El obispo de Córdoba, Don Demetrio Fernández González nos presenta esta profunda reflexión sobre el sentido de la Cuaresma para la vida del cristiano de hoy:
“El objetivo de la Cuaresma no es quitar por quitar sino es purificar el corazón. Para poder amar sin ataduras, para recibir un amor sin límite que hace feliz al corazón humano. La vida cristiana es una vida nueva, que entra en nuestro corazón a manera de inundación. Nunca la vida cristiana es una imitación desde fuera, es la vida de Cristo en nosotros. Esta vida es posible por el don del Espíritu Santo, don del amor del Padre”.
Ciertamente la vida cristiana no se puede ceñir al cumplimiento de unas normas, unos preceptos, debe ir más allá e implicar todo nuestro corazón. Transformarnos por dentro desde lo más profundo de nuestro ser para nacer a esa vida nueva del espíritu a la que nos invita Jesús.
Jesús, nuestro Señor, en su vida mortal durante 33 años nos dio ejemplo de cuál es el camino de cada cristiano para su vida concreta. Nos mostró una vida siempre entregada al servicio de los demás, abnegada, virtuosa, siempre dispuesta con alegría a vivir el día a día. Con sencillez, pero a la vez con grandeza de corazón, con la mirada puesta en el Cielo pero también en cada pequeña cosa de la vida concreta.
Todos nosotros tenemos experiencia a medida que vivimos que esta vida a la que nos invita Jesucristo es prácticamente imposible por nuestras solas fuerzas humanas. Somos personas inconstantes, perezosas, caemos una y otra vez en ese pecado que domina nuestro corazón. Por eso es tan necesario pedir constantemente ayuda al Cielo, orar, hablar con Dios y mantener esa comunicación viva con Dios-Amor.
Tenemos que cambiar la mirada de abajo a arriba. Porque la iniciativa siempre es de Dios para que seamos santos. La Virgen, en los mensajes que dio a Luz Amparo, nos decía:
“Los hombres no escuchan la voz de Dios y sus corazones están endurecidos” 1
Y también el Señor nos dice:
“hay muchas almas que me tienen olvidado, y hay tantas que se preocupan sólo de divertirse y no se preocupan de su alma; hasta mis propias almas escogidas me abandonan y me dejan solo días enteros; aunque las hablo, no quieren escucharme, porque su corazón está demasiado apegado a las cosas de la Tierra”. 2
Porque el alma que ora está en comunicación con el Amado
Para poder vivir esta vida cristiana por tanto debemos escuchar la voz de Dios que habla en nuestro corazón, para ello es muy importante orar. “Sed firmes en la oración; orad, que todo aquél que permanezca en la palabra del Verbo, tendrá vida; porque el que permanece en el Verbo, permanece en el Padre, y permanece en el Espíritu Santo” 3
No vayáis a recibir mi Cuerpo de rutina y con esa tibieza
La vida de los sacramentos es también fundamental, pero no un mero cumplimiento de acudir cada domingo a misa como una rutina que hemos aprendido. Debemos aprender a gustar de las cosas divinas, de los tesoros que hay encerrados en los Sacramentos de la Iglesia Católica. El Señor nos decía:
“«Orad, hermanos...», decís todos los días en el sacrificio de la Santa Misa; pero ¿sabéis lo que significan esas palabras, o estáis de rutina oyendo ese Santo Sacrificio? Es la palabra más hermosa: reunirse todos los hijos de Dios para comunicarse con Dios en la oración. No vayáis a recibir mi Cuerpo de rutina y con esa tibieza que muchos vais, hijos míos. Yo soy la Fortaleza, y el que ora con profundidad y su oración sale de lo más profundo de su corazón, yo estoy en comunicación con él; por eso os pido oración, oración y sacrificio”. 4
Nos detenemos en estas últimas palabras de la frase anterior: “el que ora con profundidad y su oración sale de lo más profundo de su corazón, yo estoy en comunicación con él”. Reflexionemos sobre nuestra relación con Dios, ¿Verdaderamente sale mi oración del corazón? ¿Me comunico con Dios con cercanía, como el amigo que acude a otro para contarle sus cosas o pedirle ayuda? ¿Creo en un Dios que es cercano, creo que verdaderamente me escucha?
Jesús, nuestro Señor se encuentra en cada sagrario, en cada iglesia esperando con verdadero ardor a que le hablemos, que le busquemos, que deseemos vivir con Él esta vida. Si tenemos cualquier dificultad, enfermedad, pecado, vayamos a Él y descarguemos en su Divino Corazón todas nuestras cargas.
Si después de vivir esta Cuaresma puedo que confío un poco más en El Señor, que le cuento todas mis cosas, las buenas y las malas, podemos decir que no ha sido un tiempo perdido. Lo importante es la hermosura del alma de la cual Dios se enamora, de ese alma que por dentro es realmente hermosa por sus disposiciones, por su búsqueda de Dios, por los deseos que de Dios tiene y por el profundo amor que tiene a Jesucristo.