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María dejó el alcoholismo y se acercó a Dios

 

«Padre, por estas cosas me dicen que estoy “colgada”»… «Sí, hija, lo estás, pero de la verdadera Vid, gracias a Dios».

El relato de su conversión

María escribió el testimonio de su conversión cuando tenía 40 años; estaba casada, tenía dos hijas y vivía en Madrid. Ella nos relata así lo que le sucedió:

Pisé Prado Nuevo por primera vez en 1985; como todo el mundo sabía, yo era alcohólica y ese día, cuando llegué Prado Nuevo —cosa rara—, estaba sobria, lo que no evitó que durante todo el trayecto, hasta el Prado, fuera interiormente «poniendo verde» a todas las personas que viajaban en el autocar, autocar que alquilaba Dª Elvira Soriano (†) —la pintora de la Virgen—. Llegué a Prado Nuevo, por tanto, escéptica y rebelde.

Era sábado, y al llegar allí, mientras se rezaba el Rosario, vi una gran cruz en el Cielo y un arcoíris. No pasó mucho tiempo cuando me encontré, sin saber por qué, rogando a la Virgen que me curase de mi alcoholismo. Entonces percibí unos aromas que me sorprendieron; estaba convencida que no había perfume en la tierra —y usaba los mejores— que se pudiera comparar con lo que estaba percibiendo en ese momento. Era un perfume que te hacía sentir limpia, amada y sin problemas.

Mi vida era un desastre: además de ser alcohólica, estaba sumergida en varios adulterios, llevaba una vida lujosa que me permitía
entrar en contacto con ambientes frívolos y degenerados, hoteles caros, fiestas, viajes, vestidos a la última moda y un largo etcétera; tenía la enfermedad de la bulimia, comía por el puro placer de comer lo más exquisito, que luego vomitaba, porque mi vanidad no me permitía tener un físico desagradable, sino todo lo contrario. En esta época, abandoné totalmente a mis hijas —moral y físicamente—, a mi familia, mi trabajo…

Después de estar en Prado Nuevo aquel sábado, dejé casi radicalmente el alcohol, pero surgieron otros problemas que me llevaron a un comportamiento indigno de una persona que había recibido una gracia tan grande de la Virgen. Comprendí que necesitaba un director espiritual. Comencé a dirigirme con el P. Alfonso Mª López Sendín, el confesor de Luz Amparo, y me dejé guiar por él. Pasaba el tiempo y mi vida se iba encauzando; oración, penitencia, sacrificio y confi anza en Dios. Un día, le dije: «Padre, por estas cosas me dicen que estoy “colgada”». Y él me respondió: «Sí, hija, lo estás, pero de la verdadera Vid, gracias a Dios».

Padre Alfonso María, quién dirigió a la protagonista de este testimonio.

Hace ya 7 años que me convertí, y mi vida ha dado un vuelco completo. En Prado Nuevo encontré las gracias y favores especiales que cualquier cristiano recibe cuando lo pisa, y que me han hecho perseverar en las enseñanzas recibidas en este lugar desde mi conversión.

Madrid, a 8 de agosto de 1995».

Hablan los demás

El ambiente que había provocado María a su alrededor era un desastre; desde su familia hasta sus compañeros de trabajo, pasando por sus amigos y más allegados; todos habían sufrido las consecuencias de su alcoholismo, frivolidad e inmoralidad.

Cuando vieron el cambio producido en ella, no se lo podían creer, parecía otra persona completamente distinta, hasta físicamente. «De una persona pecadora, en breve tiempo ha pasado a ser una persona que hace la voluntad de Dios y… ¡Es maravillosa!»; así hablaba una de sus hijas, con 15 años.

«Mi madre antes no se ocupaba de nosotras; hacía unas cosas que la Iglesia dice que es pecado, y ahora ella es completamente lo contrario: se preocupa de nosotras, ayuda a las personas, y sigue los mandatos de la Iglesia. Para mí, ahora es una madre ejemplar», decía otra de sus hijas con 17 años.

Sus padres no podían dar crédito a lo que veían y oían: «Nuestra hija no nos ha vuelto a dar disgustos por sus malas inclinacio
nes, desde que se convirtió hace ahora más de 5 años, sino por el contrario, lleva una vida bastante religiosa y ejemplar».

Por su parte, afi rmaba su hermana: «Mi hermana ha cambiado muchísimo, se diría que se ha dado “la vuelta como un calcetín”, y todo ha ido a mejor; ahora tiene una conducta ejemplar».

Hasta dónde puede infl uir en la sociedad una vida alejada de Dios, o cercana a Él, nos lo cuenta el jefe del Departamento donde ella trabajaba: «He visto su cambio, ha pasado de llevar una vida de continuos escándalos y alejada de la moral, a llevar una vida más bien sobria y religiosa, cosa que se ha notado también en su trabajo, en el que, con el paso del tiempo y el ejemplo, ha recobrado el prestigio perdido».

Sus amigos y amigas notaron el cambio, y algunos de ellos le ayudaron a fortalecer su fe; visitaba Prado Nuevo con frecuencia y la incorporaron en sus grupos de oración: «María es amiga mía y compañera de los grupos de oración formados como consecuencia de lo que ha pedido la santísima Virgen en los mensajes recibidos en Prado Nuevo; sigue perseverando en la fe católica después de su conversión, la cual he seguido muy de cerca».

 

(Revista Prado Nuevo nº 22. Testimonios)

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