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Charla coloquio sobre el movimiento de Prado Nuevo de El Escorial 

 

En esta ronda de visitas que estamos haciendo a distintas ciudades de España y de otros países, queremos hacer una parada en el apostolado que realizamos el pasado mes de Febrero (febrero de 2014) en Zaragoza.
Con el título “Charla coloquio sobre el movimiento de Prado Nuevo de El Escorial”, se programó a las 18:30 h. en la parroquia de Santa Engracia, ubicada en pleno centro urbano, un encuentro con todo aquel que quisiera tener información de primera mano del fenómeno religioso de El Escorial.

 

Para este apostolado en Zaragoza, las coordinadoras de la zona María del Carmen Visa e Isabel Lucea buscaron una instalación que pudiera albergar la conferencia sobre Prado Nuevo. A la cita, acudimos de El Escorial un grupo de miembros de la Comunidad Familiar (Esperanza, María Elena, Miguel, Sandra y otros).

La apertura del encuentro corrió a cargo del párroco D. Julián, el cual tras realizar una oración nos cedió el testigo para el desarrollo del acto. Inicialmente realizamos una sencilla presentación de la figura de Luz Amparo, de su dura infancia, de su adolescencia y edad adulta, su matrimonio y el comienzo de los sobrenaturales acontecimientos que Dios quiso que viviera en primera persona. A continuación, el P. Paulino, capellán de la Asociación centró su intervención en una serie de puntos de capital importancia en relación con la posición de la Iglesia, que pasamos a destacar brevemente:

 

¿Por qué se aparece la Virgen en el mundo?

Porque es Madre de Dios y Madre nuestra. Su Hijo que nos ama tanto, estando a punto de morir en la Cruz, nos dio lo más valioso que tenía, nos dio a la Virgen María por Madre espiritual de la Humanidad, cuando mirando al apóstol Juan, la dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y “una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz”. (LG 62). Por eso, las revelaciones privadas son una manifestación del amor de Dios y de la Virgen María a la Humanidad.

 

Pero, ¿la Iglesia llega a aprobar las apariciones de la Virgen?

Muchos, equivocadamente, dicen que oficialmente no, que simplemente permite, tolera que las personas vayan en peregrinación a esos lugares. Pero eso no es lo que afirma la Iglesia. En el nº 67 del Catecismo lo explica: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia”.

El obispo diocesano del lugar de donde se producen unas supuestas apariciones es el único que tiene autoridad para aprobarlas o prohibirlas después de un cuidadoso examen, en el que puede incluso abrir una auditoría para hacer revisión económica acerca de lo que rodea ese fenómeno religioso. En caso afirmativo, el obispo emite un documento oficial en el que reconoce explícitamente la sobrenaturalidad de la aparición.

 

¿Los fieles pueden ir al lugar de las apariciones antes de que se pronuncie la Iglesia?

La presencia de los fieles en el lugar de esas apariciones, la adhesión del pueblo a ese fenómeno religioso, este anticipo de la conciencia popular no sólo es admisible, sino necesaria, porque si no se diera ese clamor del Pueblo de Dios, la Iglesia no se consideraría llamada a enjuiciar los hechos.

Un experto en estos temas, estudioso[1] de indudable prestigio, recoge seis criterios procedentes de un documento de la entonces Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (25-2-78), que contiene unas normas sobre cómo proceder ante presuntas apariciones y revelaciones privadas:

  1. Ortodoxia: ¿Son estas apariciones conformes con la fe y las costumbres? Porque un error serio en estas materias basta para descartar la autenticidad. «Todo reino dividido contra sí mismo será desolado» (Mt 12, 25; Mc 3, 24).
  2. Información suficiente: Si existen documentos y datos en cantidad considerable que recojan la trayectoria de unas supuestas apariciones: libros, vídeos, grabaciones de audio, artículos, cartas, reseñas de prensa, etc.
  3. Transparencia: ¿Se refieren apariciones y videntes a Dios, a Cristo, al Evangelio, al servicio de Dios y de los hombres para el bien de la fe, de la felicidad y de la paz? ¿O se refieren a ellos mismos, a las particularidades de sus opciones y de su visión, a la abundancia de sus inspiraciones, a la extravagancia de sus ritos, etc.?
  4. Signos serios del dedo de Dios en esos hechos: curaciones, conversiones y otros milagros, como la danza del sol de Fátima, y otros signos del Cielo.
  5. Discernimiento de los expertos sobre la salud o patología de los videntes, sobre todo en los momentos de éxtasis.
  6. Buenos frutos: este criterio es principal, decisivo, puesto que nos ha sido dado por el mismo Cristo: ¿Consiguen buenos frutos las apariciones, o lo contrario? Si el vidente es una persona desviada del buen camino o un pecador, la misión que Dios le ha confiado se resiente de ello y el hecho debe ser inscrito en la relación de factores negativos. Si el vidente, por el contrario, se santifica por las apariciones, como en el caso de Santa Bernardita o de Santa Catalina Labouré, esta santidad aporta un argumento de gran valor. Hay que contemplar los frutos en todos sus niveles: los videntes por sí mismos, el testimonio de su vida, a menudo tan elocuente como en el caso de Bernadette, reflejando el mensaje recibido, el entorno, los peregrinos y todos aquellos que creen en las apariciones o visitan al vidente.

¿Es la autoridad eclesiástica favorable o desfavorable? Aunque la Iglesia no se vale de la infalibilidad al emitir su juicio, siempre conjetural, su calificado criterio incorpora una singular y considerable importancia. Normalmente, es decisivo su dictamen sobre el primer punto: la no conformidad de una aparición con la fe o las costumbres puede descalificar una aparición con estricta autoridad. Y este juicio requiere siempre respeto y obediencia.

El criterio decisivo o determinante para saber con certeza que una aparición o revelación privada es de Dios es el milagro. Y la razón es que como Dios puede revelar algo a los hombres, debe disponer de algún medio, absolutamente fehaciente (indiscutible, evidente), un “sello divino” con el que acredite y certifique ante los hombres con toda certeza que una determinada revelación es suya y que Él la ha revelado; de manera que nadie dude que es suya. Ese medio es el milagro.

 

Testimonios Personales

Con esta importante base doctrinal, y tras profundizar en los aspectos de la misma que se refieren a Luz Amparo y Prado Nuevo de El Escorial, llegó el turno de los testimonios personales de mujeres que convivieron, durante muchos años, con Luz Amparo. En esta ocasión tuvimos la oportunidad de escuchar a Esperanza de la Hoz, una mujer ahora viuda, para la que conocer al instrumento de Dios “supuso un despertar a la fe”. “Amparo tuvo los estigmas en mi casa y para las personas que lo vimos, supuso la conversión. Pudimos ver como a ella, una mujer sencilla, le crujieron los huesos y se le abrieron las llagas en las manos, los pies, el costado y la corona de espinas…” María Ángeles Carazo dio también su testimonio; ella estuvo previamente integrada en otra obra eclesial. No estaba del todo alejada de las prácticas religiosas, pero no tenía la exigencia que el conocimiento de Prado Nuevo la supuso, y así nos lo contó. María Elena, por último, refirió que su conversión real se produjo en el momento de pisar el Prado: “Pasas de no ser practicante a acercarte a la Iglesia”. En definitiva, se trata de una gracia tumbativa: en esta Obra, hemos podido experimentar en primera persona “el roce y la cercanía de Dios”.

Asistentes a la charla coloquio en Zaragoza

Una vez finalizado el encuentro, tuvimos la oportunidad de visitar la cripta del templo con la Madre Victoria, Superiora de la comunidad religiosa de Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote, que atiende la Parroquia.

[1] René Laurentin.

 

(Revista Prado Nuevo nº 13. Apostolado)

 

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