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Mensaje del día 5 de septiembre de 1987, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, aquí está vuestra Madre. Quiero que seáis la sal de la Tierra, hijos míos. Que vayáis de pueblo en pueblo para restablecer el bien perdido y el amor a la Iglesia. Hijos míos, dejaos conducir por el Espíritu Santo para que podáis ser verdaderos discípulos de mi Inmaculado Corazón.
Quiero que todos aquéllos que quieran pertenecer a esta Obra, guarden estas reglas, hijos míos:
Silencio, obediencia, humildad, caridad, pureza de corazón, espíritu de pobreza entre vosotros. La castidad es importante para esta Obra. También quiero que entre vosotros reine la alegría.
Quiero, hijos míos, que ninguno os creáis superior al otro; que el que se crea mayor, que se haga el más pequeño.
Quiero mansedumbre en esta Obra. Fuera el orgullo y la soberbia.
En esta Obra tiene que ser espíritu de humildad; el orgulloso, el soberbio está incapacitado para recibir la gracia.
Quiero oración profunda.
También quiero que vuestro pensamiento esté ocupado la mayor parte del día en la oración, en el trabajo. El ocio es un peligro para el alma.
Tú, hija mía, haz que cumplan mi voluntad. Que nadie infrinja estas reglas. Habla con firmeza, sin miedo. Yo te he enseñado que la firmeza no daña a la caridad, la fortalece, hija mía. Te he enseñado a ser firme y fuerte como el hierro.
¡Ay de aquéllos que persiguen mi Obra!
Quiero hacer un gran rebaño de todas estas almas que quieren participar a mi Obra.
Tened esperanza y confianza en mi Hijo, hijos míos. La fortaleza y la esperanza es un don del Cielo.
Y ahora, hija mía, vas a explicar palabra por palabra este gran misterio. Sólo un alma impregnada de sabiduría por el Espíritu Santo puede explicar estas palabras. ¡Para que los hombres digan que es una herejía decir que soy Madre de la divinidad de Jesús!... Mira, hija mía, vas a... (Idioma extraño). Sólo por la Palabra divina del Padre, que hace agrandar tu entendimiento y tu sabiduría, porque en este momento, en el centro de tu alma está el Espíritu Santo, puedes deletrear este misterio, hija mía.
Yo fui creada por el Padre y concebida sin pecado original. El Padre tenía complacencia en mí; y, cuando Él quiso y vio conveniente que era necesario que el Verbo se humanizase, Él derramó en mí... y me dio todo, sin perder nada. Él me poseyó, me besó, me fertilizó y me hizo Madre de una maternidad divina. Y, por este don, quiso que llamase a su Hijo: «Hijo mío, de mis entrañas puras e inmaculadas». Yo fui toda del Padre porque Él me creó para sus fines. Con su amor infinito me concede todas estas gracias. Me concede que sea Madre y Virgen.
Soy Madre de Cristo, de la Cabeza del Cuerpo Místico. Y si soy Madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, soy Madre de cada uno de sus miembros. Ahí está mi grandeza, hija mía. Sólo una mente llena del Espíritu Santo puede comprender este misterio. Los hombres —te repito— me ven Madre del ser... (Idioma extraño) humanado; pero tú has visto cómo soy Madre de lo divino... Y por mí, hija mía, se formó la Iglesia en la Tierra. Y por mí vendrá el Paraíso.
Sólo —repito— un corazón impregnado de sabiduría, con el don del Espíritu Santo, puede alcanzar a ver este misterio. Toda la acción viene del Espíritu Santo.
Luz Amparo:
¡Qué grandeza! ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay...!
La Virgen:
Te digo, hija mía, que yo fui la criatura creada para Dios sólo. Hace falta que los corazones estén impregnados del Espíritu Santo para que tengan luz y puedan ver. Hijos míos, dejaos guiar por este gran... (Idioma extraño) Iluminador de las almas.
Y reparad mucho, hijos míos, que hay almas que cometen muchos sacrilegios; profanan el Cuerpo de Cristo, hija mía, y aparentan una santidad falsa. ¡Cuánto sufre mi Corazón por ellos, hija mía! Tú sé fuerte, y no tengáis miedo. Defended mi Obra, hijos míos. Sólo por obra de Satanás hay almas que obran sacrílegamente. Hijos míos, rezad por ellos; pero sacudíos el polvo de ellos... Por eso repito que la humildad es muy importante. Cuando el hombre... (Idioma extraño) se cree un dios, es cuando el enemigo se apodera de su alma. Por eso yo rechazo al soberbio y acojo al humilde.
Quiero que se abra el camino en esta Obra a la juventud, para que se entreguen en cuerpo y alma a esta gran Obra, que será, hasta el fin de los tiempos: «Apóstoles de los últimos tiempos»; con oración profunda, con espíritu de sacrificio y penitencia. El mundo pasa, hija mía, como te he enseñado a ti, y la eternidad no acaba. Haz comprender a las almas el valor de la eternidad; que muchas almas se quedan en el tiempo. También quiero que, para combatir contra el pecado, sólo el ayuno y la oración pueden contra él. Hijos míos, orad profundamente y pedid a Dios, vuestro Creador, que Él os concederá todo lo que pidáis para bien de vuestra alma.
Y tú, hija mía, que nada te entristezca ni te quite la paz; nosotros somos tu camino y tu fortaleza.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos sacrilegios como estas almas están cometiendo contra la divina Persona de Cristo.
Reparación de los pecados pido; y amaos unos a otros y tened confianza unos con otros.
Tú, hija mía, refúgiate en mi Inmaculado Corazón. Él te protegerá, porque Él es el que protegerá al mundo de las garras de Satanás.
Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con una bendición muy especial…
Humildad pido, hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!...