones que cumplir todavía.
Adiós, hija, adiós.