A continuación se muestran todos los mensajes del año seleccionado:

Mensaje del día 26 de marzo de 1982, viernes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Sí, hija mía, aquí estoy, vengo a compartir contigo estos dolores; sufriremos los dos, aunque los humanos creen que yo no sufro. Yo sigo sufriendo, hija mía, sigo sufriendo porque el mundo sigue, y para mí no hay pasado ni futuro, para mí todo es presente; sigo sufriendo por toda la Humanidad, no quiero que se condenen; doy avisos para que preparen su alma, pero los rechazan; rechazan los avisos celestiales; los avisos están a punto de acabar y ellos tendrán que valerse por sí solos.
Di que hagan penitencia y oración, que confiesen sus culpas y que amen a su prójimo; que el juicio está pronto, que hagan caso. Tú, hija, sigue haciendo penitencia, ofrécete al Padre Eterno, sé humilde.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
La Virgen:
Hija mía, sufre por la conversión de los pobres pecadores. Diles a todos que pidan al Padre Eterno para que detenga su ira. Que detenga los astros con su ejército de ángeles. Decid a menudo: «Padre Eterno, por tu inmenso poder, ten misericordia de todos los habitantes de la Tierra».
Hija mía, el Padre Eterno está muy enfadado porque los hombres no cambian. No se preocupan de nada más que de pedir por su cuerpo. Pero, ¡qué poco piden por la curación de su alma! Que pidan por su alma, que no se preocupen tanto de su cuerpo, pues su cuerpo no les va a valer para estiércol. Que hagan oración y penitencia; que el Padre Eterno está muy necesitado de que le pidan en oración por todos.
También da el mensaje de esas almas consagradas que te hicieron esta pregunta. Nos gustaría que las almas consagradas sean más esforzadas en la voluntad, más leales en las pruebas, más entregadas en la oración, y más pobres y mortificadas. Da este mensaje, hija mía, comunícaselo a tu padre espiritual. Quiero que se lo comunique a ellos. Pero dales el mensaje que te he dado, hija mía.
Sigue rezando por los pobres pecadores. Sé humilde. Pide por tu padre espiritual. Ofrece tus dolores por él, pues va a tener muchas contrariedades. Pero que sea fuerte; que no se deje engañar por nadie; porque, si Dios está con vosotros, ¿quién va a ir en contra de vosotros?
No tengáis miedo, hijos míos, de nada. Seguid luchando. Seguid haciendo apostolado, hijos míos; ¡estoy tan contenta con esa obra!..., ¡me agrada tanto!... Dad ejemplo con vuestra humildad, con vuestra humildad y con vuestra caridad.
Adiós, hijos míos; os doy la santa bendición. Y tú, hija mía, abandónate en mi Hijo, que Él te ayudará y te dará fuerzas. Sé humilde.
Adiós, adiós.