A continuación se muestran todos los mensajes del año seleccionado:

Mensaje del día 1 de enero de 1982, primer viernes de mes

Festividad: Santa María, Madre de Dios

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, yo traigo paz a la Tierra, quiero que haya paz en la Tierra. Quiero que os améis unos a otros; de esa manera, podéis conseguir el Reino de los Cielos. Rezad mucho por la salvación del mundo.
Algunos sacerdotes están dañando a muchas almas. Rezad por los que no rezan y haced penitencia por los que no la hacen. Rezad por España, porque está en un gran peligro. El comunismo está metido en la Iglesia.
Hija mía, di a mis hijos que he bajado a traer la paz. Visitad al Santísimo, que mi Hijo está muy solo esperándoos a todos. Quiero que hagan una capilla en honor a mi nombre, para hacer retiros y ejercicios espirituales.
Hija mía, el tiempo está muy cerca. Algunos sacerdotes, obispos, arzobispos y cardenales no quieren arrepentirse, están sembrando ellos mismos la semilla de la condenación.
Estoy contenta, hija mía, porque muchos rezan con devoción, pero hay muchas almas que no se acercan a la Eucaristía. Diles que confiesen sus culpas; que mi Hijo los está esperando con los brazos abiertos. También diles que bajará pronto y escogerá a todos sus elegidos. Diles a todos que recen por la conversión de Rusia. Rusia se está infiltrando en todo el mundo. Diles a todos que sean humildes, que pidan y acudan a mi Hijo. Rezad por los pecadores, mi Hijo está sufriendo mucho por esas almas.
Mira, hija mía, qué espinas tengo en el Corazón; esas espinas son de los sacerdotes que no cumplen.
Hija mía, para llegar al Cielo, tiene que ser por el camino del dolor. Vale la pena sufrir aquí en la Tierra, para recibir la recompensa en el Cielo.
Adiós, hija mía; sé humilde.

Mensaje del día 8 de enero de 1982, viernes

Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío...! (Así repetidas veces se lamenta de intenso dolor). ¡Ay, Señor! ¡Ay, ay! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Dios mío...! ¡Ay, Señor! ¡Ay, ay! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor, qué dolores! ¡Ay, Jesús mío! ¡Ay, Jesús mío! ¡Ay, qué dolores...! (Se prolonga durante unos instantes con semejantes expresiones de dolor).
El Señor:
Sí, hija mía, ya sé que sufres como yo sufro; pero ya te he dicho muchas veces que es preciso ayudar a los humanos, y esto tiene que ser a costa de tu sufrimiento, del mío y de otras almas escogidas, para purificar a las demás. Date cuenta que yo di el ejemplo de salvarlos a todos; los quiero a todos mucho; no quiero que mis almas se aparten de mí; ¡las amo tanto!..., y quiero que sepan que yo deseo ser su recompensa y su fe sobre todas las almas que confiesan sus culpas, que piden perdón de sus pecados, que se arrepienten con humildad.
Por eso amo a mi sociedad, hija mía, por eso sufro por todos; porque yo, como te he contestado en otras ocasiones, en un segundo podría hacer arder toda la Tierra; pero estoy constantemente dándoles oportunidad de salvarse poniendo a mi Madre por mensajera, porque sé que son débiles y que caen una y otra y otra vez en el mismo pecado; por eso di mi Sangre para poderlas redimir a todas esas almas. Pero lo único que pido es que pidan perdón; que mi Padre está esperándolos a todos.
¡Qué alegría si, en este año que empieza, empezasen con amor, con humildad, amándose unos a otros, como yo he amado a todos! Date cuenta que lo único que queremos es que se salven. Te voy a dar un mensaje para este año que empieza: diles que muchos de ellos van equivocados por el camino que van…
Todos aquéllos que de lo más profundo de su corazón gimen en secreto, pero que no les vale por su soberbia, porque les impide tener humildad por su miserable condición, que se detengan, que se arrepientan, que vengan a mí, que yo he venido a la Tierra para señalaros a todos... (Palabra imperceptible) y la senda segura para ir al Cielo.
Diles que abracen mi cruz con amor, que sólo eso los salvará. También diles que no escuchen ninguna doctrina que sea falsa, porque todas, fuera de la mía, les llevarán al fondo del abismo; todas esas doctrinas falsas los precipitarán en una vida de amargura, de desesperación, de odio hacia los demás. También diles que esas doctrinas son satánicas y van en contra de la palabra de mi Padre Celestial.
Diles que todo se lo dejé dicho en mis Santos Evangelios; que me escuchen, que les hablo por medio de mis almas humildes escogidas; por eso rechazan mis mensajes, porque no quieren admitir que yo, siendo un Rey de Cielos y Tierra, pueda escoger a un alma tan humilde y tan poca cosa; pero yo lo hago para que no piensen que es falso, para que vean que esas almas no valen para confundir a los poderosos; por eso cojo a las almas más pequeñas de la Tierra.
Que se den cuenta de que siempre mi santísima Madre da los mensajes a las almas más incultas y a las almas más humildes; por eso os pido que creáis en mis mensajes, los mensajes que da mi santísima y pura Madre, porque pongo por mensajera a mi santa Madre, para que los extendáis por todas las partes del mundo.
Diles que se arrepientan, que crean en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo; que todo el que no cree en una de estas Tres Personas no cree en Dios.
Diles que tengan humildad, que honren a mi Padre y que me honren a mí, porque el que honra a mi Padre me honra a mí, porque yo bendigo a mi Padre, porque oculta sus secretos a los grandes y los descubre a los humildes, porque así lo manda Él, y yo siempre hago la voluntad de mi Padre, pues Él es el que me envió para estar entre vosotros.
Amaos los unos a los otros como yo os he amado, hasta el punto de cumplir la voluntad de mi Padre. Cumplí la voluntad de mi Padre y derramé hasta la última gota de mi Sangre por redimiros a todos del pecado.
Y ahora vas a seguir viendo otro cuadro de mi Pasión.
Luz Amparo:
Veo al Señor; ya no lleva la Cruz, va entre mucha gente, hay muchísima gente, va tropezando, le van empujando. Veo cómo una mujer sale de entre toda la gente, coge un paño, se lo da al Señor, que tiene la cara toda ensangrentada; el Señor se limpia toda la cara con ese paño; se ha secado toda la cara, se lo devuelve otra vez a esa señora. Ella lo coge y se lo guarda.
Todos lanzan muchos gritos: «¡Vaya un Rey cobarde! Pídele a tu Padre que te salve». Le insultan, le dicen palabras muy feas. Hay muchas mujeres que sacan a niños hacia donde va el Señor; el Señor les pone la mano a los niños por encima la cabeza; a algunos de ellos los aprieta contra su..., así contra un lado. La gente se pone en medio del camino, no dejan pasar al Señor; entonces los verdugos empujan a la gente; empiezan a darle empujones otra vez al Señor. El Señor las mira a todas y les hace con la mano la señal de la cruz; entonces uno le da en una mano, en la mano con un palo.
Al Señor le vuelven a empujar y le tiran, le vuelven a dar patadas, unos por un lado, otros por otro. Los oigo que dicen unas palabras que no lo entiendo. Señor, dímelo que lo entienda; ¡ay, que yo no entiendo lo que están diciendo!
Ahora el Señor está sentado en una roca grande, una piedra. El Señor mira para arriba, al cielo, y le implora a su Padre y le dice: «¡Padre mío, Padre mío!». Luego mira a toda la gente que está allí; mira a todos con una mirada de pena. Otra vez vuelve a mirar para el cielo, y le dice: «¡Ayúdame!».
Entonces se empiezan a reír de Él y le dicen: «Mírale, el de los milagros, y pide ayuda; haz un milagro y te dejaremos libre». El Señor no les dice nada.
Van cuatro soldados, los mismos verdugos que le han estado dando; le tiran de la ropa, le dan unos tirones..., se le arranca la carne; tiene la espalda que le faltan los pedazos…
Ahora le quitan la corona de espinas de un tirón. Le vuelven a poner otra vez una... Una ropa de color blanco... Le ponen la corona y la empujan para abajo con fuerza; le empieza otra vez a correr la sangre por toda la cara... ¡Ay, Dios mío! ¡Ay! La ropa la tiene mojada de sangre otra vez.
Le han empujado otra vez, otra vez. El Señor va fatigado, no puede más; va cuesta arriba, tropezando con las piedras. Llegan arriba, al monte; allí tienen la Cruz extendida en el suelo. No es una cruz como la que vemos nosotros; tiene los palos para arriba, dos palos. Le mandan al Señor que se tienda sobre la Cruz; el Señor mira para el cielo; le caen lágrimas de los ojos, como sangre. Le atan con unas cuerdas a la madera.
Ahora le clavan la mano derecha; empiezan a estirarle el brazo izquierdo, pero el palo es más largo que el brazo y no le llega a donde han hecho el agujero. Coge uno de los verdugos y se pone encima del Señor, le aprieta, le aprieta, le tiran del brazo fuertemente; el Señor se retuerce de dolores. El del lado izquierdo empieza a tirar otra vez del brazo. ¡Ay, Dios mío! Cuando le están clavando, se oyen los ruidos de los martillazos, brota sangre de las manos. ¡Ay! Se retuerce el Señor de los dolores; el Señor dobla las piernas, se retuerce para un lado y para otro; le estiran otra vez las piernas con cuerdas, y le atan la cintura y aprietan. Los pies se los atan con una cuerda a la madera. Empieza de nuevo a sentir los martillazos en los pies. El Señor mira para arriba, para el cielo; toda la cara la tiene ensangrentada. El Señor está hablando y mira para el cielo y pide a su Padre que le ayude.
¡Ay, Dios mío, esto es horrible, esto es horrible! ¡Ay...! ¡Ay, Señor!
El Señor:
Sí, hija mía, este tormento que tú sientes es el que siento yo todos los días por esas almas que me ofenden con tantos pecados de impurezas. ¡Y cómo profanan mi Cuerpo! Esto lo hacen diariamente. Me clavan todos los días. Por eso te pido, hija mía, que seas víctima de mi Pasión, porque yo acepté con resignación la última voluntad de mi Padre, que era sufrir, sufrir hasta el fin. Y todo lo hice para borrar el pecado de todos los pecadores, para que todos pudiesen alcanzar mi Reino; pero no tienen corazón, son crueles, están cometiendo ofensas constantemente, agraviando nuestros Corazones, el de mi Madre purísima y el mío.
Date cuenta que si me quieres dar gloria, hija mía, y quieres que se salven tantas almas, deja que haga de ti lo que quiera, y abandónate en mi amor.
Sé humilde, no contestes nunca con soberbia, contesta con humildad a cualquier humillación; sé humilde, porque con la humildad se consigue todo; date cuenta que con humildad puedes ayudar a salvar muchas almas. Ofrece todo estos días en que tanto se ofende; quiero que seas como aquel buen hombre que me ayudó a llevar la Cruz, que era un gran pecador; pero, ¡con qué amor me ayudó a llevar esa Cruz, esa Cruz de amor!
Tú me consolarás, hija mía, y los dos sufriremos con esa Cruz. Date cuenta cuánto ofende la Humanidad a nuestros Corazones. Sufre, ofrece todo con amor por la salvación de esas almas, porque esas almas me crucifican de nuevo; mi Corazón es un abismo de dolor; esas almas ingratas me pisotean, me desprecian, no se dan cuenta que ellas solas se van marcando el camino de su condenación. Por eso, hija mía, tu sacrificio y el de muchas almas escogidas, y la oración, es la salvación de las almas y la salvación del mundo entero. No te asombres, hija mía, hay muchos pecadores, pero también hay muchas almas buenas que aman a su Creador y Redentor.
Ya sé que se pierden muchas almas, ¡qué tristeza tan grande! Pero por ello no disminuye mi amor hacia ellas; todas esas almas que me aman pueden reparar las ofensas de tantos y tantos pecadores que me están ofendiendo y consolar la amargura de este Corazón y del Corazón de mi purísima Madre, que está traspasado con esa espada de dolor.
¡Me pesa tanto la cruz!... Por eso vengo a que me ayudes, y quisiera repartir esta cruz entre tantas almas escogidas. Una parte de mi peso y un poquito de mi agonía en cada alma querida, hasta tal punto que mi Corazón se regocije de amor hacia todos ellos. Ya que estas almas ofenden tanto, vosotros, almas escogidas, no pisoteéis a la Divina Majestad de Dios, la Sangre de su Hijo; ayudadle a descargarse esa Cruz que lleva tan pesada.
Te sigo repitiendo, hija mía: sé humilde; recibe con amor todas las blasfemias, todas las calumnias.
Adiós, hija. Toma mi santa bendición.
La Virgen:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes con el Corazón traspasado de dolor por tantas almas que están ofendiendo todos estos días constantemente; están ultrajando nuestros Corazones. Yo traigo un mensaje de paz y amor, pero los hombres hacen la guerra y la desunión. ¡Cuántas almas, hija mía, están buscando su propia condenación!
Yo traigo, como Madre, la paz para todos mis hijos, el amor y la humildad; pero no quieren aceptarlo, no hacen caso, hija mía. ¡Cuántas veces he pedido que hagan una capilla en mi nombre para hacer meditación, para hacer meditación sobre la Pasión de mi Hijo, que no piensan lo que pasó sufriendo en la Cruz por todos ellos!
También pido que eso sirva para hacer ejercicios espirituales para preparar sus almas, porque el tiempo se aproxima y queremos que estén preparados; pero no hacen caso, hija mía.
También pide mucho por tu padre espiritual. Está hecho un mar de confusiones y el enemigo no sabe por dónde meterse; pide mucho. Pero no mezcléis políticas en mis rosarios, que la política no sirve nada más que para odios, para destrucción del mundo.
Pedid paz para todas las naciones. Diles a todos, hija mía, que ayuden a salvar muchas almas, que muchas almas están esperando que alguien les lleve un mensaje de su Madre; por ignorancia se condenan, por no haber tenido quien les hable. Sí, hija mía, tú no sabes cuánto dolor sentimos por esas almas que están condenadas y que no quieren salvarse.
Adiós, hija mía; ten humildad, recibe con amor el peso de la cruz que mi Hijo te manda. Adiós.
Yo os traigo la paz; pedid por la paz del mundo, pues el mundo está al borde de la desesperación. Pedid por Rusia; Rusia es el azote de toda la Humanidad; pedid que se convierta. Rezad el santo Rosario con mucha devoción, porque se están salvando muchas almas.
Adiós, hija.

Mensaje del día 15 de enero de 1982, viernes

El Señor:
Sí, hija mía, aquí estoy. No digas que no puedes más. Coge mi Cruz y sigue conmigo estos dolores. Ya sé que sufres mucho, pero es preciso que sufras; sufre con ánimo y con valor. Date cuenta de que, gracias a este sufrimiento, se están salvando muchas almas. Así, hija mía, recibe con alegría y con humildad todos estos dolores.
Vamos a participar los dos en estos sufrimientos; es muy importante recibirlos con humildad y con amor. No tengas miedo de nada. Date cuenta de que te he escogido porque eres muy miserable, para que vean una vez más que no busco la grandeza ni la apariencia de santidad; que busco las almas más pequeñas y más insignificantes para todos. ¡Cuántas almas hay que ante los ojos de los demás son justas y ante los ojos de mi Padre están condenadas! No te importe, hija mía, que te calumnien, que te desprecien, porque esto lo hacían conmigo, lo hacían con mis discípulos, porque ya les decía yo a mis discípulos: «Porque no sois del mundo os aborrece el mundo».
Y a ti te digo, hija mía, que te des cuenta de que, porque no eres del diablo, el diablo te persigue; pero tú tienes que ser fuerte y vencer al enemigo. Acepta con humildad este sufrimiento. Ya sé que te pesa mucho esta cruz de dolores; pero es preciso, porque hay muchas almas que están ofendiendo a la Divina Majestad de mi Padre y pisoteando mi Sangre.
Me pesa tanto esta Cruz, porque muchas veces no saben apreciar este sufrimiento tan horrible. Date cuenta de que se están condenando constantemente tantas almas. ¡Cuánto estamos sufriendo para salvarlas! Tú date cuenta de que estoy contigo, que no estás sola. Quiero que seas humilde, que seas bondadosa con todos, porque el que tiene amor a los demás, me tiene amor a mí. Tienes que abandonarte, hija mía, abandonarte a mi sufrimiento; por eso te digo, hija mía: sigue luchando; sé fuerte. Date cuenta de que todo lo de aquí, de la Tierra, pasará; pero el Cielo no se acabará nunca, nunca jamás se acabará. Por eso te pido que recibas mi Cruz con alegría y con humildad.
Date cuenta de que cuántas almas se condenan por su propia voluntad. ¡Pobres almas esas que no han querido salvarse! Porque no se condenarán aquellas almas que no me conocen; pero las que me conocen y, aun conociéndome, me han despreciado para seguir una vida de placeres, de pecados, esas almas no saben lo que les espera. Porque no te hablo sólo de las almas del mundo, sino también de mis almas escogidas. Porque hay muchas que, aun siendo escogidas, desean gozar de los placeres de la vida y se pierden, porque mi camino es el camino del sufrimiento y del dolor, y lo único que les daría fuerzas para seguir sería la cruz; pero la desprecian, la pisotean, no quieren saber nada de ella; ésos se condenan por su propia voluntad, hija mía; ellos se lo han buscado.
Yo les entregué mi Cruz y ellos me la despreciaron; por eso, hija mía, diles a todos mis hijos que se arrepientan, que dejen el pecado, que vuelvan sobre sí y sean humildes, que no hacen caso de la ley de mi Evangelio, que es la ley de mi Iglesia Santa, Católica y Apostólica.
Porque fuera de mi Iglesia diles que no habrá salvación; que dejen el pecado, que crean en mí, que hagan penitencia, que guarden mi doctrina, que se aparten de todas aquellas doctrinas falsas, de aquellos pastores falsos que predican las doctrinas contrarias a las mías y a las de mis primeros apóstoles.
Que no hagan caso, que el tiempo se aproxima; que todos ésos que publican esas doctrinas están equivocados, que tengan humildad, que vengan a mí; que yo vine a la Tierra con mi Cruz para salvarlos a todos; que me hagan caso, que no quieren escuchar la perfecta observancia de la pobreza evangélica; que me escuchen. ¿Cómo avisarles para que nos hagan caso? Mira, hija mía, hay veces que el sufrimiento no sirve para nada; sé humilde, hija mía; sobre todo, te pido la humildad. Sé constante en la oración. Adiós, hija, adiós.
La Virgen:
Sí, hija mía, ya estoy aquí como tu Madre gloriosa, como la Madre de todos mis hijos. Escucha, hija mía, lo que te voy a decir:
Diles a todos que no piensen en otra cosa que en hacer oración; que recen el santo Rosario, que el Castigo está muy cerca, que caerá pronto, muy pronto, sobre toda la Humanidad; que no sean tan desdichados y tan desagradecidos; que hagan oración, que están en un gran peligro.
Diles a todos que sigo repitiendo que hagan oración y penitencia, que el mundo está al borde del precipicio, que soy su Madre y quiero que se salven todos; que yo he llorado muchas veces por todos ellos y sigo llorando, y pido sólo por la salvación de sus almas.
Diles, hija mía, que tengan confianza en Dios y que confiesen sus culpas, que se arrepientan, que se den prisa, que recen el santo Rosario todos los días, que pido mi Rosario en todos los lugares del mundo. El Rosario puede salvar al mundo, pues, de lo contrario, va a perecer la mayor parte de la Humanidad, de esta pobre Humanidad que está ciega y se deja cegar por el demonio, que está siempre acechándolos a todos. Que dejen el vicio, que me escuchen, que piensen más en hacer oración; que estáis al borde de los últimos tiempos; que el Padre Celestial los está esperando a todos, que el gran Castigo está muy próximo.
Diles a todos que he recorrido todo el mundo haciendo milagros y dando gracias por toda la Humanidad. Diles a todos, hija mía, que estoy sosteniendo la ira de Dios Padre, pero que no puede ser más; que recen el santo Rosario, que el santo Rosario es lo que más me agrada; mi Rosario, hija mía. Yo quiero que recen mi plegaria preferida. El Castigo es horrible, hija mía, y mi Hijo vendrá a castigar a todos los que no han querido atender a sus llamadas.
Diles que se arrepientan, hija mía, que mi Corazón sangra de dolor por todos ellos. ¡Qué pena, hija mía!, algunos morirán ese día sólo de la impresión. Satanás está al acecho de todas esas almas, hija mía; quiero que se salven todas.
Dad los mensajes de vuestra Madre misericordiosa por todo el mundo. Daos cuenta de que hay muchas almas que no nos conocen. Que se acerquen a la Eucaristía, que mi Hijo está muy solo, que no esperen hasta el último instante.
La Humanidad está amenazada, está en un gran peligro, hija mía; que me escuchen; estoy muy triste, me he aparecido en muchos sitios de la Tierra y no me escuchan; el Castigo se aproxima; la Segunda Venida de mi Hijo Jesús está cerca, hija mía; que estén preparados, que estén a la derecha del Padre, hija mía; que confiesen sus culpas, que se arrepientan, que mi Hijo está con los brazos abiertos esperándolos a todos. ¡Qué dolor más grande, hija mía! No quieren salvarse los humanos, son unos desagradecidos.
Hija mía, sé humilde; la humildad es la base principal de todo. Hija mía, ayuda a todos a salvar muchas almas.
Diles a todos los que están contigo que me agrada mucho lo que han empezado; que sean constantes en seguir esa obra tan importante que es el santo Rosario. Es lo que más me agrada, hija mía; lo que más poder tiene y fuerza para salvación del mundo: el santo Rosario. Que sean constantes, que yo les daré fuerzas a todos para poder extender el santo Rosario por cualquier parte del mundo. Que no se acobarden, que vayan de pueblo en pueblo. Tendrán muchos obstáculos, les pondrán en algunos sitios muchos inconvenientes; pero que sigan, que sigan con el santo Rosario, que es muy importante. Con el santo Rosario se puede salvar toda la Humanidad y evitar una gran guerra.
Qué alegría, hija mía, más grande ver que todavía tengo almas que van sembrando buena semilla y que luego recibirán el fruto en el Paraíso celestial. Diles, hija mía, que es muy importante ayudar a las almas; que sigan con esta misión, que les estaré muy agradecida. ¡Cuánto odia el demonio las plegarias de vuestra santa Madre! Daos cuenta de que para ser salvados hace falta rezar. Lo que más cuesta es rezar el santo Rosario. Lo que más os cuesta a vosotros y lo que más me agrada a mí. Sed constantes en la oración, hijos míos. Seguid extendiendo las plegarias de vuestra Madre.
Por lo menos, a ver si podemos salvar la tercera parte de la Humanidad; y seguid luchando, hijos míos, daos cuenta de que la Humanidad está en un gran peligro y que el Padre Celestial quiere mandar sobre los hombres su justicia, y esta vez castigará mucho más severamente que cuando castigó con el Diluvio. Los grandes perecerán, porque ante los ojos de los hombres son grandes, pero ante los ojos de Dios son miseria; son fariseos hipócritas que están engañando, arrastrando muchas almas al pecado; y de eso recibirán su justicia, su merecido. Dios los castigará muy severamente porque tienen un doble pecado.
¡Qué pena, hija mía, qué pena de Humanidad! Están vacíos, no piensan nada más que en divertirse. Date cuenta de que no se salvarán, hija mía, nada más que los verdaderos cristianos; los que crean en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo. Diles que se arrepientan, hija mía, que los estamos esperando a todos, hija mía. Seguid rezando el santo Rosario todos los días y diles que los que puedan que recen los quince misterios.
Adiós, hija mía, sé humilde.

Mensaje del día 22 de enero de 1982, viernes

Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay..., Dios mío, ay!
El Señor:
Sí, aquí me tienes, no temas. ¿Por qué temes, por qué tienes miedo? Si yo soy el que te lo manda. Yo te lo mando, pero te ayudo a llevar esa cruz. Date cuenta que es preciso; que los hombres no cambian, que cada día cometen más pecados; que se arrepientan, que el Castigo está muy próximo; que viven los últimos segundos de antes de la catástrofe; para mí son segundos; por eso vuestra Madre os manda los mensajes y no hacen caso.
El Castigo alcanzará y destruirá las dos terceras partes de la Humanidad. Pero a pesar de eso, de todos los avisos, no hacen caso; que se arrepientan, que hagan caso de los mensajes de su Madre. Que yo pongo a mi Madre por mensajera, mensajera para toda la Humanidad.
El mundo, hija mía, camina hacia el abismo por la maldad de los hombres, por sus pecados; cerca está el día del Juicio Final de las naciones y la sentencia del Padre. Yo quiero salvar a muchos. Si ellos quisieran salvar a los demás con sus oraciones, con sus buenos ejemplos..., pero no hacen caso.
A muchas almas como a ti, las revelo mi agonía, mi amor; también las revelo la profecía del desastre que el mundo traerá sobre sí; pero también las revelo el amor inmenso de mi Corazón; pero cierran los oídos, no quieren escuchar. Como a ti, a muchas almas he revelado todo esto, he dado mis mensajes para el mundo, para que les dé tiempo a arrepentirse; pero se hacen los sordos, porque Satanás se muestra bajo fingidas apariciones; apariencias para seducir a muchos; y a él sí le creen. Pero tú, hija mía, dilo, dilo a todo el mundo; afírmales que soy yo el que te habla; aunque no te crean, aunque te calumnien, aunque te llamen farsanta, aunque tengas que sufrir mucho. Diles que el tiempo se aproxima, que, como no se arrepientan, el Castigo será horrible. Díselo a todos, hija.
Hoy para ti este mensaje es muy corto. Te pido humildad; aunque te humillen, ofréceselo al Padre; aunque te calumnien, ofrécelo todo. Adiós, hija, adiós.

Mensaje del 5 de febrero de 1982, primer viernes de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, qué dolores! ¡Ay, qué dolores! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, ay, ay...! (Así, repetidamente, se queja de dolor).
El Señor:
Sí, hija mía, como siempre, son muy horribles estos dolores. Todo por la salvación de las almas, y las almas qué poco responden a estos dolores. Es preciso sufrir, sufrir para el bien de la Humanidad; aunque la Humanidad está vacía, hija mía. La Humanidad está llena de basura. Vas a seguir viendo otro cuadro de mi Pasión.
Luz Amparo:
Jesús está en la Cruz retorciéndose. Hay muchos soldados montados a caballo; uno de ellos lleva un papel, lo extiende y toca una trompeta, para que se callen y escuchen; la gente se calla y el hombre se lo lee. El papel dice: «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos». Y dice: «Este cartel será puesto sobre la Cruz del Nazareno».
Empiezan a gritar todos. ¡Qué gritos! Están diciendo: «Nosotros no tenemos más rey que el emperador de Roma. No pongas ese cartel». Todos gritan; están gritando. ¡Cuánto grita la gente! Y dicen: «Pilato, nosotros no queremos ese Rey. Ése no es Rey de los judíos; escribe esto: “Este hombre ha blasfemado diciendo que es Rey de los judíos”. Pon en ese cartel que Él ha dicho que es el Rey de los judíos». Pilato les está diciendo, muy enfadado: «Lo escrito, escrito está».
Hay muchos soldados con espadas. Hay dos hombres entre Jesús. Van a crucificarlos con Jesús; están atados. La gente mira a Jesús; le hacen burla, le hacen burla, le sacan la lengua, le escupen, se ríen de Él. Él los mira, no puede abrir los ojos; inclina la cabeza para abajo; se está muriendo. ¡Dios mío, se está muriendo! ¡Qué dolores siento más horribles! ¡Ay, qué dolores! Todo el cuerpo.
Otra vez el Señor ha levantado la cabeza. Le están insultando unos que llevan unas túnicas blancas y verdes hasta la rodilla; se ríen, se están riendo y le dicen: «Mira el milagroso; el que cura a los enfermos; el que destruye el Templo y lo construye en tres días. Bájate de la Cruz. Sálvate. Farsante». Le están diciendo hipócrita. Le miran otra vez. Se están riendo: «Mirad, vuestro Salvador y no se salva Él. Vaya un Rey de Israel. Sálvate, sálvate Tú y creeremos. Y si no, que te salve tu Padre, que es tan poderoso y tanto te quiere».
«¡Hipócrita, farsante!», le están diciendo. Los dos que han crucificado con Él le están insultando también y le están diciendo: «¿Por qué no te salvas y nos salvas a nosotros también? ¿No dicen que eres Cristo? Pues sálvate. No nos salvas porque eres un malhechor».
El Señor mira al cielo y dice: «Padre mío, Padre mío, no los condenes; perdónalos, no saben lo que están haciendo». Uno de los dos que están crucificados le dice al Señor: «Tú eres el verdadero Hijo de Dios, Jesús Nazareno. Acuérdate de mí cuando estés delante de tu Padre. Te pido perdón por todos mis pecados».
El Señor le dice..., le mira con la cara muy triste, no puede abrir los ojos. No entiendo lo que le dice; le está mirando. Le mira otra vez y le dice: «Tus pecados te son perdonados; hoy vendrás conmigo al Paraíso».
¡Ay, el Señor cómo está, Dios mío! ¡Ay, cómo está, ay! ¡Ay, cómo sufre, Dios mío! ¡Cómo se retuerce! ¡Ay, qué cara más morada tiene! ¡Ay, Dios mío!
El Señor:
Sí, hija mía, sufrimos mucho por la salvación de todas las almas; hay muchas almas ingratas, pero también hay almas buenas que se arrepienten de sus culpas, que piden perdón a su Padre misericordioso. Y que su Padre misericordioso los está esperando a todos para darles su herencia, que son las moradas celestiales. Ésa es la mejor herencia. Esa herencia es para toda la eternidad. Por eso te repito que vale la pena este sufrimiento. Date cuenta, hija mía, que no eres tú la que me has elegido; he sido yo el que te ha elegido; por eso el fruto que des tiene que ser bueno, si tú aceptas todos tus sufrimientos con humildad y con amor.
Aunque te persigan, aunque te calumnien, recíbelo con humildad. Tú piensa que tú no eres más que yo, y a mí me lo hicieron. Me persiguieron, me calumniaban, ¿qué no van a hacer contigo, hija mía? Todo eso lo harán contigo por causa de mi Nombre. Date cuenta de esto, de estas palabras, hija mía: «Dichosos a los que calumnien por mi causa, porque su recompensa será eterna en el Cielo».
Mira, hija mía, hay muchas almas que están consagradas que creen que esto es obra de Satanás. No lo creas, hija mía; Satanás destruye, no construye. Sigue pidiendo por los sacerdotes y por las almas consagradas. Muchos de ellos están sembrando su propia condenación.
Los sacerdotes que, por su vida de placeres, por su poco amor a Dios... —celebran los santos misterios para amarme—, me están crucificando diariamente por su falta de amor a los demás, por sus impurezas y por su impiedad. Dios va a castigar sin piedad a todos ellos, a todos éstos que no cumplen; porque ellos creen que están haciendo culto a Dios y lo que hacen es culto al diablo. También pide por mi amado hijo, el Vicario de mi santa Iglesia, está en un gran peligro; va a sufrir mucho. También te digo, hija mía, que va a haber grandes castigos sobre los humanos; habrá grandes terremotos.
Y aquellos falsos ministros de Cristo que no cumplan y que no cumplen con las doctrinas, que mezclan políticas y doctrinas falsas, no serán llamados hijos de Dios. Para mí mis verdaderos hijos son mis verdaderos imitadores de mi santa Iglesia, tienen que sentirse almas de Dios y tener las virtudes que me son más queridas. Esas virtudes son: la humildad y el amor a los demás.
Estoy dando avisos, pero esas almas que se creen predilectas de Dios no los admiten. Estos avisos son para los verdaderos imitadores de mi Iglesia Católica Apostólica. También llamo a todos los que han vivido en mi pobreza, en la humildad. Llamo a los que han sido humillados, calumniados por mi causa. A los que os calumnian y a los que os humillan, no tengáis miedo, estoy con vosotros, y estando con vosotros, ¿a quién podéis tener miedo?
Tenéis que ser fuertes y pensad que tenéis que presentaros con las manos llenas ante el Padre Celestial. Procurad, cuando ese día llegue, haber hecho buenas obras; que esas buenas obras están escritas. No tengas miedo, pues yo estoy con todas las almas de buena voluntad, y estando yo, nada temas.
Hay que pedir por esas almas destructoras, impregnadas del mal, destructoras de almas puras e inocentes. Vamos a pedir a su Divina Majestad por esas almas consagradas que se precipitan en el pecado; ¡pobres almas, qué pena me dan! Vamos a reparar tantas ofensas. Cógete tu cruz, carga con ella, y ofrece esos dolores por todas esas almas; están tan necesitadas... Sigue haciendo oración, hija mía; no te abandones. Pide consejo a tu padre espiritual. Rezad el santo Rosario. Sé humilde. Lleva esta cruz con humildad, con amor. Sigue pidiendo por todos; diles que sigan haciendo apostolado, que me agrada mucho.
Adiós, hija mía. Te echo mi santa bendición.
Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, qué angustia! ¡Ay, Dios mío!

Mensaje del día 11 de febrero de 1982, jueves

La Virgen:
Quiero, hija mía, que hagáis penitencia, que hagáis oración, que recéis por los que no rezan, que améis por los que no aman.
Hijos míos, rezad el santo Rosario. El Rosario tiene mucho poder. Quiero que pidáis por todos los obispos, cardenales, arzobispos; muchos de ellos son políticos de destrucción. Hija mía, date cuenta de que estoy pidiendo constantemente por la conversión de Rusia. Rusia está metida en mi Iglesia, en algunos de mis obispos, de mis cardenales, de mis arzobispos y en muchos de mis sacerdotes; están destruyendo las cosas de Dios, hija mía. No saben el castigo que se les avecina.
El Castigo está cerca; consistirá, hija mía, en que los astros chocarán sobre la Tierra; están a punto de destruir la mayor parte de la Humanidad.
El astro Eros hará iluminación sobre toda la Humanidad; será horrible, hija mía, parecerá que el mundo está en llamas, sólo será unos segundos; muchos de los humanos quisieran estar muertos en ese momento. Hasta los justos lo verán, pero no les afectará absolutamente en nada. También muchos humanos morirán de esa gran impresión; será como lluvia de fuego; temblará toda la Tierra, hija mía, será horrible.
Humildad os pido, sed humildes. Mira qué humilde fue mi Hijo hasta la Cruz. La humildad es el buen camino para llegar al Cielo. Siempre ha dicho mi Hijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón», y el que es manso y humilde alcanzará los bienes de Dios. Hijos míos, siempre tomad vuestra cruz con humildad. Pensad en el buen Jesús, cómo se calló por todos vosotros, y era inocente y puro. Pues vosotros, que sois polvo sucio y caído, pensad que con la ayuda de mi Hijo os enmendaréis y seguiréis su camino, hijos míos.

Mensaje del día 12 de febrero de 1982, viernes

El Señor:
Sí, hija mía, vamos a ofrecernos como víctimas al Padre Eterno por la salvación del mundo, por la salvación de esas almas que cada día se retiran de mí, me desprecian, me blasfeman; me están recibiendo sacrílegamente, no tienen compasión de mí. Os manifiesto a todos la amargura que siente mi Corazón, cuando veo que esas almas cada día sienten menos comprensión para mí.
Fue una alegría, desde mi Última Cena, hacerme compañero de los hombres hasta el fin del mundo y darles alimento de vino con mi Cuerpo. ¡Qué triste me encuentro algunas veces, cautivo por ellos, cuando veo que me abandonan en el sagrario y cuando veo que no creen en mi presencia real! ¡En cuántos corazones manchados tengo que entrar y cómo veo mi Cuerpo y mi Sangre profanados! ¡Cómo veo todos los días los sacrilegios, ultrajes y tremendas abominaciones que hacen contra mí!
Estoy de día y de noche en el sagrario por todos ellos, y ¡cómo rechazan mis llamamientos desde esta morada fría y triste en la que me encuentro! Por el amor de las almas estoy prisionero en la Eucaristía; pero ¡qué desagradecidos son muchos! ¡Cuántas veces pido consuelo a muchos corazones para que vengan a consolarme y me rechazan! Me encuentro allí presente como el mejor de los padres, como el amigo más fiel, con un amor inmenso que siento por esas almas, pero no soy comprendido, hija mía. ¡Pobres pecadores!; no son merecedores de estos sacrificios tuyos, míos y de los de muchas almas escogidas para su salvación.
Tú, hija mía, no te alejes de mí; te espero día y noche, dame consuelo, abandónate en mí y diles a todos que me hagan una visita, que los espero y quiero salvarlos a todos con la Sangre de mis llagas. Que vengan a mí, que soy su Padre y los quiero a todos con todo mi Corazón; que visiten al «Prisionero»; que si su alma está enferma, que vengan a mí, que yo los sanaré. Que si su cuerpo está enfermo, que vengan a mí, que yo los fortaleceré; que se den cuenta de que yo les puedo hacer recobrar la fuerza del cuerpo y la salud del alma; que den amor, limosna de amor a este pobre mendigo que los está esperando de día y de noche; que mi Corazón está triste por todos; que no me hagan sufrir más, que lo que quiero es que se salven. ¡Desgraciados los habitantes de la Tierra, cómo buscan su propia condenación!
Vamos a ofrecernos los dos al Padre Eterno por esas almas que están publicando las doctrinas de Jehová, su rey; las están publicando falsamente. Estoy muy apenado por esas falsas doctrinas que publican; mi verdadera doctrina es la católica; que amen a mi Madre y me amen a mí. Yo no admito que desprecien a mi Madre, esa Reina que sufre por todos, porque todos son sus hijos, por los cuales pide diariamente al Padre Eterno y derrama sus lágrimas por la salvación de sus almas.
No les sirve para nada ese amor falso que tienen hacia mí, porque el que no quiere a mi Madre no me quiere a mí, pues yo les dije agonizando al pie de la Cruz: «He ahí vuestra Madre». También le dije: «Madre mía, da amor a todos tus hijos». Pero, ¡qué poco corresponden a mis palabras! Mi Madre está ultrajada y despreciada por todos ellos; están buscando ellos mismos su propia condenación. ¡Qué pena me dan, hija mía! Vamos a ofrecer la escena de la Pasión por la salvación de esas almas ingratas y desagradecidas…
Luz Amparo:
Jesús se retuerce en la Cruz, ¡cómo está! Está todo ensangrentado, le han quitado la ropa a tirones; están repartiéndosela. Hay cuatro hombres. La túnica la quieren los cuatro, se están peleando por ella. Coge uno una moneda y les dice: «A ver si adivináis qué cara sale». Lo adivina uno; es el más gordo; le ha tocado la túnica; se ha quedado con ella. Los otros quieren también la túnica, pero uno, riéndose, le dice: «Quédate con ella, vístete de rey». Se la pone y los otros tres empiezan a reír. «Mira —dice uno—, si se parece al Nazareno. ¿También haces milagros?». Y se ríen los cuatro.
¡Ay, cómo está Jesús, Dios mío!, se está muriendo. ¡Ay, ay, Dios mío, ay, qué dolores tan grandes siento! ¡Ay, qué dolores, Madre mía! ¡Qué negro tiene el cuerpo el Señor! ¡Qué dolores siento tan horribles! ¡Ay, ay, ay, qué dolor! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, cómo abrasa el Sol, qué dolor tan horrible!... Se está nublando el Sol, ¡ay!, parece que va a llover. ¡Qué oscuro se está poniendo, qué truenos! ¡Ay! No se ve, hay mucha niebla, ¡ay! La gente corre, ¡cómo corre la gente! Hay muchos truenos; el Señor se está quedando solo, nadie le hace caso. ¡Oh, Dios mío! El Señor dice: «Todos me abandonan». La Virgen se agarra a la Cruz, está llorando amargamente. ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, está llorando!
El Señor la mira; hay otras dos mujeres con Ella; se abrazan a la Cruz. También hay un hombre con el pelo muy largo. No sé quién es. Coge a la Virgen por los hombros y la abraza. Dicen que es Juan, ¡ay! El Señor dice a la Virgen: «Mujer, he ahí a tus hijos». Y luego dice: «Hijos, ahí está vuestra Madre, cuidadla».
El Señor se está muriendo. Ahora sí que se está muriendo. ¡Qué dolor! Siento mucha sed. Él también tiene mucha sed; por eso dice: «Tengo sed». Mojan un trapo en la vara del látigo en un vaso que tiene un líquido como vino; lo mojan y se lo ponen en la boca. ¡Ay, qué malo está! ¡Ay, qué malo! Pero, ¿cómo le dan eso? Pero ¡qué malos son!, ¿cómo le dan eso? El gordo ese, ¡qué malo es! No darle ni un poquito de agua... ¡Ay, Dios mío! ¡Oh, pobrecito, qué mal está! ¡Ay, Dios mío, qué pena! El Señor abre la boca, tiene mucha fatiga, se está muriendo. ¡Ay, qué fatiga! ¡Ay, qué fatiga! ¡Ay, qué fatiga! El Señor dice: «Todo está consumado. Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has abandonado? En tus manos encomiendo mi espíritu».
El Señor:
Sí, hija mía, todos me abandonaron, todos, hasta mis discípulos me dejaron solo en ese momento. Yo gritaba, pero, a pesar de mis gritos, nadie me oía en esos momentos tan terribles. Se ríen de mí, se burlan, me llaman farsante, no tienen compasión de mí; mis huesos están descoyuntados; mi corazón se derrite en mis entrañas por el fuego del Sol; mi garganta está seca; la lengua se me pega al paladar; la muerte me llega, pero nadie siente compasión; me taladraron los pies y las manos; me miran con burlas, se mofan de mi dolor. ¡Hasta dónde llega la ingratitud de los hombres! No tienen compasión, son crueles, me ven en la agonía y se siguen burlando.
Todo esto por la ingratitud de los hombres, por mis almas consagradas. Quiero cumplas todos los días este sufrimiento. Hay que seguir pidiendo por todas ellas. ¡Pobres almas! Tú, hija mía, da gloria a Dios, ofrece tus sufrimientos; piensa, hija mía, que el dolor es el don de la salvación. Ayúdame, hija mía, dame pruebas de amor con tu dolor, con tu sufrimiento, con tu humildad, por esas almas. Piensa que al hombre, ¿de qué le vale tener el mundo entero si pierde su alma? Seguid rezando el santo Rosario; que sigan haciendo apostolado, que están ayudando a muchas almas; que recen el Rosario, que es lo que más le agrada a mi Madre. No le quitéis su plegaria favorita, es lo que más le agrada.
Tú, hija mía, date cuenta de que eres un instrumento miserable, que me he valido de ti para que, por tus medios, ayudes a salvar a los demás. Ahora haz un acto de humildad; besa el suelo y sé humilde; no te abandones en la oración…
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.

Mensaje del día 26 de febrero de 1982, viernes

El Señor:
Sé que sufres, hija mía, pero, por medio de tus dolores y los dolores de otras almas, están volviendo a mi rebaño muchas ovejas perdidas. ¡Es tanto el amor que siento por todas las almas que están en pecado, me dan tanta pena, que las busco y corro detrás de ellas para que me encuentren y perdonarlas!; pero no quieren ver, no quieren apartarse del pecado, buscan los placeres de la vida. ¡Pobres almas, qué pena me dan!
También hay muchas almas que siguen a medias, se comprometen a ayudarme a llevar la Cruz; se comprometen, pero cuando pesa un poco la tiran, la pisan y gritan: «¡Quiero ser libre, fuera la cruz, quiero gozar!». Estas almas son mis almas consagradas; por gozar un segundo, se condenan por una eternidad.
Tú, hija mía, no te descuides en tus oraciones; abandónate en nuestros Corazones, en el de mi Madre purísima y en el mío. Piensa que el mundo pasa; pero la Gloria es eterna. Sufre, déjate humillar, déjate calumniar, ofrécelo por la salvación de esas pobres almas que pierden el tiempo de esa manera; ¡están tan necesitadas de oración! Sé fuerte, hija mía, no tengas miedo de nada; sé que has sido una miserable pecadora, pero yo te he escogido a ti, no has sido tú a mí. Por eso yo te ayudaré. Piensa que siempre busco a los pecadores, son los que necesitan ayuda. Sé humilde, hija mía, y ora mucho para no caer en la tentación.
Adiós, te bendigo en el nombre del Padre Eterno, del Hijo y del Espíritu Santo.
La Virgen:
Hija mía, te repito, como he repetido a otras almas muchas veces: sé humilde y sigue el camino que mi Hijo te ha marcado. Todos los que siguen el camino hacia la luz tienen que cargar con la cruz y seguir el camino del sufrimiento. Pero los humanos no piensan nada más que en divertirse y en cometer pecados. Diles a todos que, como no cambien y pidan perdón de sus pecados y se arrepientan, el Castigo está muy cerca; que el toque de las trompetas va a sonar muy pronto y, en ese momento, la Tierra temblará y el Sol girará sobre sí con grandes explosiones, y la Luna se oscurecerá, y en todo el planeta Tierra se verán muchos fenómenos. Un astro iluminará la Tierra; parecerá que está envuelta en llamas, durará veinte minutos; el pánico cundirá por todas partes. Todos los que crean en Dios y la santísima Virgen quedarán como en éxtasis durante esos veinte minutos. Esto está muy próximo, hija mía.
Di a todos aquéllos que están publicando doctrinas falsas que no entrarán en el Reino de Dios; que se arrepientan y dejen de publicar esas doctrinas; que se sometan a la ley de los Evangelios de mi Hijo, que es la que ha dado la Iglesia Santa, Católica y Apostólica. Porque fuera de la Iglesia de Cristo no hay salvación.
Adiós, hija mía, sé humilde, pide consejo a tu padre espiritual; di que sigan haciendo apostolado, que estoy muy contenta con esa gran obra que están haciendo con mi plegaria favorita: mi santo Rosario; me agrada tanto…
Adiós, te doy mi santa bendición.

Mensaje del día 5 de marzo de 1982, primer viernes de mes

Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolor!
El Señor:
Sí, hija, muchas almas como tú sufren para dar fuerzas a otras almas, para evitar que caigan en el pecado. Sigue ofreciendo tus dolores por esas dos almas que están cambiando.
Hija mía, sigue pidiendo por ellas. Por las almas, mis almas escogidas, mis almas consagradas; las quiero tanto, que ardo en deseos de unirme con ellas. Cuanto más ardo en deseos por ellas más me desprecian. Deseo que me reciban en la Comunión todos los días con humildad, con amor; me ofrezco como un viajero devorado por la sed, al que se le ofrece una gota de agua y, después de haberla recibido en sus labios, queda mucho más sediento que antes. Así, hija mía, suspiro yo constantemente por esas almas que me desprecian. Así sufro yo por todas mis almas. ¡Qué pena me dan! ¡Sufro tanto por ellas!... Tú, hija mía, no dejes de recibirme; te estoy esperando; no me abandones. Haz oración, llégate a la Eucaristía, que yo te daré fuerzas para sufrir y para seguir adelante.
Sé humilde, no te abandones. Pide consejo a tu padre espiritual. Haz penitencia por los pobres pecadores. Adiós, hija mía.Sé humilde, no te abandones. Pide consejo a tu padre espiritual. Haz penitencia por los pobres pecadores. Adiós, hija mía.
La Virgen:
Sí, hija mía, soy tu Madre, la Virgen de los Dolores, hija mía. Me he aparecido en varios lugares del mundo, pero no hacen caso de mis apariciones. La Humanidad corre un gran peligro. No se corrigen de sus pecados. No vuelven sus ojos a Dios. Rezad el Rosario diariamente, hija mía, para la conversión de los pecadores, por la paz del mundo, porque si no se arrepienten, el Padre Eterno va a descargar su ira sobre toda la Humanidad. ¡Qué ingratos son! Profanan el Cuerpo de mi Hijo; desprecian la Sangre redentora de Cristo. Viven en pecado mortal sin miedo; no hacen caso de mis avisos; ¡pobres almas, qué pena me dan! Diles a todos que quiero que recen el santo Rosario con mucha devoción; que hagan oración por todos los pecadores; que deseo una capilla en mi lugar preferido; que me hagan caso; que si hacen lo que yo pido, habrá curaciones.
También diles a todos que me agrada mucho que vayan de pueblo en pueblo rezando el santo Rosario. El santo Rosario es lo que más poder tiene. Con el santo Rosario, hija mía, se puede salvar toda la Humanidad. Yo prometo a todo el que rece el santo Rosario diariamente y comulgue los primeros sábados de mes, asistirle en la hora de su muerte.
Rezad el Rosario; con el Rosario practicaréis los santos mandamientos, aprovecharéis la frecuencia de los sacramentos, procuraréis cumplir con perfección vuestros deberes de cristianos, lo que Dios quiere de cada uno de vosotros. Hacedlo, hija mía, con mucha devoción. Por cada Rosario que rezáis se salvan muchas almas.
Aplicadlo por la conversión de los pecadores; es de lo que más necesidad tenemos. Esas pobres almas que se arrepientan, que pidan perdón de sus pecados. También decid en el apostolado, hijos míos, que se acerquen a la Eucaristía; que mi Hijo está triste y solo, esperándolos a todos.
Os estoy muy agradecida. Os doy a todos mi santa bendición.
Sed humildes, hijos míos, llevad vuestro ejemplo por todas las partes del mundo. Sed buenos apóstoles, ejemplos del amor y de la humildad. Y tú, hija mía, sé fuerte, sigue ofreciendo todos tus dolores por la salvación del mundo; está en un gran peligro. Sé humilde; no te abandones.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.

Mensaje del día 12 de marzo de 1982, viernes

Prado Nuevo (El Escorial)

Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, qué dolor!
El Señor:
No temas, hija mía, aquí estoy, no temas nada; piensa en la divina voluntad de Dios. También te digo lo que he dicho a otras almas: tengo sed, sed de almas que ofrezcan a mi Corazón un consuelo proporcionado al dolor que me causan tantos pecadores. Tengo mucha necesidad de víctimas, pero de víctimas fuertes, para calmar la ira justa y divina del Padre Eterno. Necesito almas, cuyos padecimientos, tribulaciones, incomodidades de la vida suplan la malicia y la ira y la ingratitud de los hombres.
Sufre, hija mía; ofrécelo por la salvación de los pobres pecadores. Piensa que, para llegar al Cielo, se llega por el camino del dolor. También diles a todos que dejen de pecar; que estos días tan señalados para mí, que se mortifiquen, que hagan oración, que me hagan una visita, que les estoy esperando; que estoy muy triste. Que estos días se aparten de las diversiones, que confiesen sus pecados, que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios, que vivan la doctrina que Cristo enseñó. Que no escuchen doctrinas falsas, que crean en mí, que soy el Buen Pastor, y yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí; por eso di mi vida para salvar a mi rebaño, aunque hay muchas ovejas que están fuera de mi rebaño.
Ésos que no quieren escuchar la palabra de mi santa y pura Madre, que la desprecian, no pueden entrar dentro de mi rebaño. Todos ésos son los que publican esas doctrinas falsas, ¡ésas no son mis ovejas! Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco a ellas y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y ellas no perecerán nunca jamás. Las guarda mi Padre, y estando con mi Padre están conmigo. Porque yo y el Padre somos uno. Tú, hija mía, sigue acercándote; acerca ovejas a mi rebaño. Se están salvando muchas almas. Sé humilde, y no dejes de recibirme. Recíbeme todos los días. Yo te daré fuerzas para perseverar y salvarte. Seguid rezando el santo Rosario. También te pido, hija mía, que seas humilde.
Adiós, te doy mi santa bendición.
También diles a todos que sigan haciendo apostolado. A mí me agradó tanto ir de pueblo en pueblo sin tener miedo al frío, a la lluvia... Pasamos mucha hambre. En muchos pueblos tendréis muchas dificultades. También las tuvimos nosotros. Seguid adelante. Donde os cierren las puertas, no volváis la vista atrás. Sed humildes; no os rebeléis contra nada. Dad ejemplo de vuestra humildad, hijos míos. También tenéis que ser astutos.
Adiós, hijos míos, os doy mi santa bendición.

Mensaje del día 19 de marzo de 1982, viernes

Festividad: San José, Esposo de la Virgen María

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, mi mensaje va a ser muy corto, como anteriormente te he dicho. Te repito que comuniques a los humanos que hagan penitencia en reparación de todos sus pecados. Penitencia, penitencia es lo que pido. Comunícales que el Día del Creador está próximo; que procuren estar a la derecha de mis escogidos para llevarlos a la Tierra Prometida. Mira, hija mía, ¿ves esos puntos luminosos qué pequeños son?, parecen una luz de una bombilla; pues son astros sobre los que hay una vida eterna. Ésa es la Tierra Prometida. Nunca el hombre podrá descubrir la grandeza de este tesoro rodeado de tanto misterio. Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
Al hacer su aparición la santísima Virgen de los Dolores, viene acompañada del arcángel san Miguel, en medio de un resplandor de varios colores, que fue percibido por algunos de los allí presentes. El Arcángel comunicó el siguiente mensaje
Arcángel San Miguel:
Soy el arcángel san Miguel. Si los hombres no cambian y dejan de ofender a Dios, habrá manifestaciones que causarán terror a los habitantes de la Tierra; se oirán grandes sonidos en el aire; habrá toda clase de temblores; las casas volarán por los aires; muchos cuerpos volarán y la piel se desprenderá de su cuerpo. Todos los ojos lo verán y aún muchos no lo creerán. Así de endurecidos están los corazones de los humanos. Haced penitencia y haced oración. Acercaos a la Eucaristía; confesad vuestras culpas. Pedid al Padre Eterno.
Apresuraos a escuchar mis palabras, que el tiempo se aproxima.
Pedid por los que no rezan y haced penitencia por los que no la hacen.

Mensaje del día 25 de marzo de 1982, jueves

Festividad: La Anunciación del Señor

San Lorenzo de El Escorial

La Virgen:
Hija mía, los humanos no dejan de ofender a Dios. Pedid al Padre Eterno que detenga su ira. El mundo está lleno de pecados y la divina ira está muy próxima a caer sobre toda la Humanidad; pedid que se detenga. Habrá grandes sequías, terremotos, huracanes y erupciones sobre todos los habitantes de la Tierra. Pedid, hijos míos. Haced penitencia por los que no la hacen, pedid al Padre Eterno que detenga su brazo, que tenga misericordia de todos los humanos.
Los hombres no dejan de cometer pecados de impureza, de profanar el Cuerpo de Cristo. Haced penitencia. Rezad el santo Rosario. No tienen compasión de mi Divino Hijo. Su Corazón sangra por todos los pecadores; tened piedad de Él, hijos míos. Pedid misericordia para todos los pecadores. No quiero que os condenéis... (Aquí, durante algunos minutos, habla un idioma extraño).
Este idioma, hijos míos, no lo entenderá nadie; es celestial. Mis avisos corren mucha prisa, hijos míos, cumplid con mis mensajes, confesad vuestras culpas; estad preparados para el día del Juicio de las naciones. Mi Corazón Inmaculado está dolorido de tantas ofensas hechas a mi Hijo. Haced penitencia. Sed humildes. Las moradas están preparadas. Es vuestra herencia y la conseguiréis con oración y sacrificio. Quitad un poco de agonía a mi Hijo con vuestra oración y penitencia.
¡Qué ingratos sois los humanos! No correspondéis al dolor del Corazón de vuestra Madre Inmaculada. Di a todos que se arrepientan; que pidan perdón; que procuren estar en gracia de Dios el día del gran Castigo; será horrible; se oirán sonidos tan terribles que parecerá el fin del mundo, pero los corazones de los humanos seguirán endurecidos; no querrán ver ni oír. ¡Qué ingratos sois! ¡Qué pena me dais!
Adiós, hija mía. La humildad es una base muy principal para llegar al Cielo.

Mensaje del día 26 de marzo de 1982, viernes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Sí, hija mía, aquí estoy, vengo a compartir contigo estos dolores; sufriremos los dos, aunque los humanos creen que yo no sufro. Yo sigo sufriendo, hija mía, sigo sufriendo porque el mundo sigue, y para mí no hay pasado ni futuro, para mí todo es presente; sigo sufriendo por toda la Humanidad, no quiero que se condenen; doy avisos para que preparen su alma, pero los rechazan; rechazan los avisos celestiales; los avisos están a punto de acabar y ellos tendrán que valerse por sí solos.
Di que hagan penitencia y oración, que confiesen sus culpas y que amen a su prójimo; que el juicio está pronto, que hagan caso. Tú, hija, sigue haciendo penitencia, ofrécete al Padre Eterno, sé humilde.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
La Virgen:
Hija mía, sufre por la conversión de los pobres pecadores. Diles a todos que pidan al Padre Eterno para que detenga su ira. Que detenga los astros con su ejército de ángeles. Decid a menudo: «Padre Eterno, por tu inmenso poder, ten misericordia de todos los habitantes de la Tierra».
Hija mía, el Padre Eterno está muy enfadado porque los hombres no cambian. No se preocupan de nada más que de pedir por su cuerpo. Pero, ¡qué poco piden por la curación de su alma! Que pidan por su alma, que no se preocupen tanto de su cuerpo, pues su cuerpo no les va a valer para estiércol. Que hagan oración y penitencia; que el Padre Eterno está muy necesitado de que le pidan en oración por todos.
También da el mensaje de esas almas consagradas que te hicieron esta pregunta. Nos gustaría que las almas consagradas sean más esforzadas en la voluntad, más leales en las pruebas, más entregadas en la oración, y más pobres y mortificadas. Da este mensaje, hija mía, comunícaselo a tu padre espiritual. Quiero que se lo comunique a ellos. Pero dales el mensaje que te he dado, hija mía.
Sigue rezando por los pobres pecadores. Sé humilde. Pide por tu padre espiritual. Ofrece tus dolores por él, pues va a tener muchas contrariedades. Pero que sea fuerte; que no se deje engañar por nadie; porque, si Dios está con vosotros, ¿quién va a ir en contra de vosotros?
No tengáis miedo, hijos míos, de nada. Seguid luchando. Seguid haciendo apostolado, hijos míos; ¡estoy tan contenta con esa obra!..., ¡me agrada tanto!... Dad ejemplo con vuestra humildad, con vuestra humildad y con vuestra caridad.
Adiós, hijos míos; os doy la santa bendición. Y tú, hija mía, abandónate en mi Hijo, que Él te ayudará y te dará fuerzas. Sé humilde.
Adiós, adiós.

Mensaje del día 31 de marzo de 1982, miércoles

Madrid

Mientras estaba en un comercio de Madrid, Luz Amparo entra en éxtasis. Comienza a sangrar por frente y manos, con intensos dolores y lamentos. A continuación, habla en idioma extraño durante unos minutos; luego recibe el siguiente mensaje
El Señor:
Di a todos que no ofendan más a Dios, que le están ofendiendo con sus impurezas. Mira qué coro tan inmenso de ángeles; están todos preparados para la batalla final. Pide oración; que hagan penitencia.
Entre las nubes, habrá una gran batalla; todos los ángeles intentarán destruir al enemigo. Haced oración, hijos míos, penitencia por los pecadores. Oración y penitencia, hijos míos, por los sacerdotes y religiosos.
Por los pecados de impureza que se cometen diariamente. En muchos sagrarios se está profanando mi Cuerpo; pedid y haced oración para que no se cometan profanaciones. Tú, hija mía, sé humilde y constante en la oración; di a todos que no ofendan más a Dios, que está muy ofendido por toda la Humanidad tan desagradecida; que pidan perdón al Padre Eterno, que el Padre Eterno está esperando con las puertas de las moradas celestiales abiertas.
Oración, oración y penitencia, hijos míos.
Adiós, hija mía, adiós; te pido humildad.

Mensaje del día 2 de abril de 1982, primer viernes de mes

El Señor:
Sí, hija mía, di a toda la Humanidad que la misericordia del Padre Eterno se está acabando y su ira está a punto de caer sobre la Tierra, que enmienden sus vidas, que vistan con pudor sus cuerpos; que no cometan tantos pecados de impureza; que dejen de ofender a Dios, que han de confesar sus culpas antes de recibir mi Cuerpo, que dejen de cometer sacrilegios. Me agradaría que me recibieran de rodillas y con amor; que, a ser posible, no toquen mi Cuerpo manos que no estén consagradas. Dichosos todos los que cumplan esto, hija, porque a medida del amor que recibo así recibirán su premio.
Sé humilde, hija mía, déjate calumniar, déjate humillar; sólo los humildes me agradan. Sigue rezando el santo Rosario, que agrada tanto a mi Madre; consoladla con su plegaria; y vosotros, hijos míos, id por todo el mundo rezando el santo Rosario y propagando la ley de los santos mandamientos de Dios.
También fomentad humildad con vuestro ejemplo. Seguiréis teniendo muchas dificultades, pero seguid adelante; se puede ayudar a muchas almas, pues, todo el que cumpla con todas mis palabras, tendrá su recompensa en el Cielo.
Adiós, hija mía, adiós.

Mensaje del día 9 de abril de 1982, viernes

Luz Amparo entra en éxtasis y ve al Señor sufrir la Pasión
El Señor:
Sí, hija mía, este tormento lo acepté por amor a toda la Humanidad; por amor a los humanos, acepté las burlas, las bofetadas, los salivazos, las calumnias; estos sufrimientos los recibe mi cuerpo diariamente por la perversidad de los hombres. Por eso los formadores, con apariencia de santos, que hacen y deshacen sin cesar, están diariamente arrastrando multitud de almas al abismo. Esos malos pastores que rehúsan entrar en mi rebaño, que son veletas y cambian mi doctrina como el viento. Todos éstos no entrarán en mi Reino. El que quiera entrar en mi Reino tiene que coger mi Cruz y seguirme. El camino para llegar a mí es la luz, la oración y el sufrimiento.
Haz penitencia, hija mía, sé fuerte, vas a sufrir mucho; piensa en mi sufrimiento por todas esas almas tan ingratas, piensa en mis palabras: «Dichosos los que sufren por mi causa, porque ellos serán premiados». Hija mía, sé fuerte y sé humilde; abandónate en mí, que yo te ayudaré.
Adiós, hija mía, adiós; te doy mi santa bendición.

Mensaje del día 16 de abril de 1982, viernes

Luz Amparo:
¡Qué cosa más bonita, Dios mío! ¡Ay, qué ángeles! ¡Ay, qué luz, Dios mío! ¡Ay, qué cosa más bonita, Dios mío! ¡Ay, qué ángeles...! ¿Cuál es éste? Si se parecen los dos. ¿Cuál es, Dios mío? Si son iguales. ¡Ay, Dios mío! ¡Qué resplandores, Dios mío! ¡Ay, qué bonito, Señor...! ¿Qué quieres, Dios mío? Hoy no me ha pasado esto. ¿Qué quieres, Dios mío...? ¿Quién me va dar el mensaje? ¿El arcángel san Miguel?
El Señor:
Sí, hija mía, te daré el aviso por el arcángel san Miguel.
Arcángel San Miguel:
Recibe este mensaje. Éste es el último mensaje que daré a los humanos. Pero di a todos que todos esos mensajes que he dado serán cumplidos desde el primero hasta el último, y que la ira de Dios Padre se derramará sobre la Humanidad, sobre los hipócritas, los farsantes de mi Iglesia, los impuros. Tú, hija mía, cumple con todo lo que yo te he explicado; publica todo lo que has visto, todo lo que te he enseñado, y di a todos que enmienden sus vidas, que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios. Me manifestaré muchas veces a ti; pero no te daré más mensajes para la Humanidad; sólo te digo que todo lo que te he manifestado será cumplido.
Que hagan oración, penitencia y amen al prójimo. Te sigo repitiendo, hija mía, que fuera de mi Iglesia, de la Iglesia de Cristo, no hay salvación. Todo lo dejé escrito en la ley de mis Evangelios. Hija mía, no tengas miedo y sigue repitiéndolo, que sin Cristo no hay salvación. Di a todos mis apóstoles, hija mía, que sigan haciendo esa obra tan bonita, me agrada mucho. Tendrán muchos impedimentos, hija mía, por los mismos que se llaman hijos de Dios. Tendrán persecución, pero que sigan adelante, como a mis discípulos también los persiguieron; pero vale la pena hacer apostolado y recibir la recompensa eterna.
Y tú, hija mía, sé humilde, la humildad es lo que más me gusta. Sé humilde y ofrece todo por la salvación de mi Iglesia, hija mía.
Adiós; os doy a todos mi santa bendición. Sed humildes, hijos míos, sed humildes.

Mensaje del día 29 de mayo de 1982, sábado

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, rezad todos los días el santo Rosario. También os pido que en este lugar se haga una capilla en honor a mi nombre. Haced penitencia. Haced mucha oración, hijos míos. Rezad por todos los pecadores. Pedid que se haga en este lugar una capilla en honor de mi nombre.
Rezad por los que no rezan. Haced oración por los pecadores. Hijos míos, haced caso de mis mensajes. Pedid al Padre Eterno por la conversión de Rusia, hijos míos. Pedid por los sacerdotes, hijos míos. La Iglesia está en un gran peligro.
Adiós, hijos míos, haced caso de mis mensajes. Os bendigo a todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Mensaje del día 12 de agosto de 1982, jueves

San Lorenzo de El Escorial

Estando Luz Amparo en su trabajo, queda estigmatizada. Las primeras palabras del mensaje no se alcanzaron a transcribir.
La Virgen:
...Están formando planes diabólicos contra ti, porque intentarán destruir todo esto. Haz penitencia por mis almas consagradas; que muchos conventos están muy relajados porque han aflojado en la oración y en la penitencia.
Satanás es el enemigo que está rodeando todo esto. Se está metiendo en la Iglesia Santa de Cristo. La están destruyendo ellos mismos. No hables con nadie, hija mía, a no ser con el Cardenal o el Obispo. No te dejes sorprender por los lobos con piel de oveja, que están tratando…
¿Qué ha sido de mi Iglesia? La Iglesia de mi Hijo se destruye poco a poco. No tienen humildad; pide oración y sacrificio; hazlo tú por todos ellos, por la perversidad de la Humanidad, por todos mis hijos.
Haced penitencia y oración; haced sacrificios. Tú, hija mía, no te abandones, extiende mis mensajes por todo el mundo; no hacen caso, les espera un castigo muy grande. Haced oración al Padre Eterno. Oración y penitencia.
Besa el suelo, hija mía…
Ésas, mis almas consagradas, hay que salvarlas; a mi Hijo lo ponen en cruz esos falsos pastores. Besa el suelo otra vez... Levántate de este acto de penitencia. Arrodíllate. Ofrécete como víctima al Padre Eterno, que Él haga lo que quiera de ti. Ofrécete como un juguete en sus manos. Sé humilde.
Yo también sufro. Mira mi Corazón cómo está por esas almas consagradas. ¡Qué falsos profetas! El Anticristo está en mi Iglesia; está entre todos ellos. No se ha dado a conocer.
Que salgan mis mensajes por el mundo para redimir a todos.
Tu director: que no se acobarde, aunque sea un mártir como tantos otros que ha habido en la Tierra. Pensad en el alma, que el cuerpo no vale nada. Hija mía, besa mi mano. Te doy la bendición en el nombre del Padre Eterno, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
La cruz es lo más importante para llegar al Cielo. Llevadla sobre los hombros. Mi Corazón está dolorido. Mi Corazón reinará, hija mía, en todo el mundo; será la salvación de la Humanidad, hija mía; está transido de dolor por la agonía y Pasión de Cristo. Meditad en la Pasión, hijos míos, que está olvidada. ¡Cuántas almas se salvarían si la meditaran! Pero, ¡qué ingratitud hay en el mundo de los humanos! Vas a sufrir mucho, hija mía. ¡Pobre Vicario!, cuánto tiene que sufrir por algunos de los que le rodean. ¡Qué ingratos son! Son fariseos hipócritas, destructores de la doctrina de mi Hijo; no saben lo que les espera. Será horrible el Castigo.
Tú, hija mía, dedícate el viernes entero a la Pasión. La tienen olvidada. No se acuerdan de sus tormentos. Haced oración y penitencia y alcanzaréis el Reino de Dios.
Humildad, humildad es lo que pido. Vuelve a besar el suelo…
Hoy no me puedes quitar ninguna espina, están muy clavadas por los pecados de mis almas consagradas. No intentes tocarlas, hija mía. No, hija mía. Tu dolor vale para ayudar a salvar la Humanidad.
Adiós, hija mía. Adiós.

Mensaje del día 15 de agosto de 1982, domingo

Festividad: La Asunción de la Virgen María

Prado Nuevo (El Escorial)

Este mensaje se recibió una vez pasada la medianoche del día 14 de agosto, mientras se rezaba en la vigilia de la Asunción de María; por tanto, ya iniciado el día 15.
La Virgen:
Hija mía, hija mía, hija mía, si la Humanidad no cambia, hija mía, me veré obligada a aceptar... Sí, hija mía. Hijos míos, hijos míos, si no cambia la Humanidad, me veré obligada, hija mía, a mandar un gran castigo. Penitencia, hijos míos, penitencia; penitencia y oración.
Hijos míos, hijos míos, haced visitas al Santísimo, que mi Hijo está muy triste y solo; no quiero que os condenéis; quiero que todo el mundo se salve. Oración, hijos míos, oración y penitencia es lo que pido. Si la Humanidad no cambia, hijos míos, me veré obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo, hijos míos.
El Padre Eterno, hijos míos, está muy enfadado. Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo, por mis almas consagradas... No quiero que se condenen, hija mía. La Iglesia está en un gran peligro; haced penitencia y oración, hijos míos. El mundo está en un gran peligro. No me hacen caso, hija mía. ¡Qué ingratos son todos mis hijos! El Castigo será horrible, hijos míos; se oirán grandes sonidos en el aire que causarán terror a toda la Humanidad. Habrá grandes terremotos, hija mía; desaparecerán grandes naciones. Quiero que se salve, por lo menos, la tercera parte de la Humanidad. Haced penitencia y haced oración, hijos míos.
Pedid al Padre Eterno que detenga su ira, hijos míos, que la ira del Padre Eterno está muy próxima.
Os bendigo, hijos míos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Mensaje del día 19 de agosto de 1982, jueves

Alicante

Luz Amparo comienza a padecer fuertes dolores y a sufrir la Pasión del Señor.
La Virgen:
Repite, hija mía: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús». Así me gusta, hija mía, que recéis pensando en la Humanidad.
En estos momentos, el mundo necesita oración y penitencia. Son unos momentos muy difíciles para la Humanidad, la Humanidad está en un gran peligro. Oración, oración y penitencia, hija mía, pero que esta oración sea salida del corazón; te voy a repetir cómo me gusta que recéis el santo Rosario, con el Rosario se salvará la mayor parte de la Humanidad.
Pedid a mi Inmaculado Corazón que cambie el mundo, que mi Corazón os salvará. Haced oración y penitencia.
Bebe del cáliz, hija mía, éste es el cáliz, hija mía, que está rebosando para la salvación de la Humanidad…
Te voy a repetir, hija mía, cómo me gusta que recéis: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús». ¡Qué contenta me pongo cada vez que oigo el Avemaría!
Pedid por los pecadores; vas a sufrir mucho, hija mía; te calumniarán; piensa que también calumniaron a Jesús, y ofrécete, hija mía, como víctima al Padre por la salvación de la Humanidad.
Besa mi mano, hija mía. Te bendigo, hija mía, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Adiós, hija mía.

Mensaje del día 15 de septiembre de 1982, miércoles

Festividad: Nuestra Señora de los Dolores

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, hija mía, haced caso de mis mensajes. Os salvaréis por María, hijos míos. Los mensajes, hijos míos, serán cumplidos desde los primeros hasta los postreros, hijos míos. Haced oración, haced penitencia. No seáis incrédulos, hijos míos; me manifiesto a los humildes y a los incultos para confundir a los poderosos, hijos míos.
Soy la Virgen, hija mía, de los Dolores, hija mía. Mira cómo está mi Corazón, hija mía. Estas espinas, hija mía, son por mis almas consagradas, hija mía. Quita dos... Hija mía, éste es el cáliz del dolor, hija mía. Mira cómo sangra mi Corazón, hija mía…
Que cambien de vida, hija mía; di a todos mis hijos que enmienden sus vidas.
Mira el castigo, hija mía... (Luz Amparo da un grito y llora al ver el Infierno). Pero, hija mía, hija mía, todo el que va aquí, es porque quiere, hija mía, porque no hacen caso de mis mensajes. No quiero que se condenen, hija mía. Hija mía, ¡cuántos de mis hijos se burlan de mis mensajes, hija mía! ¡Qué pena me dan! Más les valiera no haber nacido, hija mía.
Mira otro castigo, hija mía. Todo esto, hija mía, está a punto de pasar.
Que se arrepientan, que pidan perdón, que no puedo sostener el brazo de mi Hijo, hija mía; el brazo de mi Hijo está muy pesado y va a caer sobre la Humanidad.
Pedid por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro, hijos míos.
Sacrificio, sacrificio es lo que pido, hijos míos.
Escribe en el Libro de la Vida otro nombre, hija mía. Besa el Libro, hija mía... Jamás se podrá borrar esta firma, hija mía.
Serás calumniada, serás mortificada, hija mía; pero, ¿qué te importa para el premio que te espera, hija mía? Sufre, hija mía, sufre como yo sufro por todos mis hijos, hija mía, por el bien de la Humanidad.
Adiós, hija mía; os doy la santa bendición... Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Mensaje del día 16 de septiembre de 1982, jueves

Prado Nuevo (El Escorial)

Al ir a rezar el santo Rosario a Prado Nuevo, Luz Amparo, en el camino que conduce a dicho lugar, comienza a sentir intensos dolores y a sangrar copiosamente por la frente, manos y pies, a la vez que emite fuertes lamentos.
La Virgen:
La salvación del mundo, hija mía, será por intercesión de María, vuestra Madre gloriosa. Haced sacrificio y penitencia. Rezad el santo Rosario. Pedid al Padre Eterno. Las moradas celestiales están preparadas, hija mía, para toda la Humanidad que quiera salvarse. Diles a todos que confiesen sus culpas, que el Castigo está muy próximo. Oración y penitencia es lo que pido, hijos míos. Hija mía, reza por la conversión de los pecadores.
Mira cómo está mi Corazón por todos mis hijos, hija mía, sin distinción de razas. Diles a todos mis hijos, hija mía, que el que quiera seguir el camino de Cristo tiene que coger la cruz. El tiempo se aproxima, hija mía, y el Hijo del Hombre vendrá para dar la recompensa a cada uno según sus obras.
El Vicario de Cristo está en un gran peligro. Haced penitencia y oración. Publicad mis mensajes por todo el mundo; no os acobardéis, hija mía. Tienes que sufrir mucho, pero piensa que Cristo sufrió por toda la Humanidad hasta el final.
Recibid las calumnias con humildad, hijos míos, y haced lo que os pido. Mira qué morada, hija mía; las moradas celestiales están preparadas y son la recompensa que espera para todo aquél que quiera seguir por el camino del dolor. Pensad, hijos míos, que esta recompensa será para toda la eternidad. ¿De qué sirve el placer del mundo si se pierde el alma?
También te voy a enseñar las cavernas del enemigo... El venir aquí será horrible. Hija mía, pide que se conviertan; que quiero que se salven todos mis hijos. Hija mía, esto que has visto no es nada para lo que les espera a todos los que no quieran salvarse. No sufras, que el que viene aquí es porque quiere; estoy dando oportunidades de salvarse.
Rezad por mis almas consagradas. La Iglesia de Cristo se está destruyendo. Satanás se está metiendo en la Iglesia. Han abandonado la oración. Muchas almas consagradas, por su mala vida, por su impiedad, han abandonado la oración y el sacrificio, y el enemigo se ha apoderado de ellos; muchos de ellos son lobos disfrazados con piel de cordero ¡Qué pena me da!
Rezad las tres partes del Rosario; con el santo Rosario se puede salvar la mayor parte de la Humanidad; es mi plegaria favorita.
El Anticristo se va a desenmascarar; está ya en la Humanidad. Haced oración.
Tú, hija mía, serás calumniada y te verás muy sola. Serás calumniada por las almas consagradas. Sé fuerte, hija mía, hasta el final, como lo fue mi Hijo hasta la Cruz.
Hijos míos: meditad la Pasión de Cristo, que está olvidada. Pensad en los dolores que pasé yo viendo morir a mi Hijo siendo inocente.
Tú, hija mía, no te abandones. Visitad todos los días al Santísimo, que mi Hijo está muy triste y solo esperándoos a todos. Con vuestro sufrimiento se pueden salvar muchas almas. Deja que hagan lo que quieran de ti. Sé como un juguete en manos de un niño. Piensa lo que te he dicho otras veces: que el cuerpo no vale ni para estiércol; el alma es lo que vale. Que se vista el cuerpo con pudor; que se están cometiendo muchos pecados de impureza.
Ofrécete, hija mía. Haced penitencia y oración por los que no quieren salvarse. Tú, hija mía, sé humilde.
Adiós, hija mía.

Mensaje del día 2 de octubre de 1982, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos: haced oración, haced penitencia; en estos momentos, el mundo está muy necesitado de oración y de penitencia. Hijos míos, rezad el santo Rosario con mucha devoción, es la base de vuestra salvación. Repartid todos los mensajes, que lleguen a Rusia, hijos míos; Rusia será el azote de la Humanidad; se tiene que convertir. Haced caso de los mensajes, rezad por mis almas consagradas, por la santificación de todas ellas. La Iglesia está en un gran peligro. Oración, oración y penitencia.
Escribe un nombre, hija mía... Nunca este nombre, nunca jamás se borrará, hija mía. Besa el Libro, hija mía…
Besa el suelo, hija mía, por la conversión de todos los pecadores. Levántate, hija mía; bebe del cáliz del dolor, hija mía. Arrodíllate, hija mía. Vuelve a besar el suelo por mis almas consagradas... Por mis almas consagradas. Quita dos espinas, hija mía... No quites más, hija mía; estas otras están sin purificar. Mira mi Corazón, hija mía, cómo está por toda la Humanidad... (La vidente se lamenta varias veces al ver el Corazón de la santísima Virgen). Es preciso sufrir, hija mía, para la salvación de toda la Humanidad. Así son los hombres de desagradecidos, hija mía; la ingratitud de toda la Humanidad.
Hija mía, coge el crucifijo. (Luz Amparo toma el crucifijo de su rosario y lo levanta en el aire).
Adiós, hija mía, adiós.

Mensaje del día 7 de octubre de 1982, jueves

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, toca el rosario, hija mía. (Luz Amparo levanta los brazos y trata de besar algo, permaneciendo así unos minutos). Toca las cuentas de este rosario. ¿Qué sientes en estas cuentas? Por cada bola, mira qué luz entra en el Purgatorio. Por cada avemaría, mira cómo salva almas. Cada cuenta del rosario puede salvar un alma que está sufriendo. Mira qué luz desprenden las cuentas de mi rosario. Así quiero que salga luz, ¡me agrada tanto!... Besa mi rosario... Quiero, hija mía, que la luz de tu rosario se propague por todo el mundo. El Rosario será vuestra salvación. Díselo a todos mis hijos; que no se acuesten sin rezar diariamente esta plegaria, ¡me agrada tanto!... Hija mía, por el Rosario se salvan muchas almas.
Mira estas almas qué luz reciben. La salvación del mundo está en este rosario rezado de esta forma: «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, y bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús». Meditad en cada avemaría, hijos míos, es muy importante. Rezad el santo Rosario, es el ancla de la salvación de la Humanidad.
Bebe un trago del cáliz del dolor... ¡Qué amargura sientes!; es la amargura de la Humanidad. Tienes que apurar el cáliz hasta la última gota; acábalo, hija mía. Éste es el camino para llegar a mí: el camino del dolor; y la Humanidad no cambia, ¡qué pena me dan! Mira estas almas; con tus oraciones van a las moradas que tienen preparadas. Mira qué luz desprenden sus cuerpos. (Intenta alcanzar algo con las manos). No puedes tocarlos; no te verán; la Tierra está llena de pecado y homicidio; un alma gloriosa no puede entrar en la Tierra.
Besa el Libro de la Vida... Escribe otro nombre...; bésale. Otra firma que no se borrará jamás; ya hay seis firmas. Toca el pie…
Mira otra clase de castigo. (Pone una cara horrible de dolor y llora moviendo la cabeza y haciendo gestos con la cara). Es horrible esto que sientes en tu cuerpo; las almas que se condenan lo sienten constantemente. Quiero que se salven. Reza por las almas consagradas. Muchos de ellos han abandonado la oración y la penitencia y están entregados al vicio. ¡Pobres almas, qué ingratas son! Sufre por el bien de las almas. Tienes que ser valiente para su salvación. ¡Qué poco caso hacen a la gracia que han recibido! ¡Que hagan caso, hija mía!
Por el bien de todas las almas, mira mi Corazón cómo lo tengo: diariamente está lleno de espinas. Quita tres. No toques ninguna de las otras; siguen en pecado... Estira, hija mía; tira sin miedo; no quites ninguna más. Una de estas espinas está muy clavada; es la de... Por tu sacrificio intentaremos salvarle; pero, hija mía, no hace caso a mis llamadas. Hija mía, te digo lo que a Abraham cuando le dijo Dios que sacrificara a su hijo y le preguntó: «¿Dónde está la víctima, padre?». La víctima eres tú. Sufre, que te espera la recompensa para toda la eternidad. Todavía te queda que sufrir mucho.
Humildad te pido. Te doy la santa bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Mensaje del día 12 de octubre de 1982, martes

Festividad: Nuestra Señora del Pilar

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, hija mía, rezad por la paz de España. Hijos míos, España está en un gran peligro; haced oración, penitencia. Con el santo Rosario, hijos míos, se puede salvar toda una Humanidad. Haced oración, que el mundo está en peligro; no hacen caso, hija mía, ¡qué pena me da! Reza mucho por España, que empezará el castigo por España. Hijos míos, soy vuestra Madre gloriosa, hijos míos, la Virgen del Pilar; pedid, que os escucho, hijos míos; con María, hijos míos, y por María os salvaréis. Todo el que no crea en María no entrará en el Reino del Cielo, hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como bendigo a España, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.
Escribe un nombre, hija mía; escribe un nombre, hija mía, en el Libro de la Vida... Ya hay otro nombre más, hija mía. Besa el Libro.
Este mensaje es para ti, hija mía... (Palabras en idioma desconocido).
Por la paz del mundo, hija mía, por la paz del mundo entero, besad el suelo, hijos míos. Este acto de humildad, hija mía, es un acto de humildad, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo.
Serás calumniada, hija mía; vas a sufrir mucho; recíbelo con humildad, hija mía; piensa en mi humildad. Por mis almas consagradas. La Iglesia está en un gran peligro, hija mía; ¡qué pena me dan esas almas! Pagarán por su castigo y por las almas que arrastran, hija mía. Haz penitencia por todos ellos, ¡los amo tanto, hija mía!, pero qué ingratos son.
Rezad por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro por todos los que le rodean, hija mía. Será martirizado.
Penitencia, hijos míos; haced visitas al Santísimo, hijos míos; rezad mi plegaria, ¡me agrada tanto, hijos míos! Y tú, hija mía, sé humilde.
Adiós, hija mía.

Mensaje del día 6 de noviembre de 1982, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice en el nombre del Hijo y del Espíritu Santo.
Hija mía, soy vuestra Madre, sólo vuestra Madre os puede salvar, hijos míos; os quiero salvar, hijos míos. Os pido, hijos míos, que publiquéis por todas las partes del mundo mi plegaria favorita, hijos míos, esta plegaria del santo Rosario, hijos míos; con la luz de mi Rosario os salvaréis. Hijos míos, con el santo Rosario venceréis a Satanás, hijos míos.
Mira, hija mía, cómo sufre mi Corazón Inmaculado por todos los pecadores. ¡Ayúdame, hija mía, a salvar almas! Tú también eres madre, hija mía. Si uno de tus hijos, hija mía, fuese al fondo del abismo, piensa en el dolor que sentirías por él; pero piensa en mí, hija mía, que todos los días van al abismo montones de mis hijos, hija mía.
Mira mi Corazón, hija mía, cómo sufro... Por todos mis hijos, sin distinción de razas, hija mía. Para mí siempre existe el dolor, hija mía; piensa que no sólo sufrí al pie de la Cruz, hija mía, sino que sigo sufriendo día a día por toda la Humanidad, hija mía.
Pedid, hijos míos, a mi Inmaculado Corazón; pedid, hijos míos, por la consagración de Rusia; hijos míos, el mundo está en un gran peligro.
España no quiere salvarse, hijos míos, no se quiere salvar.
Escribe otro nombre, hija mía... Este nombre, hija mía, no se borrará jamás.
Hija mía, no permitáis que el enemigo se apodere de vosotros; pedid mi ayuda, hijos míos; yo estaré siempre contigo, hija mía. ¿Qué madre buena, como te he dicho anteriormente, puede abandonar a sus hijos?
Levantad los objetos, hijos míos.
Hija, sé humilde. Adiós.

Mensaje del día 9 de noviembre de 1982, martes

San Lorenzo de El Escorial

Explica Luz Amparo: «Serían las diez de la mañana; estaba en mi habitación haciendo el ofrecimiento de obras del día y oí la voz del Señor».
El Señor:
Hija mía, ofrece este sacrificio por el clero. (Luz Amparo no ha podido revelar qué tipo de sacrificio le pidió el Señor. «A continuación —continúa explicando la vidente—, me indicó que cogiera un bolígrafo y escribiera el mensaje»).
En el pasado numerosos avisos se han dado por medio de videntes a través del mundo. Mis hijos, muchos santos, fueron dotados de vista para ver que hay un gran precio por la habilidad, hija mía, de ver que debajo de cada rosa hay una cruz muy pesada.
Te uniré a Teresa, tienes que cumplir otra misión.
Te advierto, hija mía: acudirás a esa cita, aunque esas personas intentarán tirar el conocimiento de lo sobrenatural. Te advierto, hija mía: no dejes entrar a nadie en tu casa, a nadie que no sea de asociación íntima; no tiene que entrar a tu casa ninguna persona desconocida, ya sea hombre, mujer o niño. No aceptes alimentos fuera de tu casa ni bebidas. Acude con tus familiares o con personas de tu confianza. En ningún momento te quedes sola sin alguno de esos acompañantes. No te dejes inyectar nada y tampoco te dejes escudriñar las intimidades del cuerpo; sé muy astuta, hija mía, porque hay quienes se llaman hijos de Dios y son hijos de la maldad y el placer.
También te digo: no respondas a ninguna pregunta que no entiendas; habla poco; intentarán destruirlo, pero tu firma está en el Libro de la Vida, que está en la morada del Padre, y nunca podrá borrarse, porque es la morada de la luz eterna.
Adiós, te bendigo con la bendición de mi Padre y de mi santísima Madre; te doy la luz por medio del Espíritu Santo.
Continúa relatando Luz Amparo: «Una vez terminado el mensaje, se hizo visible el Señor rodeado de luz, viéndosele perfectamente de medio cuerpo hacia arriba con el Corazón lleno de espinas, y me volvió a repetir que fuera muy astuta al contestar. Le pregunté la razón de tantas espinas en su Corazón, y me contestó que todas esas espinas eran por los que se llamaban sus almas consagradas. Le insistí: “¿Todas?”. El Señor hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, poniendo en su cara una expresión de dolor. A continuación, dándome la bendición y haciéndome una cruz en la frente, desapareció»

Mensaje del día 21 de noviembre de 1982, domingo

Festividad: Jesucristo, Rey del Universo

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Sí, hijos míos, hija mía, soy la Madre de los Dolores, hija mía. Os traigo la luz, el amor y la paz, hijos míos. Quiero que pidáis por la salvación de todo el mundo, hijos míos. La copa, hijos míos, de la misericordia está llena, hijos míos; la de la justicia va a llegar de un momento a otro; haced oración, haced penitencia, hijos míos. Está a punto que el Hijo de Dios, Cristo, Rey de reyes, vendrá con sus ángeles en una nube con su gran poder y gran majestad. Haced penitencia por los que no la hacen, rezad por los que no rezan. Hijos míos, la justicia del Padre está a punto de hacer justicia por toda la Humanidad.
Rezad el santo Rosario; con el santo Rosario se puede salvar la mayor parte de la Humanidad. Y tú, hija mía, apura el cáliz del dolor por la salvación de las almas, hija mía. Pedid por las almas consagradas; el enemigo se está apoderando de muchos de esos hijos, hija mía; oración y penitencia. Hija mía, bebe del cáliz del dolor... Hija mía, sientes amargura, hija mía... Esa amargura, hija mía, la siente mi Corazón por todos mis hijos, hija mía; no quiero que se condenen, quiero salvar por lo menos la tercera parte de la Humanidad. Mira, hija mía, qué dolor siento tan profundo. Mi Corazón está transido de dolor, hija mía; mira cómo sangra. Quita dos espinas, dos nada más... No toques más, hija mía... Éstas son las almas, hija mía... Estas almas son las que no cumplen, mis almas consagradas.
Escribe un nombre, hija mía... Besa el Libro, hija mía, el Libro de la Vida... Este nombre, hija mía, no se borrará jamás…
Besa el suelo, hija mía... Por mis almas consagradas, hija mía. Levántate, hija mía. Arrodíllate, hija mía; es un acto de humildad para la salvación de toda la Humanidad. Besad el suelo, hijos míos... Por la conversión de todos los pecadores, por la conversión de Rusia, hija mía; pedid, hija mía, que Rusia se convierta; Rusia será el azote de la Humanidad, hija mía.
Oración pido, oración y penitencia, hija mía. Al fin, hija mía, ¡pobres hijos míos!, el que no consiga llegar a la vida eterna, hijos míos, mira lo que les espera... (Luz Amparo se muestra impresionada). Esto, hija mía, es para toda, toda la eternidad, este sufrimiento.
Por eso, hija mía, siento tanta pena. Pedid, hijos míos, por los pobres pecadores, hijos míos. Y tú, hija mía, sé humilde.
Os doy la santa bendición: en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de diciembre de 1982, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

Luz Amparo:
En este cuarto misterio, la santísima Virgen nos va a bendecir a todos. Levanten todos los objetos.
La Virgen:
Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…
A partir de aquí, según se aprecia en la grabación, es cuando propiamente parece entrar en éxtasis la vidente y transmite el mensaje de la Virgen. En los instantes previos, se percibe cómo va contactando con lo sobrenatural por el tono de voz.
La Virgen:
En estos momentos, hija mía, voy a hacer un llamamiento muy urgente, hija mía. Este llamamiento va a ser para todos los discípulos de Dios; los discípulos del Dios vivo, Rey de reyes en el Cielo. También hago este llamamiento para todos los imitadores de Cristo en la Tierra, a todos aquéllos que han vivido en la pobreza, en la humildad, en el sacrificio y en la castidad, todos aquéllos que han estado olvidados de ellos mismos y del mundo. También llamo a mis verdaderos hijos y devotos de mi Inmaculado Corazón, a todos aquéllos que han confiado en mí.
Quiero, hijos míos, que salgáis para llevar la luz por todas las partes de la Tierra, esa luz de la fe, hijos míos. Éstos son los apóstoles de los últimos tiempos. Apresuraos, hijos míos, no tengáis miedo, ¡adelante! Si está Dios con vosotros, ¿a quién podéis tener miedo? No os avergoncéis, hijos míos, de publicar por todos los rincones de la Tierra la palabra de Dios. Pensad, hijos míos, que todo aquél que niegue a Cristo en la Tierra, los ángeles le negarán ante el Padre Celestial. Salid, hijos míos, salid a publicar la luz y la oración; esta oración que es la del santo Rosario.
Ha llegado el fin de los tiempos, el fin de los fines, hijos míos. Apresuraos a salvar almas, hijos míos; pedid por las almas consagradas.
Hija mía, besa el Libro, el Libro de la Vida... Escribe otro nombre, hija mía... Ya tienes otro nombre escrito; este nombre, como los demás, no se borrará jamás... (Palabras ininteligibles).
Quita dos espinas, hija mía. No toques más, hija mía, éstas no están purificadas. Ve apurando el cáliz del dolor. Está amargo, hija mía. ¡Qué amargura sienten nuestros Corazones por toda la Humanidad y por esas almas que se llaman pastores de mi Iglesia y que son lobos revestidos con piel de oveja! Rezad por ellos, hijos míos, ¡me dan tanta pena!
Hija mía, pronto habrá un Aviso; este Aviso será para toda la Humanidad. Muchos, hija mía, se ríen de mis mensajes, ¡pobres, más les valiera no haber nacido! Mira otra clase de castigo... (Luz Amparo explica que vio una clase de Infierno con todos sus horrores). Todo esto, hija mía, es para los que no cumplen con los santos mandamientos de la Ley de Dios.
Y tú, hija mía, vas a sufrir mucho; ofrécelo por los pobres pecadores. Rezad el santo Rosario por todo el mundo. Es mi plegaria favorita.
Sed humildes, sin humildad no se consigue el Cielo, hija mía.
Besa mis pies… Adiós.

Mensaje del día 8 de diciembre de 1982, miércoles

Festividad: La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía...; soy, hija mía, la Pura e Inmaculada Concepción. El mayor título en el mundo, hija mía, que me pudo otorgar mi Creador y Señor, fue ser Pura e Inmaculada. Ninguna, hija mía, ninguna criatura humana tuvo ese privilegio, hija mía. También tuve el privilegio, después de ser Inmaculada y Pura, ser Madre de mi Creador y Señor.
Hijos míos, sed imitadores de mi pureza... La virtud más importante es la pureza, hijos míos. Después: la humildad, la pobreza y el sacrificio, hijos míos. Yo prometo a todo aquél que crea en mi pureza y que se haya encomendado a mi Inmaculado Corazón, darle todas las gracias necesarias para entrar en el Reino del Cielo.
Hijos míos, hijos míos, oración y penitencia es lo que pido, hijos míos; como vuelvo a pediros, hijos míos, que prometo que mi Inmaculado Corazón salvará a todo aquél que le pida la gracia necesaria; lo mismo, hijos míos, que prometí un día que Rusia sería convertida. Rusia será convertida, hijos míos.
Llevad mis mensajes por todos los rincones de la Tierra. Haced caso, hijos míos; el tiempo se aproxima, hijos míos. Os quiero salvar a todos.
Hija mía, vuelve a escribir otro nombre... Besa el Libro, hija mía... Otro nombre, hija mía; no se borrará jamás este nombre; está escrito en el Libro de la Vida. Besa el suelo, hija mía, por mis almas consagradas…
Procurad, hijos míos, estar preparados para que, cuando el Hijo del Hombre se presente, le recibáis con buena disposición, hijos míos. Levántate, hija mía; arrodíllate... Esto, hija mía, es un acto de humildad, ofrécelo por los pobres pecadores.
Mira mi Corazón, hija mía: cada vez está más lleno de espinas. ¡Qué ingratos son los humanos, hija mía! Sólo puedes quitar una, sólo se ha purificado una, hija mía. Mi Corazón está cercado y traspasado de dolor por toda la Humanidad... No toques más, hija mía. Cada día se cerca más mi Corazón de espinas.
Apura otro poco del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía. Esta amargura es la que siente mi Corazón por todos mis hijos, sin distinción de razas, hija mía…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, en el nombre del Hijo y del Espíritu Santo.
Sé humilde, hija mía, sin humildad no se consigue el Cielo. Adiós.

Mensaje del día 25 de diciembre de 1982, sábado

Festividad: Natividad del Señor

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Quiero, hija mía, que se hagan vigilias, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en tantos días, hija mía, en esa juventud. ¡Qué pena me da, hija mía! También quiero que en estas vigilias se haga el Vía Crucis, hija mía, y se medite la Pasión de mi Hijo; hacedlo, hijos míos, y ofrecedlo en reparación de tantos pecados y tanto dolor como siente mi Inmaculado Corazón.
Hija mía, no os pido nada más que oración y penitencia; el mundo está al borde del precipicio, no hacen caso de mis mensajes; ¡qué dolor siente mi Corazón por esta Humanidad tan desagradecida, hija mía!
Como los hombres no cambien, está cerca el Castigo... (Habla durante unos minutos en un idioma desconocido). Entonces, hija mía, llegará el Castigo en estas fechas que te he dado. Hija mía, que enmienden sus vidas, el Castigo está muy cerca; te he dado el mes y la fecha de cuándo será el Castigo, hija mía, en este idioma; sólo es celestial, hija mía. Tú lo entiendes, pero no lo revelarás, hija mía, hasta que yo no te avise.
Mira, hija mía, cómo está mi Corazón de tantos pecados como se están cometiendo diariamente.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados... Levántate, hija mía. Arrodíllate. Esto, hija mía, son actos de humildad por la salvación de las almas; ¡cuántos se ríen, hija mía, de todas estas cosas! Hija mía, tú no te avergüences, humíllate por la salvación de toda la Humanidad.
Besa otra vez el suelo, hija mía. ¡Cuántas almas se pueden salvar cada vez que otra alma se humilla! Rezad el santo Rosario, hijos míos; con el santo Rosario podéis salvar muchas almas. Acercaos a la Eucaristía, que en estas fechas os espera mi Hijo; está muy triste y muy solo por los pecados de toda la Humanidad.
Pedid por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hijos míos!, y qué mal camino llevan; muchos arrastran montones de almas al camino de la perdición…
Mira, hija mía, quita sólo una espina... ¡Qué pena, hija mía, qué pena siente tu corazón de ver el mío! Pues esta pena tengo yo de ver la ingratitud de todos los corazones endurecidos.
Escribe otro nombre, hija mía, en el Libro de la Vida. Besa el Libro, hija mía... Ya hay otro nombre más en el Libro de la Vida; jamás se borrará, hija mía.
Coge el cáliz, hija mía, bebe otras gotas del cáliz del dolor... ¡Ay, qué amargura, hija mía!, pero es preciso sentir esta amargura para salvar muchas almas.
Mira, hija mía, en lo que consistirá el Aviso... (Luz Amparo llora amargamente al tener esta visión). Parecerá, hija mía, que el mundo está envuelto en llamas; ¡pobrecito del que no esté en gracia de Dios! Haced caso, hijos míos, os estoy dando muchos avisos. Me estoy manifestando en muchos lugares del mundo, para poder salvar por lo menos la tercera parte de la Humanidad; no seáis ingratos, hijos míos. Y tú, hija mía, sé humilde, la humildad es la base principal de todo.
Os bendigo, hijos míos, como os bendice mi Hijo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, hijos míos.
Adiós, hija mía, adiós.

Mensaje del día 26 de diciembre de 1982, domingo

Festividad: La Sagrada Familia

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía,... (Durante unos segundos habla en idioma desconocido). Sí, hija mía, todo esto sucederá si los humanos no cambian, hija mía. Que todos los padres eduquen a sus hijos en el santo temor de Dios, hija mía. Pobres hijos, hija mía, cuántos se están metiendo en el camino de la perdición, hija mía; cuántos pecados de impureza están cometiendo diariamente, qué ofensas están cometiendo al Padre Eterno, hija mía. Todo el que está ofendiendo al Espíritu Santo, hija mía, no tendrá perdón de ninguna manera, hija mía. Te sigo repitiendo, hija mía: que confiesen sus pecados; que estén preparados, que la ira del Padre está próxima, hija mía. ¡Cómo pesa el brazo de mi Hijo! Ya no lo puedo sujetar por más tiempo, hija mía. Haced visitas al Santísimo, que mi Hijo os espera, hijos míos. Haced penitencia, que no hacéis penitencia por los pobres pecadores; ayudad a salvar esas pobres almas con vuestro sacrificio, hijos míos.
Mira, hija mía, mira mi Corazón: por medio de vuestras oraciones se ha purificado otra pobre alma; quita una espina... No toques más, hija mía, no toques más; las demás no están purificadas. Rezad mucho y haced mucho sacrificio, para que se purifiquen, hija mía. Mira, ya no caben más espinas en mi Corazón. Todos estos días se están cometiendo muchos pecados de impureza, hija mía; ¡pobres almas!
Puedes escribir otro nombre, hija mía... Besa el Libro, hija mía... Coge el cáliz, hija mía. Bebe otras gotas de él... ¡Qué amargo, hija mía! ¡Qué amargura siente mi Corazón por todos mis pobres hijos!; diariamente, hija mía, se están condenando muchas almas, ¡qué pena tiene mi Corazón!
Hija mía, rezad con una meditación: «Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo; bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús». Hacedlo, hijos míos, pensando en cada palabra el significado que tiene.
Mira, hija mía, lo que estás viendo... (Luz Amparo ve una morada que irradia mucha luz; en ésta se halla san José vestido con túnica blanca. Hay también muchos niños con idéntico vestido; entre ellos encuentra a Jesús Niño, de cuyo cuerpo dimana un resplandor azul. Los ve desplazarse hacia delante y hacia atrás, pero sin mover los pies, como si estuvieran flotando. El suelo de esta morada lo cubría una especie de césped blanco).
¡Qué felicidad sientes, hija mía! Éste es el premio que está preparado para todo aquél que cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios, hija mía.
También repito otra vez, hija mía, que me gustaría tanto que levantasen una capilla en honor a mi nombre para meditar la Pasión de mi Hijo, que está muy olvidada, hija mía; y que todo aquél que haya recibido alguna gracia especial, lo comunique, porque, hija mía, son cirios encendidos para dar testimonio para la salvación de muchas almas. Pedid, hijos míos, para que todas las familias vivan en el santo temor de Dios.
También os bendigo, hijos míos, en el nombre de mi Hijo y del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Haced un acto de humildad, hijos míos, besad el suelo... Este acto de humildad en reparación de tantos pecados como se cometen todos estos días; en reparación por todos los pecadores, hijos míos, pedid por todos ellos. Penitencia y oración y sacrificio, hijos míos. Si queréis una recompensa, tenéis que ir por el camino del dolor y del sufrimiento, hijos míos. Sed imitadores de Cristo en la Tierra; todo aquél que sea imitador de Jesús recibirá su recompensa en el Cielo.
Os sigo repitiendo: rezad por el santo Vicario, sigue estando en un gran peligro. Penitencia y oración; rezad el santo Rosario, me agrada tanto, hijos míos. Y tú, hija mía, sé humilde, sé humilde.
Adiós, hija mía, adiós.