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Los siete pecados capitales: Reflexiones para ayudarnos en el Sacramento de la Confesión.

Acercaos a la Eucaristía, pero hacedlo antes, hijos míos, con el sacramento de la Confesión” 5 .

Llegados a la recta final de esta Cuaresma y con la mirada puesta ya en la Semana Santa, traemos estas reflexiones sobre los siete pecados capitales para poder realizar un buen examen de conciencia y así sacar buen fruto de una confesión bien hecha. El Sacramento de la Confesión es fundamental para poder vivir esta vida nueva, para vivir sin ataduras y purificar nuestro corazón. Por tanto, para hacer una buena confesión vamos a examinar brevemente los siete pecados capitales a lo largo de varios días, comenzando por la Pereza y la Ira:

PEREZA

La vida cristiana exige una lucha constante contra las dificultades y las tentaciones; la virtud se halla rodeada de enemigos internos y externos y está sujeta frecuentemente a pruebas y tentaciones.

Cuando la persona se deja dominar por un sentido cómodo de la vida, por el cansancio negligente, por la inconstancia, aparece la Pereza.

La Pereza es la repugnancia del alma a los trabajos, esfuerzos y dificultades que son necesarios para alcanzar y conservar las virtudes.

La Pereza, en cuanto se relaciona con nuestras obligaciones con Dios, se llama tibieza.

Perezoso no es solo el que deja pasar el tiempo sin hacer nada, sino el que realiza muchas cosas, pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta: Escoge sus ocupaciones según el capricho del momento, las realiza sin energía, y la mínima dificultad es suficiente para hacerle cambiar de trabajo, pues el perezoso puede ser incluso amigo de los “comienzos”, pero su incapacidad para un trabajo continuo y profundo le impide poner las “últimas piedras”, acabar bien lo que ha comenzado.

Como de otros pecados capitales, también de la Pereza se derivan otros pecados: la malicia, el rencor, la pusilanimidad, el desaliento, la torpeza e indolencia en la guarda de los mandamientos y la divagación de la mente hacia las cosas ilícitas.

El Señor hace frecuentes referencias al rigor con que será tratado el perezoso, dirá “Todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego” (Mt 7,19).

En la Sagrada Escritura se encuentran muchas referencias al perezoso y lo malo que es dejarse arrastrar por la Pereza.

IRA

Es un pecado capital del que se derivan otros pecados, especialmente contra la caridad y la justicia. El pecado de la IRA tiene sus grados, que van desde la impaciencia y el mal humor hasta el furor y el odio, pasando por la irritación y la violencia.

La IRA conduce a dichos y hechos que no pueden ser justos delante de Dios; dice el Señor Jesús en Mt 5,21-22 “Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la Gehenna de fuego”.

San Pablo dice que la IRA produce un gran daño: “Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca” (Col 3, 8); “Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros” (Ef. 4,31).

La IRA está estrechamente relacionada con la soberbia, pues las dificultades son siempre para el soberbio un mal, porque ante ellas se siente postergado; la soberbia responde entonces mediante la IRA que surge cuando pretende rechazar a un agresor injusto con procedimientos desproporcionados, o bien cuando se reacciona airadamente sin tener que rechazar a ningún agresor.

Para que la reacción sea proporcionada debe ser justa por el objeto, moderada en cuanto al ejercicio y caritativa en la intención. Según San Gregorio Magno (Moralia, 4) “la IRA es un gran obstáculo para el adelantamiento espiritual, porque hace perder la prudencia, la amabilidad, el espíritu de justicia y el recogimiento interior”.

Convendrá completar la reflexión sobre la IRA considerando los medios para poner remedio a este mal espiritual y moral. Se hace necesario reflexionar antes de obrar, para actuar con afabilidad y serenidad, rechazando el fanatismo sin dialogar con él.

Continuará...

5 La Virgen, Mensaje del 22 de enero de 1983