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«¡Sofía, ni siquiera te imaginas los planes que Jesús tiene para ti!»

«¡Sofía, ni siquiera te imaginas los planes que Jesús tiene para ti!». Estas fueron las palabras del P. Juan Carlos el día que le conocí en persona, unos meses antes de la entrada de mi hijo, Miguel María, en esta Obra.

Sin duda, no me lo imaginaba…

Leyendo las preces en una Misa en Prado Nuevo.

La primera vez que oí hablar de El Escorial fue a través de una amiga, peregrina portuguesa de Prado Nuevo, en una peregrinación a pie hasta Fátima en agosto del 2011.

En el año siguiente, en mayo, otra amiga, también peregrina de este lugar, me volvió a hablar, insistiendo que acudiese a Prado Nuevo, pues es un lugar maravilloso donde se reciben muchas bendiciones… Le dije que tal vez un día, cuando la vida lo permitiera…

En octubre de 2012, el primer sábado, surgió la oportunidad de peregrinar junto con mis hijos hasta Prado Nuevo, y por fi n «descubrir» lo que allí pasaba.

En cuanto comencé a frecuentar aquellas tierras, una inmensa paz y serenidad me invadieron. Rezar el Rosario frente al fresno de las apariciones fue un encuentro muy especial con la Virgen; la Misa campestre, frente a la Capilla, la viví de un modo muy atento y muy fuerte, como nunca lo había hecho antes. El coro de las Hermanas, siempre tan discretas… Parecía que el sonido venía desde el Cielo…

Sofia con sus hijos en Prado Nuevo.

¿Cómo era posible sentirme tan feliz en este lugar?

Conocí a las personas que vivían en la Obra de El Escorial: sacerdotes, hermanas reparadoras, seminaristas y familias, y todos irradiaban felicidad… Sin duda, era posible: ¡la felicidad estaba allí y era real!

Pasé unos días conviviendo entre aquellas personas, y de nuevo, frente al fresno, agradecí a la Virgen todo lo que había vivido, y me atreví a pedirle que me ayudara a arreglar todo lo necesario, para que pudiera volver a visitarla más veces en aquel lugar. Las gracias comenzaron a multiplicarse…

En mayo del año siguiente, volví con mi hijo Miguel María. Paseando por el Prado, compartimos la alegría que sentíamos en aquel jardín celestial…

Llegó octubre de ese año, y con él nuestra alegría, pues el primer sábado, en el que íbamos a visitar Prado Nuevo, se acercaba.

En este mes, tenía una intención muy especial: pedir ayuda a la Virgen para el gran día que se acercaba. A mediados de octubre, mi hijo Miguel María me comunicó una nueva decisión que había tomado: quería hacer su camino vocacional en esta Obra, y su entrada sería en el próximo enero.

Unos días más tarde, ya «recuperada» de todo este «torbellino de gracias» que estaba viviendo, me encontré sonriendo y «hablando» con la Virgen: «¡Madre, solo te había pedido que pudiera visitarte más veces! Y en poco más de un año, ya me estás pidiendo que te entregue a un hijo, ¿siendo también tu voluntad que te visite todos los meses? ¡Vas muy deprisa, no puedo seguirte!».

El primer sábado de enero de 2013, allí estaba yo para entregarle a mi hijo, pues al fi n y al cabo, también era suyo desde el día de su nacimiento. ¡Fue uno de los días más felices de mi vida!

Sofía en el besamanos de P. Guillermo, recién ordenado.

Yo tampoco imaginaba lo que la Virgen me preparaba

En ese verano, Miguel María decidió definitivamente su vocación; quería seguir a Jesús, que hace tiempo le llamaba. Todo indicaba que entraría en un seminario en Portugal.

¡No puedo expresar la dimensión de esta gracia…! ¡Creo que solo cuando llegue al Cielo lo haré!

En ese día, recibí también, como herencia, la gran familia maravillosa de todos los que constituyen esta Obra y a quienes tanto quiero.

También mi madre

Pasaron tres años y le «tocó» el turno a mi madre, con 92 años, probar un poquito de Cielo, en el momento en que fue acogida en la Residencia «Virgen de los Dolores», en El Escorial, para que pudiera vivir sus últimos días con las Hermanas. ¡Nunca la había visto tan feliz como desde el día que entró en aquella casa!

A pesar de los grandes sustos que su salud nos ha dado, en algunos de los cuales casi perdió la vida, he tenido la oportunidad de disfrutar del amor y cariño de las Hermanas conmigo, en aquellos momentos tan delicados, en los cuales, los propios médicos, con todos sus esfuerzos, temían que no resistiría más de un par de horas con vida.

He entendido, con las inexplicables mejorías de mi madre, el poder de la oración de aquellos sacerdotes y hermanas, así como todo el cariño y el amor que recibía de todas ellas; ése ha sido el «motor» para que hoy mi madre siga viviendo feliz en la Residencia con las Hermanas Reparadoras de El Escorial.

Han sido grandes enseñanzas, para mi vida, que he recibido y aceptado y que aplico a diario en mi cotidiano vivir.

Por todo esto y mucho más, no me canso de peregrinar a Prado Nuevo. Ha sido aquí donde ha ocurrido mi gran conversión y dónde he descubierto el verdadero sentido de mi vida.

Ahora me pregunto: ¿qué más me habrá reservado la Virgen? Solo le puedo agradecer todo este mar de gracias que ha derramado sobre mí, y le pido que me ayude para que pueda estar siempre vigilante y disponible, con el fi n de poder cumplir los planes que aún tiene reservados para mí.

 

 

(Revista Prado Nuevo nº 31. Testimonios)

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