¡Oh Madre, fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo:
y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en Él que conmigo
Al celebrar hoy el sufrimiento corredentor de la Madre de Jesús, la Iglesia nos invita a meditar los dolores de la esclava del Señor, purísima y llena de gracia, en unión profundísima con su Hijo, tienen un valor casi infinito.
La Virgen en un mensaje nos recordaba por qué es la Virgen Dolorosa:
“Sí, hija mía, mi Corazón se traspasó de dolor cuando en mis brazos pusieron a mi Hijo, desgarrado, ensangrentado. Mi Corazón se traspasó por un dolor tan inmenso, hija mía, que no sólo me duró ese día, sino que me quedó para toda la vida; por eso soy la Virgen Dolorosa”(1).
Por ello la Liturgia le atribuye a la Virgen Dolorosa las palabras de Jeremías: “Oh vosotros, cuantos por aquí pasáis, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que soy atormentada” (2). Su dolor tiene el mismo carácter que el de Jesús, es un dolor redentor.
“Al pie de la Cruz mi Hijo os dejó una herencia, y esa herencia es ser yo Madre de toda la Humanidad; por eso soy Corredentora del género humano.
Quiero avisar que el tiempo se aproxima y los hombres no dejan de ofender a Dios. Os pido sacrificio y oración para la salvación de las almas. Vale la pena sufrir y no condenarse para toda la eternidad. Es para toda una eternidad vuestra condenación o vuestra salvación. Por eso os pido que no os abandonéis en la oración. Acercaos al sacramento de la Confesión y la Eucaristía.
Mira, hija mía, cómo está mi Corazón transido de dolor por todos mis hijos sin distinción de razas… Sí, hija mía, mi Corazón no deja de sufrir —como cualquier madre que sea buena sufre— al ver que millones de hijos se precipitan al abismo, se condenan por su propia voluntad. Por eso os pido oración y sacrificio. ¿De qué os vale tener todas las cosas del mundo si en un segundo podéis perder vuestra alma?”(3).
Por tanto hoy debemos meditar si aceptamos los sufrimientos, las contrariedades del día a día para purificarnos, santificarnos y corredimir con Cristo al mundo. La Virgen nos enseña a unirnos a la Cruz y a convertirnos para el bien de nuestro entorno más cercano, nuestras familias y amigos y en última instancia para toda la Iglesia y la Humanidad.
En estos tiempos con tanta incertidumbre en los que una gran epidemia asola la humanidad, amenazando a los países con graves problemas económicos, de carencia incluso de lo necesario, en la falta quizá de un empleo con el que sacar la familia adelante miremos a la Virgen que ve a su Hijo hasta desposeído de la túnica que ella misma había tejido con sus manos. Pidamos a nuestra Madre Dolorosa consuelo y fuerzas para seguir adelante con paz y serenidad.
Recurramos a nuestra madre Dolorosa cuando sintamos que la carga se hace muy pesada. Dios la ha puesto como Puerta del Cielo, Madre del Amor y misericordia para interceder por todos nosotros ante su Hijo.
“Hija mía, hoy vengo como la Madre del Amor. El amor es hermoso. Así vengo vestida y vengo a enseñar a los hombres la falta de amor que hay en la Tierra. ¡Un solo acto de amor, hija mía, puede salvar a tantas almas!… El amor es importante. Entre la Humanidad no existe el amor; existe la venganza, el odio, la destrucción, hija mía. Son los hombres los que atraen la tiniebla y las guerras con su falta de amor. Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas como se cometen en el mundo… ¿Sabes por qué, hija mía, los hombres no aman ni dejan amar? Porque son como Caín, que, ni amaba, ni dejaba que su hermano amase, hija mía. Hay “caínes” en la Tierra, hija mía, aunque también hay “abeles”. El que ama a los hombres, hija mía, no rechaza la cruz, la acepta con alegría; pero, ¡ay de aquellos hombres que pisotean la cruz y, en cuanto mi Hijo los prueba, la rechazan y la tiran, hija mía!” (4).
- La Virgen, MENSAJE DEL DÍA 5 DE OCTUBRE DE 1996,
- Lamentaciones 1, 12.
- La Virgen, MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 1983
- La Virgen, MENSAJE DEL DÍA 1 DE SEPTIEMBRE DE 1990,