A continuación se muestran todos los mensajes del año seleccionado:

Mensaje del día 3 de enero de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hijos míos, os empiezo diciendo: orad, orad, para que los hombres no provoquen la ira de Dios con sus maldades. Hijos míos, a la Divina Majestad de Dios le dan arcadas las maldades de los seres humanos. Yo pido a los hombres que vengan a mí, para conocerme, amarme y servirme; pues es la misión que tienen aquí en la Tierra. Que vengan a mí y yo los cogeré en mis brazos y los meteré en mi Corazón, y los llevaré a beber de fuentes de agua viva. Es lo que quiero: que me sirvan y me amen y me conozcan en la Tierra, para verme en el Cielo y glorificar mi nombre eternamente. Éste es mi mensaje, hijos míos.
La Virgen:
Acudid todos, hijos míos, a este lugar, para bendeciros. Mi Corazón Inmaculado ama a los pecadores que se arrepienten. Orad y haced sacrificios, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos, con bendiciones muy especiales, para los pobres pecadores…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Todos los objetos han sido bendecidos con una bendición muy especial, hijos míos.

Mensaje del día 7 de febrero de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, aquí estoy con mi misericordia para emplearla con los miserables.
Hijos míos, sólo os pido: orad, convertiros y arrepentiros. Recordad vuestro pasado, hijos míos, y reparad todos vuestros pecados. Sed fieles a las leyes que hay impuestas, cumplid con los mandamientos; el que no sea fiel a esta ley no comerá del «maná» del Cielo; pero aquél que sea fiel le cogeré con mis brazos, le reclinaré en mi pecho y le sentaré en mi mesa. ¡Ay, hijos míos, cuánta infidelidad hay hoy en las almas! La infidelidad a Dios es algo que Dios no olvida, hijos míos. El que ha sido infiel no verá el rostro de Dios.
Vosotros, religiosos, religiosas, todos aquéllos que habéis hecho promesa y no lo cumplís, ni cumplís vuestros votos, jamás veréis el rostro de Dios.
Mujer: sé fiel a tu marido. Hijos: respetar a vuestros padres. Consagrados: sed firmes en vuestras promesas. ¡Pobres almas, siempre vivirán en la tiniebla!
Acudid a este lugar, hijos míos; todos los que acudáis, seréis bendecidos, y muchos marcados con una cruz en la frente. Es la hora de las tinieblas, hijos míos; buscad la luz. El mundo está al borde del precipicio.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas... Todos han sido bendecidos, todos los objetos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 7 de marzo de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, aquí estoy como Pura Dolorosa y Madre de los afligidos. Pido oración, hijos míos; oración, sacrificio, penitencia. Lo habéis olvidado, hijos míos; el sacrificio y la penitencia, la oración es la que ayudará a los hombres a cambiar sus vidas. Dios ama tanto al mundo y le amó, que mandó a su único Hijo a él, para salvarlo. Para salvar el mundo mandó a su único Hijo para sacar a los hombres de la tiniebla y transportarlos a la luz; pero los hombres quieren vivir en la tiniebla, y el que vive en la tiniebla no se salvará.
El Señor:
Yo vine para salvarlos pero ellos permanecen en la oscuridad. El que está en la oscuridad hace malas obras y no hace el bien. El que está en la luz está en la verdad y camina con pasos firmes y seguros, haciendo buenas obras que le agraden a Dios. El que quiera salvarse que permanezca en la luz y el que quiera condenarse que permanezca en la tiniebla. Yo soy la Luz, el que venga a mí, tendrá vida eterna.
Yo prometo que el que acuda a este lugar los primeros sábados de mes, acercándose al sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, le daré gracias especiales para caminar en la Tierra, y le aseguro la vida eterna, porque lo conservaré en la luz y no se perderá.
La Virgen:
Penitencia, hijos míos, oración y sacrificio.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para el día de las tinieblas, con bendiciones especiales…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de abril de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, lo primero vas a beber unas gotas del cáliz del dolor. Quiero fortalecer tu espíritu, débil por el sufrimiento y el dolor... Estas gotas, hija mía, son amargas, pero fortalecerán tu espíritu.
La Virgen:
Orad, hijos míos. Si vuestra oración es buena, oiré vuestros gritos y vuestros lamentos, y os llevaré un día al Reino de los Cielos, pero todos aquéllos que tienen falta de oración, de sacrificio, no habrá Reino para ellos. Alimentad vuestro espíritu, hijos míos.
La oración es el alimento del alma. Como el trabajo edifica al hombre y lo ejercita físicamente, la oración ejercita el espíritu. No puede haber una cosa sin otra, hijos míos. ¿Cuántas veces te he dicho, hija mía, que la oración lleva al hombre a la acción?
En este lugar he derramado muchas gracias; es mi lugar preferido, es mi jardín. Aquí estaré siempre con vosotros. Aquí he consolado a muchos tristes. Aquí se han convertido muchos pecadores. Aquí muchos atribulados han sentido la paz.
El Señor:
Hijos míos, la paz, la unidad entre los hombres es lo más importante. Tú, hija mía, sigue repitiendo a los hombres que a Dios no le agrada la discordia, ni la desunión. Tu misión es unir. Unidad, amor... es lo que enseño a los hombres. Los hombres que se dedican a discordar y a desunir no viven el Evangelio. Me gusta mucho que los hombres sean pacíficos. Sigue uniendo, aunque te encuentres en el camino desprecios, calumnias... Tu misión es unir y, donde haya guerra, intenta llevar paz, hija mía.
La Virgen:
Quiero que se excave al lado del manantial y que las aguas vuelvan a su cauce; así lo pido, como sigo pidiendo una capilla de oración. Oración y exposición del Cuerpo de Cristo.
Acudid a este lugar. Este lugar es sagrado, pues ha sido bendecido muchas veces por la Divina Majestad de Dios y he plantado mis plantas en él.
Orad, hijos míos, orad y amaos unos a otros. La caridad no debe de faltar entre los hombres.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 2 de mayo de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, hoy vengo con un manto de rosas. En este manto, hija mía, están puestas todas las oraciones de tantos y tantos peregrinos como han pasado por este lugar. Mira qué manto más inmenso y qué flores más bellas. Aunque a veces la oración ha sido pobre, pero ¡cuántas almas han consolado mi Corazón con tantas y tantas avemarías!
Luz Amparo:
¡Ay, qué bonito es el manto!...
La Virgen:
Así quiero que los peregrinos cubran mi cuerpo con un manto blanco y amarillo, para tapar sus miserias, hija mía. Mira qué inmensidad tiene este manto y cuántos pecadores he protegido con él. Las rosas son avemarías, hija mía. Aquí están todos los frutos de mi manifestación. Mira las obras en esta parte. Mira los pecadores que han vuelto al rebaño de Cristo. Mira todos los que han muerto, que han pisado este lugar: están bajo mi manto, hija mía. Hoy también está tu hijo por ser un día tan especial como el que es; mira, aquí te lo muestro.
Luz Amparo:
¡Ay, hijo mío, hijo mío...! ¡Ay, qué belleza!
La Virgen:
¿Ves las oraciones de una madre cómo tienen mucho valor, hija mía?
Luz Amparo:
¡Ay, Jesús...! ¡Ay, Dios mío...! También están ahí Aquilina, Rosa... ¡Huy, cuántos de los que venían aquí...!
La Virgen:
¡Cuántas gracias he derramado en este lugar, hija mía, y los hombres no quieren reconocer los frutos!
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, hijo mío...!
La Virgen:
Por eso te digo, hija mía, que quiero que esta Obra sea una empresa de amor; que tu caridad sea perfecta; cuanto más perfecta sea tu caridad, hija mía, más fuerza tiene la oración y más perfecta es la oración.
Cubrid mi cuerpo con un manto amarillo y blanco, hijos míos, bordado de amarillo y el fondo en blanco.
¡Cuántos consuelos han recibido las almas en este lugar, que han venido tristes y afligidos! ¡Cuántos pecadores se han convertido! ¡Cuántos males físicos y morales se han curado en este lugar! Hijos míos, reconoced los frutos. ¿Pero cómo sois tan ciegos que no queréis reconocer el árbol del fruto?
Luz Amparo:
¡Qué felicidad! ¡Ay, Dios mío, todos ahí tan felices y aquí abajo lo mal que se está!
La Virgen:
Hijos míos, no mováis sólo los labios, moved el corazón, pues la oración os tiene que servir para llegar a la obra, pues la oración sin obra es vana, hija mía. ¡Cuántos hay que mueven los labios sin mover el corazón y luego se encuentran a un pobre necesitado y le dicen: «Dios te ampare, hermano»! ¿Qué clase de oración hacen los hombres? Sí, te lo dije, hija mía, y te lo repito: que grites que no todo el que dice «¡Señor, Señor!» entrará en el Reino de los Cielos, pues sin amor el hombre no entrará en el Reino del Cielo.
Amaos unos a otros, hijos míos; ése es el primer mandamiento, unido al de «amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo». El que ama a Dios, ama al prójimo; pero el que le ama con perfección.
Acudid a este lugar, hijos míos, y recibiréis gracias muy especiales.
Amaos unos a otros.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para la conversión de los pobres pecadores…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 6 de junio de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Aquí estoy, una vez más, como Madre de todos los pecadores, como Madre de la Gracia, para derramar la gracia sobre todos los que acudan a este lugar. Tú, hija mía, eres el instrumento que mi Hijo ha escogido para comunicar a los hombres las palabras de mi mensaje. No temas, ¿a quién puedes temer, hija mía, si Dios es poderoso, el más poderoso que todos los hombres? Tú di los mensajes que mi Hijo te comunique.
Sé que tu corazón sufre, porque ves nuestros Corazones lastimados por las desobediencias de los hombres, y no de aquéllos que no nos conocen, sino de los que nos conocen. No digas, hija mía, como dices muchas veces: «Es que no te conocen». Sí conocen a mi Hijo, por eso hieren más nuestros Corazones.
Las desobediencias angustian mucho nuestro Corazón. Tú di siempre lo que mi Hijo te diga, pero no te angusties. La responsabilidad caerá sobre los demás, sobre los que escuchen la palabra y no la pongan en práctica.
¿Hasta cuándo mi Hijo tiene que estar dando avisos, y a las almas que más aman nuestros Corazones? Anteponen los apegos a la carne y a la sangre, hija mía, a las palabras de todo un Dios. Tú ora, hija mía, y no desperdicies ni un solo instante en reparar las desobediencias y las infidelidades.
¡Cuántas almas, hija mía, huyen de nuestra voz, porque nuestra voz no da nada más que cruz y no gozos temporales: gozos eternos!; y ¡cuántas almas, hija mía, después de haber lavado sus iniquidades, sus pecados, sus infidelidades, sus desobediencias, con la Sangre de Cristo, cuando mi Hijo les dice «ven», huyen despavoridos, sin querer escuchar sus palabras! ¡Qué ingratitud la de los hombres, hija mía! Corren a lo que les ofrece el mundo y los enemigos que hay en el mundo. Hacen caso, hija mía, del mundo, del demonio y de la carne; ésos son los tres enemigos más grandes a los que obedecen. ¿Cómo no va a estar triste mi Corazón?
Sí, hija mía, aunque todavía hay almas, aunque sea un número reducido, que consuelan nuestros Corazones; pero, ¡qué tristeza, los hombres, hija mía, cómo cierran sus oídos a la llamada de salvación!
Orad, hijos míos, acercaos al sacramento de la Eucaristía y de la Penitencia, amad a la Iglesia, reconciliaos con ella.
Yo os prometo, hijos míos, que todos los que acudáis a este lugar seréis protegidos el día de las tinieblas... Así protegeré a todos, hija mía. Y yo cumplo mis promesas.
Amaos unos a otros como Cristo os ama.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas... Todos han sido bendecidos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de julio de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Ya estoy aquí, hija mía, como Madre de todos los pecadores.
El Señor:
¡Cuánto gozo siente mi Corazón cuando un pecador se convierte y, cuando, andando en la muerte por el pecado, han buscado la vida por la gracia! Por eso quiero que a mi Madre se la venere y se la dé culto, porque los hombres no la ponen en el lugar que la corresponde. Mi Madre se merece algo más; Ella es la llena de gracia, el instrumento que mi Padre escogió para participar en el misterio de la Encarnación. Si veneran a María, los hombres conocerán más a Jesús y lo honrarán más, pues el que rechace a María rechaza a Jesús. Mi Padre la ensalzó a los Cielos y la hizo participar de todos los misterios. La dio por Madre a los hombres, fue Corredentora con Cristo, y ¿cómo los hombres dicen que María no puede aparecerse?; es Madre de los hombres, y una madre no puede olvidar a sus hijos.
La Virgen:
Hija mía, yo me consagré toda a Dios mi Creador, toda mi vida, con estas palabras: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Y ahí consagré toda mi vida y presenté a mi Hijo a los hombres y lo entregué para su redención. Hijos míos, ¿cómo puedo olvidar a los pecadores, si Dios me ha nombrado Madre de ellos? Acudid, hijos míos, a protegeros bajo mi manto, que yo aliviaré vuestros dolores y vuestras penas, y os consolaré.
Acudid a este lugar, que estoy distribuyendo muchas gracias para los pobres pecadores. Todo el que acuda será bendecido y recibirá muchas gracias para su salvación.
Amaos unos a otros, hijos míos. Amad a la Iglesia, amad al Santo Padre, el Vicario de Cristo, al que mi Corazón ama y ha protegido de muchos males.
Os repito, hijos míos, como Madre de la Iglesia: acercaos a los sacramentos y a la Eucaristía; no la dejéis, hijos míos, ésa es vuestra fortaleza. Amaos unos a otros como Cristo os amó, hijos míos; no olvidéis su Pasión, que su Pasión está olvidada. Fue el amor que tuvo a los hombres su Pasión y su muerte.
Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas…
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 1 de agosto de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Yo, el Hijo de Dios vivo, el Hijo de María, Jesús, quiero que conozcáis su nombre, quiero que sepáis el poder de María. María tiene poder de aplastar la cabeza del enemigo. María es la Joya pura del Cielo. María es el Canal de todas las gracias. María es la Medianera de los hombres y yo. ¿Cómo los hombres no acuden a María? Es la hora de María y yo he puesto el mundo en sus manos.
¡Qué alegría siente mi Corazón cuando los hombres van a María a comunicarle su dolor, su pena, sus alegrías, sus tristezas y angustias; y Ella con sus manos maternales me las presenta a mí! Yo no puedo negar a mi Madre las gracias que me pide, por eso pido que se conozca el nombre de María y que no la rechacen los hombres.
Y ¡ay de aquéllos que merodean por estos lugares, picando aquí y allí, con mentes destructoras, enfermizas, para destruir mi Obra! ¿No se dan cuenta que todo lo que estorba en ella lo he ido retirando? Lo mismo va a pasar con vosotros, hijos míos, aquéllos que os dedicáis a coger de aquí y de allí calumnias, mentiras, guerras, para destruir esta Obra, que he puesto en las manos de mi Madre. ¿No tenéis miedo a la Divina Majestad de Dios? ¡Mentes enfermas por la soberbia y por el pecado, cómo perdéis el tiempo queriendo destruir mi Obra y las almas! Días cortos os quedan en la Tierra, como sigáis intentando destruirla. ¡No perdáis el tiempo, que toda la vida lo habéis estado perdiendo en destruir vuestras familias y en el pecado y en la ofensa a Dios vuestro Creador! Sed humildes y arrepentiros, hijos míos, y pedid perdón de vuestras culpas, y vuestras culpas quedarán perdonadas; pero no os unáis todos los que estáis en tinieblas, que os buscáis unos a otros para maquinar en la oscuridad la mentira y el engaño.
Haced penitencia, y no pidáis largos años, porque pedís largos años, porque no me conocéis, y os da miedo presentaros ante lo desconocido, porque todo el que me conoce no le da miedo de mí. Aquéllos que temen, hija mía, es porque no me conocen; soy un desconocido para ellos y piden aplazar su vida. No les importa las guerras, no les importa el pecado, la destrucción; destruyen hasta a sus propios hijos, porque sus corazones están llenos de tibieza.
Penitencia pido, hijos míos, penitencia y sacrificio. Amaos unos a otros; éste es el mandamiento que más insiste Dios en que cumpláis. Sed humildes, hijos míos; acudid a este lugar y seréis revestidos de mi gracia.
La Virgen:
Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores…
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 5 de septiembre de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Aquí estoy otra vez, avisando a los hombres, aunque los hombres se hacen los sordos a mis llamadas; pero una madre insiste constantemente, para bien de sus hijos. Los hombres sólo quieren libertad, hija mía, y en esa libertad pisotean las virtudes teologales, las leyes de Dios; no quieren que nadie los gobierne y no quieren tener conciencia de Dios; sólo piensan, hija mía, en el mundo, en lo doméstico, en la sangre. Los padres no educan a los hijos en el santo temor de Dios y ¡cuántos participan con ellos en las ofensas y en los pecados que hacen contra la Divina Majestad de Dios!
El rey de la mentira siembra cizaña y discordia en el mundo y se está haciendo el dueño de los corazones, porque el hombre sin Dios no puede vivir, hija mía, es como una planta que no tiene luz ni agua, acaba muriéndose; así está el hombre sin Dios.
¡Qué pena, se hacen los sordos a mis llamadas! Están materializados en el mundo y tienen unos apegos carnales y materiales; por eso yo he querido formar una Obra y desprenderlos de todos esos apegos mundanos, carnales y materiales. Por eso quiero que huyan de la sangre y de la carne, porque muchos mueren en una trampa mortal por el apego de la sangre y de la carne. ¡Hay tan pocos, hijos míos, que estén desprendidos de las cosas del mundo y de lo doméstico!
El Señor:
¿¡Hasta cuándo tiene la Divina Majestad de Dios que estar avisando a las criaturas!?... Porque quiero hacer un gran rebaño, donde pueda yo refugiarme y consolarme, pero es tan difícil poder consolarme en sus corazones, porque sus corazones están ocupados en la materia. ¡Ay, qué pocos hay que amen el espíritu, o que se amen por el espíritu, de alma a alma, que se transmitan el amor, no de carne a carne ni de sangre a sangre!; esos amores son deformados, interesados; no lo consigo, hijos míos.
Mi Corazón goza con los retoños, los retoños que yo he traído a la luz. Y los hombres se amargan, están amargados, porque no han sido fieles un día a su palabra. ¡Ay, cómo veis la paja en el ojo ajeno, hijos míos, teniendo una viga tan grande en el vuestro! No podéis ver esa pajita, hijos míos, porque tenéis una gran viga en vuestros ojos. Amad a los niños. Mi consuelo ha sido los niños. Dejad que los niños se acerquen a mí; son querubines con los querubines, que adornan una corona de gloria y dan un gozo a nuestros Corazones; sed amables y cariñosos con ellos.
Y tú, hija mía, repara las infidelidades de los hombres. Los hombres, la infidelidad, no le dan importancia, no cumplen las promesas ni los votos que hacen, hija mía. ¡Cuán dolido está mi Corazón por esas almas que falsean sus promesas!
La Virgen:
Haced penitencia, hijos míos, haced oración. Amaos unos a otros. Sed buenos cristianos. Es lo que viene a avisaros vuestra Madre celestial, pero los hombres están sordos y ciegos, y quieren hacer una doctrina a su antojo. ¡Cuán pocos serán los que entren por la puerta estrecha, y muchos llegarán a la puerta ancha!
Acudid a este lugar, que seréis bendecidos y derramaré muchas gracias sobre vosotros, hijos míos.
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas…
Os bendigo, hijos míos, con una bendición especial para todos vosotros.

Mensaje del día 3 de octubre de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, aquí está otra vez vuestra Madre. Mi Corazón está lleno de dolor por la situación del mundo. Aunque muchas veces mi Corazón siente un gozo de tantas y tantas avemarías como suben al Cielo de este prado. Pero aunque los hombres se empeñen que el mundo está bien, el mundo está cada día peor, hija mía.
Los hombres están ciegos y no quieren ver. Las madres no quieren dejar nacer a sus hijos. Los hijos no respetan a los padres. Los hogares están destruidos. Los religiosos, muchos de ellos, después de haber hecho votos y promesas, buscan una vida más fácil y se salen de los conventos para ser funcionarios en el mundo, no ministros de Dios. Muchos de los conventos, hija mía, están marchitos. La moral en la juventud se ha perdido; el pudor, la modestia no existen, hija mía. Y dicen los hombres que el mundo está muy bien. Sólo los ciegos, que no quieren ver, protestan contra los mensajes, porque no les conviene escucharlos, hija mía.
Mi Corazón siente gozo de tantas y tantas almas como se convierten en este lugar y tantos y tantos años retirados de los sacramentos y del camino del Evangelio, y han vuelto a nuestro rebaño. Pedid, hijos míos, para que los padres enseñen a los hijos el camino del Evangelio, antes que las carreras y los estudios; que sólo se preocupa el hombre por el estudio y por las carreras, olvidando la carrera más importante, que es la carrera del Evangelio.
Amad mucho a la Iglesia, hijos míos, amad mucho al Santo Padre. Pedid por los sacerdotes y por aquellos religiosos que son fieles a su ministerio. Seguid acudiendo a este lugar, hijos míos, que derramaré gracias especiales sobre vuestras almas.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos, hija mía, con bendiciones especiales para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 7 de noviembre de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Aquí estamos, hija mía, otra vez más, avisando a los hombres. Los hombres siguen obstinados en no obedecer a Dios. La ingratitud de los hombres aflige mucho nuestros Corazones. Te pido, hija mía: no te aflijas, ten seguridad en mi amor. Yo, ya sabes que te voy poniendo almas para realizar mi Obra. Sé que las flaquezas humanas te angustian y te afligen, y que tus fuerzas se agotan, hija mía, pero acércate a la savia de mi Corazón, que yo te fortaleceré.
No es el discípulo más que el Maestro. A mí me perseguían, me calumniaban, me maldecían e incluso decían que estaba endemoniado, porque decía la verdad. A los hombres no les gusta que se les diga las verdades, hija mía, ni que se les reprenda. Tú sé humilde y piensa que te escogí víctima, y prefiero tu sufrimiento al oro y la plata, hija mía.
Los hombres, a veces, son ingratos, y quieren escudriñar y sacar de donde no hay; pero sé valiente y ten fortaleza. Si Dios está contigo, a nadie puedes tener miedo, hija mía. Por eso te pido humildad, y a los hombres les pido buena voluntad, sobre todo aquéllos que os llamáis míos. Escoged los frutos y reconoced el árbol. Y el que está conmigo no puede ir contra mí. No persigáis tanto. Si yo estoy con ellos, ¿qué podéis hacer contra ellos?
¡Cuántas gracias se han derramado en este lugar, hija mía! ¡Cuántas almas se han convertido, cuántos pecadores han cambiado sus vidas, y los hombres se hacen los sordos, sin querer coger los frutos!; por eso está triste mi Corazón.
Acudid a este lugar, hijos míos, que recibiréis gracias muy especiales. Amad mucho a la Iglesia, amad al Santo Padre. Orad, hijos míos, orad mucho, para que los pastores vean la luz. Y tú, hija mía, que nada te angustie, y no desfallezcas. Nada hay que ocultar. Te he dicho que todo es transparente como el cristal.
Haced apostolado, hijos míos. Amaos unos a otros y sed muy humildes.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores…
Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 5 de diciembre de 1998, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, una vez más, estoy aquí como Madre de los afligidos, como Madre de los pecadores. El mundo está necesitado de oración y de sacrificios, penitencias. Ya sé, hija mía, que los hombres pierden el tiempo en persecuciones, en calumnias y en difamar. Tú, ten confianza en nosotros, hija mía. Yo te impregnaré de mi amor. El que participa en mi dolor, participa en mi gozo. Ya he dicho todo a los hombres, hija mía, y los hombres siguen sordos a mis palabras.
Se necesitan almas que prediquen el Evangelio, pero que crean en él, no que lo prediquen y no lo practiquen ni lo crean. Hay mucha mies, hija mía, y pocos operarios; pero los hombres, cada día, escuchan menos la palabra de Dios; por eso el mundo camina a pasos agigantados a la perdición. Sólo pido, hijos míos, que no os abandonéis en la fe, que perseveréis en la oración. Oración pido y sacrificio; lo demás, todo está dicho, hijos míos.
Acudid a este lugar, que recibiréis gracias especiales para los pobres pecadores y para vuestras propias almas, hijos míos.
Orad y amaos unos a otros. Amad a la Iglesia y amad al Papa, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para las almas del Purgatorio. Estas gracias, que hoy reciben los rosarios, servirán para salir muchas almas del Purgatorio. Todo el que rece con él sacará un alma del Purgatorio.
Todos han sido bendecidos con unas bendiciones especiales para las almas del Purgatorio.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.