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La Virgen ilumina la acción social más necesaria en Colombia

El mensaje de la Virgen en Prado Nuevo traspasa continuamente fronteras. Y no solo el mensaje; también la misión de cuidar de quienes más lo necesitan y cuando más lo necesitan. La Fundación Benéfica Virgen de los Dolores ha acordado contribuir al mantenimiento de un comedor social que acoge y alimenta a diario a 145 niños y 22 ancianos en situación de vulnerabilidad en Colombia.

La historia de este comedor, que lleva el nombre de ‘San Antonio de Padua’, está estrechamente ligada a la devoción a la Virgen, primero, y a Prado Nuevo, después. Su impulsor, Alejandro, es un joven colombiano de 39 años. Llamado a ser laico comprometido desde su infancia, “me sentí muy atraído por la Virgen, me identifiqué con ella y empecé a sentirla como madre”, explica. De hecho, se unió a grupos marianos de oración “en los que era el único niño, pero era feliz”. Alejandro había leído sobre las apariciones de la Virgen y una de sus peticiones a María fue conocer distintos santuarios del mundo; entre ellos, “le pedí: quiero que me lleves a El Escorial”.

A los 17 años, su devoción mariana le movió a participar en la constitución del grupo ‘María, corredentora de nuestros corazones’, atraído por “esa posición de María, colaboradora en la obra de la redención”. En este sentido, “sentimos en nuestra oración el deseo de que no solo es suficiente rezar, ir a Misa y hablar de la Palabra de Dios; tenemos que ayudar a los necesitados”.

Las claves de esta llamada coinciden a la perfección con las claves del mensaje de la Virgen en Prado Nuevo. Alejandro peregrinó finalmente al fresno de las apariciones en enero de 2017. “Me alegró el corazón estar allí”, asegura. Tanto que regresó en mayo del pasado año. Y, en la fiesta de Ntra. Sra. de los Dolores, el grupo de oración decidió dar un paso más y constituirse en asociación sin ánimo de lucro, bajo el nombre de Fundación Benéfica María Corredentora de Nuestros Corazones.

“A raíz de la pandemia, comenzamos a llevar a diario almuerzos a ancianos a un albergue. Pero creíamos que no era suficiente. Nos reunimos y llegamos a la conclusión de que montaríamos un comedor para niños”, explica Alejandro. Y decidieron hacerlo el pasado mes de junio en Invasión La Playita, en el Barrio Las Vegas, una de las zonas más deprimidas de Pereira, ciudad próxima a Bogotá. “La Virgen nos manda que abramos el comedor cuando todos los comedores habían cerrado”, añade.

De un modo sencillo, junto a tres señoras que “cocinan y ayudan gratis”, comenzaron recibiendo a 50 niños y, en solo tres meses, la cifra se triplicó. Hoy, cifran la acogida en 160 niños y 35 mayores. “Está comprobado que la única comida que tienen es la que el comedor les administra cada día”, de lunes a sábado, dice Alejandro. Los más pequeños, hasta cinco años, inician la jornada a las 11:30 horas. A las 12:00, es el turno de los de edades comprendidas entre 6 y 10 años; y, a partir de las 12:30, el resto, de hasta 17 años. Las dificultades familiares motivan que el comedor sea imprescindible para ellos. “La mayoría de los padres de estos niños son drogadictos, y a estos niños los cría la calle”, afirma Alejandro. Incluso “muchos van solos al comedor y les damos de comer; imagínese un niño de 4 años”.

Alejandro es enfermero y su impronta social ha crecido gracias a la llamada de la Virgen a acercarse a los débiles y “trabajar en esta obra”: “Tenemos que ser la voz de quien no tiene voz. Y, para poder comprender al pobre, tenemos que vivir con el pobre”. La internacionalización del mensaje de María en Prado Nuevo es también la internacionalización de la llamada a ayudar a los más pobres. El comedor social San Antonio de Padua es obra de la Virgen.