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Mensaje del día 29 de octubre de 1983, sábado

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, hija mía, me manifiesto en este lugar para que hagan una capilla en honor a mi nombre, hija mía. No hacen caso de mis avisos, hija mía, y los avisos se están acabando. Me he manifestado en muchos lugares, hija mía, pero en ningún lugar he dado tantos avisos como en este lugar, hija mía; no hacen caso y mi misericordia se está acabando.
Con sacrificio y con oración, hijos míos, podéis salvar muchas almas.
Mira lo que ves; es horrible, hija mía... (Luz Amparo llora con gran desconsuelo). La misericordia de Dios Padre se está acabando, hija mía, y su ira será horrible.
Mira, qué premio espera, hija mía, para todo aquél que se haya puesto a bien con Dios.
Luz Amparo:
Yo quiero quedarme, yo quiero quedarme, yo me quiero quedar aquí; yo quiero quedarme.
La Virgen:
Sé humilde, hija mía, tu tiempo también se aproxima.
Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad... Humíllate, hija mía, que el que se humilla será ensalzado.
Mira mi Corazón, hija mía, mi Corazón está sangrando de dolor por todos mis hijos, por todos sin distinción de razas. No lo toques, hija mía, no se ha purificado ningún alma.
Hija mía, este pueblo es como el pueblo de Israel, hija mía, como el pueblo de Israel; pero si Dios no perdonó al pueblo de Israel, ¿cómo no va a castigar a este pueblo también, hija mía?
Piensa en Cristo Jesús, hija mía; humíllate, humíllate y hazte pequeña, muy pequeña, para la salvación de las almas, hija mía.
Di conmigo, hija mía: «Padre Eterno, te pido perdón por todos aquéllos que no lo hacen, me sacrificaré por todos aquéllos que no se sacrifican, y te amaré por todos aquéllos que no te aman. No permitas, Padre Eterno, que se condenen las almas; ten misericordia de todas ellas».
Esta oración la pido como Madre, como Madre de toda la Humanidad, hijos míos. Mi Corazón sufre de ver que mis hijos se precipitan en el fondo del abismo, y las almas consagradas, hija mía —¡pobres almas!—, van a pagar por su pecado y por el pecado de las almas que han arrastrado, hijos míos; ¡qué mal corresponden a nuestro amor esas almas! ¡Cómo precipitan a las almas en el fondo del abismo!
Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Las almas consagradas, hija mía, ¡las ama tanto mi Corazón!, y ¡qué mal corresponden a este amor!
Pedid gracias a mi Inmaculado Corazón, hijos míos, mi Inmaculado Corazón será el que triunfe sobre toda la Humanidad.
Hijos míos, os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Bendecid, hijos míos, bendecid... (Habla en idioma desconocido). Este aviso es tuyo, hija mía, privado.
Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos, todos los objetos, hijos míos, todos han sido bendecidos. Servirán para la curación de los enfermos y la conversión de los pobres pecadores, hijos míos.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!