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Mensaje del día 4 de diciembre de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, quiero empezar diciéndoos que, todos arrodillados, hagáis una consagración a nuestros Corazones y digáis: «Oh Corazón Divino de Jesús y Corazón Inmaculado de María, yo me entrego a Vos y os entrego todo mi corazón. Quiero conservar mi fe y cumplir los mandatos y las leyes de la Iglesia. Quiero ser firme en esta consagración».
Yo, hijos míos, derramaré gracias sobre vosotros; pero no quiero corazones inestables, quiero corazones firmes, no quiero corazones que se dejen guiar por los chismorreos que hay en el mundo. ¿Cómo, hijos míos, os dejáis guiar por las maldades del mundo y las mentiras, las calumnias y las difamaciones? Si vuestra fe es firme, nadie os la podrá arrancar. Pero el que se deja engañar, es porque no está seguro de estos hechos. Dad gracias por las gracias que habéis recibido, hijos míos; no os acongojéis ni os angustiéis por las persecuciones. ¿No veis, hijos míos, que lo que intentan es destruir el Nombre de Dios?
Orad mucho, rezad por los que gobiernan los pueblos, porque ellos no tienen tiempo, hijos míos; su tiempo lo emplean en guerras y discordias; van de acá para allá, para ver, hijos míos, dónde os pueden atacar. Pero todo lo que hacéis está limpio y no pueden sacar nada a la luz; sólo pueden decir que ellos son culpables de no ayudar a los hombres para hacer obras de amor y misericordia. ¿No veis, hijos míos, que sus propias palabras se volverán contra ellos?
Vosotros seguid haciendo el bien a todo el que os necesite. ¿No veis, hijos míos, que se creen los más grandes y por encima de ellos hay Otro más grande? Si Dios es el Creador que ha creado al hombre, ¿cómo el hombre puede vivir sin su Creador?
Todas las cosas que el hombre hace sin Dios, hija mía, no pueden salir bien. Se creen triunfadores, pero al final Dios triunfa. No quiero, hija mía, que nada de la Tierra te angustie. ¿No ves a qué precio, hija mía, conseguirás el Paraíso?
Luz Amparo:
¡Madre mía!, hay otros lugares en este mismo pueblo, que ofrecen prados hermosos para que Tú hagas la Capilla que pides.
La Virgen:
¡No, hija mía!, yo he sido la que he escogido este lugar; este lugar me gusta, y vosotros sois los que tendréis que luchar por él. ¿Quién es el hombre para cambiar la plana de Dios? No, hija mía, si yo escojo un lugar, quiero seguir en el lugar que he escogido y, aunque el hombre cambie la plana de Dios, seguiré manifestándome en este lugar; Dios lo ha querido.
Orad, hijos míos, y haced mucho sacrificio. El mundo camina cada día hacia el abismo, la corrupción cada día es mayor; la juventud se deja cada día arrastrar más por las drogas y el alcohol, hijos míos; y los gobernantes de los pueblos hablan de paz y ellos buscan las guerras.
El mundo está en un gran peligro, hija mía; sólo Dios puede sacar al hombre del abismo donde se ha metido. Si no mira el hombre a Dios, habrá desgracias en el mundo como jamás se han conocido.
Yo estoy con vosotros, hijos míos; una madre no abandona a sus hijos.
Tú, hija mía, ayuda al necesitado y tiende la mano al afligido, y coge a todos los que te necesiten.
El Señor:
Y vosotros, todos los que peregrináis a este lugar tantos años, hijos míos, que habéis recibido tantas gracias, tenéis que ser fuertes; los hijos de Dios no se rinden, son valientes. Caminad el camino del Evangelio; es lo más hermoso, hijos míos; y seguid pidiendo por estas almas ingratas que no buscan nada más que discordias y hacer la guerra. Donde está la guerra está la tiniebla; no pueden ver porque les falta la luz. Sed valientes, y aunque los hombres se rían de mis mensajes, el día del Juicio Final rechinarán los dientes y llorarán amargamente; y no tendré oídos para escuchar ni palabras de compasión para que oigan.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para la salvación de las almas... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
Hijos míos, sed firmes en vuestra fe.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.