Mensaje del día 5 de enero de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, como siempre, mi Corazón viene lleno de dolor, porque los hombres tienen sólo hambre de guerras, matanzas y sangre. El mundo está gobernado por la ira, por el odio, por la envidia, por la lujuria; los hombres no piensan nada más que en el poder y en la gloria terrena; su corazón está henchido de odios y rencores. ¿De qué manera los hombres honran mi nombre? Sólo mueven los labios en voz alta, para que se los oiga.
Hija mía, como siempre, mi Corazón viene lleno de dolor, porque los hombres tienen sólo hambre de guerras, matanzas y sangre. El mundo está gobernado por la ira, por el odio, por la envidia, por la lujuria; los hombres no piensan nada más que en el poder y en la gloria terrena; su corazón está henchido de odios y rencores. ¿De qué manera los hombres honran mi nombre? Sólo mueven los labios en voz alta, para que se los oiga.
No seáis fariseos, hijos míos, que la maldad y la impureza viene de dentro de vuestro corazón y cubre vuestro cuerpo. ¿De qué os sirve lavar el exterior, hijos míos, si vuestra alma está sucia? Serán malditos todos aquéllos que cuelan el mosquito y dejan pasar el camello; malditos todos aquéllos que se les ha dado poder para gobernar los pueblos, aquellos pastores que se les ha dado poder para predicar la doctrina y la cambian, y ponen y quitan a su antojo lo que les gusta. Serán malditos todos aquéllos que han cerrado sus corazones a sus hermanos.
Mira, hija mía, la situación del mundo es grave, muy grave; los hombres no hacen caso a mis palabras; las leyes de Dios los hombres las han adulterado. Todos aquéllos que pesan la ofrenda del comino y esconden sus riquezas donde nadie las encuentre, serán malditos; aquéllos que esconden la luz bajo el celemín para que sus hermanos no puedan participar de esa luz, serán malditos. ¡Ay, sepulcros blanqueados, que cuando se vaya la cal de vosotros, pobres de vosotros!; oleréis, hijos míos, y apestaréis. No seáis sepulcros blanqueados, que, cuando desaparezca la cal de vosotros, quedará la basura y sólo quedarán los huesos. Amaos unos a otros, hijos míos, ése es el mandamiento de la Ley de Dios. Compartid con vuestros hermanos no lo que os sobre, hijos míos, sino lo que Dios os ha dado.
¡Ay de aquéllos que sólo buscan el poder y quieren gobernar con orgullo y buscan la vanagloria para ellos solos! ¿Sabéis cómo se limpiará vuestro cuerpo y esas impurezas que lleváis dentro? Con alabanzas a Dios vuestro Creador, hijos míos. Entregaos unos a otros y amaos unos a otros como Cristo os ama, hijos míos. ¡Ay de vosotros, hijos míos, que echáis las culpas de vuestros pecados sobre las espaldas de vuestros hermanos! Si no cambiáis seréis malditos, hijos míos; y no, hijos míos, porque no os ame mi Corazón, sino porque vosotros, hijos míos, no queréis acatar las leyes que Dios os ha impuesto.
Mira, hija mía, si Dios ama al hombre y lo que creó para él. Mira por el ojo del tiempo, verás lo que ves, hija mía. Mira, hija mía, qué paraíso. Este Paraíso está preparado desde la creación del mundo, desde el principio, para todo hombre de buena voluntad. Mira cómo pacen el toro y la vaca; mira el cordero y la oveja, mira la serpiente más venenosa cómo está entre el hombre y el niño sin afectarle, hija mía. Mira qué riachuelos, mira qué belleza hay en estos universos. Esto era, hija mía, y sigue siendo lo que Dios tenía preparado para el hombre. Pero el hombre, con su maldad y queriendo ser más que Dios, quiso quitar atributos al Señor; y a Dios no se le pueden quitar atributos, hija mía, porque Él lo tiene todo y lo es todo. Mira, ésta es la parte positiva del hombre y a donde el hombre irá, si con humildad acepta las leyes de Dios.
Pero verás este otro ojo del tiempo, lo que el hombre hizo y sigue haciendo; la causa del pecado, hija mía, y la destrucción. Mira, hija mía: grandes guerras sangrientas, grandes terremotos, fuertes huracanes, mares embravecidos, terremotos donde quedará engullida la mayor parte de la Tierra. Esto es lo que el hombre, hija mía, con su pecado y con su falta de amor, ha conseguido.
Hijos míos, acatad las leyes de Cristo; amad a la Iglesia con todo vuestro corazón. Dios os ama a todos, hija mía.
Orad, hijos míos; los tiempos son graves. Y ¡ay de aquéllos que se hacen los sordos ante las palabras del Evangelio, y no quieren escuchar a los instrumentos que Dios pone para comunicarles el peligro que acecha a su alma! Hijos míos, los tiempos son muy graves. Seguid rezando el santo Rosario con mucha devoción, hijos míos. Y practicad el primer mandamiento de la Ley de Dios: amaos unos a otros como Cristo os ama. El hombre ha olvidado este mandamiento.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en la Humanidad…
Luz Amparo:
Te pido, Madre mía, por la paz del Golfo y para que esos hijos vuelvan a sus hogares sanos y salvos. Dios mío, si es tu voluntad, te lo pido.
Te pido, Madre mía, por la paz del Golfo y para que esos hijos vuelvan a sus hogares sanos y salvos. Dios mío, si es tu voluntad, te lo pido.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de vuestras almas…
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de vuestras almas…
La paz sea con vosotros, hijos míos.
Mensaje del día 2 de febrero de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
El Señor:
Hija mía, mi Corazón viene herido, porque el mundo está sumergido en el dolor. Los gobiernos de las naciones se han levantado, hija mía, unos contra otros; se han convertido en demonios encarnados para destruirse, mientras los hombres hablan de paz, hija mía. Te repito como otras veces: construyen las armas mortíferas para destruir a la Humanidad.
Hija mía, mi Corazón viene herido, porque el mundo está sumergido en el dolor. Los gobiernos de las naciones se han levantado, hija mía, unos contra otros; se han convertido en demonios encarnados para destruirse, mientras los hombres hablan de paz, hija mía. Te repito como otras veces: construyen las armas mortíferas para destruir a la Humanidad.
Los pecados de los hombres han traspasado la bóveda del cielo, hija mía, y los hombres han olvidado a Dios; y, al olvidar a Dios, olvidan al prójimo. El hombre fue creado para amar; Dios es amor, hija mía, y Dios transmitió ese amor al hombre, para que el hombre lo transmitiese a sus hermanos. Pero, ¿qué han hecho de ese amor, hija mía?; lo han convertido en impurezas, en pasiones, en odios, en envidias, en rencores. La situación del mundo, hija mía, está así por el producto del pecado.
Dios le transmitió al hombre el amor de los ángeles, para que correspondiesen como los ángeles en la Tierra, pero la mayoría de los hombres, hija mía, se han convertido en ángeles rebeldes y no acatan las leyes de Dios. Dicen amar a Dios sólo con mover los labios, pero no mueven sus corazones; dicen tener caridad y no aman al prójimo, hija mía, luego permanecen en la mentira, y todo el que permanece en la mentira no entrará en el Reino del Cielo.
Sólo atesoran en la Tierra, hija mía; sólo se preocupan de... Mira, el tesoro dónde lo tienen, hija mía, para cuidar su cuerpo; pero se olvidan del espíritu. Allí donde está el tesoro está su corazón, y todo el que tiene el corazón puesto en el tesoro de la Tierra no puede alcanzar el tesoro del Cielo. Los hombres se matan por almacenar y por amontonar riquezas, hija mía, y se han olvidado de la mayor riqueza que es la eternidad. La eternidad no se compra con las riquezas de la Tierra, la eternidad se compra con el sacrificio y con la penitencia, con el amor.
Angustiaos todos aquéllos que no estáis con Cristo; decís que lo admitís, pero no cumplís con sus mandamientos. Amontonáis sólo para vosotros, hijos míos, no sois capaces ni de pagar al César lo que es del César, ni aun de vuestras riquezas compartirlas con los pobres.
El último remedio está aquí, hija mía, mira el ojo del tiempo.
Luz Amparo:
¡Huy!, se abre el ojo del tiempo. Aparece María en esa puerta. Es el Corazón de María. El Corazón se abre... Entran por el Corazón de María todas estas almas, y de ese Corazón pasan a otro lugar que hay una puerta que se llama «La puerta de la felicidad». Se abre esa puerta; nadie ha entrado por ella todavía. ¡Ay!... Hay ahí un caballo lleno de sangre con un jinete montado; el jinete lleva la cara tapada; también está lleno de sangre el jinete. El Ángel dice que es el Cordero degollado el que está encima de ese caballo, el que ha ordenado que desaparezca la paz de la Tierra.
¡Huy!, se abre el ojo del tiempo. Aparece María en esa puerta. Es el Corazón de María. El Corazón se abre... Entran por el Corazón de María todas estas almas, y de ese Corazón pasan a otro lugar que hay una puerta que se llama «La puerta de la felicidad». Se abre esa puerta; nadie ha entrado por ella todavía. ¡Ay!... Hay ahí un caballo lleno de sangre con un jinete montado; el jinete lleva la cara tapada; también está lleno de sangre el jinete. El Ángel dice que es el Cordero degollado el que está encima de ese caballo, el que ha ordenado que desaparezca la paz de la Tierra.
Hay cuatro hombres; cuatro profetas. Uno tiene un libro de oro en la mano. Se abre el ojo del tiempo y dice uno de los profetas: «Éste es el ojo del tiempo y los hombres están viviendo la mitad del tiempo del ojo del tiempo. En esta mitad del ojo del tiempo, sólo queda un remedio: este libro. El libro está sellado, nadie puede abrirlo».
Y dice otro de esos hombres: «Ni del Cielo ni de la Tierra, ni del mar ni del espacio, nadie podrá abrir este libro. Sólo tiene autoridad para abrirlo el Cordero degollado; el que ha derramado su Sangre para la salvación del mundo». Abre el libro y dice: «Todo el que quiera pasar por este lugar...». Se ve el costado de Cristo que se dilata y se abre; y dentro de ese costado hay fuego. ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, cómo se abre el costado!
Ese otro espíritu dice: «El costado de Cristo se dilata para que entren los hombres por él. Pero no entrará aquél que no haya sido perseguido, calumniado, despreciado, ultrajado; aquél que no haya pasado hambre, frío...
Por aquí entrarán los limpios de corazón; porque todos los seres humanos tienen el espíritu de Dios y lo han despreciado. Bienaventurados aquéllos que lo han conservado y se han mantenido limpios; que pasarán por el Costado y entrarán a la Tierra Prometida. Ésta es la Tierra Prometida, hija mía, donde se predicará el Evangelio tal como es, donde los hombres no adulterarán el amor ni la doctrina de Cristo, donde se predicará la doctrina que hay escrita en este libro, el Libro de san Juan, el del amor, hijos míos, que los hombres han olvidado que fueron creados para amar puramente y limpiamente: el amor de los ángeles».
¡Ay, qué felicidad!
El Señor:
Pero todos los que llegan a esta felicidad han sido infelices en la Tierra, hija mía, no han buscado las comodidades, pero aquí tendrán comodidades eternamente. ¡Ay de aquéllos que no cumpláis las leyes tal como están escritas, hijos míos! Decís cumplir los mandamientos pero, ¿amáis a Dios como a vosotros mismos? No lo amáis ni como a vosotros mismos, hijos míos. Ya no os pido que améis a Dios sobre todas las cosas, porque si no sois capaces de amar al prójimo como a vosotros mismos, que lo estáis viendo diariamente, ¿cómo vais a amar a Dios, que no lo veis, sobre todas las cosas?
Pero todos los que llegan a esta felicidad han sido infelices en la Tierra, hija mía, no han buscado las comodidades, pero aquí tendrán comodidades eternamente. ¡Ay de aquéllos que no cumpláis las leyes tal como están escritas, hijos míos! Decís cumplir los mandamientos pero, ¿amáis a Dios como a vosotros mismos? No lo amáis ni como a vosotros mismos, hijos míos. Ya no os pido que améis a Dios sobre todas las cosas, porque si no sois capaces de amar al prójimo como a vosotros mismos, que lo estáis viendo diariamente, ¿cómo vais a amar a Dios, que no lo veis, sobre todas las cosas?
¿Santificáis las fiestas, hijos míos? ¡De qué forma santificáis las fiestas!; ¡os «santificáis» vosotros con fiestas y juergas, hijos míos! ¿Honráis a vuestro padre y a vuestra madre? Los despreciáis, los abandonáis; ¿qué clase de amor, hijos míos, es el de vosotros? ¿Cuántas veces juráis en nombre de Dios con mentiras y enredos, hijos míos? ¿Cuántas veces matáis al prójimo con palabras y con obras, hijos míos? ¿Cuántas veces adulteráis vuestra carne?, y ¿cuántas veces no os conformáis con los dones que Dios os ha dado para participar con los pobres, que deseáis los dones de los demás? ¿Cuántas veces deseas la mujer de tu prójimo y ni amas a la mujer propia ni a la de tu prójimo?
El amor, hijos míos, tiene que salir de lo más profundo del corazón; ése es el verdadero amor entre los ángeles, hijos míos. Mi costado se dilata de amor por los hombres, y del costado irán a la luz; como la madre se dilata para dar a luz el hijo, así mi costado se dilata de amor a los hombres. Ésta es «la puerta de la felicidad», todo el que quiera entrar por ella tiene que atesorar en el Cielo, no atesorar en la Tierra, hijos míos.
Decís amar a Dios, ¿de qué forma le amáis, hijos míos? No mováis los labios tanto y ejercitad vuestro corazón. Decís que amáis a Dios, ¿y no tenéis caridad? Sois unos mentirosos; luego no estáis en la verdad, hijos míos, estáis en la mentira y la mentira es de Satanás.
Yo soy la Verdad, el Camino, la Vida; todo el que venga a mí tendrá vida eterna. Amad a mi Madre; Ella es el camino para conduciros a mi costado. ¡Ahí está la felicidad! Yo os enseñé a amaros; yo os enseñé la caridad; yo os enseñé la mansedumbre; y vosotros, hijos míos, ¿qué habéis hecho de mis palabras?: odios, desamor, iracundos…
¡Despertad, hijos míos, que estáis en la mitad del tiempo del ojo del tiempo! El mundo se está purificando con su propia sangre, pero las ofensas a Dios son graves, hijos míos. La ofensa al Espíritu Santo no tiene perdón. Todo el que ofende al Espíritu Santo no tendrá vida eterna, hijos míos. Y a todos se os mandó el día de Pentecostés el Espíritu Santo, para que todos fueseis iluminados, pero muchos de vosotros habéis rechazado la luz y os habéis metido en la tiniebla, la tiniebla de Satanás. Amaos, hijos míos; éste es mi mandamiento: amaos los unos a los otros, como yo os amo. Y todos los que estáis conmigo, tened calma y paz, que no seréis afectados, hijos míos.
Pero angustiaos los que estáis contra mí; vuestras horas serán amargas y vuestros días serán largos en la tribulación y en la oscuridad.
Orad mucho, hijos míos, y despegaos de las cosas de la Tierra, que estáis materializados, hijos míos; así no se puede amar a Dios. Estáis pendientes de vuestro tesoro, el tesoro material de la Tierra. Son tiempos de amor, de unión y de paz, hijos míos. Cumplid con mis mandamientos.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas cómo se cometen en el mundo…
Hija mía, repara los pecados de la Humanidad y que tu corazón ame como los ángeles. Toda la semana te voy a dejar mis clavos, hija mía, para que repares las ofensas que los hombres hacen a la Divina Majestad de Dios.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales, hija mía, para la conversión de las almas…
La paz sea con vosotros, hijos míos. Mi paz os dejo.
Mensaje del día 2 de marzo de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, así quiero que mueras tú, día a día, agonizando. Coge la Cruz, hija mía. Cárgatela sobre los hombros... Ayuda a mi Hijo, hija mía, a llevar la Cruz…
Hija mía, así quiero que mueras tú, día a día, agonizando. Coge la Cruz, hija mía. Cárgatela sobre los hombros... Ayuda a mi Hijo, hija mía, a llevar la Cruz…
Luz Amparo:
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... (Así repetidamente durante unos momentos).
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío!... (Así repetidamente durante unos momentos).
La Virgen:
Besa el suelo, hija mía…
Besa el suelo, hija mía…
Es necesario, hija mía, que los hombres reparen las ofensas que hacen a la Divina Majestad. ¿Ves, hija mía, cómo los hombres han convertido la Tierra en escenario de crímenes? Dicen los hombres, hija mía, que luchan por la paz; luchan por el poder, hija mía. Mira, hija mía, la sangre que ha caído de tantos y tantos inocentes, hija mía. Mi Hijo manda a los ángeles recoger toda esta sangre para purificar a la Humanidad tan desagradecida, hija mía.
Los hombres no escuchan la voz de Dios y sus corazones están endurecidos, hija mía. Los gobernantes no piensan nada más que subir al poder y hablan falsamente del Nombre de Dios. Sus creencias son falsas, hija mía; es la astucia del enemigo para destruir las almas. Sus corazones están endurecidos a la gracia y, como fieras furiosas, se destruyen unos a otros. Mira mi pobre Corazón, hija mía: sangra por todos mis hijos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, para reparar tantas y tantas ofensas…
Los hombres, hija mía, se han olvidado de las leyes de Dios y aplican ellos sus leyes a su antojo y como les conviene. Mira mis mejillas, hija mía, cómo caen las lágrimas.
Mi Corazón está traspasado por una lanza, hija mía. La juventud se pierde, hija mía, en un camino sin retorno. Ora con la cabeza en el suelo, hija mía…
Hija mía, este camino no tiene retorno; ellos lo escogen, hija mía. Primero sienten el gozo y luego sienten el dolor, hija mía, físico en el cuerpo. Por eso, hija mía, te pido que es necesario agonizar con Cristo para redimir a tantas y tantas criaturas que Satanás los introduce en su mundo. Son débiles, hija mía, y se aprovecha de su debilidad para trastornarlos y destruirlos. Pide por sus almas, hija mía, porque Satanás podrá con su cuerpo, pero no podrá con sus pobres almas.
Yo soy Madre del Amor, Madre de la Misericordia; y todo el que invoque mi nombre, en mis brazos maternales los conduciré a mi Hijo. Por eso sufre mi Corazón, hija mía, porque los hombres están cada día peor y más aferrados a la materia, al gozo. Satanás se cree victorioso, pero no podrá con sus almas, hija mía. El gozo del cuerpo será purificado con el dolor. Por eso exige mi Hijo que se repare tantas y tantas ofensas como se cometen en la Humanidad; esta pobre Humanidad amenazada de muerte por el pecado.
Yo soy la Madre de todos los pecadores, hija mía. Ora, hija mía, por esta pobre Humanidad... Invoca al Padre, hija mía.
Luz Amparo:
Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy el pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal.
Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy el pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal.
La Virgen:
Acudid a mí, hijos míos, acudid a mí, que soy la Madre de los angustiados, de los marginados, de los pecadores. Soy Madre de amor y misericordia. Mi Hijo en Caná, en las bodas de Caná, hija mía, ya quiso que hiciese esa familia apostólica. Ahí empezó la primera familia, hija mía. Por eso las palabras de mi Hijo: «Mujer...» era como Madre de los pecadores, como Madre de la Humanidad. Ahí mi Hijo quería olvidar los lazos de carne para formar esa familia; ahí fue donde mi Hijo me nombró la segunda Eva, donde Él, el segundo Adán, hija mía. Desde ahí ya recorrí todo el camino de la vida pública de Cristo hasta llegar a la Cruz, hija mía, donde las palabras de mi Hijo fueron: «Ahí tienes a tu Madre», «Mujer, ahí tienes a tu hijo». A mí me dio por Madre de toda la Humanidad.
Acudid a mí, hijos míos, acudid a mí, que soy la Madre de los angustiados, de los marginados, de los pecadores. Soy Madre de amor y misericordia. Mi Hijo en Caná, en las bodas de Caná, hija mía, ya quiso que hiciese esa familia apostólica. Ahí empezó la primera familia, hija mía. Por eso las palabras de mi Hijo: «Mujer...» era como Madre de los pecadores, como Madre de la Humanidad. Ahí mi Hijo quería olvidar los lazos de carne para formar esa familia; ahí fue donde mi Hijo me nombró la segunda Eva, donde Él, el segundo Adán, hija mía. Desde ahí ya recorrí todo el camino de la vida pública de Cristo hasta llegar a la Cruz, hija mía, donde las palabras de mi Hijo fueron: «Ahí tienes a tu Madre», «Mujer, ahí tienes a tu hijo». A mí me dio por Madre de toda la Humanidad.
Por eso os pido, hijos míos, acudid a mí, que mi Hijo me ha dado gracias para todos los pecadores, para aplicarlas sobre todas las almas, sobre todos mis hijos, hija mía. Mi pobre Corazón sufre por todos, por buenos y malos.
Pide a los hombres que se humillen, hija mía, que la humildad los purificará. Yo los amo a todos y quiero que todos se salven, hija mía.
Ayudadme, hijos míos, a reparar tantos y tantos pecados, y para hacer que los hombres cumplan las leyes de Dios. Acudid a este lugar, que todos los que acudáis a este lugar seréis bendecidos y protegidos y transportados a la Tierra Prometida. Todos recibiréis gracias.
Y tú, hija mía: tu misión es sufrir y reparar. Tu tiempo se acorta y tu eternidad será larga. Desgástate por los pobres pecadores. Las almas víctimas tienen que dar su vida por los demás, hija mía. Oración y penitencia quiero, sacrificios y renuncias al mundo, hija mía. Los hombres están materializados y no piensan nada más que en sí mismos.
Grandes castigos van a caer sobre la Humanidad. Pensad que estáis en el último tiempo de la mitad del tiempo. No os durmáis, hijos míos, estad preparados para cuando llamen a vuestra puerta salgáis con la lámpara encendida. Cumplid el Evangelio y extended el Evangelio por todos los rincones de la Tierra. Los hombres necesitan de la palabra de Dios. Sed humildes, hijos míos, y amaos unos a otros.
Voy a dar una bendición especial para todas las almas. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para la conversión de los pecadores…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Moved el corazón cuando mováis los labios, hijos míos. La fe sin obra está muerta.
Tú, hija mía, refúgiate en mi Corazón; mi Corazón te protegerá. Pero tu misión es sufrir, hija mía.
La paz os dejo.
Mensaje del día 6 de abril de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, ¡qué tristeza siente mi Corazón al ver que las criaturas rechazan mi nombre! Deseo ser honrada e invocada con el nombre que me corresponde de Madre de Dios. Los hombres se empeñan en dejarme como Madre del hombre, y mi Hijo quiere que invoquen mi nombre como Madre de Dios.
Hija mía, ¡qué tristeza siente mi Corazón al ver que las criaturas rechazan mi nombre! Deseo ser honrada e invocada con el nombre que me corresponde de Madre de Dios. Los hombres se empeñan en dejarme como Madre del hombre, y mi Hijo quiere que invoquen mi nombre como Madre de Dios.
Invocad a menudo mi nombre, hijos míos, que Satanás está juntando una gran batalla y aboliendo las leyes santas. A la juventud la tiende una trampa mortal, que pica como el pez en el anzuelo y muere mortalmente. Por eso pido, hijos míos, que invoquéis mi nombre, porque, al invocar mi nombre, Satanás y sus secuaces pierden toda la fuerza satánica. Mi Hijo me ha nombrado embajadora y me ha dado potestad para aplastar la cabeza del enemigo destructor. Por eso soy odiada, hija mía; por eso los hombres me arrinconan, porque mi Hijo quiere que mi Corazón triunfe.
La mayoría de aquéllos que se llaman discípulos de Cristo, no siguen al Maestro; el discípulo siempre tiene que ir detrás del maestro, y los hombres quieren estar por encima del Maestro y confunden las leyes y las doctrinas, y diciendo que el Infierno no existe, e incluso mis almas consagradas.
¡Ay, almas consagradas!, no queráis vosotros renovar el Evangelio a vuestro capricho y a vuestro gusto. ¡Ay de aquéllos que confunden la doctrina y quitan a mi Hijo la autoridad de su palabra!, serán los primeros en participar en el fuego eterno, porque mi Hijo les dirá como a Satanás y sus secuaces: «¡Id, malditos, al fuego eterno, que está preparado para todos aquéllos que no aceptan la doctrina ni la palabra de Dios!». Vuestro orgullo y vuestra soberbia os hace, como a Satanás, ser más que Dios; y más que Dios, hijos míos, no puede elevarse nadie.
Por eso os pido, hijos míos, que os reunáis de todas las partes del mundo y que invoquéis mi nombre, y todos unidos en el mismo espíritu del Evangelio y con espíritu de pobreza, de humildad, de obediencia a la santa Madre Iglesia, os llamaréis discípulos de Cristo. Pero ¡ay de aquellos apóstoles de nombre y de palabra, pero sin obra! A mi Hijo le gusta, hijos míos, la palabra con la obra, no la palabra sin obra. Por eso mi Hijo me ha otorgado ser Madre de todas las gracias y también me ha dado la llave del Cielo, para que los hombres entren por mi Corazón Inmaculado a su Divino Corazón.
Para ser apóstol de Cristo, hay que renunciar a sí mismo y a todas las cosas del mundo y seguir a Cristo; pero ¡de qué forma queréis llamaros apóstoles, hijos míos, si ni renunciáis a vosotros mismos ni a vuestras cosas, hijos míos! No mováis tanto los labios y no recreéis tanto vuestros oídos en alabanzas y glorias mundanas, y practicad la obra.
Hoy os prometo, hijos míos, que todas las frentes serán selladas, y muchos de los que no creéis sentiréis esa gran señal de vuestra frente y creeréis, hijos míos.
Quiero formar un gran grupo, hijos míos, con espíritu de sacrificio, de renuncia, de oración y de penitencia; pero si no renunciáis al mundo y a vosotros mismos, ¿cómo podéis seguir a Cristo, hijos míos?
Invocad mi nombre, que cada vez que se invoca mi nombre, el Infierno se estremece y se queda sin poder ni fuerzas para tentar a los seres humanos. Por eso soy tan rechazada. Durante todo el día, hijos míos, invocad a María, a la Madre de Dios. Ella os protegerá del Maligno. Muchas almas son arrastradas por su debilidad, pero arrastran con el cuerpo, pero no pueden con su alma, porque por eso mi Hijo me nombró, al pie de la Cruz, Madre de la Humanidad. Una madre está pendiente de sus hijos. El cuerpo no sirve para nada. Satanás arrastrará el cuerpo, pero el alma será protegida por la Madre de Dios y Madre vuestra.
Porque mi Hijo no se entristece por aquéllos que no le conocen o su debilidad los arrastra; mi Hijo se entristece por aquéllos que le conocen y su fortaleza les arrastra al pecado y al fondo del abismo, porque rechazan su Nombre.
¡Ay, sabios y poderosos!, ¿de qué os sirve vuestra sabiduría si la habéis empleado en dejaros arrastrar por el enemigo?
En los conventos se ha perdido la fe, en la mayoría de ellos, y no acatan el Evangelio tal como Cristo lo enseña, y cada uno cumple las reglas como le apetece, sin hacer caso a su Fundador. ¡Almas rebeldes y desobedientes, la puerta será estrecha para entrar por ella!, pero aunque fuese ancha, vuestra soberbia impediría entrar. Sed humildes, hijas mías, y cumplid con las reglas que instituyeron los grandes santos; sólo por ese camino os podréis salvar, hijos míos. Os introducís en el mundo, y el demonio, hijos míos, os tiende la trampa mortal de sus goces y os aparta de la Cruz de Cristo; la Cruz, que es redención. Practicad el mandamiento del amor y amaos como Cristo os enseña.
Hoy, hijos míos, estarán los ángeles sellando vuestras frentes para protegeros del enemigo destructor.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos.
Humildad os pido, para que pueda protegeros bajo mi manto.
Mensaje del día 4 de mayo de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, la situación del mundo es grave; los hombres se dejan regir por el espíritu de Satanás. Mira, hija mía, cada vez es peor esta situación. El espíritu de Satanás está reinando en todos los lugares: en las familias se mete para destruirlas; en la juventud los arrastra a los vicios y a los placeres; en los conventos, para entibiecer las almas; las entibia y las arrastra para ver el mundo y sus placeres, y para olvidarse de las oraciones y de los sacrificios.
Hija mía, la situación del mundo es grave; los hombres se dejan regir por el espíritu de Satanás. Mira, hija mía, cada vez es peor esta situación. El espíritu de Satanás está reinando en todos los lugares: en las familias se mete para destruirlas; en la juventud los arrastra a los vicios y a los placeres; en los conventos, para entibiecer las almas; las entibia y las arrastra para ver el mundo y sus placeres, y para olvidarse de las oraciones y de los sacrificios.
A los guías del pueblo, a muchos de ellos, los arrastra predicando doctrinas falsas; a los gobernantes, para gobernar hablando de paz, y ellos forman la guerra. Satanás está metido, hija mía, en la mayor parte de los corazones, haciendo ver a los hombres que no tiene importancia el pecado ni la maldad del mundo y no haciendo reconocer a los hombres…
Mira, hija mía, los hombres no reconocen cómo son y mira cómo el enemigo los arrastra; ¿sabes por qué, hija mía?, porque no dejan que entre el Espíritu de Dios y, al no entrar el Espíritu de Dios, no reciben la gracia y sus corazones no se humillan, hija mía, ni se arrepienten, y se ven superiores. ¡Qué pena de almas, hija mía! Es gravísimo todo lo que está sucediendo en el mundo: crímenes sangrientos, guerras que destruirán la mayor parte de la Humanidad, los hogares destruidos, la juventud perdida, los guías de los pueblos no se dedican, la mayoría de ellos, a predicar el Evangelio, sino a vivir según sus gustos.
Yo pido a los hombres: que son casi mis últimas llamadas a la oración, al sacrificio, a que deje que en su corazón entre la gracia para que se vean tal como son, hija mía, y no hagan lo que el fariseo, presentarse en el templo diciendo: «Yo soy bueno, Jesús, yo no peco; yo cumplo con todas las leyes». ¡Ay, hijos míos!, sed como aquella pobre alma humilde y contrita que se presentaba en el templo diciendo: «Señor, soy un pecador; he pecado contra el Cielo y contra Ti, perdóname, Señor».
La gracia cuando entra dentro de los corazones, el hombre se reconoce tal como es, pero ¡ay, hija mía, cuántos corazones endurecidos no dejan entrar la gracia por su soberbia y su vanidad! Yo los quiero proteger porque mi Corazón los ama, pero no se dejan, hija mía. ¡Qué pena, cuánto sufre mi Corazón! Yo soy Madre de todos los pecadores, pero de todos los pecadores contritos y humillados. El hombre es humilde cuando se ve pecador y miserable.
Mira, hija mía: grandes catástrofes irán aumentando en la Tierra. La Tierra quedará desolada, como un desierto, todo el desierto de...; crímenes tras crímenes, hija mía, e inocentes morirán junto a los culpables, para purificar a los culpables.
Dejaos guiar, hijos míos, por el Espíritu de Dios, seguid el Evangelio, no pongáis vuestra vida en la hacienda. Dejaos guiar, hijos míos, por los guías santos del pueblo; no vayáis a aquellos guías, hijos míos, que han confundido la doctrina y os confunden vuestra alma, hijos míos. Leed el Evangelio, y ahí está la palabra de Dios. Cuántos, hija mía, se quedan en el tiempo porque cogen del Evangelio lo que les conviene y dejan lo que no les agrada.
Penitencia pido y sacrificio. Mis últimas llamadas son a la oración, a la penitencia y al sacrificio. Los hombres se han olvidado que el sacrificio y la penitencia es el camino de la salvación.
Sed humildes, hijos míos, y dejaos guiar por el espíritu del bien, que es el del sacrificio y el de la penitencia. Olvidad todas las cosas del mundo y no tengáis vuestro pensamiento fijo en las riquezas y en las vanidades. No penséis tanto en el mañana. El mañana corresponde a la Divina Majestad de Dios, y vosotros pensáis en el mañana como si dependiese de vosotros mismos, hijos míos; ¡qué ingratos sois! No irritéis a vuestros hermanos ni maltratéis a vuestros hermanos, hijos míos; todo el daño que hagáis a vuestros hermanos recaerá sobre vosotros.
Amaos los unos a los otros. Éste es el primer mandamiento: el amor a Dios y al prójimo. Y ¡ay de aquéllos que se amen a sí mismo y a los suyos y olviden a Dios y al prójimo! Estad alerta, hijos míos, que vuestro Amo os vigila. Sed siervos fieles y prudentes, y estad preparados con la lámpara llena de aceite. Tenéis tiempo para reparar, hijos míos. Ofreceos en sacrificio por aquellas pobres almas que se han desviado del camino del Evangelio.
Y vosotros, hijos míos, que tenéis la dicha de oír mi voz y recibir mis mensajes: vivid según el Evangelio, porque muchos serán los llamados y pocos los escogidos; porque pocos cumplen el Evangelio, pocos renuncian a su hacienda. ¡Qué pena de almas, hija mía!
Se está viviendo en el sexto tiempo, el tiempo de Satán, hija mía.
Dios os espera, hijos míos, pero quiere corazones contritos y humillados. Él sabe lo más profundo de vuestros pensamientos; y sabe, hija mía, que los hombres no vuelven la mirada a Dios y cada día se rebelan más contra Él. ¡Qué tristeza siente mi Corazón cuando veo que mis hijos rechazan mis palabras!
Tú, hija mía, háblales y explícales todo lo que has visto y oído para conquistarlos, para que gocen un día eternamente. ¡Ay, qué tristeza siente mi Corazón, hija mía! Mi Corazón está sangrando por los pecados de los hombres. Ya desde su nacimiento, hija mía, el hombre lleva la inclinación hacia el mal y se deja arrastrar y seducir por el enemigo.
¡Despertad, padres e hijos! Despertad y educad a vuestros hijos en el santo temor de Dios. Y vosotros, hijos, respetad a vuestros padres y con sinceridad y con la verdad pedid consejo, que ellos os ayudarán, hijos míos; pero no os introduzcáis en la mentira. La mentira es la muerte, hija mía; ya sabes que te lo he dicho muchas veces que les hables sobre la verdad. Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida; donde está la mentira no está la vida; la mentira es la muerte.
Humillaos, corazones, ante la Divina Majestad de Dios y reconoceos polvo y nada.
Mira, hija mía: miles y miles de hombres caerán bajo la espada, grandes calamidades, muertes atroces, crímenes sangrientos... ¡Es terrible, hija mía, la situación del mundo! El hombre se ha olvidado de Dios; en su mente está el espíritu satánico de Satanás destruyendo la Humanidad. Mira, hija mía, cómo reina el enemigo en los corazones. No oyen mis llamadas, hija mía, ni mi llamada a la oración y al sacrificio. Los hombres quieren vivir según sus gustos y se dejan arrastrar por el espíritu maligno que se cree victorioso.
Pero todo el que invoque mi Inmaculado Corazón triunfará sobre toda la Humanidad y, sobre todo, aquéllos que se consagren a mi Inmaculado Corazón.
Yo os protegeré, hijos míos, y aplastaré la cabeza del enemigo; pero despertad y abrid vuestro corazón a la gracia.
¡Es terrible, hija mía, la situación del mundo! Mi Corazón está traspasado de dolor; no queda ni un hueco de mi Corazón donde no hayan clavado los hombres una espina. Mira, hija mía, qué dolor siente mi Corazón y cómo está rodeado de espinas por los pecados de los hombres. Hace mucho, hija mía, que no mueves ninguna espina, están tan profundas porque los hombres no cambian profundamente; sus promesas son superficiales, hija mía. El dolor que siente mi Corazón invade todo mi cuerpo, hija mía.
Por eso pido, hijos míos: el mayor remedio es el ayuno a pan y agua, hijos míos; ayunad a pan y agua los viernes, y ofrecedlo para que Satanás no pueda apoderarse de vosotros; ayunad, hijos míos, el ayuno es muy importante; ayunad todos, hijos míos, menos aquéllos que estén delicados gravemente. Eso os sacará de la tibieza en que os encontráis.
Y tú, hija mía, humíllate y habla tal como yo te enseño, con energía y con fortaleza, hija mía.
El día del reinado, de la Segunda Venida de Cristo, está próximo.
Quiero tocar todos los corazones. Todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales; pero todo aquél que venga de buena voluntad, su corazón será abierto de par en par para que entren las gracias dentro de él.
Humillaos, hijos míos, y no os avergoncéis de la humillación. Cristo se humilló hasta la muerte y se anonadó. El discípulo no puede ser más que el Maestro.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas y tantas ofensas como hacen a mi pobre Corazón…
Yo soy Madre del amor, Madre de misericordia, para todo el que venga a mi Corazón, contrito y humillado, protegerle y conducirle a mi Hijo. Pero quiero almas de buena voluntad.
Sed fuertes, hijos míos, leed mucho el Evangelio y meditad la Pasión de Cristo; está totalmente olvidada. Si el hombre meditase la Pasión de Cristo, su vida cambiaría. Retiraos del espíritu maligno, hijos míos; él os mostrará los placeres del mundo, los gustos, las riquezas, para que acumuléis sin saber si las vais a usar, porque el mañana depende del Creador. No cumplís el Evangelio, hijos míos, cuando os dice en el Evangelio Cristo: «No penséis lo que vais a comer mañana ni lo que vais a vestir; pensad en las aves y en las flores del campo, que no tienen dueño en la Tierra, y el Dueño del Cielo las alimenta, y las viste y las protege». Olvidaos de vosotros mismos, pensad en los demás, hijos míos.
Todos los que habéis tenido el don de adquirir riquezas, hijos míos, distribuid con los pobres y veréis cómo descansa vuestra pobre alma. No tengáis vuestro corazón donde está vuestra hacienda. Vivid más del espíritu que de la carne. No penséis tanto en alimentar la carne, que os olvidáis del alimento del espíritu.
¡Ay de aquéllos que hipócritamente mueven los labios y que dentro de su corazón hay odio, rencores, envidias, destrucción! Aún estáis a tiempo, hijos míos, arrepentíos y convertíos. La salvación sólo es una vez, y la condenación también, hija mía. Eso te lo he enseñado que se lo repitas a las criaturas, que sólo se pueden salvar una vez y condenar una vez.
Pagad vuestras deudas, hijos míos, con el cheque del amor, con el cheque de la comprensión y de la caridad. Y no os critiquéis unos a otros. Aceptaos todos tal como sois y ayudaros mutuamente con oración y con sacrificio.
Una bendición especial voy a dar hoy para la conversión de todos los pecadores. Y todos los primeros sábados de mes estaremos sellando frentes contra la asechanza del enemigo. La protección de esta señal os hará contritos y humildes.
Yo prometo que a todo el que venga de buena voluntad, su frente quedará sellada y, en su frente, quedará una marca y una protección del enemigo. Muchos sentirán en su frente esta señal.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, Dios mío, gracias!, ¡gracias, Dios mío! ¡Ayúdalos, protégelos, Señor! ¡Ay, qué grandeza, Dios mío, ay!
¡Ay! ¡Ay, Dios mío, gracias!, ¡gracias, Dios mío! ¡Ayúdalos, protégelos, Señor! ¡Ay, qué grandeza, Dios mío, ay!
La Virgen:
Mira, hija mía, todos los marcados y escogidos en este lugar.
Mira, hija mía, todos los marcados y escogidos en este lugar.
Luz Amparo:
¡Ay, ay, qué grandeza, Dios mío, ay!
¡Ay, ay, qué grandeza, Dios mío, ay!
La Virgen:
El sacrificio y la oración tienen mucho valor, aunque sea un pequeño grupo reducido. Mira a Jesús cómo da el ciento por uno a las almas, hija mía.
El sacrificio y la oración tienen mucho valor, aunque sea un pequeño grupo reducido. Mira a Jesús cómo da el ciento por uno a las almas, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay, gracias, Madre mía, gracias!
¡Ay, gracias, Madre mía, gracias!
La Virgen:
Tú, hija mía, humíllate, sé humilde; la humildad llega a la santidad; pero no dejes de hablar con energía y con fortaleza, y con claridad, como yo te enseño.
Tú, hija mía, humíllate, sé humilde; la humildad llega a la santidad; pero no dejes de hablar con energía y con fortaleza, y con claridad, como yo te enseño.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos, hija mía, con bendiciones especiales.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Mensaje del día 1 de junio de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
¡Ay, habitantes de la Tierra y guías de los pueblos!, que os rebeláis contra la palabra de Dios y no observáis sus leyes. Os dejáis conducir por el rey de la iniquidad; en vuestros corazones ha desaparecido la piedad, el amor... ¡Ay de aquéllos que os llamáis cristianos practicantes y os rebeláis contra las leyes de Dios y hacéis abrigo de la mentira y refugio de la lujuria! Os habéis dejado de apoyar en la Piedra Angular, que es la vida y la fortaleza; y con engaños os dejáis arrastrar por la astucia de Satanás. Venid y refugiaos en mi Inmaculado Corazón, que yo derribaré el abrigo de la mentira y el refugio de la lujuria.
¡Ay, habitantes de la Tierra y guías de los pueblos!, que os rebeláis contra la palabra de Dios y no observáis sus leyes. Os dejáis conducir por el rey de la iniquidad; en vuestros corazones ha desaparecido la piedad, el amor... ¡Ay de aquéllos que os llamáis cristianos practicantes y os rebeláis contra las leyes de Dios y hacéis abrigo de la mentira y refugio de la lujuria! Os habéis dejado de apoyar en la Piedra Angular, que es la vida y la fortaleza; y con engaños os dejáis arrastrar por la astucia de Satanás. Venid y refugiaos en mi Inmaculado Corazón, que yo derribaré el abrigo de la mentira y el refugio de la lujuria.
La Iglesia llora por tantos crímenes inocentes de aquéllos que os llamáis cristianos practicantes de la doctrina de Dios; sois consentidores del derramamiento de sangre de víctimas inocentes. Habéis perdido las tres potencias del espíritu, os habéis quedado sin voluntad y sois peores que las fieras, porque las fieras protegen a sus cachorros y vosotros los matáis dentro de vuestras propias entrañas; cubrís la sangre de vuestro cuerpo con los crímenes de esos inocentes, la tierra queda cubierta por la mancha del crimen.
¡Ay de vosotros habitantes de la Tierra!, estáis viviendo en un mundo tenebroso, lleno de tinieblas y de tentación. Acudid, hijos míos, a nuestros Corazones; todavía podéis, hijos míos, salvaros de tantos y tantos crímenes como habéis cometido. Pero, ¡ay de aquéllos que no os arrepintáis, pereceréis todos juntos!; aquéllos que os llamáis buenos pereceréis junto a los malos. Me honráis con los labios, hijos míos, y ¡qué lejos está vuestro corazón de mí! Orad, haced penitencia, haced sacrificios. Decís... que estáis cumpliendo las leyes y en vuestro corazón no hay nada más que perfidia, hijos míos.
Yo soy vuestra Madre, Madre de los pecadores. Venid, hijos míos, que soy Madre de misericordia. Sigue mi Corazón intercediendo por vosotros. Pero cada día, hijos míos, os introducís más en la tiniebla, en el vicio, y vuestras mentes quedan oscurecidas, y vivís según la carne, no según el espíritu.
El Señor:
Yo soy Jesús, el Hijo de Dios vivo, el que quiera seguirme tiene que renunciar a sí mismo, a su hacienda; no anteponer a su padre, a su madre, a su hermano, a su hermana, a sus hijos, a sus hijas, antes que a mí. Ése es el primer mandamiento de la Ley de Dios: amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo. Os amáis a vosotros mismos y a los vuestros, y olvidáis a Dios, hijos míos. ¿Dónde está el mandamiento del amor? ¿Lo habéis olvidado? Es el mandamiento de la salvación.
Yo soy Jesús, el Hijo de Dios vivo, el que quiera seguirme tiene que renunciar a sí mismo, a su hacienda; no anteponer a su padre, a su madre, a su hermano, a su hermana, a sus hijos, a sus hijas, antes que a mí. Ése es el primer mandamiento de la Ley de Dios: amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo. Os amáis a vosotros mismos y a los vuestros, y olvidáis a Dios, hijos míos. ¿Dónde está el mandamiento del amor? ¿Lo habéis olvidado? Es el mandamiento de la salvación.
La cólera de Dios caerá sobre vosotros, si no hacéis penitencia y sacrificio. La justa ira de Dios derramará su cólera. Escuchad mis palabras, hijos míos, el tiempo se acorta y vuestros corazones siguen endurecidos. Orad, haced penitencia y sacrificios, renunciad a vosotros mismos y a vuestra hacienda, hijos míos. El corazón lo tenéis puesto en la hacienda; por eso vuestro corazón está tan lejos de mí. El Castigo vendrá como el relámpago, sin avisar, hijos míos; estad preparados, no seáis como las vírgenes necias.
La Virgen:
Yo intercedo a mi Hijo, hijos míos, que tenga compasión de todos vosotros. Arrepentíos y convertíos. No alimentéis tanto vuestra carne de tantos y tantos gustos y practicad ese primer mandamiento del amor de Dios. Si los hombres se amasen, el mundo se salvaría, hijos míos. Orad y presentad buenos frutos, para que mi Hijo tenga compasión de vosotros.
Yo intercedo a mi Hijo, hijos míos, que tenga compasión de todos vosotros. Arrepentíos y convertíos. No alimentéis tanto vuestra carne de tantos y tantos gustos y practicad ese primer mandamiento del amor de Dios. Si los hombres se amasen, el mundo se salvaría, hijos míos. Orad y presentad buenos frutos, para que mi Hijo tenga compasión de vosotros.
Soy Madre de los dolores, de los dolores de la Humanidad. Ayudad a reparar tantos y tantos pecados y ofensas como se cometen contra la Divina Majestad de Dios. El mundo ha perdido la moral. No hay nada más (que) zozobras, hijos míos; ¿no os dais cuenta? Amaos los unos a los otros. Si no hay amor, no habrá salvación.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas y tantas ofensas como se cometen en el mundo…
Y tú, hija mía, sigue adelante; refúgiate en nuestro Corazón y recibirás fuerzas para tantas y tantas pruebas como se te presentarán. Bienaventurados los que sois calumniados a causa del Nombre de Dios. Hija mía, ámanos mucho y refúgiate en nuestros Corazones. El tiempo es corto y la eternidad es larga. ¡No desfallezcas, hija mía, sé fuerte, la fortaleza está en Cristo!
Acudid a este lugar, que todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales para su salvación. Amad mucho a la Iglesia, hijos míos, amad al Vicario de Cristo. Pedid por los guías del pueblo para que sean pastores de almas, que muchos viven de la Iglesia, pero no viven para la Iglesia.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Mensaje del día 6 de julio de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, mi Corazón sigue sufriendo porque los hombres siguen viviendo en la maldad y han dejado que se refugie en sus corazones el rey de la iniquidad; el rey de la iniquidad, hija mía, está al acecho como el águila para atrapar las presas y hundirlas en el lodo del pecado.
Hija mía, mi Corazón sigue sufriendo porque los hombres siguen viviendo en la maldad y han dejado que se refugie en sus corazones el rey de la iniquidad; el rey de la iniquidad, hija mía, está al acecho como el águila para atrapar las presas y hundirlas en el lodo del pecado.
¡Despertad, hijos míos, oíd nuestras llamadas y cumplid las leyes, las leyes del Evangelio, hijos míos! Os estáis dejando arrastrar por el rey de la mentira y el mundo se está convirtiendo en una carnicería. Hija mía, ¿cómo no va a estar triste mi Corazón? Mira en él las espinas que hay tan profundas, hija mía. No las puedes tocar, hija mía, porque los hombres viven una fe superficial.
¿Hasta cuándo, hijos míos, vais a renunciar a vuestra soberbia y a vuestro orgullo y os vais a dejar conducir por la verdad del Evangelio? El orgullo y la soberbia, hijos míos, vienen de la iniquidad. ¡Despertad a las llamadas que se os hacen!, ¡no endurezcáis vuestros corazones!
Hija mía, mi boca no para de dar avisos a los hombres, y los hombres siguen obstinados en el pecado, en el odio, hija mía, en la envidia. Mi Corazón quiere, como Madre, recogeros a todos bajo mi manto y protegeros del gran Castigo que va a caer sobre la Humanidad, hija mía. Despertad, hijos míos, no os hagáis los sordos a las llamadas de vuestra Madre. Mi Corazón derrama misericordia. ¡Dichosos aquéllos, hijos míos, que sois corregidos, y aquéllos que sois avisados y escucháis esta llamada, hijos míos!
Pensad que Dios os ama; os da la herida y está pendiente de vosotros para vendárosla, hijos míos. Él os hiere y Él os cura, hijos míos. ¿Hasta cuándo, hijos míos, vais a hacer sufrir a mi Corazón? Pensad que soy vuestra Madre, y una madre no abandona a su hijo, si es una madre buena, hija mía.
Orad, hijos míos, que por eso no conseguís el verdadero amor y el puro amor que viene del costado de Cristo: por vuestra falta de oración y vuestra falta de renuncia y de sacrificio. Renunciad a vosotros mismos, hijos míos, y amaos unos a otros; ése es el mandamiento de la salvación, el mandamiento del amor.
Y vosotros, almas consagradas, que vivís en la oscuridad y camináis en las tinieblas, buscad la verdad que está en el Evangelio. Id a Cristo, hijos míos, y Cristo sacará la tiniebla de vuestro corazón y la convertirá en luz. Sed constantes, hijos míos, en la oración; fuertes en el amor, hijos míos, y preocupaos de que vuestro tiempo sea para el apostolado de las almas, hijos míos. No empleéis vuestro tiempo en el mundo, dedicadlo a vuestro ministerio. La mayoría de vuestros corazones están tibios, hijos míos. Cristo es el fuego que derrite los corazones, no os desviéis de su camino.
Mi Corazón os ama, hijos míos, y el pueblo necesita buenos pastores de almas que se dediquen al pueblo, a conquistar el rebaño de Cristo. ¿A quién engañáis, hijos míos, llamándoos almas consagradas y sacerdotes del Señor? Y muchos de vosotros estáis entregados a las cosas mundanas y habéis olvidado vuestro ministerio. ¡Volved, hijos míos, que Cristo os espera como conductores de su Cuerpo, entregados, humildes y sacrificados! ¡Dad buen ejemplo, hijos míos, a las almas y estimulad a la Iglesia con verdadero amor! No hagáis sufrir más al Vicario de Cristo, hijos míos. Mira, hija mía, cómo sufre el Vicario de Cristo; está triste.
Luz Amparo:
El Santo Padre está muy triste, le veo muy triste.
El Santo Padre está muy triste, le veo muy triste.
La Virgen:
Porque ve la impiedad de sus almas consagradas. La Iglesia está desolada, muy desolada, ¡cómo no va a sufrir mi Corazón si soy Madre de la Iglesia! Pide mucho por el Vicario de Cristo, hija mía, ¡qué triste está su corazón!
Porque ve la impiedad de sus almas consagradas. La Iglesia está desolada, muy desolada, ¡cómo no va a sufrir mi Corazón si soy Madre de la Iglesia! Pide mucho por el Vicario de Cristo, hija mía, ¡qué triste está su corazón!
Almas consagradas, obedecedle, no seáis rebeldes. Y aquéllos que tenéis votos, renovad vuestros votos y consagraos a mi Corazón, y mi Corazón os protegerá de las asechanzas del enemigo; mi Corazón os ama, hijos míos; sed fuertes y no busquéis las comodidades del mundo. Imitad a Cristo, Él no buscó comodidades, hijos míos, toda su vida estuvo llena de incomodidades y de sacrificios.
Acudid a este lugar, hijos míos; todos los que acudáis a este lugar recibiréis gracias especiales y seréis bendecidos contra las asechanzas de Satanás. Aunque sufre mi Corazón, también siente gozos de ver que muchas almas han renunciado a muchas cosas del mundo y se han introducido en el rebaño de Cristo. Sed fuertes, hijos míos, y no os apartéis de las gracias. El que se aparta de la gracia se queda muerto, y la muerte, hijos míos, es tenebrosa y oscura.
Tú, hija mía, humíllate y sacrifícate; piensa que eres víctima, y las víctimas se tienen que inmolar para la salvación de las almas. Sí, hija mía, mi Obra y la Obra de Cristo es tu Obra y tienes que preocuparte por ella, y tienes que poner, hija mía, todo tu amor en ella. Sé que sufres.
Bebe unas gotas del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía; queremos que participes de la amargura de nuestro Corazón, hija mía. Tienes que ser fuerte, hija mía; encontrarás muchos obstáculos, pero piensa que es mi Obra y la Obra de mi Hijo, y todo el que ame esta Obra se tiene que entregar a ella, cada uno a la medida de sus fuerzas. Y yo derramaré gracias sobre vosotros.
Pensad, hijos míos, que es el mandamiento del amor esta Obra: es amar al desvalido y protegerle y recogerle. Ahí están las bienaventuranzas... Tuve hambre y me disteis de comer; mendigo y me recogisteis; desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis. ¿Qué es la fe, hija mía —te lo he enseñado muchas veces—, qué es la fe sin obras? La fe tiene que estar acompañada de la caridad. El que no ama y no tiene caridad no entrará en el Reino del Cielo. El que no comparte con el hermano de su hacienda y lo guarda para que se lo coma la polilla, no entrará en el Reino de los Cielos. Ése es el mandamiento del amor; ésta es mi Obra, ésta es tu Obra, y también es la Obra de todos los que han recibido gracias de este lugar.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados y tantas ofensas de las almas consagradas…
Humildad pido; sin humildad, hija mía, no se consiguen las demás virtudes.
Voy a dar una bendición especial para todos los objetos contra las asechanzas del enemigo y para los moribundos. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
La paz sea con vosotros, hijos míos.
Mensaje del día 3 de agosto de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
El Señor:
Hija mía, yo, Jesús, el Hijo de María, quiero dilatar todos los corazones del fuego de mi amor, pero los hombres escuchan mi palabra, pero no toman mi ejemplo. ¿Qué es la palabra sin obras? Yo digo, hija mía, que quiero acrisolar todos los corazones con el fuego de mi amor. Es muy importante en estos últimos tiempos el mandamiento primero de la Ley de Dios: amar a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con tus cinco sentidos, y al prójimo como a ti misma; pero los hombres han convertido este mandamiento en desamor, en desunión, en discordias, en odios. No entraréis en el Reino del Cielo si no practicáis el mandamiento del amor, hijos míos.
Hija mía, yo, Jesús, el Hijo de María, quiero dilatar todos los corazones del fuego de mi amor, pero los hombres escuchan mi palabra, pero no toman mi ejemplo. ¿Qué es la palabra sin obras? Yo digo, hija mía, que quiero acrisolar todos los corazones con el fuego de mi amor. Es muy importante en estos últimos tiempos el mandamiento primero de la Ley de Dios: amar a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con tus cinco sentidos, y al prójimo como a ti misma; pero los hombres han convertido este mandamiento en desamor, en desunión, en discordias, en odios. No entraréis en el Reino del Cielo si no practicáis el mandamiento del amor, hijos míos.
Mucho habláis de Cristo pero poco practicáis sus obras. Practicad, hijos míos, el Sermón de la Montaña: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, dar posada al peregrino; eso es lo más importante en estos tiempos, hijos míos: el amor, la caridad.
El hombre está destruyendo el mundo con su desamor. Ya es tiempo de cumplir mis palabras. Traeré fuego a la Tierra para que arda y acrisolaré todos aquellos corazones que han seguido mis mandamientos; los acrisolaré y los dejaré limpios como las aguas de los arroyos. Y a todos aquéllos que han convertido mis mandamientos en odio, en lujuria, en egoísmo, en impiedad, en soberbia, los reduciré a cenizas y los apartaré de mi mirada, hija mía.
Va siendo hora de segar la mies, ¡y los hombres creen que no va a llegar ese día! Ese día está próximo. No cerréis vuestros oídos, porque mi Corazón primero ha querido acrisolar con el fuego de mi amor todos los corazones, con mis avisos, y vosotros, necios, os habéis dejado engañar por el enemigo y vuestros corazones están empedernidos y el enemigo os hace ver en la verdad de Dios, la mentira, y en su mentira, la verdad.
Ya va siendo hora, hijos míos, de apartar la cizaña. Y ya va siendo hora de que caiga el fuego sobre la Tierra y consuma vuestros graneros, que están llenos de egoísmo y de lujuria. ¿Hasta cuándo, hijos míos, os vais a dejar engañar por la astucia del enemigo?
Mira, hija mía, estos cuatro ángeles en los cuatro ángulos de la Tierra: están preparados para que con una sola palabra que salga de mi boca, destruir todo lo malo que hay en esta Tierra. Mira la posición de los ángeles, hija mía.
Luz Amparo:
Hay cuatro ángeles en los cuatro puntos de la Tierra: del Este al Oeste y del Norte al Sur. Tienen cuatro alas y bajo esas alas, en las de abajo, llevan una rueda que da la vuelta sobre su ala. Hay fuego debajo de esa ala y mete la mano uno de ellos, y sólo con meter la mano, tocando esa rueda, veo arder la mayor parte de la Tierra. ¡Qué horror! Niños y mayores arden en ella; parece un volcán de fuego. ¡Ten compasión, Señor, de todos ellos!
Hay cuatro ángeles en los cuatro puntos de la Tierra: del Este al Oeste y del Norte al Sur. Tienen cuatro alas y bajo esas alas, en las de abajo, llevan una rueda que da la vuelta sobre su ala. Hay fuego debajo de esa ala y mete la mano uno de ellos, y sólo con meter la mano, tocando esa rueda, veo arder la mayor parte de la Tierra. ¡Qué horror! Niños y mayores arden en ella; parece un volcán de fuego. ¡Ten compasión, Señor, de todos ellos!
El Señor:
Pronto será la hora de mi justicia, porque estoy derramando la misericordia y los hombres ingratos se baten en el pecado, en el odio, en el egoísmo, en la carne. Dentro de poco, hija mía, no habrá compasión. Mi misericordia se agota y mi justicia se aproxima. ¡Ay, hombres ingratos, hasta dónde habéis llegado, hijos míos, con la perversidad de vuestro mal! Habéis convertido la luz en tiniebla, porque yo, hijos míos, a todos os he mandado gracias para vuestra salvación y sacramentos para mantener las gracias; y ¿qué habéis hecho de todo esto?: ultraje a la Divina Majestad de Dios, desprecio a los sacramentos, odio, envidias, rencores…
Pronto será la hora de mi justicia, porque estoy derramando la misericordia y los hombres ingratos se baten en el pecado, en el odio, en el egoísmo, en la carne. Dentro de poco, hija mía, no habrá compasión. Mi misericordia se agota y mi justicia se aproxima. ¡Ay, hombres ingratos, hasta dónde habéis llegado, hijos míos, con la perversidad de vuestro mal! Habéis convertido la luz en tiniebla, porque yo, hijos míos, a todos os he mandado gracias para vuestra salvación y sacramentos para mantener las gracias; y ¿qué habéis hecho de todo esto?: ultraje a la Divina Majestad de Dios, desprecio a los sacramentos, odio, envidias, rencores…
Orad, hijos míos, y haced penitencia; no penséis en almacenar, extended la mano al desvalido, practicad el mandamiento del amor; sin este mandamiento no hay salvación. El hombre fue creado para amar y glorificar a Dios y para vivir en el Paraíso y participar del conjunto de todo lo bueno con todos sus hermanos. ¿Qué habéis hecho de mis leyes, hijos míos?: corrupción y destrucción.
Yo acrisolaré los corazones de todos aquéllos que han aceptado mi voluntad y los transportaré a la Tierra Prometida. Pero, ¡ay de vosotros, ingratos, que no habéis pensado nada más que en vosotros mismos, oiréis estas palabras: «Id, malditos, al fuego eterno, que Satanás tiene preparado para todos sus secuaces»!
¿Hasta cuándo, hijos míos? ¡Almas consagradas, despertad a la gracia, no os dejéis arrastrar por el apetito carnal! Acudid a mí, hijos míos, contritos y arrepentidos, todavía queda un poco tiempo; entregaos a vuestro ministerio de la Iglesia, sed piadosos, hijos míos, y practicad la virtud de la caridad. Por eso mi Corazón grita: amaos los unos a los otros, como yo os he enseñado a amar. El tiempo es corto y vuestros pecados son muchos, hijos míos. La Humanidad está corrompida.
La Virgen:
Hijos míos, acudid a mi Inmaculado Corazón, que mi Corazón os protegerá y os llevará al Corazón de Cristo.
Hijos míos, acudid a mi Inmaculado Corazón, que mi Corazón os protegerá y os llevará al Corazón de Cristo.
Mira mi Corazón, hija mía, mis lágrimas caen por mis mejillas y mi Corazón está traspasado por siete espadas de dolor, porque los hombres siguen y siguen, cada día más, cometiendo crímenes y destruyendo el mundo, hija mía.
Soy Madre de los Dolores, Madre de la Humanidad; mi Corazón sufre por todos mis hijos.
Acudid a mí, hijos míos, que yo os llevaré al camino de Cristo. La cólera de Dios está cerca y su justicia santa va a ser derramada sobre toda la Humanidad. Sacrificios y penitencia pido.
Mira mi Corazón, hija mía, cómo está traspasado por el dolor, ¡tantas ofensas hechas a la Divina Majestad de Dios y tantas almas como se introducen diariamente en las penas del Infierno!
¿Qué es la fe sin obras, hijos míos?; muchos movéis los labios, pero vuestro corazón está frío como un témpano de hielo. De nada os sirve mover los labios, hijos míos. Mi Hijo os dejó la mejor oración, meditadla despacio y practicadla: la oración del Padrenuestro. No os inventéis oraciones largas, hijos míos; conque practiquéis esta corta, ahí está todo el Evangelio.
Amad a Dios, vuestro Creador, hijos míos, perdonad a vuestros enemigos, no penséis tanto en el mañana; haced la voluntad de Dios, hijos míos. Pensad que Dios está en el Cielo y que pronto vendrá su Reino sobre vosotros. Quiero protegeros a todos bajo mi manto. Mis súplicas constantes a la Divina Majestad de Dios, hijos míos, es la que está alargando un poco el Castigo, hijos míos. Ya os lo tengo todo dicho; pocas palabras, hijos míos, me quedan para hacer recomendación a vuestra alma. Desde hoy, mis mensajes serán muy cortos, hijos míos, mis palabras serán de amor.
Y tú, hija mía, ama con todo tu corazón y enseña a amar a los hombres, aunque te desprecien, aunque te difamen. Pero, hija mía, cuando llega un alma al rebaño de Cristo, ¡qué alegría siente mi Corazón! Sigue sufriendo, hija mía, para la conversión del mundo; ama con todo tu corazón y entrégate a los demás.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas como se cometen contra la Divina Majestad de Dios…
Tu misión es amar, hija mía, y sufrir.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos...Desde hoy mis mensajes serán cortos, pero mis gracias serán cada día más en abundancia.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Mensaje del día 7 de septiembre de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Dije, hija mía, que mis palabras iban a ser cortas, pero llenas de amor.
Dije, hija mía, que mis palabras iban a ser cortas, pero llenas de amor.
Todo está dicho, hijos míos; sólo os falta, hijos míos, que acudáis a mi Inmaculado Corazón, que él os protegerá. ¡Mira qué manto, hija mía, más inmenso: el manto del amor! Todo el que viene a mi Inmaculado Corazón es protegido bajo este manto y no le dejaré salir de él. Es tan inmenso, hija mía, que todos caben debajo de él. Mira si hay miles y miles de billones metidos bajo mi manto. Soy Madre del amor y, por eso, aviso a mis hijos.
El Señor:
Yo vengo como amigo y, por eso, quiero explicar a los hombres que el amigo da la vida por el amigo. Yo amé tanto a los hombres que de padre me hice hijo, y, estando en la eternidad, vine al tiempo, y, dando vida, vine a buscar la muerte, y, sin necesitar la palabra, me hice palabra. Yo no necesitaba la palabra. La palabra fue hecha para los hombres. Me hice hombre igual que los hombres en todo menos en el pecado, para recobrar la amistad que había perdido con ellos. Vine a hacerme hombre y a morir en una cruz. Derramé mi Sangre para la redención y la salvación de las almas.
Yo vengo como amigo y, por eso, quiero explicar a los hombres que el amigo da la vida por el amigo. Yo amé tanto a los hombres que de padre me hice hijo, y, estando en la eternidad, vine al tiempo, y, dando vida, vine a buscar la muerte, y, sin necesitar la palabra, me hice palabra. Yo no necesitaba la palabra. La palabra fue hecha para los hombres. Me hice hombre igual que los hombres en todo menos en el pecado, para recobrar la amistad que había perdido con ellos. Vine a hacerme hombre y a morir en una cruz. Derramé mi Sangre para la redención y la salvación de las almas.
Os comunico mis misterios, hijos míos, porque os amo. Sólo un amigo es capaz de morir por el amigo; por eso os digo, hijos míos: sed pacientes, amaos unos a otros y practicad ese mandamiento del amor. Todo el que da la vida por el amigo tendrá vida eterna... (En voz baja se escuchan unas palabras ininteligibles).
Tienes que ser valiente, hija mía, y comunicar a los hombres mi palabra. Ni el desprecio, ni la calumnia, ni la crítica te tiene que angustiar, hija mía. Sé fuerte. Tienes que luchar mucho contra grandes batallas, hija mía; pero que prevalezca en ti el mandamiento del amor, hija mía.
Si nosotros estamos contigo, ¿qué te importa los que vayan contra ti, hija mía? Tu misión es sufrir; tu misión es amar.
Se han derramado gracias suficientes para que los hombres cambien sus vidas; pero aún quiero decir a los hombres que son mis amigos y que todo el que quiera venir, lo espero, y que soy el mejor amigo, el pastor que busca a su oveja cuando se pierde; el que dio la vida por su rebaño.
La Virgen:
Sólo estas palabras, hijos míos. Humildad os pido.
Sólo estas palabras, hijos míos. Humildad os pido.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con gracias especiales, hijos míos…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
La paz os dejo, hijos míos.
Mensaje del día 5 de octubre de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Hija mía, mira mi manto; es el manto de la misericordia, el manto del amor. Mira, en este libro van las obras de misericordia. Yo soy Madre del que sufre, del que llora, del que es perseguido, del que tiene hambre, del limpio del corazón. Y yo harto al que tiene hambre, consuelo al triste y llevo al Cielo al limpio del corazón; y escondo al que es perseguido a causa de nuestro nombre. Confiad en mi Hijo, hijos míos, y refugiaos en mi Inmaculado Corazón. Mis palabras son breves, porque mi Corazón sólo piensa en la misericordia.
Hija mía, mira mi manto; es el manto de la misericordia, el manto del amor. Mira, en este libro van las obras de misericordia. Yo soy Madre del que sufre, del que llora, del que es perseguido, del que tiene hambre, del limpio del corazón. Y yo harto al que tiene hambre, consuelo al triste y llevo al Cielo al limpio del corazón; y escondo al que es perseguido a causa de nuestro nombre. Confiad en mi Hijo, hijos míos, y refugiaos en mi Inmaculado Corazón. Mis palabras son breves, porque mi Corazón sólo piensa en la misericordia.
El Señor:
Venid a mí todos los que estáis agobiados y cansados, confiad en mí, que yo os enseñaré la verdad, y todo el que quiera escuchar la verdad estará conmigo. Todos aquéllos que ayudan a mi Obra les daré un galardón, y ese galardón será la entrada para entrar en el Cielo.
Venid a mí todos los que estáis agobiados y cansados, confiad en mí, que yo os enseñaré la verdad, y todo el que quiera escuchar la verdad estará conmigo. Todos aquéllos que ayudan a mi Obra les daré un galardón, y ese galardón será la entrada para entrar en el Cielo.
Hijos míos, aquéllos que dais limosna, vuestra limosna servirá de sacrificio y de alabanza a Dios; y con vuestra limosna vuestro corazón y vuestra alma, aunque esté manchada de pecado y oscura como el carbón, quedará limpia como la nieve, para todos aquéllos que cumplan mis leyes. Venid a mi Corazón, hijos míos, aquéllos que estáis cargados de crímenes y de pecados; no os recriminaré, hijos míos, ni echaré en cara vuestros pecados; los lavaré con mi Sangre, y con la llaga de mi costado quedarán purificados, hijos míos.
Tú, hija mía, sigue siendo miseria y amor, porque, por tu miseria, el hombre volverá la mirada a Dios, y con tu amor volverá a la vida.
¿Dónde podréis encontrar un padre como yo, hijos míos, con un corazón tan compasivo? Yo derramaré gracias sobre vuestras almas y os daré mi herencia, que es la eternidad. ¿Qué más queréis que os ofrezca, hijos míos?
Tú, hija mía, sigue aceptando la humillación, la calumnia, el desprecio; ¿ves cómo te recompenso a todo tu dolor, hija mía?
Y acudid a mi Madre, que es el tiempo de la misericordia; y ese manto que cubre toda la Tierra para proteger al desvalido, al débil, al despreciado, al calumniado, al cansado, al hambriento, al sediento…
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como hay en el mundo…
Todo está dicho; ahora mi Corazón está derramando la misericordia sobre todos vosotros, hijos míos. Cumplid mis leyes.
La Virgen:
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
El Señor:
La paz sea con vosotros.
La paz sea con vosotros.
Mensaje del día 2 de noviembre de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Mira, hija mía, mi Corazón Inmaculado sigue viniendo con el manto de misericordia y de amor.
Mira, hija mía, mi Corazón Inmaculado sigue viniendo con el manto de misericordia y de amor.
Hoy hago una nueva llamada a aquellos pastores infieles, a aquéllos que se han retirado de su ministerio, porque no cumplen con el Evangelio. ¿De qué les sirve a los hombres estar en primeros puestos, hija mía, si luego no son fieles al camino que han escogido?
Venid, hijos míos, venid a mi Inmaculado Corazón, yo os protegeré y llenaré vuestro corazón de gracias, para que podáis ejercer el ministerio de pastores con la gracia del Espíritu Santo. Sed fieles, hijos míos, al camino que habéis emprendido; venid a mí, que yo os llevaré a Jesús. Todos aquellos pastores, hijos míos, que habéis conservado vuestra inteligencia y vuestra sabiduría, proteged el rebaño de Cristo.
El Señor:
Protegedlo, hijos míos, de tantos lobos como les acechan y multiplicad mi rebaño; traedlos a mis manos, para que yo los pueda poner a mi derecha y revestirlos con una vestidura de luz como la mía y transportarlos a la Tierra que tengo preparada, donde habrá frondosos jardines y riachuelos de miel y leche.
Protegedlo, hijos míos, de tantos lobos como les acechan y multiplicad mi rebaño; traedlos a mis manos, para que yo los pueda poner a mi derecha y revestirlos con una vestidura de luz como la mía y transportarlos a la Tierra que tengo preparada, donde habrá frondosos jardines y riachuelos de miel y leche.
Mira, hija mía, la Tierra Prometida, ¡qué belleza!; estos manantiales divinos son la felicidad de las almas, hija mía.
Por eso pido a mis pastores fieles a mi Evangelio que protejan mi rebaño, para que pueda participar de estos pastos exquisitos.
Mira, hija mía, aquí hay leche y miel, aquí hay frutos frondosos, aquí está la belleza del Paraíso para todos aquéllos que quieran venir a mí.
Todos los que estéis agobiados y cargados, venid a mí, hijos míos, que yo os descargaré de vuestra aflicción y de vuestras penas, hijos míos.
La Virgen:
Besa el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas que los hombres cometen en el mundo…
Besa el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas que los hombres cometen en el mundo…
Aquí este alimento será eterno. Y todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales para su salvación. Mis palabras se acaban, hija mía, porque lo he dicho todo. Sólo falta que los hombres cambien, hija mía.
Venid, que os esperamos, hijos míos, y seguiré multiplicando las gracias en este lugar para todo el que acuda a él, hija mía.
Levántate, hija mía. Mira la belleza del Paraíso; haz una reverencia ante el Cordero, hija mía... Hinca tu rodilla…
Hoy habrá una bendición muy especial para todos aquéllos que vengáis a este lugar, para poder participar de este Paraíso, hija mía.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para protegeros del mal que hay en la Tierra, hijos míos... Todos han sido bendecidos con esta bendición especial.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Mensaje del día 7 de diciembre de 1991, primer sábado de mes
Prado Nuevo (El Escorial)
La Virgen:
Ya estamos aquí, hija mía; nuestros Corazones vienen llenos de amor y de misericordia. Yo os conduzco a mi Hijo; como Madre de todos los pecadores, me preocupo por todos, hija mía.
Ya estamos aquí, hija mía; nuestros Corazones vienen llenos de amor y de misericordia. Yo os conduzco a mi Hijo; como Madre de todos los pecadores, me preocupo por todos, hija mía.
El Señor:
Yo soy el Hijo de Dios vivo. Yo, como un gigante, di un salto del Cielo a la Tierra; dejé mi Patria y vine a sufrir a la Tierra, para que el hombre dejase de ser siervo y para llamarle amigo. Yo dejé que mi costado fuese abierto y en él se abriese un canal donde los hombres bebiesen y se saciasen de él. Mi Corazón, hija mía..., mira qué Corazón tan inflamado de amor por los hombres; es un volcán de fuego lo que hay dentro de mi Corazón, para abrasar todos los corazones de todos los pecadores del mundo. Venid a mí todos los que estáis cargados, que yo os descargaré, hijos míos.
Yo soy el Hijo de Dios vivo. Yo, como un gigante, di un salto del Cielo a la Tierra; dejé mi Patria y vine a sufrir a la Tierra, para que el hombre dejase de ser siervo y para llamarle amigo. Yo dejé que mi costado fuese abierto y en él se abriese un canal donde los hombres bebiesen y se saciasen de él. Mi Corazón, hija mía..., mira qué Corazón tan inflamado de amor por los hombres; es un volcán de fuego lo que hay dentro de mi Corazón, para abrasar todos los corazones de todos los pecadores del mundo. Venid a mí todos los que estáis cargados, que yo os descargaré, hijos míos.
Por el Bautismo, hijos míos, mira cómo es destruido el pecado, por ese sacramento del Bautismo. Por el Bautismo morís, hijos míos, en Cristo, al pecado; y las obras del cuerpo son destruidas, y dejáis atrás ese hombre viejo y os convertís en «cristos»; por el Bautismo morís al pecado y morís al mundo, hijos míos. Y vosotros cada día queréis vivir más en el mundo y en las cosas del mundo. Por eso ya no es destruido vuestro cuerpo, que con el Bautismo fue destruido, sino que destruís vuestra alma. ¡Qué pena de Humanidad!, ha perdido la noción del pecado y no ven pecado donde hay pecado, hija mía, y la virtud la ven pecado.
Cuidad, hijos míos, vuestra alma, no os dejéis engañar por la astucia de Satanás. ¡Ay, juventud, cómo os dejáis arrastrar por las pasiones, por la soberbia! Venid a mi Corazón, que mi Corazón os llenará de aquello que os falta, hijos míos, y, teniendo la gracia, vuestro corazón estará lleno y no necesitaréis placeres mundanos. Mi Corazón os ama, hijos míos, por eso os ha ido trayendo uno a uno para retiraros de las asechanzas de Satanás; y vuestros corazones siguen, hijos míos, dejándose arrastrar por la astucia del enemigo. ¡Ay, jóvenes, qué pena siente mi Corazón por vosotros, hijos míos!
La Virgen:
Mira, hija mía, cómo los introduce Satanás en el mundo para luego introducirlos... Uno a uno los va introduciendo. ¡Con qué astucia, hija mía, reinan los siete pecados capitales en el mundo! ¡Cómo endurece los corazones de los hombres! Ni la gracia, hija mía, ni el dolor de Cristo, ni mi Corazón atravesado compadece a los hombres. Dicen los hombres que no existe el Infierno, hija mía... ¡Eternamente! Ya los ha introducido, ya echa la llave en su mansión, y no saldrán jamás de la mansión y de las garras de Satán, hija mía. Por eso es el tiempo de la misericordia; por eso digo que mis palabras se están acortando, pero mi Corazón está lleno de amor para todo el que quiera venir a él; derramaré gracias especiales para su salvación.
Mira, hija mía, cómo los introduce Satanás en el mundo para luego introducirlos... Uno a uno los va introduciendo. ¡Con qué astucia, hija mía, reinan los siete pecados capitales en el mundo! ¡Cómo endurece los corazones de los hombres! Ni la gracia, hija mía, ni el dolor de Cristo, ni mi Corazón atravesado compadece a los hombres. Dicen los hombres que no existe el Infierno, hija mía... ¡Eternamente! Ya los ha introducido, ya echa la llave en su mansión, y no saldrán jamás de la mansión y de las garras de Satán, hija mía. Por eso es el tiempo de la misericordia; por eso digo que mis palabras se están acortando, pero mi Corazón está lleno de amor para todo el que quiera venir a él; derramaré gracias especiales para su salvación.
El Señor:
Cumplid los mandamientos, hijos míos. Es la hora del primer mandamiento: «Amarás a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo», hijo mío; cumpliendo ese primero no faltarás contra los otros.
Cumplid los mandamientos, hijos míos. Es la hora del primer mandamiento: «Amarás a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo», hijo mío; cumpliendo ese primero no faltarás contra los otros.
Y todos aquéllos que trabajáis, hijos míos, en mi Obra, beberéis del canal de mi costado y seréis protegidos. Pero practicar el mandamiento del amor, hijos míos.
Mira, hija mía, qué diferencia de la astucia de Satanás a la misericordia de un Dios. Todo es gozo, todo es alegría, todo es belleza, todo amor, hija mía.
No os dejéis arrastrar, hijos míos; Satanás quiere vuestra alma. Acudid a este lugar, que en este lugar no faltarán jamás las gracias. Ya os he dicho toda la palabra, hijos míos, ahora cumplid con mi obra, que es amar a vuestros semejantes. No todo el que diga: «¡Señor, Señor!», entrará en el Reino de los Cielos, sino aquéllos que cumplan con mi palabra: «Tuve hambre y me disteis de comer; sed y me disteis de beber; desnudo y me vestisteis; en la cárcel y me visitasteis; enfermo y estuvisteis conmigo». Eso es, hijos míos, la obra de amor y misericordia. ¡La obra! No os quedéis en la palabra, extended vuestra mano al desvalido, dad consuelo a aquél que lo necesita. No sólo moviendo los labios los hombres se van a salvar.
¡Qué engañados están los hombres, hija mía!, sólo cogen del Evangelio aquello que les conviene; aquéllos que verdaderamente dicen amar a Dios, sin preocuparse del prójimo, cuando lleguen aquí, hija mía, ¡a la mansión eterna!, les diré: «No os conozco, hijos míos; habéis movido los labios, pero vuestro corazón...».
La Virgen:
Y ¡ay, también, de aquellas madres que introducen a sus hijos en el camino de la felicidad y del placer, dándoles gustos y caprichos y, luego, cuando los han introducido en la muerte echan lágrimas de plañideras baratas! ¡Ay de aquellas madres que conducen a sus hijos a la perdición por los caprichos y los gustos! Enseñadles a amar a Dios y a seguir el camino, hijas mías. En el Evangelio está dicho, hijas mías: Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. No os vayáis a la muerte, acercaos a la vida. La vida sólo está en el Verbo, que se hizo hombre para estar entre los hombres y enseñarles el Camino y la Verdad.
Y ¡ay, también, de aquellas madres que introducen a sus hijos en el camino de la felicidad y del placer, dándoles gustos y caprichos y, luego, cuando los han introducido en la muerte echan lágrimas de plañideras baratas! ¡Ay de aquellas madres que conducen a sus hijos a la perdición por los caprichos y los gustos! Enseñadles a amar a Dios y a seguir el camino, hijas mías. En el Evangelio está dicho, hijas mías: Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. No os vayáis a la muerte, acercaos a la vida. La vida sólo está en el Verbo, que se hizo hombre para estar entre los hombres y enseñarles el Camino y la Verdad.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo…
Y refugiaos en nuestros Corazones. Nosotros seremos vuestros guías; pero dejaos guiar, hijos míos, con humildad.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para vuestra salvación... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
La paz sea con vosotros, hijos míos.