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El Nacimiento de San Juan Bautista

 

EVANGELIO

El nacimiento de Juan Bautista. Juan es su nombre (cf. Lc 1, 57-66. 80)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:

«¡No! Se va a llamar Juan».

Le replicaron:

«Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:

«¿Qué va a ser este niño?».

Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Palabra del Señor.

 

LECTURA ESPIRITUAL Y HOMILÍA

San Agustín

El nacimiento de Juan y el de Cristo

El relato ha sido largo, pero la fatiga del oyente queda compensada por la dulzura de la verdad. Cuando se leyó el santo Evangelio, escuchamos el glorioso nacimiento del bienaventurado Juan, heraldo y precursor de Cristo. Puede deducir de aquí vuestra caridad cuán grande es el hombre que ha nacido. La Iglesia no celebró nunca el nacimiento carnal de ningún patriarca, profeta o apóstol; sólo celebra dos nacimientos: el de Juan y el de Cristo. Las mismas fechas en que ambos nacieron encierran un gran misterio. Juan era un gran hombre, pero hombre al fin. Era hombre tan grande que para superarlo sólo se podía ser Dios. Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Son palabras de Juan: Él es mayor que yo. Si es mayor que tú, ¿qué significa lo que hemos escuchado de boca de quien es mayor que tú: Entre los nacidos de mujer, nadie ha habido mayor que Juan Bautista? Si ningún hombre es mayor que tú, ¿qué es quien es mayor que tú? ¿Quieres oír quién es? En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Y la Palabra de Dios, Dios ella misma, por quien fueron hechas todas las cosas, nacida sin comienzo temporal, autora de los tiempos, ¿cómo halló en el tiempo un día para nacer? ¿Cómo, repito, encontró en el tiempo un día para nacer la Palabra por la que fueron hechos los tiempos? ¿Buscas el cómo? Escucha el Evangelio: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. El nacimiento de Cristo se refiere al nacimiento de su carne, no de la Palabra; y por eso mismo se habla del nacimiento de la Palabra, puesto que la Palabra se hizo carne. Nació la Palabra, pero no en sí misma, sino en la carne. En sí misma procede ciertamente del Padre, pero carece de nacimiento temporal.

Nació Juan, nació Cristo. Tanto el nacimiento de Juan como el de Cristo lo anunció un ángel. En ambos casos, el milagro es grandioso. Una mujer estéril da a luz, de un anciano varón, al siervo precursor, mientras que al Dueño y Señor lo alumbra una virgen sin obra de varón. Gran hombre es Juan, pero Cristo es más que hombre, puesto que es hombre y es Dios. Gran hombre, pero que como hombre había de ser humillado para ser exaltado como Dios. Finalmente, puesto que era hombre que iba a ser humillado, escucha al mismo hombre: No soy digno de desatar la correa de su calzado. Si se hubiese declarado digno, ¡qué humildad sería la suya! Pero ni de esto se consideró digno. Se prosternó completamente y se ocultó bajo la piedra. Era una lámpara, y temía que la apagase el viento de la soberbia.

Además, que todo hombre debía humillarse ante Cristo, y, en consecuencia, también Juan, y que el hombre Cristo debía ser exaltado como Dios, lo demuestra tanto el día de sus respectivos nacimientos como el género de muerte de uno y otro. Juan nació en el día de hoy, fecha en que comienzan a disminuir los días; Cristo nació el 25 de diciembre, fecha a partir de la cual comienzan a crecer. En su pasión, Juan fue decapitado, Cristo levantado sobre un madero. ¡Cuán justa, cuan verídica y santamente fue anunciado a la Virgen María! ¿Cómo será eso, si no conozco varón? Lo creía, pero preguntaba el cómo. ¿Qué se le dijo? El Espíritu Santo vendrá sobre Ti y el poder del Altísimo, el mismo Espíritu Santo, o sea, el poder del Altísimo, te cubrirá con su sombra. En consecuencia, lo que nacerá de Ti será santo y llamado Hijo de Dios. El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Concebirás, pero sin la libido de la concupiscencia. No habrá ardor alguno donde esté presente la sombra del Espíritu Santo. Mas como nuestros cuerpos están sufriendo el excesivo calor, baste lo dicho a vuestra caridad. Bien rumiado será mucho. (S. Agustín, Sermones (5º) (t. XXV), Sobre los mártires, Sermón 287, 1-4 [BAC, Madrid, 1984, 127-29]).

S. Juan Pablo II

Homilía

Solemnidad de san Juan Bautista

Domingo, 24 de junio de 2001

«El Señor desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre» (Is 49, 1).

Celebramos hoy la natividad de san Juan Bautista. Las palabras del profeta Isaías se aplican muy bien a esta gran figura bíblica que está entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el gran ejército de profetas y justos de Israel, Juan «el Bautista» fue puesto por la Providencia inmediatamente antes del Mesías, para preparar delante de Él el camino con la predicación y con el testimonio de su vida.

Entre todos los santos y santas, Juan es el único cuya natividad celebra la liturgia. En la primera lectura hemos escuchado que el Señor llamó a su siervo «desde el seno materno». Esta afirmación se refiere, en plenitud, a Cristo, pero, por reflejo, se puede aplicar también a su precursor. Ambos nacieron gracias a una intervención especial de Dios: el primero nace de la Virgen; el segundo, de una mujer anciana y estéril. Desde el seno materno Juan anuncia a Aquel que revelará al mundo la iniciativa de amor de Dios.

«Desde el seno de mi madre me llamaste» (Salmo responsorial). Podemos hacer nuestra, hoy, esta exclamación del salmista. Dios nos conoció y amó antes aún que nuestros ojos pudieran contemplar las maravillas de la creación. Todo hombre al nacer recibe un nombre humano. Pero antes aún, posee un nombre divino: el nombre con el cual Dios Padre lo conoce y lo ama desde siempre y para siempre. Eso vale para todos, sin excluir a nadie. Ningún hombre es anónimo para Dios. Todos tienen igual valor a sus ojos: todos son diversos, pero iguales; todos están llamados a ser hijos en el Hijo.

«Juan es su nombre» (Lc 1, 63). A sus parientes sorprendidos Zacarías confirma el nombre de su hijo escribiéndolo en una tablilla. Dios mismo, a través de su ángel, había indicado ese nombre, que en hebreo significa «Dios es favorable». Dios es favorable al hombre: quiere su vida, su salvación. Dios es favorable a su pueblo: quiere convertirlo en una bendición para todas las naciones de la Tierra. Dios es favorable a la Humanidad: guía su camino hacia la tierra donde reinan la paz y la justicia. Todo esto entraña ese nombre: Juan.

Amadísimos hermanos y hermanas, Juan Bautista era el mensajero, el precursor: fue enviado para preparar el camino a Cristo. ¿Qué nos dice la figura de san Juan Bautista precisamente aquí, en Kiev, al inicio de esta peregrinación a vuestra tierra? ¿No es providencial, en cierto sentido, el hecho de que esta figura se dirija a nosotros precisamente en Kiev?

Aquí tuvo lugar el bautismo de la Rus’. Desde Kiev comenzó el florecimiento de vida cristiana que el Evangelio suscitaría primero en la tierra de la antigua Rus’, luego en los territorios de la Europa del Este, y a continuación, más allá de los Urales, en los territorios asiáticos. Así pues, en cierto sentido, también Kiev ha desempeñado un papel de «precursor del Señor» entre los numerosos pueblos a los que llegaría el anuncio de la salvación partiendo de aquí (…).

(…). San Juan Bautista es ante todo modelo de fe. Siguiendo las huellas del gran profeta Elías, para escuchar mejor la palabra del único Señor de su vida, lo deja todo y se retira al desierto, desde donde dirigirá la invitación a preparar el camino del Señor (cf. Mt 3, 3 y paralelos).

Es modelo de humildad, porque a cuantos lo consideran no sólo un profeta, sino incluso el Mesías, les responde: «Yo no soy quien pensáis, sino que viene detrás de mí uno a quien no merezco desatarle las sandalias» (Hch 13, 25).

Es modelo de coherencia y valentía para defender la verdad, por la que está dispuesto a pagar personalmente hasta la cárcel y la muerte.

Tierra de Ucrania, impregnada de la sangre de los mártires, ¡gracias por el ejemplo de fidelidad al Evangelio que has dado a los cristianos de todo el mundo! Muchos de tus hijos e hijas han caminado con plena fidelidad a Cristo; muchos de ellos han llevado su coherencia hasta el sacrificio supremo. Su testimonio debe servir de ejemplo y acicate para los cristianos del tercer milenio.

En la escuela de Cristo, siguiendo las huellas de san Juan Bautista, de los santos y de los mártires de esta tierra, tened también vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, la valentía de poner siempre en primer lugar los valores espirituales.

Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, que habéis acompañado fielmente a este pueblo a costa de sacrificios personales de todo tipo y lo habéis sostenido en los tiempos oscuros del terror comunista, os doy las gracias y os exhorto a seguir siendo testigos celosos de Cristo y buenos pastores de su grey en la amada Ucrania.

Vosotros, queridos jóvenes, sed fuertes y libres. No os dejéis engañar por espejismos de felicidad barata. Seguid el camino de Cristo: ciertamente, Cristo es exigente, pero puede haceros gustar el sentido pleno de la vida y la paz del corazón.

Vosotros, queridos padres, preparad el camino del Señor ante vuestros hijos. Educadlos con amor y dadles un buen ejemplo de coherencia con los principios que enseñáis. Y vosotros, los que tenéis responsabilidades educativas y sociales, sentíos comprometidos a promover siempre el desarrollo integral de la persona humana, cultivando en los jóvenes un profundo sentido de justicia y solidaridad con los más débiles.

Todos y cada uno sed «luz de las naciones» (Is 49, 6).

Tú, ciudad de Kiev, sé «luz de Ucrania». De ti salieron los evangelizadores que, en el decurso de los siglos, fueron los «Juan Bautista« de los pueblos que habitaban estas tierras. ¡Cuántos de entre ellos sufrieron, como Juan, por dar testimonio de la verdad y con su sangre se han convertido en semilla de nuevos cristianos! Ojalá que no falten en las nuevas generaciones hombres y mujeres del temple de estos gloriosos antepasados.

Virgen santísima, protectora de Ucrania, Tú desde siempre has guiado el camino del pueblo cristiano. Sigue velando sobre tus hijos. Ayúdales a no olvidar nunca el «nombre», la identidad espiritual que han recibido en el bautismo. Ayúdales a gozar siempre de la gracia inestimable de ser discípulos de Cristo (cf. Jn 3, 29). Sé Tú la guía de cada uno. Tú, Madre de Dios y Madre nuestra, María. (cf. vatican.va).

NOTA: Las palabras en negrita han sido resaltadas por la web de Prado Nuevo.

 

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