A continuación se muestran todos los mensajes del año seleccionado:

Mensaje del día 4 de enero de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, sigo viniendo con mi manto de misericordia y de amor; ya ves, hija mía, este manto es tan grande como todo el Universo. Mis palabras son de amor, pero dentro de poco pueden ser, hija mía, de pena, de lágrimas y de dolor. El mensaje se acabará, pero mis bendiciones seguirán. Quiero en estos tiempos bendecir a los hombres. Mi Hijo me ha mandado para dejaros en el camino, en el camino del Evangelio. Dios os ha creado, os ha redimido y os ha santificado; vuestros corazones están hechos para la eternidad. Por eso, Dios mi Creador, me ha puesto como Puerta del Cielo.
Venid a mí, que yo soy Madre de amor y misericordia. Y yo intercederé a mi Hijo y mi Hijo llevará al Padre. Cumplid con las leyes, hijos míos, y que nadie añada ni quite una palabra del Evangelio; mientras el Cielo y la Tierra existan, nada se quitará de las leyes que están escritas.
Hija mía, mira dónde están todos a mi derecha. Por eso, sigue repitiendo, hija mía, una y otra vez, las palabras que te comunico.
Pero, ¡pobres de los que están a la izquierda, hijos míos! ¡Hombres de poca fe!, ¿por qué dudáis de la palabra del Evangelio?, porque habéis dudado y no habéis querido seguir el camino del Evangelio, os encontráis en este lugar. ¡Ay de aquéllos que no cumplan la Ley! Mi Corazón está traspasado de dolor viendo que los hombres cada día se endurecen más, y sus mentes y su corazón están en la Tierra.
Luz Amparo:
¡Madre mía, ayúdame; ayúdame que yo no puedo, no puedo más! ¡Ayúdame, Madre mía! Yo quiero ser fiel, pero no tengo fuerzas.
La Virgen:
Hija mía, en tu debilidad tiene que estar tu fortaleza. Tú dijiste «sí», y el cheque lo tienes en blanco, hija mía.
Luz Amparo:
Con tu ayuda, Madre mía, podré seguir adelante.
La Virgen:
¡Ay de aquéllos que sois infieles a las gracias y aquéllos que no os dejáis guiar por el Evangelio, más os valiera haber muerto, hijos míos, antes de que llegue la hora suprema de Dios! Todavía os ofrece mi Corazón amor; venid, que yo tengo un corazón grande de Madre y os puedo impregnar de mi amor. Y cuando se acaben los mensajes en este lugar, no hagáis caso cuando os digan que aquí o allí, cerca de estos lugares, se siguen repitiendo los mensajes. Mi mensaje ha sido universal, hijos míos, y ya os lo he dicho todo. Cumplid con las leyes y os salvaréis; pero no juguéis con mi nombre. No os dejéis arrastrar por esos falsos videntes, por esos falsos profetas, hijos míos, que se adoran ellos mismos sin adorar a Dios, su Creador.
Os he dicho, hijos míos, que mis mensajes se acabarán, pero mi bendición y mi palabra de amor seguirá en este lugar. Sed fieles, hijos míos, fieles testigos del Evangelio; id por todo el mundo a predicar estas palabras de verdad y de vida.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas y tantas ofensas como se cometen en el mundo…
Acudid a mí, hijos míos, que yo seguiré derramando gracias muy especiales para la salvación de vuestras almas. A todo el que acuda a este lugar, derramaré gracias especiales sobre él.
Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de los moribundos... Todos han sido bendecidos para la salvación de las almas. Aplicad estos objetos sobre los moribundos.
Y tú, hija mía, sé fuerte; la fortaleza está en nosotros; refúgiate en nuestros Corazones, y si te dan en una mejilla, pon la otra. Ya te he dicho muchas veces que el discípulo no es más que el Maestro, y ya sabes lo que hicieron con el Maestro, hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 1 de febrero de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, mi Corazón viene lleno de gracias para derramarlas sobre todos vosotros. Os voy a decir, hijos míos, que quiero que mi Obra se multiplique como las estrellas que hay en el cielo.
El Señor:
Sí, hijos míos, todo el que pertenezca a esta Obra y dé testimonio de fe y de caridad, derramaré sobre ellos todo género de gracias; y especialmente para todos aquéllos que vivan según el espíritu, no según la carne. Dad testimonio de fe y de caridad, hijos míos. Todos aquéllos que ayudéis a mi Obra seréis recompensados y estaréis muy cerca de la morada de mi Padre, y os recordaré las palabras del Evangelio donde dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis». Os recordaré aquellas palabras, hijos míos.
Para todos aquéllos que ayudéis a los mayores en su ancianidad, os prometo una recompensa eterna.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en el mundo…
La Virgen:
Mis palabras han sido cortas pero muy exquisitas, hijos míos. Todo el que practique el mandamiento del amor será recompensado.
Mi mensaje se acaba, pero mi amor, hijos míos, seguiré derramándolo sobre vosotros.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 7 de marzo de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, sólo unas palabras, pero exquisitas palabras: guardad vuestra alma, y vuestras acciones y obras encaminadlas hacia el espíritu, y yo protegeré vuestras almas, hijos míos.
Acudid a este lugar, que todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales en vida y en muerte.
No os hagáis caso, hijos míos, si os dicen que cerca de estos lugares me manifiesto, pues todo os lo he dicho, hijos míos. Cumplid la doctrina.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos pecados como se cometen en el mundo…
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para moribundos y para el día de las tinieblas…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de abril de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, sólo vengo a pedirte que me ames y me glorifiques y me hagas amar por las almas; salva almas, hija mía. Los hombres no paran de ofender a Dios, y Satanás hace tiempo que ha desencadenado su mal y lo ha extendido por todo el mundo. Por eso pido a los hombres que todo el que pueda se retire del mundo y viva en comunidad, pues no es fácil salvarse en el mundo, porque el que está en el mundo vive del mundo. Retiraos todos los que podáis con vuestra familia y vivid en comunidad, hijos míos. Yo sellaré con un sello especial vuestros nombres, si os entregáis a la gloria de Dios, hijos míos.
Los hombres viven en la tiniebla. Buscad la luz, hijos míos, y amad a Dios y glorificadle.
El Santo Padre sufre mucho, hija mía, porque muchos de sus pastores y muchos fieles de la Iglesia se desvían del camino del Evangelio; y ese sufrimiento le va agotando y acortando sus días en la Tierra; porque muchos de los sacerdotes no hacen caso al Pastor que hay en la Cátedra de Pedro. Obedeced al representante de Cristo, hijos míos, que muchos de vosotros os habéis desviado. Amad a la Iglesia; pertenecéis a ese Cuerpo Místico y no os alimentáis de su savia.
Pido a todos los seglares, que quieran seguir el camino del Evangelio, que vivan en comunidades como los primeros cristianos, que yo, como Hijo de Dios vivo, tengo poder para sujetar el relámpago en mis manos y hacer que mis carros de fuego cojan a todos mis escogidos y los transporten a este lugar, hija mía. Mira mis carros, hija mía, y cuenta cómo son…
Luz Amparo:
Veo grandes carros con grandes ruedas; van dentro de ellos hombres vestidos de león y de águila con grandes alas, mirando siempre hacia adelante; se juntan unas alas con otras; bajan. Hay millones y millones de ojos alrededor de ellos. Salen brazos de hombres para coger a las criaturas; se posan en la Tierra con pezuña de león. Llevan sobre sus cabezas escafandras de zafiro..., y sobre su cuerpo piedras de jaspe; esas ruedas se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales... (Dice algunas palabras ininteligibles en voz muy baja).
Vienen envueltos en una nube de luz... ¡Ay! Billones y billones se posan en la Tierra. ¡Ay, ay...! Abren sus ojos y salen sus brazos y escogen a todas esas criaturas. ¡Ay, Dios mío, ay...! Todos están dentro, cierran sus ojos y meten sus pezuñas, y sus ruedas se dirigen hacia el mismo lugar... Van juntos unos contra otros... Sólo se ven las alas, que llevan hasta otro mundo, otro mundo distinto... Hay resplandor y belleza.
¡Ay...! Se paran todos, se vuelven a abrir los ojos, empiezan a salir todos. ¡Huy, cuántos, y cuántos y cuántos! ¡Ay, qué belleza hay en ese lugar! Ahí estarán hasta el día del Juicio Final. ¡Ay..., uf! Hay un gran altar; ese gran altar es muy grande, alto, muy alto. Todos llevan libros en la mano. En medio del altar hay un hombre con cuerpo de león y cabeza de águila. Coge un gran libro, lo abre y explica el Evangelio tal y como está escrito... ¡Ay, qué belleza! ¡Ay, qué belleza...! Todos son transportados, todos estos carros. Se oirán silbidos como de truenos... ¡Ay!, y trompetas de gloria. ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, qué grandeza...!
El Señor:
Por eso os pido, hijos míos, vivid el Evangelio, que la mayoría de la Humanidad no vive el Evangelio; y no podrán ser transportados a la Tierra del Edén... ¡Y cuántos..., unos serán tomados y otros serán dejados! Entre padres e hijos, unos quedarán y otros serán arrebatados.
Por eso os pido, hijos míos, que dejéis el mundo y os dediquéis a vuestro espíritu y a vuestra alma. Cumplid el primer mandamiento de la Ley de Dios, que es el amor. Si los hombres no se aman no podrán llegar a la Tierra del Edén. Aquí sólo hay amor, sólo paz y unidad. Todos seréis marcados, los que acudáis a este lugar, y protegidos de las asechanzas del enemigo.
La Virgen:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas…

Mensaje del día 2 de mayo de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hijos míos, hago un llamamiento para toda la Humanidad: todos aquéllos que podáis vivir en comunidad, hijos míos, hacedlo. Reuníos en una sola familia y vivid según mi espíritu. Yo hago un pacto con todos vosotros de fidelidad y de amor, para todos aquéllos que queráis vivir según el Evangelio en una gran familia. Os pido, hijos míos, que seáis unos mismos y viváis como hermanos; todos seáis unos, hijos míos, como el Padre y yo somos uno; así os pido, hijos míos, que viváis todos unidos.
Es difícil, hijos míos —os repito—, que podáis salvaros en el mundo, porque en el mundo vivís según vuestros gustos y para vosotros mismos, sin olvidar, hijos míos, que habéis sido creados con un solo fin. Cumplid el primer mandamiento: amarás al Señor, tu Dios, y al prójimo como a ti mismo. Y para vosotros, hijos míos, el prójimo no existe; sois vosotros mismos los que pensáis en sí mismos.
Quiero que viváis una vida litúrgica, y para vivir esta vida litúrgica, hijos míos, sólo tenéis que hacer una cosa: retiraos del mundo y vivir como aquellos primeros cristianos, amándoos unos a otros, sin pensar en vosotros mismos.
Es hora, hijos míos, que abráis vuestros oídos; no queráis escuchar el día de vuestro juicio: «Id, malditos, al fuego eterno que está preparado para Satanás y sus ángeles..., porque tuve hambre y no me disteis de comer, sediento y no me disteis de beber, desnudo y no me vestisteis, enfermo y no me visitasteis». En ese momento, hijos míos, no escucharé los llantos, ni el rechinar de dientes. Vivid según el Evangelio, para que oigáis las palabras de «venid, benditos de mi Padre a gozar todos de lo que mi Padre tiene preparado para todos aquéllos que han hecho su voluntad».
Hijos míos, ya es hora que viváis el Evangelio según está escrito; no que cojáis la parte del Evangelio según os conviene a vosotros, hijos míos. Yo os amo y por eso os aviso.
Derramaré muchas gracias sobre vosotros, hijos míos. Todos aquéllos que acudáis a este lugar, seréis bendecidos con bendiciones especiales.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos, hijos míos... Estos objetos, hijos míos, han sido bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas.
Repito, hijos míos, que todos los que podáis, viváis en grandes comunidades y viváis litúrgicamente.
La paz sea con vosotros, hijos míos.

Mensaje del día 6 de junio de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, hoy vengo con el manto lleno de gloria. Derramaré muchas gracias sobre todos los que han sido fieles y han acudido a este lugar. Muchos, hija mía, empezaron bien y terminaron mal... Pero mira todo lo que tengo preparado para los que han sido fieles a este lugar, donde mis plantas se han posado, hija mía. Te digo muchas veces que no es bueno empezar bien y terminar mal; sino empezar, hija mía, y ser fiel hasta el final. Yo dije que todos los que acudiesen a este lugar serían bendecidos y marcados con una cruz en la frente, pero para todos aquéllos que han sido fieles y constantes, hija mía.
Dije que la capilla orante saldría si ellos eran fieles, pero buscan la mala oración sin querer hacer la acción. Quiero capillas vivas, capillas obrantes para llegar a las orantes. Eso te lo he repetido muchas veces, hija mía: ¿qué es la palabra sin obras? Hoy derramaré todas estas gracias sobre todos los que acudan a este lugar, sobre sus almas, hija mía. Y, sobre todo, derramaré torrentes de gracias para todos aquéllos que son fieles a mi Obra de amor y de unidad.
El Señor:
Sí, hija mía, todos los que acudan a este lugar recibirán gracias especiales; los amamantaré como una madre amamanta a sus hijos; los sentaré sobre mis rodillas y bendecirán mi Nombre; les enseñaré la sabiduría y nunca jamás se les olvidará, para todos los que sean fieles y vivan según el Evangelio, que muchos dicen vivir el Evangelio y lo viven a medias, hija mía. Para vivir el Evangelio tienen que seguir mis huellas, y mis huellas son de desprendimiento, de humildad, de obediencia, de caridad.
Dije que el primer mandamiento y segundo, en él están todas las leyes, hija mía; el que cumple esos dos primeros, cumple los ocho siguientes.
Desprendeos del mundo y de los apegos del mundo, para que vuestros corazones puedan sentir paz, hijos míos. Os pido que, todos los que podáis, viváis en comunidad; desprendeos de vuestra herencia y ponedla como los primeros cristianos, hijos míos; pero no hagáis lo que Ananías y Safira. Servid a un solo Señor de señores. Quiero que vuestros corazones reverdezcan como la hierba y vuestros frutos sean dignos, hijos míos; y para esto tenéis que dejar los apegos mundanos.
Muchos dicen cumplir la doctrina de Cristo y sólo viven para sus intereses propios. Por eso, un día no muy lejano, muchos serán los llamados y pocos los escogidos, porque pocos viven según el Evangelio. Vivid como los primeros cristianos, hijos míos; y para no tener apegos mundanos, tenéis que retiraros del mundo y que lo de todos sea de uno y lo de uno sea de todos.
Alabad y glorificad a Dios, hijos míos. No os glorifiquéis a vosotros mismos. Alabad mi Nombre.
Luz Amparo:
¡Santo, Santo, Dios de los ejércitos, lleno está el Cielo y la Tierra de tu gloria! ¡Hosanna en el Cielo! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Santo es el Nombre de Dios!... ¡Santo es el Nombre de Dios!...
Bendito, bendito, bendito sea Dios, los ángeles cantan y alaban a Dios.
El Señor:
¡Cuánto le gusta a mi Padre esta alabanza, hijos míos! Alabadle y glorificadle. Trabajad con alegría y dad con alegría, para que yo pueda amaros, hijos míos. Todo este mes derramaré gracias muy especiales para la salvación de las almas y la protección de las familias.
La Virgen:
Humildad pido, y que vuestra Obra sea el nombre de «unión, amor y paz». Y quiero que se extienda por todas las partes del mundo. La paz, el amor entre los hombres y la unidad es muy importante, hija mía.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con unas bendiciones muy especiales para los moribundos…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
La paz sea con vosotros, hijos míos.

Mensaje del día 4 de julio de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, hoy vengo con mi manto de amor, mi manto de misericordia, para enseñaros a refugiar a todos los necesitados dentro de vuestros corazones. Mira, hija mía, cómo están dentro de él protegidos…
Os quiero enseñar el amor, ese mandamiento tan importante en estos tiempos tan graves.
El Señor:
Hijos míos, os tengo a todos en mis manos para que estéis seguros, y os tengo atados con la cadena del amor, para que no podáis separaros de mí, hijos míos; por eso pido que rompáis con todos los obstáculos que hay en la Tierra, que os desprendáis de la materia, para que podáis estar junto a mí, hijos míos. Perfeccionad vuestras vidas para vuestro provecho, hijos míos.
Os pido que seáis fieles testigos del Evangelio, para vuestra salvación, hijos míos. No os pido nada para mí; yo no necesito nada del hombre, lo tengo todo por mí mismo y me valgo por mí mismo; pero amo tanto al hombre, porque lo hice a imagen y semejanza de Dios, y quiero que el hombre ame con esa semejanza.
Amaos los unos a los otros, hijos míos, como yo os he amado. Haced buenas obras, hijos míos, para que podáis ir a la Región de los vivos. Todos aquéllos que os dediquéis a consolar a los afligidos, a dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, a todos, hijos míos, aquéllos os sacaré de esta Tierra estéril y seca y os conduciré a la Nueva Tierra, donde seréis regados con fuentes vivas y os conservaréis lozanos y frescos, hijos míos. Por eso os pido, hijos míos, que sigáis el Evangelio, para que podáis ir a la Nueva Tierra, a donde mana leche y miel, donde está la hermosura y la belleza. Pero si no practicáis el mandamiento del amor, hijos míos, en estos tiempos tan graves, no podré conduciros a la Tierra Prometida.
Y tú, hija mía, instrumento cogido por mis manos, sigue adelante con mi Obra, que nada ni nadie te angustie, pues yo pondré ángeles en la Tierra, hija mía, para que traigan alimento a tus necesitados. Yo iré tocando los corazones, uno por uno, hija mía, pero que nada ni nadie te angustie. Sé fiel instrumento a mi Obra, hija mía. Quiero que se multiplique como las estrellas que hay en el cielo.
También hay ángeles buenos en la Tierra, que yo los conduciré para que crezca mi Obra, hija mía. Tocaré a sus corazones como sediento, como hambriento, como desnudo, como enfermo, y los ablandaré para curar mis heridas como bálsamo suave, hija mía, porque todos aquéllos que hagan una pequeña obra con alguno de estos hijos de la Tierra, lo harán por mí. Por eso os pido, hijos míos: amaos los unos a los otros y practicad el mandamiento del amor. Si me amáis, hijos míos, ¿cómo yo voy a olvidar vuestra Obra y mía?
Pero sólo se consigue llegar aquí desprendidos de la materia, hijos míos, y la mayor parte de los seres humanos, su corazón lo tienen apegado al mundo y a las cosas del mundo. Amaos, hijos míos; ése es el mandamiento más importante: el mandamiento del amor. Amad a Dios vuestro Creador y al prójimo como a vosotros mismos, hijos míos.
Sé firme y fuerte, hija mía, hay muchas almas necesitadas y sólo con fortaleza y con amor se puede llegar a ellas, hija mía. Preocúpate por mis cosas, que yo me ocuparé de las tuyas, hija mía.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para las almas de los moribundos, hijos míos... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
La paz os dejo, hijos míos.

Mensaje del día 1 de agosto de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, aquí está vuestra Madre. Mira lo que traigo en la mano, hija mía: las Tablas de la salvación; sin estas tablas, el hombre no se salvará, hija mía. Mis palabras van a ser cortas, hija mía. Yo tengo las Tablas en mis manos. Mi Hijo me ha dejado como Puerta de salvación con estas tablas, las Tablas de la Ley. Sí, hijos míos, esas tablas son las Tablas del amor; ésa es la Ley de Dios; sin esa Ley, el hombre no se salvará.
El Señor:
Quiero que se me reconozca como el Creador del género humano. El hombre no me reconoce, soy un desconocido para ellos. ¿No os da pena, hijos míos, que las bestias irracionales reconozcan a sus dueños y vosotros, creaturas racionales, creadas a imagen y semejanza de Dios, no reconozcáis a vuestro Dueño absoluto? El hombre fue creado con el único fin del amor. El hombre se desconectó de Dios por el pecado y quedó muerto a la gracia; y la deidad de todo un Dios se juntó a la humanidad del hombre y lo injertó con su amor, lo mismo que cuando lo había creado; pero ni eso le afectó al hombre. Tuvo que venir el Verbo y hacerse hombre y derramar su Sangre, para injertar al hombre del amor y para que hubiera vuelto el hombre.
Mira, hija mía, cómo todos son caídos por el pecado, y cómo, la mayoría de los hombres, son levantados con la Sangre del Dios hecho hombre. Pero, muchos de ellos, ni con la Sangre del Hijo de Dios hecho hombre quieren salvarse, hija mía. ¿Qué más puede dar todo un Dios que, después de ser ofendido y ultrajado, dio a su propio Hijo para salvar a la Humanidad? Dios ama al hombre; es el hombre el que se desconecta de Dios por su pecado. El pecado es muerte y Dios es Dios de vivos. El que está muerto a la gracia está desconectado de Dios. Por eso os pido, hijos míos: aplicad bien la ley del amor, que es la ley de la salvación; es mi única Ley.
No seáis corazones estériles. A Dios no le gusta que el hombre viva de la palabra, sino de la obra. Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas, con todo tu corazón, con todo tu entendimiento, y al prójimo como a ti mismo; ahí está la ley.
El hombre, cada día, se endurece más, y es peor que las fieras; porque las fieras protegen a sus cachorros y el hombre destruye hasta a sus propios hijos. Cumplid con los mandamientos, hijos míos; no os quedéis sólo en el movimiento de labios. Son tiempos graves y, sin amor, el hombre no se salvará. ¿Qué más quiere el hombre que le diga? Acudid a este lugar y seréis bendecidos y protegidos. He puesto a mi Madre como Puerta de salvación. No os dejéis engañar por falsos profetas, hijos míos. Muchos de vosotros os dejáis arrastrar por el fanatismo.
Amad a la Iglesia, amad al Vicario de Cristo.
Mira, hija mía, todos los ángeles que rodean este lugar. Dejaos, hijos míos, sellar vuestras frentes por vuestros ángeles custodios. Todos los que acudan a este lugar serán sellados y bendecidos; pero apartaos de aquellos lugares que no os enseñan a amar a la Iglesia y a cumplir con la doctrina de Cristo.
Los tiempos son graves, hija mía, y el hombre sigue obstinado en no reconocer a su único Dueño y Señor. Dejaos injertar de mi amor, hijos míos; yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Comed mi Cuerpo y bebed mi Sangre; pero comedlo y bebedlo en gracia, para que podáis tener vida eterna y gozo infinito. Pero, ¡ay de aquéllos que comen mi Cuerpo y mi Sangre y están muertos por el pecado!, ellos mismos siembran su condenación.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los moribundos…
La paz sea con vosotros, hijos míos.
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 5 de septiembre de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, aquí está vuestra Madre, Madre del Amor. Mis mensajes son de amor porque los tiempos son graves, hijos míos, y es necesario que el hombre se ame para poderse salvar. Quiero poneros un sello, en vuestro corazón, de amor; por eso vengo llena de amor y de misericordia, para derramarla sobre todas las almas, hijos míos.
El que ama, hija mía, está en la vida; el que no ama está muerto. Por eso pido que se formen comunidades y que vivan todos como hermanos, porque la mayoría de los mortales viven sin practicar la doctrina de Cristo. Cada uno, hija mía, vive para sí mismo y se preocupa de su hacienda, y cuando ve a su hermano que tiene hambre o está desnudo le dice: «¡Dios te ampare, hermano!». Viven de palabra, hija mía, pero no viven de obra, y el que vive de palabra no puede tener a Dios.
Aquél que abre sus entrañas a los pobres y les tiende su mano, aquél vive de Dios. Pero, ¡ay, hijos míos, cuántos llegaréis a la puerta del Cielo y seréis rechazados, porque en vuestro corazón no ha habido nada más que intereses propios! Quiero que se formen comunidades y que la raíz sea ésta, y las ramas se extiendan por todas las partes del mundo de este árbol de la caridad.
Quiero, hijos míos, que deis vuestras vidas y vuestra hacienda y viváis en pobreza, entregándosela a los pobres. ¡Qué pocos quieren vivir en pobreza, hijos míos!; por eso muchos serán los llamados y pocos los escogidos. Cuando lleguéis aquí, hijos míos, os responderán: «Ya tuvisteis quien os lo dijera, hijos míos, ahí estaba el Evangelio, ahí os lo dejó escrito Cristo». Cuando renunciéis a todo y viváis como aquellos primeros cristianos, viviréis en la verdad, hijos míos. Entonces sí que os podrán decir que sois imitadores de Cristo y que vivís según el Evangelio. Pero, ¡ay de aquéllos que no abren las entrañas a sus hermanos y viven como el rico avariento en la abundancia!, mientras su hermano le pide ayuda y sólo le contestan de palabra: «¡Dios te bendiga!». La palabra está muerta sin la obra.
Son tiempos de amor. Practicad este primer mandamiento, hijos míos; os lo estoy repitiendo constantemente como Madre de amor y de misericordia. Os aviso como aquella madre buena que avisa al hijo, porque quiere lo mejor para él; así, hijos míos, es vuestra Madre del Cielo: quiere vuestra salvación. Vivid según el Evangelio, que muchos os dais muchos golpes de pecho, hijos míos, pero os olvidáis de las obras de misericordia.
Quiero que en este lugar se construya una obra benéfica de pobres, hijos míos. Ésta es mi respuesta a tu pregunta, hija mía. Quiero que se haga la Capilla y quiero que se funde una casa de amor y misericordia. Quiero que los pobres estén cerca de donde vuestra Madre del Cielo ha puesto sus plantas virginales. Ésta es la mejor obra: ayudar al desvalido, hija mía, ayudar al necesitado; pues los hombres tienen el corazón puesto donde está el tesoro de la Tierra, que para ellos es el dinero, el oro y las riquezas.
Vosotras, hijas mías, y todo aquél que pertenezca a esta Obra, poned el corazón en el mayor tesoro, que es la Iglesia; allí está Cristo; amadla con todo vuestro corazón y haced que los hombres la amen.
Dad ejemplo, hijos míos, de humildad y fortaleza; no os acobardéis por nada.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas y tantas ofensas como se cometen en la Sagrada Eucaristía, hija mía…
Quiero, hija mía, que enseñes a amar a mi Hijo, y que mi Hijo sea adorado día y noche en este lugar, cuando se construya la Capilla.
Yo hoy sellaré todos los corazones con el sello del amor, para que los hombres se amen unos a otros y en el mundo haya paz.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 15 de septiembre de 1992, martes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hoy vengo, hija mía, con el manto de oro. Quiero alegrar a todos los corazones. Mira, hija mía, cómo protejo a las almas; mi manto no tiene fin. Los meto debajo del manto, los protejo del peligro.
Es un día muy importante para que vuestra Madre no se manifestase, hijos míos, para daros gracias a todos aquéllos, hijos míos, que colaboráis a mi Obra. Todos estaréis bajo este manto, si sois fieles, hijos míos, a todas mis palabras.
El Señor:
Sí, hijos míos, el Hijo de Dios vivo os pide que veneréis a vuestra Madre. Yo también hoy vengo con un manto de oro.
Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay! ¡Ay, qué belleza!, ¡qué belleza! ¡Ay, pero qué belleza tienes, Dios mío! ¡Ay!
El Señor:
Pues, hija mía, aun ante esta belleza las almas no se enamoran de mí, y aquellas pocas que están enamoradas, su corazón está partido en el mundo y en esta belleza, hija mía. Gran número de almas, que estaban enamoradas de esta belleza, me abandonaron, hija mía, y las pocas que quedan, no se terminan de enamorar profundamente de mí.
Luz Amparo:
¡Ay!, si no hay otra belleza en el mundo, ni en ningún sitio, Dios mío. ¡Ay...!
El Señor:
Quiero que todos los hombres se enamoren de su Dios.
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío!
El Señor:
Que no me amen a medias. ¡Ay, juventud!, ¡pobre juventud! No piensan nada más que en las bellezas mundanas, ¡que si las vieran realmente cómo son! Mira todas las bellezas en lo que quedan, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay, qué horror! ¡Ay...!
El Señor:
¡Cómo el enemigo engaña a la juventud!
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío! ¡Huy, ay!
El Señor:
Así son engañados: las bellezas del mundo y las cosas que el demonio pone ante sus ojos.
Venerad el santo nombre de María, que en muchos lugares está olvidado, hijos míos; que Ella intercede constantemente ante mí por vosotros, y su Corazón dulce y lleno de caridad está constantemente pidiendo por la Humanidad.
Yo, hija mía, escucho el ruego de mi Madre, y ante ese Corazón que se derrite de amor, son acogidas muchas almas.
Mira, hija mía, hoy el gran número de almas que van a ser apuntadas en el Libro de la Vida. Cien almas van a ser apuntadas en el Libro de la Vida por su caridad y su amor a mi Obra, hija mía.
Haz un círculo redondo en el Libro de la Vida, hija mía...; pon tres símbolos de los que ves aquí dentro de ese círculo... Firma, hija mía... Ahí están los cuarenta y dos nombres; míralos, hija mía, y léelos... Apunta en este lugar los que faltan a los cien. Haz otro símbolo, hija mía. Haz un símbolo cuadrado... Pon lo que ves aquí, hija mía... Firma.
Ahí están los cien, hija mía. Los de la derecha estarán más cerca porque su caridad ha sido más profunda. Los de la izquierda, hija mía, estarán un poco más lejos porque su caridad es más débil, pero todos están escritos en este Libro.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, Señor, qué grandeza...!
El Señor:
¿Ves cómo yo premio la caridad, hija mía? El amor y la caridad no se ven en la Tierra, pero un día, todos juntos, podréis verla, hijos míos.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, Dios mío!
El Señor:
Lee los nombres, hija mía... Jamás se borrarán estos nombres, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, gracias! ¡Dios mío, gracias! ¡Gracias, Dios mío...!, ¡gracias, gracias, Dios mío! ¡Gracias, Dios mío, gracias!, ¡gracias, Dios mío, gracias!, ¡gracias, Dios mío, gracias!, ¡gracias, Dios mío, gracias!, ¡gracias, gracias!, ¡gracias! Te doy gracias, Dios mío, por todas las almas. Te doy las gracias, si saben recibirlas. Si ellas no son capaces de recibirlas, yo te doy las gracias, mi Señor. ¡Gracias, mi Señor!, ¡gracias, mi Señor! Gracias por todas esas almas; protégelas, Señor. ¡Ay, qué grandeza, Señor! ¡Ay, qué grandeza...!
El Señor:
Ésta es la grandeza del amor, hija mía; por eso te he ensañado a amar y quiero que enseñes a amar a los hombres, hija mía, porque el amor es el precio de la salvación.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, Señor mío y Dios mío!
El Señor:
Todos los que acudan a este lugar recibirán gracias especiales, y quiero también que esas gracias sean publicadas, hijos míos, para que los corazones se ablanden.
Ha habido muchas curaciones en este lugar que no han sido publicadas, y muchas conversiones que se ocultan y quieren ocultarlas.
Quiero que las gracias que yo derramo en este lugar salgan a la luz, para que los hombres veneren a mi Santa y Pura Madre. El nombre de María tiene que ser venerado y respetado.
¿Cómo podéis pensar, hijos míos, que el Hijo de María puede ser feliz y estar contento si no se respeta el nombre de su Madre?
Para mí no pasa el tiempo, hijos míos, y por eso os digo lo de la felicidad, porque yo miro el tiempo de Cristo en la Tierra. Mi felicidad es eterna, no necesito que el hombre me haga feliz, porque yo era feliz. No necesité nunca, pues era el Verbo y el Verbo no necesitaba felicidad del hombre.
Pero, hijos míos, os estoy recordando mi vida en la Tierra, pues para mí el pasado no existe, es el presente el que me preocupa, el presente de las almas.
Todos los que acudan a este lugar recibirán gracias especiales, físicas y espirituales.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos; hoy serán bendecidos en honor a mi Madre, y con bendiciones especiales para vivos y moribundos. No os separéis nunca de estos objetos, hijos míos; con ellos seréis protegidos.
La paz os dejo.

Mensaje del día 3 de octubre de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, mi Corazón viene lleno de dolor porque los hombres quieren explotar este lugar sagrado, hija mía. Los dones que reciben de Dios, cuando Dios se los pide, hija mía, se los rechazan y sólo buscan intereses. ¡Ay de éstos que se llaman católicos; qué manera de practicar la doctrina, hija mía! Lloro, hija mía, porque los hombres son tan crueles que no son capaces de aceptar las gracias que Dios derrama sobre ellos. Este lugar, hija mía, es sagrado porque mis plantas virginales han posado sus pies.
¡No permitáis, hijos míos, de que este lugar sea explotado! Os dije, hijos míos, que querían hacer desaparecer mi nombre de este lugar. Ahora es el momento de trabajar. También os dije, hijos míos, que vosotros seréis los que tendríais que sacar esta Obra adelante. ¡Adelante, hijos míos!, luchad para que se haga lo que yo digo. Quiero obras de amor y misericordia en este lugar y una capilla en honor a mi nombre; que se venga de todos los puntos del mundo a rezar y a recibir gracias. ¡Sed valientes, hijos míos!, y no permitáis que desaparezca mi nombre de este lugar.
Y vosotros, pastores de la Iglesia, haced crecer mi Iglesia. Aquí hay gracias y semilla para que la dejéis crecer y desarrollarse. Aprovechad estos frutos, hijos míos, son tesoros que os pongo para beneficio de mi Iglesia. No os engañéis vosotros mismos, hijos míos, no rechacéis a vuestros hermanos, aceptadlos y gozad todos del don de Dios. Aquí hay gracias, hijos míos, de toda esta semilla que podéis recoger para engrandecer mi Iglesia y hacerla majestuosa. Aquí tenéis verdaderos seguidores del Evangelio. Yo planté un árbol en este lugar; mirad los frutos, hijos míos. No los desaprovechéis, ¡hacen tanto bien a mi Iglesia!
No seáis ciegos, hijos míos. Los hombres quieren hacer desaparecer el Nombre de Cristo, y Cristo os pone en vuestras manos tesoros de gracias y los rechazáis. Pastores santos: reunid todo este rebaño y encaminarlo y dirigirlo a la Iglesia. Cristo no quiere que desaparezca el diseño de su Iglesia que dejó imprimido en ella; y por eso dentro de la Iglesia, hijos míos, hay un árbitro santo que dirige con santidad y justicia; es el representante de Cristo, hijos míos; obedecedle.
Y vosotros, pastores de mi Iglesia, renovad vuestro espíritu y llenadlo del Espíritu Santo para saber discernir los frutos buenos de los malos. El fruto de la caridad, hijos míos, es el primero que Dios vertió sobre los hombres y que quiere que todos los hombres viertan ese fruto sobre sus hermanos. Sabed distinguir los signos de Dios. Otro signo de Dios, hijos míos, es el signo de la obediencia; ¿estáis ciegos, hijos míos?
No dejéis desaprovechar tantos y tantos frutos aquí acumulados. Despertad los que estáis dormidos.
Y vosotros, todos los que acudís a este lugar, os toca un duro trabajo, hijos míos; pero he derramado gracias suficientes para que correspondáis a ellas, hijos míos. Ahora es vuestra hora.
El Señor:
Mira, hija mía, todos aquéllos que sólo han pensado en intereses sin ocuparse de Dios. Los hombres se creen que son eternos y luchan por los intereses olvidándose de Dios.
Repito, como Hijo de Dios vivo, las palabras de mi Madre: quiero que este lugar sea sitio de oración y refugio de necesitados. Tú, hija mía, ora y sufre. Con la oración todo se puede, hijos míos.
No os dejéis engañar, hijos míos, con palabras astutas. Quieren hacer desaparecer mi Nombre de este lugar.
Luz Amparo:
¡Madre mía, Tú que lo puedes todo, Madre mía, no permitas que este lugar sea de recreo y de pecado! Los hombres son capaces de todo, Madre mía.
La Virgen:
Vosotros tenéis que trabajar, hijos míos. Dios no quiere tantos males en la Humanidad, y los hombres los provocan, hija mía. No piensan en los bienes celestiales; sólo están apegados a los bienes materiales, hija mía.
Haced oración y sacrificios, hijos míos. Yo seguiré derramando gracias sobre este lugar; a ver si los hombres son capaces de derretir su corazón helado, hija mía.
Besa el suelo en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo, hija mía. Pide por los pastores de mi Iglesia, para que sean fuertes, para que sean otros «cristos» en la Tierra... Levántate, hija mía, sella la frente... (Luz Amparo se levanta y se dirige a cuatro de las personas presentes).
Hija mía, sé fuerte y acepta las gracias que Dios derrama sobre ti.
Y tú, hijo mío, desde muy niño derramé gracias sobre ti; sé fuerte; san Agustín también fue un gran pecador y es un gran santo, hija mía.
Acepta con alegría, hijo mío, las cruces que Cristo te pone en el camino; ése es el cambio de tu caridad: la cruz, hijo mío.
Y tú, sé fiel, y que tu corazón no lo invadan los vicios del mundo. Trabaja para esta Obra, hijo mío, y recibirás tu recompensa.
He sellado vuestras frentes, hijos míos; sed fieles testigos de Cristo.
Hoy derramaré muchas gracias sobre este lugar a todos los que acudan; recibirán fortaleza, pues el hombre es débil y pobre en las cosas de Dios. Amaos unos a otros, hijos míos, ése es el signo del cristiano.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
La paz os dejo.

Mensaje del día 7 de noviembre de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
El fuego de mi amor, hija mía, ha traspasado tu corazón…
La Virgen:
Aquí estoy, hijos míos, como Madre de dolor, pero también vengo llena de amor. Gracias, hijos míos, a todos los que habéis correspondido a esta gran Obra. Os dije hace tiempo, hijos míos, que querían hacer desaparecer mi nombre de este lugar. No lo permitáis, hijos míos. Orad y luchad para sacar mi Obra adelante.
El Señor:
Yo soy el Hijo de Dios vivo, hijos míos. Y vengo a repetir a los hombres cómo se disputan un lugar sagrado. Unos para beneficio, otros para hacer desaparecer mi Nombre y el nombre de mi santa y pura Madre. Yo me manifesté en este lugar e hice manifestarse a mi Madre. Como Dueño y Corredentora, porque donde está el Hijo, está la Madre; Ella es Corredentora conmigo, y yo soy el Redentor. Todo me pertenece, porque todo fue creado por mis manos.
¿Cómo sois capaces, hijos míos, de negociar tantas veces con este lugar sagrado? ¡Ay, aquéllos que os llamáis católicos practicantes y no sois capaces de dar un pequeño trozo de vuestra hacienda para los fines que pido, hijos míos! ¿No sabéis que soy Dueño de vuestras vidas y de vuestra hacienda, y que os puedo dejar sin vida y sin hacienda? ¡Ay, qué poco correspondido soy a tantas gracias como os he dado, hijos míos! No os falta de nada, y vuestro corazón está pendiente de atesorar y atesorar en la Tierra.
Y vosotros, apóstatas, que habéis renegado a vuestra fe y no habéis querido cumplir las leyes de Dios, ¿cómo vais a ser capaces de cumplir bien las leyes de la Tierra?, con engaño y con mentira, hijos míos. También a muchos de vosotros habéis recibido gracias suficientes para seguir mi camino, y habéis apostatado de la fe de Cristo. No sentiré dolor por vuestros males ni oiré vuestros gritos, hijos míos; he venido a vosotros y vosotros no me habéis correspondido. ¡Ay, pueblo ingrato, cuando os presentéis ante mí os gritaré!: «¡Fuera de aquí, que no sois de mi estirpe!». ¡No pensáis nada más que en materiales corruptos, y habéis abandonado lo incorrupto!
¡Ay, pobres de vosotros cuando os presentéis ante mi divina mirada! Seréis rechazados, porque os he dado mucho y ¡qué mal habéis correspondido a ese amor! Yo pedí el corazón de algunos de vosotros, y vosotros habéis convertido vuestros corazones en bloques de hielo y en destrucción. No habrá excusas cuando os presentéis ante mí, porque habéis tenido una buena enseñanza. ¡No os habéis dejado dirigir por Dios, vuestro Creador, y os dejáis dirigir por criaturas ciegas! Que ¿dónde os pueden guiar esas criaturas? Si un ciego nunca puede guiar a otro ciego a la luz, porque los dos carecen de esa luz.
¡Ay, dictadores de vuestras propias familias, que ni amáis a Dios ni dejáis que ellas lo amen! ¿No os da pena, hijos míos, de enseñar a vuestros propios hijos a renegar de Dios? Yo di una libertad al hombre, ¿por qué vosotros se la quitáis? Vivid mi verdadera vida y seguid mis pasos y escuchad mi dulce voz desde la cuna de Belén, que siendo el Hijo de Dios, Rey de reyes, nació pobremente para enseñar a los hombres que las riquezas no son buenas para el alma.
Muchos de vosotros decís que vuestro ideal es ayudar al pobre. Hipócritas fariseos, vivís para vosotros mismos y construís vuestras grandes casas sin pensar en el necesitado ni en aquél que tiene hambre y os pide ayuda. ¡Ay de vosotros engañadores!
Este lugar me pertenece a mí, como toda la Tierra, y yo escojo el lugar que quiero. ¿Quién sois vosotros para decir si aquí o allí, si yo lo he creado todo? Sois como el pueblo de Israel, hijos míos, y seréis castigados como el pueblo de Israel. No me compadeceré de vosotros ni oiré vuestros lamentos, si vosotros no sois capaces de humillaros ante vuestro Creador. Todo el que dice vivir mi vida y no practica los mandamientos, vive una vida falsa.
Y vosotros, dueños de esta hacienda, teníais que estar dando gracias de que el mismo Dios mandó a su Madre a posarse en este lugar, y que alguno de vosotros podíais estar siendo pasto de gusanos y habéis recibido gracias suficientes haciendo volver a la vida; y todavía vuestra soberbia y vuestra avaricia... ¿No lo entendéis, hijos míos, que habéis recibido gracias suficientes para dar gracias? No discutáis más y dad a Dios vuestro Creador lo que os pide. Vivís en la abundancia y no os acordáis del rico epulón.
Mira dónde se encuentra el rico epulón, hija mía; ¿de qué le sirvieron tantas riquezas y tanta servidumbre si su corazón estaba endurecido y no daba ni las migajas al pobre Lázaro? Pero mira, hija mía, el pobre Lázaro hoy es el rico Lázaro, y el rico epulón hoy es el pobre epulón. No estéis tan afanosos y penséis tanto en el dinero, hijos míos. Yo pido vuestro corazón para poner en él fuego de amor y para que viváis el Evangelio según está escrito, hijos míos. Recapacitad, hijos míos, todavía estáis a tiempo.
Y vosotros, apóstatas: es grave apostatar de vuestra fe. No seáis dictadores y dejad a vuestros hijos libremente que sean bautizados y vivan el camino del Evangelio. ¿Cómo renegáis de Dios si sois criaturas del Creador? Despertad, hijos míos, yo he venido a vosotros y vosotros no me habéis oído. No enseñéis a vuestros hijos el camino de la destrucción y del engaño. Dejadlos vivir como buenos cristianos.
Y vosotros, todos los que acudís a este lugar, hijos míos, vivid el Evangelio, ayudad a vuestros hermanos, amad a la Iglesia, que la Iglesia es de Cristo. No os fijéis tanto en las faltas que los guías del Pueblo cometen. Pedid por ellos, hijos míos, y mirad vuestras propias faltas; ayudad a la Iglesia de Cristo, amad mucho al Vicario de Cristo; no tiene fuerzas para seguir luchando y caminando. Pedid por él, hijos míos.
Haced sacrificios y penitencias, y amaos unos a otros como yo os he amado; éste es el mandamiento principal de la Ley de Dios. El que ama no hará daño a nadie, ni querrá intereses ajenos ni los suyos propios; repartirá con los demás lo que ha recibido.
Tú, hija mía, grita y extiende el mensaje por todo este pueblo y grita que es como el pueblo de Israel, y como el pueblo de Israel será castigado, porque he derramado gracias suficientes y han cerrado los oídos. ¿Hasta cuándo quiere el hombre que Dios Creador se humille a la criatura?
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos, hijos míos. Y bendigo a todos los que acuden a este lugar con bendiciones muy especiales…
Humíllate ante Dios tu Creador, hija mía... La humildad es un don muy especial para el alma.
La paz os dejo.

Mensaje del día 5 de diciembre de 1992, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Besa el suelo, en reparación de esas almas infieles que no saben apreciar el sacrificio del dolor y del sufrimiento por su salvación…
El Señor:
Y vosotros, pueblos y hombres de poca fe, que vivís dando la espalda al Evangelio, ¡qué poco entendéis de Evangelio, hijos míos! ¿Cómo podéis pensar que el Creador no está pendiente de sus criaturas? Todo el que es padre, ¿no está pendiente de sus hijos? ¡Qué poco entendéis el Evangelio, hijos míos!, ¡si hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados!
¿Cómo podéis pensar que Dios Creador no puede pensar en cada uno de vosotros? Lo he dicho muchas veces, hijos míos: amo a cada hombre como si fuera un solo hombre, como aquel padre que sólo tiene un solo hijo y se vuelca todo su cariño sobre él; así amo yo a las criaturas, a una por una, individualmente, como si fuese un solo hijo. Por eso os aviso, hijos míos, porque os amo y quiero que entendáis el Evangelio. ¿Quién sois las criaturas para decir que un Dios no puede estar pendiente de una criatura?
Y vosotros, gobernantes de los pueblos, que estáis sembrando mala semilla, engañando a los hombres, para que haga…
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, ese pobre hombre! ¡Ay!, ¿qué va a ser de ese pobre hombre? ¡Ay, ay!
El Señor:
Te he dicho muchas veces que no estoy triste, hija mía, por el que no me conoce, sino por aquél que me conoce y me desprecia; por aquél que, teniendo fe, renuncia a su fe haciéndose apóstata.
Luz Amparo:
¡Ay!, pero yo te pido por ellos, ¡perdónalos, Señor! Mándame a mí el sufrimiento que quieras, pero perdónalos.
El Señor:
¿Cómo podéis guiar a los hombres sin Dios, hijos míos, si el hombre no es nada sin Dios? El hombre necesita a Dios para gobernar y para vivir, ¿cómo podéis gobernar un pueblo si estáis secos y en tinieblas? Una planta para que crezca necesita luz y agua. ¿Qué semilla vais a recoger vosotros en esa oscuridad que vivís? Y ¡ay de vosotros que arrastráis a miles y miles de almas con vuestras mentiras y engaños, hijos míos! Sólo vosotros, aquéllos que no tenéis fe, aquéllos que renunciáis de Cristo, podéis hablar palabras tan crudas contra el mismo Cristo.
Ya lo dije, hija mía, hace tiempo: que hablarían contra Cristo cosas tan horribles que hasta los mismos que se llaman creyentes dudarían de la verdad. ¿Cómo se atreven los hombres a ultrajar la divinidad y la pureza de todo un Dios? Así son los hombres de crueles, hija mía, a cambio de la Sangre de Cristo, recibe ultrajes.
Cambiad vuestra actitud, hijos míos, y gobernad con Dios, y de ahí vuestro pueblo crecerá, se agrandará y participará un día del Paraíso. Pero no engañéis con mentiras, diciendo que vais a ayudar a los pobres y necesitados. ¿Cómo podéis hablar de esta forma, hijos míos? Si en vuestros corazones existe la maldad, no puede existir la caridad y el amor. Os amáis a vosotros mismos y os lucráis vosotros mismos, pero no beneficiáis a los necesitados, hijos míos. Todavía estáis a tiempo: mirad a Dios vuestro Creador, hijos míos.
Y vosotros, aquellos sacerdotes y almas consagradas que pisoteáis las leyes de Dios: venid a mí, hijos míos, que yo os recibiré y os llenaré de gracias para que podáis ejercer vuestro ministerio como pastores de almas. Volved vuestra mirada a Dios, hijos míos.
Y todos los que os llamáis católicos, apostólicos, practicantes, ayudaos unos a otros y defended vuestra Iglesia, hijos míos. Los hombres que están llenos de tinieblas quieren hacer desaparecer el Nombre de Dios y todo lo que es religioso. Uniros todos, hijos míos, y defended la Iglesia, y defended a todos los componentes de ella, porque la fuer…
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío!
El Señor:
La fuerza está en Dios. Mira, hija mía, los que se fortalecen con la gracia y los que viven en la tiniebla... (Luz Amparo expresa admiración).
La Virgen:
¡Pobres almas!
El Señor:
Yo hago una llamada a todos los pueblos, como Dios de amor y misericordia, para que se conviertan y vivan el Evangelio.
Vivid según el Evangelio, hijos míos. Fijaos en Cristo, que se despojó de su rango y se hizo pobre para ayudar al pobre. Amad a los necesitados y favorecedlos, hijos míos, y que se extienda por todas las partes del mundo vuestra mano para ayudar a todo aquél que os necesite. Ése es el amor, ése es el fruto que sale del costado de Cristo: la caridad. Muchos os llamáis católicos practicantes, pero no sois capaces de compartir con el pobre; ¡cómo despreciáis al pobre y al desvalido! ¡Malos hijos de Dios sois, hijos míos, si no extendéis la mano a aquél que os necesita!, porque ya lo digo en mi Evangelio: «No todo el que dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos». Y ¿qué es la palabra sin la obra?; está muerta. Amaos unos a otros, hijos míos, y luchad todos para que mi Obra salga adelante.
Y repito que quiero en este lugar una casa de amor y misericordia y una capilla en honor al nombre de la Madre Dolorosa; Ella fue Corredentora con Cristo para salvar a la Humanidad. Veneradla, hijos míos, no la despreciéis; el que desprecia a la Madre desprecia al Hijo.
Todos seréis bendecidos con bendiciones especiales para vuestra pobre alma. Y todo el que cumpla con la ley de mi Evangelio tendrá vida eterna.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones muy especiales para el día de las tinieblas... Todos han sido bendecidos, hijos míos.