Ahora que iniciamos un nuevo año es tradicional hacer nuevos propósitos que quisiéramos cumplir. ¿Qué mejor propósito para un cristiano que orientar su vida en un horizonte de conversión, uniendo nuestra voluntad a la de Dios? En este artículo exponemos algunas de las peticiones que hizo el Señor o nos dijo La Virgen que su Hijo quería, en los mensajes de Prado Nuevo desde 1980 hasta 2002. Meditemos estas peticiones para tener un año lleno de Gracia de Dios que traerá la verdadera PAZ a nuestros corazones. Puede leer los mensajes completos en este enlace.
Quiere Almas pequeñas y humildes
Mi Hijo quiere almas pequeñas, muy pequeñas, hija mía, para poderlas trasplantar en su jardín. (5-2-83).
Quiero que seáis pobres, humildes, hijos míos, y sacrificados. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (18-11-84)
Quiere Apóstoles de los últimos tiempos.
Sed humildes, hijos míos; mi Hijo quiere apóstoles, pero no los encuentra, hija mía; quiere apóstoles para los últimos tiempos, pero la Humanidad no corresponde, hija mía, no corresponde con sus sacrificios y con sus oraciones. (30-7-83)
Quiere Cirineos para que le ayuden con la Cruz
Mi Hijo quiere cirineos para que le ayuden a llevar la Cruz, pero la desprecian, la pisotean, ultrajan su Divino Cuerpo; Jesús muere por redimir el mundo, y las almas le corresponden con pecados y crímenes; no sois capaces, hijos míos, de dar la vida por Jesús; Él dio la vida por sus ovejas, pero vosotros no sois capaces de dar la vida por Él. Todo el que niegue a Cristo en la Tierra, los ángeles le negarán ante el Padre. No seáis fariseos, hijos míos, no neguéis a Cristo, no os avergoncéis de hablar de Cristo, Él no se avergonzó muriendo en una cruz por salvaros a todos, hijos míos; por eso os pido que le ayudéis a mi Hijo a llevar la Cruz y, si es preciso, dad la vida por Él, hijos míos (15-9-83)
Quiere quitarnos la esclavitud del pecado
Mi Hijo quiere, hijos míos, quitaros de la esclavitud del pecado; quiere redimiros de esa opresión que tenéis, hijos míos; estáis oprimidos por el pecado, y mi Hijo dice: «Venid a mí todos los que estáis cargados y fatigados, que yo os aliviaré». Id a mi Hijo, hijos míos. Y no escuchéis doctrinas falsas, no recreéis vuestros oídos a aquéllos que van en contra de Cristo. ¡Cuidado, hijos míos, que hay muchas sectas falsas! (7-2-87)
Mirad si quiero las almas, hijos míos, que, para arrebatarlas de las manos de Satán, mando grandes purificaciones como grandes terremotos, grandes catástrofes, y los hombres se rebelan contra mí como fieras heridas. ¡No saben, hija mía, que lo que quiero es salvarlos! ¡Las amo tanto a las almas, hijos míos, que muero cada día por ellos! (5-10-85)
Desprendeos del mundo y de los apegos del mundo, para que vuestros corazones puedan sentir paz, hijos míos. Os pido que, todos los que podáis, viváis en comunidad; desprendeos de vuestra herencia y ponedla como los primeros cristianos, hijos míos; pero no hagáis lo que Ananías y Safira. Servid a un solo Señor de señores. Quiero que vuestros corazones reverdezcan como la hierba y vuestros frutos sean dignos, hijos míos; y para esto tenéis que dejar los apegos mundanos. (6-6-92)
Quiere purificar nuestro pensamiento y corazón
Mi Hijo tiene un fin sobre todos vosotros, pero os tenéis que dejar, hijos míos. Mi Hijo quiere que vuestro pensamiento y vuestro corazón sean purificados. Olvidaos del mundo, para que mi Hijo pueda trabajar en vosotros. Vosotros no pertenecéis a vosotros mismos, pertenecéis a Cristo, y si os dejáis que mi Hijo trabaje en vosotros, no tardaréis mucho en ver su gloria, hijos míos. (2-5-87).
Yo hice el cuerpo, del exterior y del interior igual; por eso quiero que hagáis el cuerpo igual dentro que fuera: lo lavéis. (2-3-85)
Os quiero, hijos míos, pobres, humildes y sacrificados. No estéis apegados a los bienes materiales. (1-7-89)
Es tiempo de penitencia y oración. La juventud no piensa nada más que en divertirse y pierde el tiempo en cosas vanas. Aprovechad el tiempo, hijos míos, para reparar los pecados de los demás. Yo quiero que se purifique la Tierra, y por eso permito tantas y tantas calamidades que caigan sobre la Tierra: para poder salvar a esas pobres almas; es de la única manera que los hombres pueden salvarse: con dolor y con sacrificio; con placeres el hombre está en manos de Satanás. (1-12-90)
Yo, Jesús, el Hijo de María, quiero dilatar todos los corazones del fuego de mi amor, pero los hombres escuchan mi palabra, pero no toman mi ejemplo. ¿Qué es la palabra sin obras? Yo digo, hija mía, que quiero acrisolar todos los corazones con el fuego de mi amor. Es muy importante en estos últimos tiempos el mandamiento primero de la Ley de Dios: amar a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con tus cinco sentidos, y al prójimo como a ti misma; pero los hombres han convertido este mandamiento en desamor, en desunión, en discordias, en odios. No entraréis en el Reino del Cielo si no practicáis el mandamiento del amor, hijos míos. (3-8-91)
Quiere formar una gran familia que renuncie a las cosas del mundo
Sigue, hija mía, renunciando a muchas cosas del mundo, porque mi Hijo quiere formar una gran familia y quiere que esta gran familia también sea capaz de renunciar a tantas cosas del mundo, como el demonio muestra a los seres humanos. (6-6-87)
Venid, hijos de Adán, venid a mí; dejad los placeres del mundo y sus vanidades. Quiero reuniros a todos; no quiero que os salgáis de mi rebaño, hijos míos; os quiero a todos en un mismo rebaño. Yo sufro, hijos míos, vuestra desunión, vuestra vanidad, vuestra soberbia, vuestra falta de caridad. Os quiero congregar a todos para enseñaros a llevar el estandarte de mi Cruz. Pero para llevar este estandarte, hijos míos, tenéis que ser humildes, muy humildes, y no ocuparos de las cosas del mundo. Sólo ocuparos de las cosas divinas. (4-10-86)
Y vosotros, hijos míos, todos, renunciad a vuestras cosas. Renunciad a las cosas más pequeñas que tengáis. Despojaos del mundo, hijos míos, y acercaos a mi Corazón. Quiero formar un gran rebaño de vosotros, pero os quiero renunciando a todos vuestros bienes, hijos míos, materiales.
Quiero que seáis imitadores de Cristo, hijos míos; sed humildes. No hagáis lo que Satanás quiere de vosotros: la soberbia, la desobediencia, la falta de amor. Que haya caridad entre vosotros, hijos míos, y sed humildes y obedientes (5-8-89)
Yo quiero formar un gran número para mi Reino; y mi Reino llegará pronto, como el relámpago. Mi Reino está presto, hija mía, y los hombres no escuchan mi palabra. (2-9-89)
Quiero que viváis una vida litúrgica, y para vivir esta vida litúrgica, hijos míos, sólo tenéis que hacer una cosa: retiraos del mundo y vivir como aquellos primeros cristianos, amándoos unos a otros, sin pensar en vosotros mismos. (2-5-92)
Quiere que invoquen el nombre de María, como Madre de Dios y que triunfe su Corazón Inmaculado
Hija mía, ¡qué tristeza siente mi Corazón al ver que las criaturas rechazan mi nombre! Deseo ser honrada e invocada con el nombre que me corresponde de Madre de Dios. Los hombres se empeñan en dejarme como Madre del hombre, y mi Hijo quiere que invoquen mi nombre como Madre de Dios. (6-4-91)
Sí, hija mía, mi Corazón Inmaculado es ultrajado y mi Hijo quiere que sea venerado. (6-5-95)
No quiero que dejen a mi Madre como la mujer del hombre, sino que la vean como Madre de la divinidad de Cristo; también fue Madre de lo divino, no sólo de lo humano. (2-12-89)
Quiere que los pecadores se arrepientan, que confiesen sus culpas y pidan perdón
Quiero que se arrepientan, que confiesen sus culpas, que pidan perdón; que estoy esperándolos con los brazos abiertos. (11-12-81).
Pide perdón para todas esas almas, une tus sentimientos al celo y al ardor que me devora; no quiero que esas almas se aparten de mí; las amo tanto, aunque me están ofendiendo constantemente. Las amo y quiero decirles a todas que quiero que sepan que estoy sufriendo por todas ellas; si ellas supieran la predilección que tengo por esas almas que piden perdón de sus culpas y que se arrepienten. (25-12-81).
Diles a todos que me hagan una visita, que los espero y quiero salvarlos a todos con la Sangre de mis llagas. Que vengan a mí, que soy su Padre y los quiero a todos con todo mi Corazón; que visiten al «Prisionero»; que si su alma está enferma, que vengan a mí, que yo los sanaré. Que si su cuerpo está enfermo, que vengan a mí, que yo los fortaleceré; que se den cuenta de que yo les puedo hacer recobrar la fuerza del cuerpo y la salud del alma; que den amor, limosna de amor a este pobre mendigo que los está esperando de día y de noche; que mi Corazón está triste por todos; que no me hagan sufrir más, que lo que quiero es que se salven. (12-2-82)
Yo sigo sufriendo, hija mía, sigo sufriendo porque el mundo sigue, y para mí no hay pasado ni futuro, para mí todo es presente; sigo sufriendo por toda la Humanidad, no quiero que se condenen; doy avisos para que preparen su alma, pero los rechazan; rechazan los avisos celestiales (26-3-82)
Yo no os quiero asustar, hijos míos, quiero que os pongáis a bien con Dios para salvar vuestra alma... Está amargo el cáliz, hija mía, pues esta amargura siente mi Corazón por todos vosotros, hijos míos. ¡Por todos, sin distinción de razas! (5-5-84).
Estoy muy indignado con los hombres. Quiero que vuelvan al buen camino; por eso estoy derramando gracias sobre ellos, ¡y me vuelven su espalda! ¡Qué desconsuelo siente mi Corazón cuando veo que aquéllos que amo tanto me vuelven la espalda, hijos míos! «Venid a mí —les grito—. Venid a mí todos aquéllos que estáis cargados, que yo os descargaré. Venid a mí todos aquéllos que tenéis hambre, que yo os daré de comer». También grito: «Venid a mí todos aquéllos que estáis sedientos, que yo os daré de beber. Venid a mí todos los que estáis tristes, que yo os consolaré». Pero cerráis los oídos, hijos míos, a estas llamadas. Mi Corazón está desconsolado. (1-2-86)
Yo vengo como amigo y, por eso, quiero explicar a los hombres que el amigo da la vida por el amigo. Yo amé tanto a los hombres que de padre me hice hijo, y, estando en la eternidad, vine al tiempo, y, dando vida, vine a buscar la muerte, y, sin necesitar la palabra, me hice palabra. Yo no necesitaba la palabra. La palabra fue hecha para los hombres. Me hice hombre igual que los hombres en todo menos en el pecado, para recobrar la amistad que había perdido con ellos. Vine a hacerme hombre y a morir en una cruz. Derramé mi Sangre para la redención y la salvación de las almas. (7-9-91)
Especialmente las almas consagradas
Los quiero a todos mucho; no quiero que mis almas se aparten de mí; ¡las amo tanto!..., y quiero que sepan que yo deseo ser su recompensa y su fe sobre todas las almas que confiesan sus culpas, que piden perdón de sus pecados, que se arrepienten con humildad. (8-1-82)
Por las almas, mis almas escogidas, mis almas consagradas; las quiero tanto, que ardo en deseos de unirme con ellas. Cuanto más ardo en deseos por ellas más me desprecian. Deseo que me reciban en la Comunión todos los días con humildad, con amor; me ofrezco como un viajero devorado por la sed, al que se le ofrece una gota de agua y, después de haberla recibido en sus labios, queda mucho más sediento que antes. Así, hija mía, suspiro yo constantemente por esas almas que me desprecian. Así sufro yo por todas mis almas. (5-3-82)
Quiero que hagáis actos de desagravio por esos agravios que cometen muchos sacerdotes, hija mía. (4-4-85)
También ruego a mis almas consagradas que sean fuego que inflame la Tierra; no sean tibios, hijos míos. Quiero fuego en las almas. Mis almas consagradas, que se embriaguen de Cristo; que Cristo las ama. (1-3-86)