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El papa Francisco recomienda la presentación de la «Amoris Laetitia» realizada por el Card. Schönborn

Sobre la exhortación del Papa acerca de la Familia

En el vuelo de regreso a Roma, desde la isla griega de Lesbos, donde Francisco compartió el pasado día 17 unas horas con inmigrantes y refugiados, respondió a preguntas de los periodistas. A una de ellas sobre la exhortación «Amoris Laetitia», señaló: «Les recomiendo que lean la presentación del documento que hizo el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo y que ha trabajado en la Congregación para la Doctrina de la Fe». Siguiendo este consejo, incluimos, a continuación, lo fundamental de la intervención del actual Arzobispo de Viena, el pasado 8 de abril.

 

Exposición del Cardenal Arzobispo de Viena

Christoph Schönborn, Cardenal Arzobispo de Viena

Christoph Schönborn, Cardenal Arzobispo de Viena

«En la enseñanza eclesial sobre el matrimonio y la familia a menudo hay una tendencia, tal vez inconsciente, a abordar con dos enfoques estas dos realidades de la vida —dijo—. Por un lado están los matrimonios y las familias “normales”, que obedecen a la regla, en los que todo está “bien”, y está “en orden”, y luego están las situaciones  “irregulares” que plantean un problema.

El Santo Padre «ha conseguido hablar de todas las situaciones sin catalogar, sin categorizar, con esa mirada fundamental de benevolencia que tiene algo que ver con el corazón de Dios, con los ojos de Jesús, que no excluyen a nadie, que acogen a todos y a todos conceden la “alegría del Evangelio”. Por eso la lectura de Amoris Laetitia es tan reconfortante. Otras dos palabras claves de la exhortación son discernir y acompañar que —afirmó el arzobispo de Viena— no se aplican únicamente a las “situaciones llamadas irregulares” (…). Todas (las personas), de hecho, están en camino, y todas necesitan “discernimiento” y “acompañamiento”.

«Mi gran alegría ante este documento —indicó— reside en el hecho de que, coherentemente, supera la artificiosa, externa y neta división entre “regular” e “irregular” y pone a todos bajo la instancia común del Evangelio, siguiendo las palabras de san Pablo: “Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos misericordia”.

«Obviamente, este principio continuo de “inclusión”, preocupa a algunos —señaló—. ¿No se habla aquí a favor del relativismo? ¿No se convierte en permisivismo la tan evocada misericordia? ¿Se ha acabado la claridad de los límites que no se deben superar, de las situaciones que objetivamente se definen como irregulares, pecaminosas? Esta exhortación ¿no favorece una cierta laxitud (…)? La misericordia propia de Jesús ¿no es, a menudo en cambio, una misericordia severa, exigente? Para aclarar esto el papa Francisco no deja duda alguna sobre sus intenciones y nuestra tarea: “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentarlas razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece” (n. 35).

El papa Francisco está convencido de que la visión cristiana del matrimonio y de la familia tiene, también hoy en día, una fuerza de atracción inmutable. Pero exige  “una saludable reacción autocrítica”: “Tenemos que ser humildes y realistas para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos” (n. 36). “Hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales” (n. 36), escribe en Amoris Laetitia.

Este sobrio realismo sobre las familias “tal cual son” ¡no nos aleja para nada del ideal! Por el contrario: el Papa Francisco consigue con el trabajo de ambos Sínodos situar a las familias en una perspectiva positiva, profundamente rica de esperanzas. Pero esta perspectiva alentadora sobre las familias exige esa “conversión pastoral” de la que hablaba Evangelii Gaudium de una manera tan emocionante».

El papa Francisco «habla de una profunda confianza en los corazones y en la nostalgia de los seres humanos. Se percibe aquí la gran tradición educacional de la Compañía de Jesús a la responsabilidad personal. Habla de dos peligros contrarios: El “laissez-faire” y la obsesión de querer controlar y dominar todo». El Santo Padre escribe: «Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas», y el cardenal Schönborn ha especificado: «La gran cuestión obviamente es ésta: ¿cómo se forma la conciencia?, ¿cómo llegar a aquello que es el concepto clave de todo este gran documento, la clave para comprender correctamente la intención de Papa Francisco: “el discernimiento personal”, sobre todo en situaciones difíciles, complejas?».

«Recomiendo a todos la meditación de estas páginas. Ellas nos animan a creer en el amor y a tener confianza en su fuerza. Es aquí que  “crecer”, otra palabra clave de Amoris Laetitia, tiene su sede principal: en ningún otro lugar se manifiesta tan claramente como en el amor, que se trata de un proceso dinámico en el cual el amor puede crecer, pero también puede enfriarse… Y aquí se hace también dolorosamente visible cuanto mal hacen las heridas de amor. Como son lacerantes las experiencias de fracaso de las relaciones. Por esto no me maravilla que sea sobre todo el octavo capítulo el que llama la atención y el interés».

«En lo que respecta a los divorciados vueltos a casar con rito civil, él sostiene: “Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales, quienes quisieron expresar que (…) la lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral (…). Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre”. Pero ¿qué significa esto concretamente?… El Papa lo dice con toda claridad: “Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares”. Y de cómo puede y debe ser este discernimiento personal y pastoral, trata la entera sección de Amoris Laetitia (nn. 300-312)».

matrimonioPero el Papa Francisco recuerda también que «este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia». Y, en este sentido surge naturalmente la pregunta: ¿qué dice el Papa del acceso a los sacramentos de las personas que viven en situaciones irregulares? «Francisco —dijo el purpurado— vuelve a recordar la necesidad de discernir bien las situaciones siguiendo la línea de la Familiaris Consortio de san Juan Pablo II. “El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios”… (…).

«¿No es un desafío excesivo para los pastores, para los guías espirituales, para las comunidades, si el “discernimiento de las situaciones” no está regulado de modo más preciso? El papa Francisco conoce esta preocupación: “Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna”. A ésta él objeta diciendo: “Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y ésa es la peor manera de licuar el Evangelio”».

«El Papa Francisco —finalizó el cardenal Schönborn— confía en la “alegría del amor”. El amor debe encontrar el camino. Es la brújula que nos indica el camino. Es la meta y el camino mismo. Porque Dios es amor y porque el amor es de Dios. Nada es tan exigente como el amor. El amor no se puede comprar. Por esto nadie debe temer que el papa Francisco nos invite, con Amoris Laetitia, a un camino demasiado fácil. El camino no es fácil pero es pleno de alegría» (Cf. Oficina de Prensa de la Santa Sede).