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¿Ante un nuevo niño santo?

A sí comenzaba la carta que el Vicario Episcopal de la Vicaria VIII del Arciprestazgo de Madrid, D. Ángel Camino Lamela dirigió el pasado 7 de marzo con motivo del fallecimiento de Teresita Castillo de Diego a los sacerdotes de su vicaría.

En Prado Nuevo, Teresa era muy conocida pues su vinculación y la de su familia a esta Obra ha sido muy profunda desde hace varios años. Ella es el “resultado” de una “buena semilla sembrada en una buena tierra”, cuya fe se ha ido regando día a día con el amor a la Virgen.

Los miembros de la Comunidad Familiar de Prado Nuevo, en concreto de la Comunidad de la Magdalena, han tenido una estrecha vinculación a Teresita y a sus padres, Eduardo y Teresa. El colegio Veracruz de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús de Galapagar (Madrid – España) – cuya Fundadora ha fallecido en este mismo mes de marzo – es el centro donde Teresita estudiaba, junto con algunos de los miembros más jóvenes de la Comunidad de Prado Nuevo, un colegio con unos rectos principios humanos y religiosos que transmiten a todos sus alumnos.

Teresita en Prado Nuevo

Toda su familia son “peregrinos” asiduos a este lugar desde hace varios años, durante los cuales han participado en los diferentes actos que allí se suelen realizar.

El «Santísimo de los Niños», una iniciativa que se ha estado celebrando en la Capilla de la Virgen de los Dolores hasta su desaparición y que llego a Prado Nuevo de manos de la tía de Teresita, contó con su presencia en diversas ocasiones, siempre que los dolores de su enfermedad (un tumor cerebral) lo permitían.

En algunas ocasiones se la podía ver con su familia en la Comunidad de la Magdalena, junto con los niños de nuestra Obra, jugando y participando de sus fiestas y encuentros, envueltos en un sano ambiente que hace crecer en ellos, día a día, una espiritualidad que da unos frutos extraordinarios como hemos visto en esta pequeña de 10 años.

El testimonio del Vicario

TD. Ángel Camino Lamela, vicario de la zona VIII de Madrid, quedó fuertemente impactado por los momentos vividos en torno a Teresita. Basten sus palabras a los sacerdotes de su vicaria para ver lo que la presencia de la Virgen puede hacer en un alma limpia que sus padres cuidaron desde el comienzo.

Transcribimos literalmente esta carta:

“Os explico brevemente. El pasado 11 de febrero, Jornada del enfermo, este año he ido a celebrar la Eucaristía al Hospital de La Paz. La he celebrado acompañado de los capellanes y de una variada asamblea: médicos, enfermeras, familiares de enfermos, etc.

Al concluir la Eucaristía, acostumbro a ir con los capellanes a visitar a algunos enfermos para administrarles la Unción o darles la comunión. Esta vez los capellanes, sabiendo mi costumbre, habían propuesto que fuera a visitar a una niña gravemente enferma, que la operaban de un tumor en la cabeza al día siguiente. Con muchísimo gusto acepté la propuesta.

Hemos llegado a la UCI debidamente equipados, he saludado a médicos y enfermeras, y acto seguido me han llevado a la cama de Teresita que estaba junto a su madre Teresa. Un vendaje blanco rodeaba toda su cabeza, pero tenía la cara suficientemente descubierta como para percibir un rostro verdaderamente brillante y excepcional.

La he saludado con todo afecto, indicándole que en ese momento venía en nombre del Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid para traerle a Jesús. Ahora os entrecomillo las expresiones de Teresita; me dice: “¿me traes a Jesús verdad?”, sí, le respondo, te traigo a Jesús y la fuerza del Espíritu Santo con la Unción. A continuación me dice: “¿Sabes una cosa? Yo quiero mucho a Jesús”. Lo oye su madre y dirigiéndose a su hija le dice: “dile a Ángel lo que tú quieres ser”. Mira fijamente a su madre y le dice: “¿Se lo digo de verdad?” y la mamá dice: “tú verás”. Teresita me dice: «yo quiero ser misionera».

Me impacta tanto su respuesta, totalmente inesperada para mí, que cogiendo fuerzas de dónde no tenía, por la emoción que me produjo su respuesta, que le digo: «Teresita, yo te constituyo ahora mismo misionera de la Iglesia, y esta tarde te traeré el documento que lo acredita y la cruz de la misionera». Ella añade: “P. Ángel ¿sabes una cosa?: yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús”. A continuación le he administrado el Sacramento de la Unción, le he dado la comunión y la bendición apostólica del Papa Francisco.

Ha sido un momento de oración, sumamente sencillo pero profundamente sobrenatural. Se han unido a nosotros algunas enfermeras que espontáneamente nos hicieron unas fotos, para mí totalmente inesperadas, y que quedarán como un recuerdo imborrable. Nos hemos despedido mientras ella con su mamá se quedaba rezando y dando gracias.
Esa mañana tenía una reunión de Arciprestazgo; en cuanto la terminé fui directamente a la Vicaría y ayudado por los secretarios Miguel y Mª Pilar, elaboramos el oficio de misionera bajo un pergamino verdaderamente precioso.

Recogí la cruz de la misionera y a las cinco de la tarde regresé de nuevo al Hospital de La Paz. Me estaban esperando los capellanes y fuimos derechos a la UCI nuevamente. En cuanto me ve la mamá dice en voz alta: “Teresita ¡no me lo puedo creer! Viene el Sr. Vicario con el regalo para ti”.
La niña que estaba medio dormida se despertó de inmediato y cogió entre sus manos el documento y la cruz. La mamá se lo lee en voz alta, mientras ella escucha atentamente y ocurre lo que nos imaginábamos, se emociona hasta que la madre la consuela, y Teresita dice en voz alta: “esa cruz pónmela en la barra para que la vea bien, y mañana la llevo al quirófano. Ya soy misionera”.
Nos despedimos con estas palabras de Teresitas: “Entonces P. Ángel ¿soy misionera?”, y yo respondo “tú eres misionera”.

Aquí podría terminar el relato de esta sencilla y profunda experiencia. Lo que yo no me podía imaginar es que a través de los contactos de los padres, este testimonio llegó a oídos del Delegado Nacional de Misiones. Me llama al día siguiente y me hace esta pregunta: “¿tú has constituido en el Hospital de La Paz a una niña misionera?” efectivamente, le digo, “ayer después de darla la unción y la comunión, la constituí misionera con la oración preceptiva y posteriormente le llevé el documento y la cruz de la misionera”. A continuación me dice: “este testimonio ha dado la vuelta en todo el mundo misionero de España y ya han puesto a Teresita como una nueva protectora para los niños en misión”. Posteriormente los papás me han ido reenviando mensajes de distintas personas impactadas por el testimonio de Teresita.

Hoy domingo, 7 de marzo, a las 9:00 h. Teresita ha partido hacia el cielo. Se la ha velado en el Tanatorio de El Escorial.

Estando rezando el Rosario con los papás y el aforo al máximo permitido, me ha llamado el Sr. Cardenal, D. Carlos Osoro, para hacerse presente. Han sido unas palabras llenas de esperanza que han consolado abiertamente a los padres, familiares y niños compañeros de Teresita. Ha concluido D. Carlos dando la bendición a Teresita de cuerpo presente y a todos los acompañantes.

Cuando he creído que estaba todo terminado, la tía de Teresita en voz alta y delante de todos en la sala del Tanatorio me dice: “P. Ángel ¿me permite que le ponga el audio que Teresita me envió el mismo día que usted la constituyó misionera?”. Por supuesto, respondí, y textualmente oímos con una voz muy suave, como de alguien que está cansado, pero que saca fuerzas de dónde no las tiene, y dice: “Hola tía, te cuento una cosa muy importante para mí, esta mañana después de recibir la Unción y la comunión, el Vicario de Madrid me ha constituido misionera: ya soy misionera”. Como os podéis imaginar quedé sin palabras. El entierro será mañana día 8 de marzo a la misma hora que la Eucaristía por D. Tomás Juárez. Los padres han comprendido perfectamente que no pueda acompañarles físicamente. Estaré en la Misa de gloria que celebrarán a finales del mes de marzo.

Disculpad la extensión de la carta pero si este testimonio no lo comparto con los sacerdotes, vida consagrada y laicos de la Vicaría VIII ¿con quién lo voy a compartir? Os invito, pues, a que recéis por Teresita y, sobre todo, a que os encomendéis a ella porque estoy convencido que va a proteger de un modo especial a toda la Vicaría VIII, en la cual ella fue constituida misionera.

Recibid un fuerte y fraterno abrazo. Ángel Camino Lamela, osa. Vicario Episcopal. Vicaría VIII

Este artículo fue publicado en el último número de la revista Prado Nuevo. Si quiere suscribirse para recibir en papel cada nueva revista que se publique puede hacerlo en el siguiente enlace: