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Mensaje del día 7 de agosto de 1999, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, quiero que todos los días me repitas muchas veces: «Gracias, Dios mío; te adoro, espero en Ti, te amo y te glorifico». En este mundo, hija mía, tan moderno como los hombres lo han hecho, es poco glorificado Dios. Se glorifican los hombres, ellos mismos, unos a otros, y olvidan al Dios Creador.
Repito que pocas palabras quedan que decir, hija mía. No vengo a decir nada nuevo y nada que no sepáis, hijos míos; sino a recordaros que tenéis un alma y que tenéis que alabar y glorificar a Dios. Os impongo la ley del amor, hijos míos. Los hombres no se aman, no se soportan unos a otros, porque no hay amor en sus corazones.
¿Sabéis por qué vencí la muerte, hijos míos? Por la Cruz. ¿Y por quién me puse la Cruz en las espaldas y di mi vida? Por el amor a los hombres. Con amor todo lo comprenderéis y todo lo entenderéis; pero sin amor, hijos míos: las guerras, las discordias, las envidias, la destrucción del mundo. Los hijos se emancipan de los hogares sin respetar a los padres.
Yo les di una libertad a los hombres, pero una libertad moderada; y ellos la convierten en libertinaje, y se quieren gobernar por sí mismos, y no quieren que exista el poder eclesiástico ni el civil. Y todo esto está llegando, hijos míos. Y os dije, que cuando llegase todo este tiempo, echaos a temblar, hijos míos; pues todo está sucediendo: los hijos han perdido la moral y la dignidad, y la atracción del mundo los embulle y no ven el pecado en nada, hijos míos.
Sabed que los tres enemigos mayores son el mundo, el demonio y la carne. Ésos son los que vosotros buscáis, hijos míos, y os persiguen.
Amaos unos a otros. Penitencia, oración y sacrificio, hijos míos.
La Virgen:
Acudid a este lugar, que todos seréis bendecidos y marcados con una cruz en la frente.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para el día de las tinieblas…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.