A continuación se muestran todos los mensajes del año seleccionado:

Mensaje del día 1 de mayo de 1981, primer viernes de mes

San Lorenzo de El Escorial

En este día Luz Amparo tiene una manifestación del Cielo: esta vez de la Santísima Virgen, como a continuación se relata. Luz Amparo se encuentra celebrando “Los Mayos” junto con Nicasio, su esposo, y Marcos, amigo de la familia, en el Monasterio de Cortes (Albacete). Por la noche, sola en su habitación, mientras hace sus oraciones habituales, Luz Amparo ve a la Virgen vestida de Dolorosa, con manto negro y capucha que le cubre la cabeza, debajo: un velo blanco. Aparece de rodillas, con las mejillas surcadas por las lágrimas; lleva dos velas, una en cada mano, y pide por la paz del mundo.
La Virgen:
Hija mía, no dejéis de rezar el santo Rosario. Diles que, si no me escuchan, habrá muchas muertes y la Iglesia irá decayendo, y no habrá trabajo y habrá muchas miserias, sobre todo en España…
Hija mía, el santo Rosario rezado con devoción tiene mucho poder; os pido muy poquito: que recéis, que con vuestra oración y penitencia nos ayudaréis a mi Hijo y a mí a salvar muchas almas que están errantes, esperando que alguien las salve.
Yo me he manifestado en muchos sitios, pero están vacíos y no quieren saber nada; y si no me escuchan, en España habrá otra guerra y la Iglesia española padecerá.
Rezad mucho y haced mucha penitencia, para que todos os salvéis. Os quiero a todos, porque todos sois hijos míos. Hay que ser más constantes en recibir la Sagrada Eucaristía; es muy importante comulgar los primeros viernes de mes con mucha devoción y pedir para que todos los sacerdotes sean buenos católicos, y con sus buenos ejemplos el Espíritu Santo los ilumine para servir a Dios y amar al prójimo, y que colaboren en salvar almas…
Haced oración, y diles que hagan mucho sacrificio, que cuanto más sufráis y más sacrificios hagáis más os amo; porque así me ayudáis a sufrir y a pedir por tantos pecadores que tanto lo necesitan.

Mensaje del día 10 de mayo de 1981, domingo

San Lorenzo de El Escorial

Luz Amparo:
Me ha dicho la Virgen:
Hija mía, diles a todos mis hijos que están cumpliendo muy bien con el mensaje que les he dado de rezar el santo Rosario, pero que se tienen que acercar más a la Eucaristía, que muchos de ellos no lo han cumplido; que comulguen los primeros viernes de mes, que todos los que comulguen en este día pidan por la Iglesia Católica, para que todos los cristianos estén más unidos.
El pecado de impureza ofende mucho al Señor... Que seamos muy humildes, que la soberbia cierra las puertas del Cielo, que sigamos perseverando, que está muy contenta con nosotros, que pidamos por los sacerdotes, para que sean buenos hijos de Dios.
Acercaos más a la Eucaristía, sed constantes en recibir el Cuerpo de Jesús; pedid por la paz de España, especialmente por el País Vasco.

Mensaje del día 14 de junio de 1981, domingo

Festividad: Santísima Trinidad

Prado Nuevo (El Escorial)

Aquel día, se encontraban Luz Amparo Cuevas Arteseros y varios miembros de su familia en un huerto cultivado por ellos, y propiedad del Ayuntamiento de El Escorial [Madrid]; habían terminado de almorzar. Algunos regresaron a su domicilio; cuatro del grupo inicial decidieron ir a fregar los utensilios usados a la finca contigua de «Prado Nuevo», donde brotaba agua de una fuente. Se acercaron Luz Amparo, su esposo Nicasio, Pedro [el hijo de ambos] y Marcos. Una vez en el lugar, mientras estaban junto a la fuente-pilón, es cuando Luz Amparo se siente atraída, por una fuerza misteriosa, hacia un fresno situado a pocos metros. Enseguida, comienza a percibirse un intenso aroma a rosas e incienso, y observan con extrañeza una especie de nube blanca algodonosa, que surge de aquel árbol y se va difuminando sobre la copa del mismo. Allí se detiene Luz Amparo, cae bruscamente de rodillas y se golpea contra una roca de granito. En esa postura permanece rígida e inmóvil alrededor de media hora. Durante ese espacio de tiempo, ve aparecer sobre la nube y rodeada de ángeles a la santísima Virgen, cuya figura se va formando gradualmente, hasta contemplarla con una belleza tan sublime que los pinceles no alcanzan a plasmar en toda su grandeza. [A pesar de ello, la pintora Dª Elvira Soriano Manchón († 7-11-2011) decidió realizar esta pintura, guiada por las orientaciones de la vidente y una indudable asistencia del Cielo, logrando la bella imagen al óleo de Nuestra Señora de los Dolores en 1984 —la había pintado antes con otra vestimenta en 1982—]. Viene ataviada con una túnica granate, un manto negro que la cubre sin ceñirse a la cabeza; debajo: un velo de encaje blanco. Unas lágrimas silenciosas surcan las mejillas de esa faz, que refleja pena, sin dejar, a pesar de ello, de transmitir una inmensa dulzura. Se muestra en actitud orante, con las manos juntas, de las que pende un rosario. En esos instantes, le es comunicado el siguiente trascendental mensaje
La Virgen:
Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar (señala con la mano la ubicación) una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Esta agua curará (se refiere a la que mana de la fuente que allí se encuentra). Todo el que venga a rezar aquí diariamente el santo Rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced oración.

Mensaje del día 6 de julio de 1981, lunes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
La Humanidad no quiere escuchar las palabras de mi santísima y pura Madre; Ella se ha manifestado en muchos lugares de España, pero no creen en Ella. Mi Madre sufre mucho por todos; está triste, llora por todos los pecadores y siempre está pidiéndome que tenga piedad de todos, pero yo le he contestado: «¿Y de Ti, Madre mía, quién tiene piedad? Te están constantemente blasfemando, calumniando, despreciándote». Mi santa Madre, con ese manto de dolor, quiere redimiros a todos a cambio de sus lágrimas y de sus dolores. Yo no puedo ver sufrir así a mi Madre; por eso voy a ser yo el que va a mandar el Castigo a toda la Humanidad tan desagradecida; pero diles que todos los que crean, que no tengan miedo, que no les afectará nada; diles que perseveren en la oración y que se acerquen a la Eucaristía, que allí estaré yo para ayudarles a perseverar y darles fuerzas para querer mucho a esa Madre tan buena.
Os pido que no la hagáis sufrir. Creed en Ella, que Ella os abrirá las puertas del Cielo, y que se quite ese manto de Dolorosa y se ponga el manto blanco. Con vuestra oración, vuestra penitencia, pedid mucho por los que no creen, que el tiempo del Castigo está muy cerca; los tiempos son muy graves. Diles a todos que recen mucho el santo Rosario, para que se aplaque la ira de Dios Padre. Los que estén con Dios y la santísima Virgen, que no tengan miedo, pero para los que no quieran estar en gracia de Dios será espantoso.

Mensaje del día 28 de julio de 1981, martes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, diles a todos que, si no escuchan lo que les digo, en el mundo habrá un castigo como jamás se ha visto, y antes que en ningún sitio será en España.
Diles que se acerquen a la Eucaristía, que recen el santo Rosario todos los días con mucha devoción; que comulguen los primeros viernes de mes, que todos los que lo hagan con devoción se salvarán.
Pedid por los sacerdotes y religiosos, que mi Hijo lleva una cruz muy pesada por todos los que no cumplen con Dios; ayudadle a descargarse esa cruz que lleva constantemente. Pedid por los incrédulos.
El Castigo está muy cerca; diles que me escuchen, que quiero que se salven todos; que a todos los quiero, y mi Corazón sangra de dolor por todos. Haced penitencia y oración.

Mensaje del día 8 de septiembre de 1981, martes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, pide a todos que recen mucho por mi amado hijo, el papa Juan Pablo II, y por la paz de España. Como no cambie España, será castigada.
Da este mensaje cuanto antes, para que se llame al orden a todos los culpables, para que todos se arrepientan antes de que llegue la hora del Castigo.
Diles que estén preparados, que yo vendré a por mis escogidos y el enemigo vendrá a por los suyos. Ese día cercano estaré con mi Hijo y mis ángeles. Hija mía, ofrece esos dolores de las llagas para que se salven muchas almas. Une tus dolores a los míos para salvar el mundo.

Mensaje del día 25 de septiembre de 1981, viernes

El Señor:
Anuncia, hija mía, que soy como el padre del hijo pródigo, que todo el que venga a mí estará salvado, que yo estoy esperando con los brazos abiertos. Estoy muy triste. Diles que las trompetas están a punto de sonar. ¡Pobre del que no esté preparado cuando oiga estos sonidos!
1En 1983 aumentarán los castigos: habrá grandes terremotos, grandes sequías, enfermedades que causarán la muerte. Rezad, hijos míos, y poneos a bien con Dios; con la oración se puede calmar la justa y divina ira de Dios Padre. Tú, hija mía, vas a sufrir mucho, pero también sufrí yo por todos vosotros; es importante sufrir, sufriendo se alcanza el Reino de Dios. Di lo que yo decía: «Padre, hágase tu voluntad y no la mía». La voluntad de mi Padre era que derramara hasta la última gota de mi Sangre, y la derramé por todos vosotros.
La tercera morada se llamará Belén. Antes de llegar a esta morada hay que coger la cruz, aunque sea pesada; yo os ayudaré a llevarla. Hija mía, no nos defraudes. Yo vendré a por los escogidos. Te repito: no nos defraudes, lucha contra el enemigo. Yo soy el Alfa y Omega, el que crea en mí tendrá el Reino de los Cielos. Llevo una cruz a cuestas, para que Dios Padre derrame su divina misericordia sobre toda la Humanidad.
Te repito: diles a todos que vengan a mí, que soy como el padre del hijo pródigo. Sufre, hija mía. Adiós, cumple con la misión que te he encomendado.
La Virgen:
No hagas caso de los avisos terrenos, hija mía, pueden confundirte; haz caso a tu director espiritual. Hija mía, sigue con el rebaño de mi Hijo, lucha contra el enemigo; mi Hijo está muy contento, has devuelto muchas ovejas al rebaño. Sufre, hija mía, extiende los brazos como mi Hijo los extendió en la Cruz para salvar a la Humanidad. Sigue luchando, tu camino es el sufrimiento.
Los escogidos, hija mía, volverán al Edén del Paraíso. Yo vendré con mi Hijo a por los escogidos. Coge esa cruz, hija mía, póntela sobre la espalda y sigue a mi Hijo, como yo le seguí hasta la Cruz con mi Corazón traspasado de dolor y con mi Hijo sufriendo para salvar a la Humanidad; mientras tanto, la mayor parte de la Humanidad, de fiesta. ¡Qué ingratos!, en el abismo del Infierno mi Hijo no tendrá compasión de ellos.
Los escogidos se verán en el Paraíso del amor y la felicidad. Mis ángeles lucharán contra el enemigo, será una gran guerra en el aire. La lucha está cerca. Mi Corazón estará traspasado de ver cómo a muchos de mis hijos se los llevan al fondo del abismo, pero ya no puedo más, no puedo sujetar el brazo de mi Hijo. Muchos morirán a manos del enemigo, el reinado del enemigo no durará mucho.
Lucharán los hijos con los padres, las nueras con las suegras, y hermanos contra hermanos. Morirán muchos inocentes; yo los esperaré en mi morada. Las moradas están preparadas para los escogidos; los calabozos del Infierno también están preparados. La lucha os parecerá muy larga; entonces el enemigo será vencedor. Habrá tres días de oscuridad; el Sol se oscurecerá y la Luna dará una luz muy tenue. Los verdaderos hijos de Dios seguirán con la oración y no olvidándose de Dios; serán días terribles. En esos momentos se conocerán los verdaderos imitadores de Cristo. No desenvainéis vuestra espada; pensad que Dios dice: «Quien a hierro mata, a hierro muere». Oración es lo que pido, con la oración os salvaréis.
La cuarta morada está preparada para la lucha; en esos momentos, Elías y Henoc harán su presencia y harán grandes prodigios, para que los enemigos de mi Hijo se arrepientan y vuelvan a Dios.
Hija mía, hay que sembrar para recoger; cuando te presentes ante mi Hijo no vayas con las manos vacías, alarga los brazos, que yo estaré allí para recogerte. Las almas necesitan mucho; no os dejéis vencer por el enemigo, que lo tenéis muy cerca. A mi Hijo se le conocerá por la cruz que llevan las naves celestiales. Cuando esto vaya a suceder, los niños verán y los ancianos soñarán.
Os hago un llamamiento, hijos míos: coged la cruz y seguid a mi Hijo, que mi Hijo está muy cansado, ayudadle a descargarse la Cruz. Sed constantes en la oración y haced sacrificios. Elías y Henoc, testigos de Jesús, serán muy eficaces para la conversión de la Humanidad; serán dados a muerte y, después de acontecida esta muerte, habrá un gran Milagro, hija mía; eso está escrito: el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga. El que tenga sed que acuda a mi Hijo, que Él es la fuente de la vida. El que esté cargado que acuda a mi Hijo, que Él lo descargará. Venid a mi Hijo, que Él os llevará a la morada de la vida. En esa morada está escrito: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre será salvado». Esa vida será eterna.
Hay muchos sacerdotes que están constantemente ofendiendo a mi Hijo. Hija mía, coge esta cruz y sigue a mi Hijo. Con la cruz alcanzaréis el Cielo, hijos míos. Tú, hija mía, estás sembrando el camino de mi Hijo de rosas. Tú has vuelto a muchas ovejas a su rebaño; estaban perdidas.
El Castigo será el día... (Pausa de silencio). Las moradas de mi Hijo están casi vacías, las del enemigo están llenas.
Avisa a todos que mi Hijo está sediento de almas que vayan a Él, que allí estará esperando, como esperó en el pozo de Jacob, para convertirlos a todos.
Procurad estar todos a la derecha del Padre; todo el que esté a la izquierda irá al fondo del abismo. No hagas caso de los avisos terrenos —que no te confundan—, haz caso de los avisos del Cielo. ¡Qué tristeza siente el Padre de ver que se condenan tantas almas! Pero tú, hija mía, estás haciendo una misión muy importante. ¡Cuántas ovejas descarriadas han vuelto al rebaño de Jesús! Sigue sembrando rosas en el camino de mi Hijo; mi Hijo está muy contento porque le estás quitando muchas espinas, estás uniendo su rebaño disperso.

Notas:


1Para constatar la veracidad de esta profecía podemos acudir a varios medios que han informando sobre hechos que sucedieron en 1983 sobre una gran sequía en España, el aumento de terremotos a nivel mundial o la identificación del VIH como enfermedad.

Mensaje del día 2 de octubre de 1981, primer viernes de mes

La Virgen:
Mira, hija mía, cómo está mi Corazón; está traspasado de dolor. Mira, cómo sangra por todos mis hijos; por todos, sin distinción de razas. Pedid mucho por la conversión de Rusia; Rusia es el azote de la Humanidad; pedid que se convierta.
Diles a todos, hija mía, que el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y retribuirá a cada uno según sus obras. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y todos los pueblos de la Tierra se darán golpes de pecho y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con su gran poder y su gran majestad.
Hija mía, sufre, sufre, que yo también sufro por todos vosotros. Rezad mucho, hijos míos, haced mucha penitencia; es de la única forma que se llega a mi Hijo.
Hija mía, diles a todos que no dejen de rezar el santo Rosario. El santo Rosario rezado con devoción tiene una gran fuerza; hija, díselo a todos. Diles que procuren estar arriba y buscar las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Hija, no hagas caso de nadie; te verás muy sola, muy triste, no nos defraudes, ni a mi Hijo ni a mí; no nos defraudes, hija mía, date cuenta de que el enemigo está rodeando todo esto y no sabe por dónde atacar.
Esos dolores tan terribles los pasa mi Hijo por toda la Humanidad; la Humanidad está vacía; no hacen caso de los mensajes de su Madre, que tanto sufre por ellos; eso que te pasa a ti, hija mía, les ha pasado a muchas almas: han sido perseguidas por los mismos miembros de la Iglesia.
Si alguno os dice que Cristo está aquí, entre vosotros, no le hagáis caso, son «cristos» falsos que quieren confundir la doctrina de mi Hijo y quieren confundiros a todos para apoderarse de las almas. Tened cuidado hijos míos, no vayáis a confundiros con los falsos profetas; los escogidos que no se confundan bajo ningún error.
Daos cuenta, hijos míos, de que Satanás está a ver si puede conseguir la perdición de las almas; que está metido en la Iglesia —¡más confusión que ésa!—; que Satanás se ha apoderado de muchos de mis hijos, de muchos hijos míos predilectos de mi Hijo. Sí, hija mía, no hagas caso de los avisos terrenos; ya te lo he dicho en otras ocasiones: escucha los avisos celestiales, no se confundirán con los avisos del enemigo, pues el enemigo jamás dirá que se hagan buenas obras.
Rezad mucho, hijos míos; daos cuenta de que no vale la pena nada de lo de la Tierra, que mi Hijo os construirá una casa en el Cielo para toda una eternidad. Hijos míos, vale la pena sufrir; pedid por todos los pecadores, hijos míos.
Diles que comulguen los primeros sábados de mes en honor de mi Corazón, que está traspasado de espinas por los dolores que causan tantos pecadores y tantas blasfemias que están profiriendo constantemente contra mi Hijo y contra mí. Diles a los que viven todo esto que ellos también tendrán muchas pruebas; los calumniarán por muchos motivos; que estén alerta. Muchos han recibido la gracia de ver algunos de estos prodigios; que luchen hasta el final, que no se dejen engañar por nadie.
Hija mía, nosotros te ayudaremos a llevar la cruz; sufre por todos los pecadores; diles que hagan una visita al sagrario, que mi Hijo se encuentra muy triste esperando la visita de todos ellos; que no se acuerdan de nosotros y nosotros estamos constantemente pensando en todos. Diles, hija mía, que el tiempo se aproxima, que está muy cerca; que no hacen caso de mis avisos, que algunos no tendrán tiempo de arrepentirse y se condenarán.
Adiós, hija mía; sé fuerte como mi Hijo hasta el último instante. Adiós, hija mía.

Mensaje del día 14 de octubre de 1981, miércoles

La Virgen:
Rezad el Rosario con mucha devoción todos los días; meditad un ratito después de cada misterio, ofrecedlo por la paz del mundo, principalmente por la paz de España, porque España está a punto de ser castigada. Yo soy la Virgen de los Dolores; diles a todos, también a los sacerdotes, que deseo en este lugar una capilla en mi honor, para que vengan de cualquier parte del mundo a compartir conmigo estos dolores que estoy padeciendo por toda la Humanidad. Que vengan a esta Capilla a meditar la Pasión de mi Hijo.
Diles a todos que se acerquen a la Eucaristía, que todos los que comulguen los primeros sábados de mes en honor a mi Corazón, les estaré muy agradecida, y les compensará mi Hijo en la hora de la muerte. Os pido, hijos míos, que recéis mucho, que mi Hijo está esperando vuestras oraciones. Rezad, hijos míos, mucho, porque muchas almas están condenadas porque no ha habido nadie que haya rezado por ellas. Rezad mucho, hijos míos, pedid por la intención de que no haya guerra, que el mundo está muy mal; sólo vuestra Madre del Cielo puede ayudaros a todos a vencer en la lucha contra el enemigo. Si se hace todo lo que os pido, se detendrá la ira de Dios Padre. Rezad por el Vicario de Cristo, está en un gran peligro; también rezad por la conversión de Rusia, haced penitencia y visitas al Santísimo.
Diles a todos que cuando esté hecha la Capilla se llame «Capilla de Nuestra Señora de los Dolores». Cumple mis mensajes; haced oración y penitencia. (La Virgen se despide de Luz Amparo haciéndole la señal de la cruz en la frente).

Mensaje del día 16 de octubre de 1981, viernes

Luz Amparo:
¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolores! ¡Ay, Señor, Señor! ¡Ayúdame, Señor...!
La Virgen:
Hija mía, sé cómo sufres, hija mía, pero tú sabes cuánto mérito tienen estos dolores, hija mía, cuántos pecadores se están convirtiendo y arrimándose a la Sagrada Eucaristía. Diles que sigan cumpliendo, que cumplan, hija mía, con los mandatos de mi Hijo. Diles que Cristo Jesús ha dicho que se reconcilien con Dios todos los días. Los que no lo hayan hecho, que confiesen sus pecados y comulguen todos los primeros sábados de mes; también los primeros viernes de mes en honor del Corazón de mi Hijo; que todos los que lo hagan, les dará mi Hijo vida eterna y los resucitará en el último instante, hija mía.
¡Hija mía! ¡Ay, cómo sufres! Dios está muy contento contigo, hija mía. Todo este sacrificio, hija mía, todo tu sacrificio vale para salvar muchas almas. ¡Ay, hija mía, qué dolores tan horribles! Date cuenta de lo que pasó mi Hijo en esa Cruz y lo que yo pasé al pie de la Cruz, abrazada, destrozada, desgarrándose mi Corazón. ¡Ay, hija mía! Decid, hija mía, decid a cuantos hicieren algún sacrificio: «Si haces algún sacrificio...» que lo ofrezcan por la salvación de toda la Humanidad. Todos los sacrificios tienen valor, hija mía, todo lo que se ofrezca a mi Hijo Cristo Jesús. Decid cuando hiciereis algún sacrificio: «Jesús mío, por tu amor, todo te lo ofrezco por la conversión de los pecadores, por la conversión de Rusia, por el Corazón Inmaculado de tu Madre María santísima».
Ofrécelo, hija mía, pero que nadie se entere; lo que haga tu mano derecha, que no lo sepa nunca tu mano izquierda, hija mía. El que quiere salvar su vida, hija mía, la perderá, y el que quiera perder su vida por amor a mí..., la encontrará, hija mía, por amor a mí y a mi Hijo. Hija mía, ofrécete a Dios para soportar todos tus sufrimientos, hija mía. Que Él te ayude en reparación por los pecadores, por tantas ofensas hechas constantemente a mi Hijo y a mí, que somos ofendidos constantemente.
Deseo repetirte, hija mía: ofrécelo todo por la conversión de los pecadores, pero sobre todo, hija mía, acepta y soporta con humildad los sufrimientos que mi Hijo te envía, hija mía; ofrécelo, hija mía.
Mira, hija mía, date cuenta que todo el que es hijo heredero de Dios y herederos con Cristo, tal que padezca con Él, a fin de que perciba con Él su gloria, hija mía. Es muy importante salvar el alma; el cuerpo no tiene importancia, el cuerpo no vale ni para estiércol en la tierra, hija mía. No decaigas, hija mía, pide consejo a tu padre espiritual, que él te dirija, hija mía. Vas a tener muchas contrariedades y vas a sufrir mucho, pero sigue luchando, sigue luchando, hija mía, que yo también sigo luchando para poder salvaros a todos…
Hija mía, tienes muchas dudas, hija mía; crees que son visiones tuyas; que si no estaré realmente presente en el santo Rosario, hija mía. Te dije en la primera aparición que todos los días estaré presente para dar la santa bendición a todos los que vayan a rezar el santo Rosario. También te dije, hija mía, que muchos de ellos serán escogidos y marcados con una cruz en la frente.
Que no te confundan, hija mía, porque yo estoy allí como la Reina gloriosa sobre la Tierra, llevando a todos los pueblos de la Tierra la salvación y la paz, hija mía. No lo dudes, puedes seguir diciéndolo en cada Rosario; todos mis hijos serán bendecidos. Hay muchos que tienen muchas dudas, hija mía. Son tan incrédulos que si no ven la marca en las manos del clavo, hija mía, no creen.
Hija mía, ¡cuánto vas a sufrir!, pero sabes lo que dice mi Hijo: que, si para creer tienen que ver, eso no tiene mérito, hija mía. Dichoso el que cree sin ver; eso sí que tiene mérito muy grande ante mi Hijo, hija mía. Te sigo insistiendo, hija mía: quiero que continuéis rezando el santo Rosario todos los días. Rezad, hijos míos, haced mucho sacrificio por los pecadores, que muchas almas están en el Infierno porque no han tenido quien rece por ellas, hija mía; y ¡qué horrible es estar en el lago de las llamas, hija mía! Mira un instante cómo es, hija mía…
Luz Amparo:
(Elevando el tono de voz con horror). ¡Ay...! ¡Ay...!
La Virgen:
No, hija mía, no te horrorices; el que va al fondo de ese lago, hija mía, es porque quiere, porque tiene muchas oportunidades de salvarse y no las quiere coger, hija mía. Tú ayuda a todos los pecadores, pero no sufras, ya tienes bastante con tus dolores, hija mía.
Diles a todos los que están constantemente contigo, hija mía, que procuren hacer apostolado, que se dediquen en cualquier parte del mundo que estén, que necesitan muchas almas recibir los mensajes de su Madre celestial, hija mía. Que recen mucho, que se salven todos, que estoy constantemente dando avisos y no me hacen caso. No quiero que se condenen, hija mía; pero muchos de ellos, ni aun en el momento del Castigo sentirán temor de Dios.
Hija mía, sigue con tu cruz, ayuda a salvar muchas almas; que muchas ovejas han vuelto a su rebaño, hija mía; ¡cuántas había descarriadas, hija mía!, ¡cuántas!, y han vuelto al redil de mi Hijo, han vuelto a su rebaño.
Hija mía, adiós; sé humilde, hija mía. Es el consejo de cada día: la humildad, hija mía. Adiós, adiós, hija mía.
El texto siguiente se encuentra enseguida del anterior mensaje en la grabación de que se dispone; se incluye en estas páginas, aunque no hay certeza de su fecha
La Virgen:
Hija mía, te vuelvo a aconsejar: no hagas caso del juicio de nadie, hija mía; no hagas caso de los consejos que te den, que no valen los juicios de los demás. Haz caso de tu padre espiritual; muchos videntes los han perdido haciendo juicios sin saber. Hija mía, hazme caso; muchas personas quieren destruir, no saben cuánto daño hacen con aconsejar cosas que no saben, hija mía. Haz caso a tu padre espiritual... (Hay un corte en la grabación por motivos que se ignoran).
Sigue luchando, hija mía, que la lucha será terrible; tendrás que enfrentarte contra el enemigo. Hija mía, te lo pido que no nos defraudes; correspóndele a mi Hijo.
Adiós, hija mía; sé humilde, sé humilde hasta el final. Éste es el consejo de cada día, hija mía; la humildad es la base principal de todo. Sí, hija mía, tendrás una lucha terrible; pero que no salga el enemigo victorioso. Lucha hasta el final, hija mía, lucha, que vale la pena luchar.
Adiós, hija mía. Adiós.

Mensaje del día 23 de octubre de 1981, viernes

El Señor:
Llama a «Elohím», hija mía, llama a «Elohím», tu Padre Celestial, Rey del Universo, hija mía, para que te consuele; ese mismo sufrimiento, hija mía, lo estoy pasando constantemente yo por la perversidad de todos los pecadores. Diles que se conviertan, que no cometan más pecados; que se destruirán ellos mismos... Hija mía, llámale para que te consuele. Diles a todos que, como no confiesen sus culpas y se arrepientan, el Padre Eterno los mandará al lago de azufre para toda la eternidad.
Diles que tienen muy poco tiempo; que se arrepientan; que piensen un poquito en la Pasión de su Hijo, que lo mandó a la Tierra para redimirlos a todos del pecado y no quieren pensar en sus culpas. Que están ofendiendo constantemente a Dios; que mediten, que piensen lo que su Hijo pasó en la Cruz, cómo le coronaron de espinas, cómo le flagelaron, cómo derramó su última sangre por todos vosotros, hija mía.
Díselo a todos, que no van a tener tiempo a arrepentirse. Que el Padre Eterno va a mandar su ira de un momento a otro; que se arrepientan. Díselo, hija mía, a todos. Que el Hijo de Dios bajará en una nube no tardándose mucho y mandará a sus ángeles que sieguen la mies seca de la Tierra que no da fruto; que sus escogidos estén preparados; que no hagan caso del enemigo.
Sí, hija mía, diles a todos que se conviertan, que el día del Juicio bajaré como juez, no como amigo, porque ya les estoy dando oportunidades; que las cojan, que no dejen para mañana lo que puedan hacer hoy; que se den cuenta que los mil años de la Bestia se han cumplido; que Satanás está en... Está entre los cuatro ángulos de la Tierra, hija mía, para apoderarse de almas para la guerra.
Diles a todos que procuren estar el día del Juicio apuntados en el Libro de la Vida. Díselo a todos, que no quiero que se condenen, que mi Madre está sufriendo mucho por todos ellos. No puedo soportar que mi Madre sufra; está constantemente sufriendo, llorando. No se podrían meter en ningún envase las lágrimas que derrama mi Madre diariamente por todos ellos. Que se arrepientan antes que llegue la hora del Castigo, que la lucha será horrible. Díselo a todos, hija mía; luego que no digan que no aviso. Que se arrepientan, que confiesen sus pecados, que procuren estar a la derecha del Padre el día de los escogidos; que será horrible ir con el enemigo, hija mía. Diles a todos que se arrepientan, que pidan perdón al Padre Eterno, que el Padre Eterno está esperándolos a todos.
Adiós, hija mía. Sé fuerte como yo fui hasta el último momento. No te importe esta lucha, que luego estarás eternamente en las moradas del Padre Eterno. Adiós, hija.
La Virgen:
Hija mía, aquí me tienes como Madre misericordiosa, hija mía, para ayudarte a soportar esos sufrimientos tan horribles. Ofréceselos al Padre Eterno, hija mía, por la conversión del mundo entero, hija mía; ofrece tus dolores, hija mía. Si te desprecian, hija mía, ofréceselo; si te calumnian, hija mía, ofréceselo. Sigue con tu humildad, hija mía, con tu obediencia, hija mía. Tu obediencia tiene que ser muda, hija mía, para que nadie se entere, hija mía.
Dales el aviso a todos, que se arrepientan, hija mía, todos; que confiesen sus pecados, que el Padre Eterno está muy enfadado. Diles que tienen que ser mejores de lo que son; que va a venir un gran castigo, hija mía, para toda la Humanidad; que confiesen sus culpas; que no se dejen engañar por el enemigo; que Satanás quiere apoderarse de toda la Tierra; que se está apoderando de la Iglesia; que está intentando aniquilar la Tierra. Hija mía, díselo a todos, que no se dejen engañar de ninguna forma; que se arrepientan, hija mía.
No sabes qué dolores tengo en el Corazón de verte sufrir, pero es preciso. Diles, hija mía, que el Castigo será peor aún que cuarenta terremotos seguidos destruyendo la Tierra, hija mía; que será horrible el Castigo y nadie se escapará de él, nadie. Todos verán el Aviso y verán lo que significa el Aviso, hija mía.
Estad preparados para que vosotros no recibáis el Castigo. Es muy importante estar con Dios. El día que veamos el Aviso habrá personas que morirán del miedo, del miedo tan horrible, hija mía. Procurad estar esa noche rezando ante el Santísimo o en vuestras casas con las puertas cerradas, hija mía. Hija mía, tendrás que sufrir mucho, hija mía, en este mundo de podredumbre y de maldad, hija mía. Tendrás muchas pruebas interiores que te daré, hija mía; pero, al mismo tiempo, te ayudaré a soportarlas, hija mía. Muchas veces has tenido muchas dudas de mis avisos. No lo dudes, hija mía, no dudes lo que yo hable por mi boca, hija mía. Ayuda a tantas almas que tanto lo necesitan. Sé fuerte, hija mía, te lo repito todos los días que te sucede esto, hija mía.
Tienes que ser humilde; sin humildad no se ganan almas, hija mía. Date cuenta que el pecado de soberbia es el pecado que conduce a todos los pecados del mundo, hija mía. Hay que ser humildes. Date cuenta que mi Hijo escogió lo más humilde de la Tierra, y la humildad es la base principal de todo, hija mía. Seguid rezando el santo Rosario. También es conveniente que reces las quince partes de los misterios, hija mía. Corre mucha prisa salvar muchas almas; y en cada Rosario se salvan muchas, hija mía.
Hay que ayudar a mi Hijo, y al Padre Eterno hay que consolarle también, hija mía. Con nuestras oraciones hay que sujetarle el brazo de su ira, hija mía. Lo estoy pidiendo constantemente que os dé más oportunidades; que se están salvando muchas almas; que detenga el Castigo, hija mía. Está muy próximo. Haced mucha penitencia. Rezad el santo Rosario con devoción. Es muy importante rezar todos los días el santo Rosario.
Ofrece tus dolores por la conversión de Rusia, hija mía. Rusia, Rusia destruirá todo, hija mía. Pedid que se convierta. Cumplid con mis mensajes. Haced caso. Mandad mis mensajes por cualquier parte del mundo, hija mía. Que se lo tomen en serio, que el Castigo está muy cerca. Que no quiero que se condenen, hija mía, adviérteselo a todos, que es horrible, hija mía, el dolor que tengo.
Adiós, hija mía, te echo la santa bendición. Adiós.
Luz Amparo:
¡Ay, ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, mis huesos! ¡Ay, Señor! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, Señor!...

Mensaje del día 6 de noviembre de 1981, primer viernes de mes

La Virgen:
Te voy a dar un mensaje; pero este mensaje va a ser muy corto, hija mía. Los humanos son muy desagradecidos; no quieren saber nada de su Madre. Diles a todos que no vendrán las gracias que necesitan, sino cuando se haya satisfecho el deseo mío de hacer una capilla en el lugar que te he indicado. Díselo a todos, hija mía: que deseo se haga una capilla para meditar la Pasión de mi Hijo; que me escuchen, hija mía, que mi Corazón es víctima del dolor; que no me hacen caso. Díselo también a los sacerdotes; que me escuchen, que sólo pido que se haga oración, que se venga a meditar; que si hacen lo que yo pido, estaré entre mis hijos visiblemente en la Segunda Venida de mi Hijo, Cristo Jesús.
Sí, hija mía, no me hacen caso; quiero que me crean, que crean que yo soy María, María Dolorosa, hija mía. ¡Qué poco caso hacen de mis mensajes! Diles a todos mis hijos que se arrepientan y dejen de escuchar doctrinas que no sean las de mi Hijo; que escuchen la ley de mi Evangelio, de los Evangelios de Jesús; que escuchen la palabra de Dios; que la ley del Evangelio es la ley que ha dado mi Hijo a su Iglesia Santa, porque fuera de su Iglesia no habrá salvación, hija mía. Díselo; que me escuchen, que los quiero a todos, hija mía.
Y tú, hija mía, no tengas miedo, porque Dios está contigo, hija mía, y si Dios está contigo, ¿quién estará contra ti? Sí, hija mía, diles a todos mis hijos que están constantemente contigo que no se acobarden; que vayan donde sea para ver si se cumple la palabra de su Madre, que hagan un poquito más de oración; que se acuerden un poquito más durante el día de su Madre, que no los olvida ni un instante. Díselo, hija mía.
Adiós, hija mía, adiós. Cumplid mis mensajes, hija mía, hacedme caso, hija mía; obedece las órdenes de nosotros, de mi Hijo y mías. No os confundáis, hijos míos. Luchad, luchad hasta el final.
Adiós, hija mía; te echo la santa bendición, hija mía. Adiós.

Mensaje del día 13 de noviembre de 1981, viernes

El Señor:
Sí, hija mía, aquí está tu Padre celestial, como te dije el primer día de mi aparición. Soy tu Padre celestial; ya lo sé que sufres mucho, hija mía; fíjate si no voy a saber yo qué tormentos tan horribles son ésos, y todo sufrirlo por la Humanidad tan desagradecida. Ya lo sé que no se merecen nada de esto, hija mía, pero hay que salvarlos, hay que salvarlos a costa de lo que sea, hija mía. Óyeme, mi Corazón víctima se cansa de la ingratitud de mis amados hijos; no te hablo de la maldad de los impíos, sino de la malicia de los cristianos.
Voy a relatarte abiertamente la situación del mundo, para que comprendas el porqué de mi Pasión mística como víctima inmolada por el mundo, como Rey mártir de mi caridad por las almas y como Dios desdeñado de mis criaturas.
He empleado toda mi sabiduría, hija mía, en proporcionar todos los medios de adquirir el gozo de mi Reino eterno, toda mi ternura en atraerlos, mi bondad y mi misericordia, mis riquezas, mi magnificencia y mi amor; pero no quieren nada, son ingratos. He hecho por todos lo que hubiera hecho por mis propios hijos; no se merecen nada. Todo lo que he hecho por ellos, por todos en general, lo he hecho como lo he hecho con mis elegidos; lo hice por uno y lo hice por todos en general, y para todos di mi ejemplo en el camino de este mundo. Por todos ascendí a los Cielos, volviendo al seno del Padre, y por todos hice el milagro de la consagración de la Eucaristía, para permanecer con ellos. Para todos estoy —no sólo para unos— encerrado en ese Sacramento día y noche, triste, sufriendo. Por todos instituí mi sacerdocio privilegiado y para todos la Iglesia santa con sus auxilios de…
Luz Amparo:
¡Qué dolores, Dios mío; sé cómo sufres!
El Señor:
...con sus auxilios de indefectible virtud y de única esperanza de eternidad. Hija mía, para todos di mis palabras de salvación y de vida, que guarda el Santo Evangelio de la ley de la gracia y del amor; y con toda claridad la manifesté en aquellas palabras: «Amaos los unos a los otros». Lo dije en un lenguaje para que todos me entendiesen. Y os dije: «Permaneced todos unidos, permaneced en mí, para que seamos una sola cosa..., para que seamos una sola cosa como mi Padre y yo lo somos». Pero, hija mía, ¿qué han hecho de mi palabra, de mi doctrina, de mis deseos, sino mofa, crímenes y traición?
Mira, hija mía: se formó mi amada Iglesia, se erigió y se extendió mi Reino en las almas; pero el eterno enemigo entró en la raza maldita para apoderarse de todos, se apoderó de toda la raza. También vino a formar la división en la familia, la cual, surgiendo bandos, comenzó a minarse entre sí.
No me quejo del enemigo, ni de sus secuaces, porque todos ellos son malditos; me quejo de los que, siendo míos, han secundado la acción del mal. El enemigo, hija mía, quiere seducir y no sabe cómo.
Acordaos siempre de mis palabras, porque si no os hubiera advertido..., pero estoy constantemente advirtiéndoos. Si no os hubiera advertido, seríais menos responsables, pero de ahora, ¿de qué os excusaréis, hijos míos? No podéis excusaros.
Está cerca el día postrero, hija mía, y ese día postrero vendré como juez. ¿Acaso no lo he dicho a mi Iglesia Santa?, ¿no los he socorrido con pastores? No he dejado de derramar milagros por todas partes, de derramar amor; y ellos no han querido recibir con corazón puro todas estas cosas. Claro, todos estos, ¿sabes cuáles son?: los ingratos, los desagradecidos.
Hija mía, diles que todavía están a tiempo, que vengan a mí todos, como les dije en una ocasión: «Venid a mí todos los que estéis cargados, que yo os ayudaré a descargaros». Venid arrepentidos y contritos, haciendo esfuerzos para superar las tendencias malignas de vuestras pasiones y de las seducciones que el mundo, el demonio y la carne os presentan, como lo hizo un día en el Paraíso de los primeros padres naturales.
Diles que cuando yo les invito a que vengan a mí, es con espíritu de cambiar la mala vida de los vicios, de los pecados, de la incredulidad, de la malicia, de las comodidades refinadas que cada día habéis rodeado vuestra vida humana; porque los humanos, precisamente, son los que deben sobrenaturalizar sus acciones, imitándome a mí cuando me hice humano; que busqué desde el primer momento hasta el último de esta vida el sacrificio, la pobreza, la humildad, la incomodidad en todo.
Por eso nací una noche de invierno, en medio de los hielos y sobre pajas de un pesebre de animales, para ofrecer a mi Padre el sacrificio reparador y propiciatorio de pagar a la Justicia divina por vuestros pecados, hijos míos. Todos, pues, hija mía, estáis obligados... (Palabra ininteligible) a amarme; que por eso bajé a vosotros haciéndome semejante a vosotros en todos los momentos, menos en el pecado.
Diles a la juventud, hija mía, lo que es el verdadero amor; diles que se acerquen a mí; y en el silencio, con fe en mi presencia en mi Eucaristía, me pidan que les revele el secreto de la felicidad del corazón humano en esta vida y en la eternidad, hija mía. Revélales, hija mía, cuán dichosa te ha hecho a ti mi amor, y que no hay amor que haga feliz si no está injertado en mi amor. Sí, hija mía, avísaselo a todos.
Mira, hija mía, hoy Satanás está celebrando su fiesta en la profundidad del Infierno; lo vas a ver... Mira las cavernas cómo están llenas de malditos, de pecadores, de injustos, cómo se rebozan en el fuego; son espíritus malignos, hija mía. Piensa que el Infierno está lleno de pecadores y que es para toda una eternidad. Hay quien piensa que ¿cómo Dios siendo misericordioso les va a mandar ese castigo? Sí, hija mía, es misericordioso mi Padre Eterno, pero es justo y a cada uno le da lo que se merece. Mira cuántos espíritus del mal hay en medio; las almas de los pecadores cómo están sufriendo torturas, hija mía, por sus pecados. Aquí no existe la muerte; sin embargo, en las moradas del Cielo existe la vida, hija mía. ¡Cuántos quisieran morir para no sufrir!
Mira, hija mía, vas a ver una parte del Cielo, para que no te horrorices, no te quede ese sabor tan malo: ¡mira qué felicidad, mira qué dulzura, mira qué paz, mira qué alegría; aquí no hay envidias, no hay sufrimiento, todo es amor! Donde yo estoy no puede haber nunca sufrimiento, hija mía; donde está Satanás con sus secuaces no hay nada más que tormentos y sufrimientos. Avísales a todos, diles que se conviertan, que no quiero que se condenen; díselo, hija mía, díselo a todos.
Sé humilde, hija mía, ofrece tus sufrimientos, haz un poco más de oración. Diles a los que están contigo que estoy muy contento con ellos, que cumplen muy bien con mis mensajes, que sigan de la forma que siguen, que también son hijos predilectos míos porque han tenido la oportunidad de ver todo esto. Diles que Dios, cuando hace una cosa, sabe cómo la hace, dónde la hace, de qué forma. Que sean humildes también, que la humildad es la base principal para llegar al Cielo. Díselo a todos, hija mía.
Sí, hija mía, verás a mi Madre, la verás un segundo. Adiós, hija. Cumplid con los mensajes de mi Madre y los mensajes de vuestro Padre Celestial. Adiós, hija mía.
La Virgen:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes, hija mía, ¿cómo iba yo a faltar, tu Madre gloriosa? No dudes que yo me apareceré a ti, hija mía, me seguirás viendo. Recuerda que me haces sufrir cuando dudas de que soy yo quien te habla. Soy tu Madre, estarás contenta, hija mía, del premio que te he dado de ver a tu madre terrena; está gloriosa en el Cielo gracias a tus oraciones. Sí, hija mía, sigue con humildad, sigue obedeciendo para que llegue ese día glorioso y te juntes con ella, hija mía. ¡Pobre hija mía! Eres ciertamente muy ingenua, hija mía; por eso te he elegido yo y te sostengo en mi propio Corazón, para que el demonio no te trastorne. Prepara tu corazón, hija mía, para cuando llegue el día, que estés preparada.
Ya sabes, hija mía, que no me agradas, que no puedes agradarme si no eres humilde; sigue siendo humilde y que todos los que te rodean igualmente sean humildes; que tenga servidores fieles a mi doctrina y que la prediquen y la defiendan la doctrina de mi Hijo, que sean fieles para practicarla y para predicarla; diles que se humillen, que sólo los humildes pueden agradarme, hija mía. Que todas las almas sean humildes, que todas necesitan ser humildes para que sus servicios me sean agradables, hija mía. Reza por todos, por toda la generación, por todos, todos son hijos míos. Hija mía, para mí no hay políticas; mi «política» es el amor, y la de mi Hijo, la cruz.
Diles que el que no tenga amor y no cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios no se salvará; el prójimo está en cualquier ser humano. Yo no tengo distinción de razas; la política no va a servir para salvarse, hija mía, sino para condenarse. Adiós, hija mía; sé humilde hasta el último instante, sigue los consejos de tu padre espiritual, pues ya sabes, hija mía, que es un buen hijo de Dios; haz caso a mis consejos y a los consejos de tu padre espiritual. Adiós, hija, adiós.

Mensaje del día 20 de noviembre de 1981, viernes

El Señor:
Aquí me tienes, hija mía, como tu Padre que soy, para ayudarte a soportar esos sufrimientos. Ofrécelo, hija mía, por la conversión de los pecadores, porque cada día son peor. Escucha bien lo que te digo, hija mía, y comunícaselo a todo el mundo: como no cambien y sigan abusando de mi misericordia, el mundo se verá envuelto en una gran guerra, serán destruidas varias naciones, habrá muchas muertes, caerán nubes de fuego que abrasarán la Tierra; todo esto será lo más horrible que se ha conocido por la Humanidad.
Diles a todos que no hacen caso de los mensajes de mi Madre, ni de sus súplicas; pero que sepan todos que el Castigo está muy cerca; que sepan todos también que es mi Madre la que está sujetando ese Castigo con sus lágrimas, con sus dolores. Todo lo que está sufriendo por todos sus hijos, dando sus avisos, porque no quiere que se condenen, pero no le hacen caso. Diles a todos, hija mía, que el tiempo pasa y los hombres no cambian, que siguen cometiendo pecados sacrílegos y crímenes. No quieren salvarse, hija mía, son unos ingratos.
Diles que el Juicio de las naciones está muy cerca. Diles a todos que hagan oración, que confiesen su culpabilidad, que se arrepientan, que Dios va a castigar a toda la Humanidad; dará Castigo como jamás se ha visto; que pidan perdón a Dios, que hagan oración, que el Padre Eterno está esperándolos; que se arrepientan de sus culpas, que en el mundo va a haber grandes desgracias y en varias naciones habrá grandes terremotos. Éste es un Castigo del Cielo, hija mía; están abusando de la misericordia de Dios. Que se arrepientan, que estamos avisando constantemente; que mi Madre santísima se está apareciendo en muchas partes y está dando mensajes para que se difundan por todo el mundo, y no le hacen caso.
Sí, hija mía, se están salvando muchas almas, pero hay muchos que están en pecado mortal; ofrece tus dolores por todos ellos; ayúdame a mí también a soportarlos, a consolarme; ayuda a mi Madre también, que el Corazón lo tiene traspasado de dolor por la ingratitud de tantos pecadores que no quieren hacer caso. Sí, hija mía, es muy duro, pero es preciso que sufras; es preciso que se salve por lo menos una tercera parte de la Humanidad.
Sé humilde, hija mía, habla con tu padre espiritual, que te dirija; no te dejes, hija mía, date cuenta de que el enemigo está rodeando todo esto y no sabe cómo destruirlo.
Este mensaje, hija mía, lo puedes dar a todos mis hijos, díselo a todos, hija mía, que se arrepientan, que hagan mucho sacrificio, que hagan penitencia. Es muy importante rezar el santo Rosario todos los días. Sobre todo, diles que lo hagan con mucha devoción, hija mía, que el mundo está muy mal, que con su oración se están salvando muchas almas; díselo a todos mis hijos, hija mía.
Adiós, hija mía, te doy mi santa bendición.
La Virgen:
Hija mía, hija mía, aquí me tienes, para consolarte; aquí me tienes; estaré hasta el último instante contigo, hija mía. Ofrece esos dolores por todos mis hijos, por todos los pecadores. Muchos de ellos no han conocido a mi Hijo, hija mía; no tienen culpa de estar materialmente en pecado mortal; no han tenido quien los enseñe, pide por todos ellos, como yo suplico a mi Hijo.
Sí, hija mía, tú no sabes cuántas almas están subiendo al Cielo por medio de vuestras oraciones; están subiendo en tropel luminoso, en bandas luminosas al Cielo; esto me causa mucha alegría, a pesar de que tengo mucha tristeza porque hay muchos pecadores que no quieren salvarse. Yo estoy suplicando por ellos, pero no me hacen caso; no quieren salvarse. Ya lo sé, hija mía, que estás pidiendo por los sacerdotes. Muchos sacerdotes no son dignos ni de una oración, son los que están constantemente ofendiendo a mi Hijo. Sí, hija mía, algunos sacerdotes, ministros de mi Hijo, por su mala vida, por sus errores, irreverencias, hija mía, por su mala disposición al celebrar los santos misterios, por el amor al dinero, al honor y a los placeres carecen de la debida pureza, hija mía. Los pecados de las personas consagradas claman al Cielo y atraen la venganza, hija mía; he aquí, que la venganza está a sus puertas, porque ya no se encuentra casi a nadie para implorar misericordia y perdón para el pueblo; no hay almas generosas, ni hay casi nadie digno de ofrecerle una víctima sin mancha al Eterno a favor del mundo. Dios va a castigar de una manera sin precedentes.
¡Ay, hija mía! Pobres de los habitantes de la Tierra y de los ministros de la Iglesia. Dios va a lanzar su castigo y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos. Sí, hija mía, algunos sacerdotes ofenden mucho a mi Hijo; muchos de ellos no son dignos de celebrar los sagrados misterios de la Eucaristía por su falta de fe y por sus manos manchadas de impurezas. Vendrá un gran castigo sobre ellos, pues tienen todavía más responsabilidad que otros, porque están condenando a muchas almas. Sí, hija mía, ciertos jefes y guías del Pueblo de Dios han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias. Los malos libros abundarán en la Tierra; los espíritus de las tinieblas esparcirán por todas partes el relajamiento universal en todo lo que pide el servicio de Dios, hija mía.
El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque durante un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones; será el tiempo de las tinieblas; la Iglesia tendrá una crisis horrorosa. Sí, hija mía, se abolirán el poder civil y el eclesiástico. Cada individuo tendrá que guiarse por sí mismo e imponerse a sus semejantes. Toda justicia será hollada y no se verá pronto por todas partes otra cosa que homicidios, odios, discordias, sin amor en la Humanidad, ni en las familias.
Sí, hija mía, sí, muchos sacerdotes están destruyendo el amor a mi Hijo, muchos, hija mía; muchas almas se están condenando por el mal ejemplo de todos ellos. No quiero pensar el Castigo que se les avecina. Hijos míos, ayudadlos a todos con vuestras oraciones; pedid por ellos y haced muchos sacrificios; pedid que se purifiquen sus almas, hijos míos. Mi Hijo lleva una cruz muy pesada por todos ellos; no os importe sufrir, hijos míos, que luego, mira lo que os espera; qué maravilloso es todo esto. Aquí no hay envidias, hijos míos; aquí no hay maldades, todo es amor, todo es felicidad, todo es pureza. Sufrid, hijos míos, que vale la pena sufrir para alcanzar todo esto.
Sé humilde, hija mía, ya sabes que la humildad es la base principal de todo y la soberbia es la que condena a todos los humanos, pues el Infierno está lleno de soberbios, y Satanás ha formado su ejército con la soberbia. Sé humilde, hija mía, guarda obediencia a tu padre espiritual, haz caso de sus consejos. Distribuid mis mensajes por todos los lugares del mundo.
Adiós, hija mía, sé fuerte, hija mía. Adiós.

Mensaje del día 25 de noviembre de 1981, miércoles

Mientras se encuentra trabajando, Luz Amparo entra en éxtasis, sufre la Pasión del Señor y le es comunicado el siguiente mensaje
El Señor:
Hija mía, ya sabes lo que te hice ayer (durante el rezo del santo Rosario en Prado Nuevo, quedó en éxtasis, padeciendo también los dolores de la Pasión, con las llagas, pero sin sangrar); no creas que es una prueba; no es ninguna prueba, es como si hubieses pasado la Pasión. Lo que pasará de ahora en adelante será que sufrirás los dolores; yo también los pasaré contigo, pero yo derramaré mi Sangre, para que con esa Sangre mía te purifiques, hija mía, y te fortalezcas. Tendrás las llagas, pero no se te verán signos exteriores; pero las sentirás igual que si las tuvieses. Hija mía, sé fuerte; no creas que mi Madre y yo no te amamos, siempre te tenemos presente en nuestro Corazón. Hija mía, busca la humillación; esto es lo que principalmente te encargo muchas veces. Busca tu sencillez; es lo único que te salvará de las astucias del demonio. Hija mía, sé humilde y sé sencilla.
Adiós, hija, adiós.
La Virgen:
Sí, hija mía, ya me tienes aquí con mi Corazón destrozado de dolor por tantas ofensas hechas en el mundo. Hija mía, aquí me tienes para darte un mensaje; dile a tu padre espiritual que no tenga tantas dudas sobre lo que dije del Cuerpo de mi Hijo: que no estaba consagrado. Alguna vez acaso no se consagre el Cuerpo de mi amado Jesús, porque el sacerdote, con sus manos manchadas por el pecado, ha perdido la fe en mi amadísimo Hijo y no hace intención de consagrar, y durante esa Misa que está celebrando no le invoca, no está pensando en Él, no baja mi Hijo, no baja porque el sacerdote no cree en Él. Algunos de ellos celebran la Misa por rutina, por dinero; así que dile a tu padre espiritual que no lo dude, que hay algunos sacerdotes que no son dignos de celebrar la Misa ni de tocar el Cuerpo Sagrado de Jesús; que están constantemente cometiendo muchos pecados y mi Hijo tiene un dolor tan intenso... Siente en su Corazón las ofensas hechas por todos ellos.
A muchos los colma de talento y ellos se lo apropian a sí y se engríen; se engríen, hija mía, su soberbia los engríe y se pierden por su soberbia; pues yo, hija mía, estoy llamando constantemente a la puerta de sus corazones y no quieren atender. Ponen resistencia, hija mía, se resisten; por eso dejo que actúe la justicia de mi Hijo; mi Hijo los creó sin su voluntad, pero ellos son libres de salvarse o condenarse; pide por todos ellos; rezad cada día esta invocación: «Jesús mío, por vuestro Corazón amantísimo, os suplico inflaméis en el celo de vuestro amor y de vuestra gloria a todos los sacerdotes del mundo, a todos los misioneros, a todas las personas encargadas de predicar tu divina palabra, para que, encendidas en santo celo, conquisten las almas y las conduzcan al asilo de vuestro Corazón, donde os glorifiquen sin cesar».
Esos dolores interiores ofrécelos por todos ellos; hija mía, cuando quieras algo, pídemelo. Hija mía, guíate de tu director espiritual.
Los que están constantemente martirizando nuestro Corazón son los malos sacerdotes; ofrece cuanto hagas por ellos y díselo a tu padre espiritual, que tiene un mar de confusiones y de dudas. No son pruebas lo que te pasó ayer; son los signos de las llagas; sentirás los mismos dolores, pero no derramarás ni una gota de sangre; tienes que fortalecerte; nos quedan muchas misiones que cumplir todavía.
Adiós, hija, adiós.

Mensaje del día 11 de diciembre de 1981, viernes

Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío, ay! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, ah, ay, ah, oy...! ¡Ay, ay, ay...! (Quejas continuadas de Luz Amparo con expresiones semejantes).
El Señor:
No temas, adonde voy yo…
Hija mía, sé que estás sufriendo, pero, como siempre te estoy diciendo: es preciso sufrir para salvar almas. Aquí estoy yo, y donde yo estoy está la cruz... Recibe esta cruz con todo respeto, hija mía, con todo respeto y amor por la salvación de tantas almas que están en pecado mortal. Ofréceselo al Padre Eterno; dile:
«Padre Eterno, por la Pasión de tu Hijo, por lo que Él sufrió, por esos dolores tan inmensos, yo me uno a esa Cruz. ¡Oh Padre mío!, ¡oh Padre Celestial!, mira las llagas de vuestro Hijo, y dígnate recibirlas, para que las almas se abran a los toques de la gracia. Que los clavos que taladraron sus manos y sus pies traspasen los corazones endurecidos por el pecado. Que su Sangre los ablande y los mueva a hacer penitencia. Que el peso de la Cruz sobre los hombros de vuestro Divino Hijo mueva a las almas a descargar el peso de sus delitos en el tribunal de la Penitencia. Te pido, Padre Eterno, por todas esas almas.
Por la Pasión de tu Hijo te ofrezco todos mis dolores. También te ofrezco, ¡oh Padre Celestial!, esta corona de espinas de vuestro amado Hijo; por estos dolores os pido por los sacerdotes: que su vocación sea más grande, que sean puros, que sean buenos hijos de Dios, dignos de consagrar los santos misterios de la Santa Misa.
También te ofrezco lo que padeció tu Hijo amarrado a esa Cruz, su ardiente sed y todos los demás tormentos de su agonía por todos los pecadores, para que se arrepientan de sus culpas y para que por esa perseverancia que vuestro Hijo os rogó por los mismos que le estaban crucificando, y con esa humildad os pedía: “Perdonadlos, que no saben lo que se hacen”, os ruego concedáis a todas las almas que tengan un gran amor al prójimo y que sean fieles a vuestro Hijo. Sí, Jesús mío, os lo ruego porque Jesús me lo pide».
Cuando te veas afligida, hija, reza siempre esa oración. Cuando te veas triste, encomiéndate a mi santísima Madre, que Ella te ayudará, hija mía. ¡Cuánto consuelo me das, hija, cuando cumples todos mis mandatos!
Pídeme que te ayude, que yo te reconfortaré; date cuenta que el que más amo es el que más sufre. Déjate poseer por mí y consumir. Vive por mí y, por la salvación de las almas, ofrécelo todo. No olvides, hija, que las almas que yo escojo tienen que ser víctimas del dolor, pero vale la pena el sufrimiento y el dolor. Ayuda a salvar muchas almas, no consientas que se alejen de mí. No temas, yo no te pido nada más que buena voluntad; esfuérzate cuanto puedas para mostrar que me quieres. Date cuenta que yo te quiero muy pequeña, tan pequeña que puedas colocarte dentro de mí. Se están salvando muchas almas con el Rosario, seguid rezándolo con devoción, ofrécelo por la conversión de Rusia, porque Rusia es el flagelo de la Humanidad.
Haz mucha penitencia, ofrécelo por Rusia. No mezcles políticas en mis doctrinas, no lo consientas, que nadie mezcle políticas en las doctrinas de Cristo; diles que Cristo no quiere políticas. Pide sufrimiento y pide amor, y que cumplan con los santos mandamientos. Eso es lo que pido. Pido sólo... Yo estoy con la Cruz constantemente para redimirlos a todos. Pero no me hacen caso, no hacen caso de los mensajes de mi Madre. Quiero que se arrepientan, que confiesen sus culpas, que pidan perdón; que estoy esperándolos con los brazos abiertos.
No tengas miedo del enemigo; date cuenta que soy tu Rey, no temas a los enemigos. El enemigo está rabioso; date cuenta que se están salvando muchas almas; date cuenta que estoy aquí para defenderte. No temas, te sabré defender; quiero que seas muy pequeña con la humildad, la sencillez, la plenitud en la obediencia; es el aguinaldo que te voy a pedir: que seas humilde; es de la única forma que se puede salvar uno: con la humildad. Mira, hija, ofrece todo por la conversión de las almas; vamos a reparar juntos todas las ofensas que hacen constantemente los pecadores. Ponte de rodillas, cuando te veas afligida, y adora a la Majestad Divina tan despreciada de los hombres; haz un acto de desagravio y repite en cada momento:
«¡Oh Dios, infinitamente Santo!, me postro humildemente delante de vuestra Divina Majestad; os adoro, os pido por vuestro Divino Hijo, os pido por el Papa; también os pido que perdonéis a tantos pecadores que os ofenden».
Y ofrece toda tu vida y deseo en reparación de tanta ingratitud. Pide por el Vicario de Cristo; sé constante en tus oraciones; humíllate, pide por el Santo Padre; va a sufrir mucho; yo estaré con él hasta el último instante para recibir su sacrificio y su vida.
El mundo está al borde del precipicio; la masonería se ha metido en la Iglesia; la sociedad está próxima a los más terribles castigos. Habrá muchas muertes; habrá enfermedades; habrá grandes guerras. Rezad, que la oración lo puede todo, rezad mucho por la salvación de las almas, por la salvación del mundo entero. Adiós, hija, adiós.
La Virgen:
Sí, hija mía, aquí tienes a tu Madre, hija mía. No podía faltar tu Madre y Madre de todos mis hijos; ya lo dijo mi Hijo al pie de la Cruz: Madre mía, he ahí a mis hermanos, cuídalos y ámalos. Y también dijo: no estáis solos vosotros por quienes he dejado mi vida, tenéis ahora una Madre a la que podéis recurrir en todas vuestras necesidades.
Hija mía, cada día los humanos son peores. Los ministros de Dios, los obispos, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio se ha apoderado de ellos; han llegado a ser esas estrellas errantes que la vieja serpiente arrastrará con su cola para destruirlos. Dios permitirá a Satanás sembrar la división entre los gobernantes, las sociedades y las familias. Habrá muchas penas físicas y morales. Dios abandonará a todos ellos y mandará muchos castigos a todos ellos.
Hija mía, con tu oración y las de todos mis hijos haced que se salven muchas almas; que no se condenen, que no hacen caso. La misericordia de Dios es muy grande, pero no quieren salvarse. Los tormentos que se les aproximan son horribles. Explica lo que ves en este momento.
Luz Amparo:
Estoy viendo un planeta oscuro lleno de cieno, que huele muy mal; veo muchos seres abominables luchando unos contra otros, blasfemando; están metidos hasta la cintura; ahora huele a azufre; se oyen gemidos por todas partes; es horrible.
La Virgen:
Sí, hija mía, mira sus rostros desencajados por el sufrimiento; no se oye nada más que lamentos; mira, no hay ni un bosque, ni un río, no hay nada más que oscuridad, tinieblas; ¿no es triste pensar que se condenan todos por su voluntad? ¿No crees, hija mía, que por eso les estoy dando constantemente avisos, porque no quiero que se condenen? Pero son ingratos, no quieren hacer caso.
Mira, hija mía, qué distinto es este planeta; estos planetas están separados de la Tierra, son las moradas sobre las que está la vida eterna. Mira qué separación hay tan inmensa de la Tierra; mira qué lagos tan inmensos de colores; mira qué almas más puras; mira qué prados más llenos de be..., de bellas flores; mira qué árboles de bellos frutos, como jamás has visto en ninguna parte de la Tierra. Yo creo que vale la pena sufrir para gozar aquí toda una eternidad, hija mía.
No te dejes —te sigo diciendo—, pide consejos a tu padre espiritual, él te dirigirá, pues es un alma escogida por mi Hijo, y mi Hijo le iluminará para dirigirte. No tengas miedo, ya estaremos aquí para dirigiros a los dos. Mi Hijo y yo estamos constantemente sufriendo por la perversidad del mundo. No se dan cuenta que el tiempo se aproxima, y ellos no cambian. Hija mía, tu miseria no te debe desanimar, reconócela con humildad; pero no pierdas ánimo, pues ya sabes que, por tu miseria y por tu indignidad, mi Hijo Jesús ha puesto en ti los ojos. Mucha humildad, pero ten mucha confianza.
Sufre, hija mía, y ofréceselo todo al Padre Eterno por la salvación del mundo.
El mundo está en un gran peligro, diles a mis hijos que hagan más oración; que empiecen una nueva fase de su vida; que se marquen un horario para su trabajo y les dará tiempo a hacer oración; que ellos pueden ayudar a muchas almas; que hagan apostolado; que pidan consejo a algún sacerdote, que les aconseje de qué forma pueden hacer apostolado.
Adiós, hija mía; rezad el santo Rosario todos los días; meditad un ratito cada misterio, es preciso que se recen los quince misterios del Rosario, pues en cada rosario se salvan muchas almas.
Adiós, hija; adiós, hija mía.

Mensaje del día 18 de diciembre de 1981, viernes

Luz Amparo:
¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay,...!
El Señor:
Sí, hija mía, aquí estoy, como todos los días, presente en tus dolores, en este sufrimiento; pero aquí estoy hoy también para consolarte, para aliviarte a soportarlos.
El mundo cada vez está peor. No sé qué hace falta para que se salven. Están cometiendo crímenes, pecados de impureza, sacrilegios..., el mundo está invadido de pecado. Date cuenta que no hay nada más que perversidad, no hay amor al prójimo, no hacen caso de los avisos; estoy avisando constantemente, pero cierran sus oídos. El Castigo está muy cerca. No sé de qué forma se va a purificar el mundo y mi Iglesia.
Estoy dando muchas oportunidades y voy a arrancar de cuajo toda la mala hierba y preparar un renacimiento milagroso para el triunfo de mi misericordia.
Daros cuenta que Dios Padre va a enviar dos castigos muy grandes. Uno en forma de guerra, revoluciones y peligros revolucionarios. Y el otro enviado por el Cielo: vendrá sobre la Tierra una oscuridad interna que durará tres días y tres noches. Nada será visible; el aire se volverá pestilente y nocivo, y dañará, aunque no exclusivamente a los enemigos de la religión; durante los tres días de tinieblas, la luz artificial será imposible; sólo las velas benditas arderán durante todos estos días de tinieblas; los fieles deben permanecer en sus casas rezando el santo Rosario y pidiendo a Dios misericordia.
Todos los enemigos de la Iglesia, visibles y desconocidos, perecerán en toda la Tierra durante esta oscuridad universal, con excepción de algunos que se conviertan.
San Pedro y san Pablo intervendrán para elegir un nuevo Papa. Mira: se verá la Tierra envuelta en llamas, se hundirán numerosos edificios de la Tierra, y el cielo parecerá que está agonizando. Millones de hombres morirán por el hierro; unos en guerra, otros en lucha, otros millones perecerán de muerte imprevista. Esto ocurrirá cuando parezca que la Iglesia ha perdido los medios humanos de hacer frente a la persecución.
Date cuenta, hija mía, que la ira tiene que descargar muy pronto porque el Padre Eterno está muy enfadado. No hacen caso y el cáliz se está derramando, está lleno hasta el borde. Descuidan la oración en la Iglesia los obispos, los sacerdotes, los ministros de Cristo. No hay fe en la Iglesia. Por eso vendré mandado por mi Padre Celestial, haré un acto de justicia y de misericordia hacia los justos.
Ordenaré a mis ángeles que todos mis enemigos sean muertos; de momento los perseguidores de la Iglesia de Cristo y todos los hombres dados al pecado perecerán; la Tierra quedará como en el desierto. Entonces será la paz y la reconciliación entre Dios y los hombres. Yo seré servido, adorado y glorificado; la caridad brillará por todas las partes; los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Iglesia, la cual será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa, imitadora de Jesucristo. El Evangelio será predicado por todas las partes y los hombres vivirán en el temor de Dios.
Mi santa Iglesia será fuerte, humilde, piadosa, pobre, celosa, imitadora de las virtudes de Jesucristo; pero hay que pedir, hay que rezar mucho para que se den oportunidades a más almas. Que pidan perdón de sus pecados, que hagan penitencia.
Tú, hija, sufre tu pasión, imítame; esos dolores salvan muchas almas; mira lo que sufro; mira qué cuadro de dolor; cuenta cómo lo estás viendo.
Luz Amparo:
Veo al Señor en el Huerto de los Olivos. El Señor está muy triste, de rodillas, todo nervioso; se levanta una vez, otra vez, otra, hasta tres veces. Está mirando al cielo, implorando a su Padre Celestial. Hay tres discípulos al lado de Él. También se les ve la cara de sufrimiento de ver al Señor que está muy nervioso y sufriendo mucho. El Señor se pone de rodillas con las manos juntas, ora al Cielo. El Sol empieza a oscurecerse. El Señor sigue rezando, se le ve la frente y la cara que le cae sangre. Lleva una túnica blanca hasta los pies. Se ve que le cae sangre hasta por debajo de la túnica.
Hay varios soldados, lo cogen, lo amenazan con una espada. El Señor los mira con lástima y, entre los soldados, está Judas. El Señor le vuelve a mirar con una mirada de pena. Judas se pone delante de todos los soldados y le dice... (Palabras en idioma extraño). Yo no sé lo que es eso, no lo he aprendido.
Y los discípulos están allí, están muy enfadados, están gritando... (Se escuchan varias palabras en idioma extraño). Yo no sé lo que quiere decir esto, no lo entiendo.
San Pedro está al lado de Jesús y con una espada corta la oreja de un soldado. El Señor le dice: «¿Qué has hecho? Yo rogué a Dios, y es por ellos. Mete la espada en tu vaina. ¿No sabes que el que a hierro mata, a hierro muere?». Entonces san Pedro le dice: «Rabí, si te han amenazado y te han dado con la espada...».
«Kefas, ponte de rodillas; sé piedra de... (Palabra ininteligible) por ellos».
¡Señor! Ha cogido la oreja y se la ha puesto al soldado... (Corte) están haciendo, que vuelve por la salvación de su alma... (Corte). Esto le ha dicho el Señor a san Pedro... (Corte).
Hay muchos soldados con Jesús. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce... (Corte), dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte. Luego vienen tras Él muchos más, con unas túnicas muy raras, con cintas muy brillantes. Las cintas están alargando las túnicas, son muy brillantes. También en este momento hay cuatro verdugos; están atando al Señor a una viga. Ya le han quitado toda la ropa…
A continuación, Luz Amparo describe, entre llanto, la escena de la flagelación, pero la mayoría de las palabras no se entienden por la emoción de la vidente y deficiencias en la grabación. Transcribimos las que se escuchan con relativa claridad.
Luz Amparo:
¡Es horrible! ¡Ay! ¡Es horrible...! (Palabras ininteligibles). En el cuerpo, en las piernas, en el pecho, está todo ensangrentado como un..., llorando... el Señor. Está en el suelo, maltratado, ensangrentado. Le ponen un hierro (así se entiende, aunque con dificultad) ardiendo sobre sus partes. Le dan patadas, le están escupiendo en la boca. Se hacen pis en Él.
¡Es horrible! ¡Esto es horrible! ¡Qué dolor tengo más fuerte! ¡Ay, qué dolor!
El Señor:
Sí, hija mía, esto constantemente lo estoy sintiendo yo por los pecadores, por la perversidad del mundo, por los pecados de impureza.
En otro momento, seguirás viendo toda la crueldad que hicieron conmigo. Ya sé que estás sintiendo esos dolores tan profundos, pero ofrécelos por la salvación del mundo; también ofrécelo por la conducta del clero y la relajación futura de los conventos; por todos mis sacerdotes; por los pecados de impureza que están cometiendo constantemente. Han descuidado la oración, tienen olvidadas las cosas de Dios; ellos, con sus oraciones, podían salvar muchas almas.
También pide por la conversión de Rusia. Rusia sería convertida si los obispos atienden los deseos de su Padre Celestial y emprenden una verdadera reforma en el clero, pues en mi Iglesia no hay nada más que políticas, y las políticas destruyen mi religión católica... Porque en muchos conventos están destruyendo la fe católica, y no hacen caso; pero, si no hacen caso, Rusia será una vez más el castigo con que Dios los castigue fuertemente. No hacen caso, tienen amor al dinero. Viven como el rico avariento. Ofrece por sus almas la Víctima Divina al Padre Eterno. Esos dolores sirven para purificación de muchas almas.
Este dolor que sientes es una centella del Corazón, que lo tengo traspasado por la ingratitud de tantos pecadores. Cuando lo sientas muy fuerte, cuida de ofrecerlo por esas almas que no quieren saber, que quieren condenarse por su propia voluntad. Hija, ofrece todo a mi Padre Eterno en unión de mis sufrimientos, de mi muerte en la Cruz, de los dolores de mi Madre; ofrécelo todo por la salvación del mundo.
En unión mía, todos los días te daré dos horas de agonía; ofrécelas por los sacerdotes, que estoy constantemente sufriendo por ellos. No tengas miedo de sufrir; el sufrimiento es un tesoro que luego ese tesoro te lo recompensarán. Quiero que hagas mucha penitencia y que reces con mucha devoción. No dejes de recibir mi Cuerpo, que yo te confortaré. Tampoco dejes de pedir consejos a tu padre espiritual, que te dirija; ya parece que se le van quitando las dudas; yo le iluminaré para que te dirija, reza por él, que también lo va a necesitar mucho; pero cuanto más le persigan, cuanto más os calumnien, más cerca estáis de Dios.
Daos cuenta de que yo vengo para sufrir juntos; yo he sufrido las calumnias, esas impurezas que hicieron conmigo, esas blasfemias. Y en un segundo podría haber destruido el mundo; pero no, no lo hice; quise redimir a la Humanidad, para que se salvasen todos; pero los ingratos me corresponden clavándome cada día y son unos desagradecidos; no quieren escuchar los mensajes; pide por ellos, que se salven todos.
Adiós, hija, te echo la santa bendición.
La Virgen:
Hija mía, hija mía, créeme, siempre estoy contigo. Hija mía, sí, haz todo lo que mi Hijo te manda; ámale, agradécele todo lo que te ha dicho, el favor que te ha hecho llamándote y escogiéndote como hija predilecta suya. Ámale mucho. Date cuenta que Él también está sufriendo contigo. No te dejes por tus propias fuerzas, sino únicamente en Jesús. Él te dará la fuerza necesaria y yo te ayudaré. Esto lo hacemos constantemente con las almas privilegiadas. Esto que te estoy diciendo a ti se lo he dicho ya a varias hijas predilectas. Sé constante en la oración. Rezad el santo Rosario con devoción; ofrécelo por la salvación del mundo y por la salvación de las almas.
Hay que hacer mucho sacrificio y mucha penitencia. Hay que visitar mucho al Santísimo Sacramento, pues mi Hijo está muy triste y muy solo; pero antes hay que ser muy buenos. Díselo a todos: hay que confesar sus culpas; que se confiesen y se arrepientan; que lo hagan, que queremos que se salven todos. Si no lo hacen, vendrá un gran castigo para toda la Humanidad.
Haz que se conozcan mis mensajes por cualquier parte del mundo, pues estoy dando muchos avisos.
Los sacerdotes, obispos, cardenales y la mayoría del clero van, muchos, por el camino de la perdición, y por ellos se están condenando muchas almas. Hay que rezar por ellos. Ofrece estas dos horas de agonía por ellos. Diles a todos que pidan perdón al Padre Celestial, que los está esperando con los brazos abiertos. Diles que recen las terceras partes del Rosario, los quince misterios diariamente; que lo ofrezcan por la salvación de las almas, por la conversión de los pecadores.
El mundo está en un gran peligro.
Adiós, hija mía, sé muy humilde; no olvides que eres nada, que únicamente con la misericordia de Dios puedes ser algo; ten confianza. Date cuenta que nada puedes; déjate guiar. Da gracias a Dios diariamente.
Adiós, hija mía.

Mensaje del día 25 de diciembre de 1981, viernes

Festividad: Natividad del Señor

Luz Amparo:
¡Ay, ay, Señor! ¡Ay, Dios mío!... (Luz Amparo pasa unos momentos de intensos dolores).
El Señor:
Sí, hija mía, ya estoy aquí; ya vengo a hacerte compañía; los dos estamos con la cruz; colócate junto a mi pecho, junto a mi pecho, a mí, para defenderte del enemigo; pero tú también defiéndeme de los ultrajes e insultos de que fui víctima en la corte de Herodes. Contempla la vergüenza y la confusión que allí pasé al oír las risas, las burlas que este hombre lanzaba contra mí. Ofrece sin cesar en tus actos de adoración y de reparación y de amor para la salvación de las almas.
Hoy me vas a consolar. Te voy a dar un mensaje, pero este mensaje no va a ser muy largo. Hoy quiero que me consueles porque en estas fechas se condenan muchas almas; quiero que no te separes de mí. Pídele a mi Padre que perdone a tantas almas ingratas que le están ofendiendo; dile, también, que con tu pequeñez estás dispuesta a reparar las ofensas que recibe; dile también que aunque eres una víctima muy miserable, que te cubra con la Sangre de mi Corazón.
Pide perdón para todas esas almas, une tus sentimientos al celo y al ardor que me devora; no quiero que esas almas se aparten de mí; las amo tanto, aunque me están ofendiendo constantemente. Las amo y quiero decirles a todas que quiero que sepan que estoy sufriendo por todas ellas; si ellas supieran la predilección que tengo por esas almas que piden perdón de sus culpas y que se arrepienten.
No me dejes solo, date cuenta que hay muchas almas que me tienen olvidado, y hay tantas que se preocupan sólo de divertirse y no se preocupan de su alma; hasta mis propias almas escogidas me abandonan y me dejan solo días enteros; aunque las hablo, no quieren escucharme, porque su corazón está demasiado apegado a las cosas de la Tierra. Tú no sabes, hija mía, cuánto consuelo siento con esas almas cuando me hacen compañía; no se pueden figurar hasta qué punto las ama mi Corazón.
Hay almas que son unas grandes pecadoras, pero se arrepienten y estas almas son las que verdaderamente llevan mi cruz. ¡Qué alegría cuando esas almas confiesan sus culpas y qué alivio siento sobre mis sufrimientos cuando veo que se arrepienten! ¡Esas almas que han pecado tanto, muchas son las que aman de veras! Sí, hija mía, ¡qué dolor tengo cuando veo que hay muchas almas que no quieren aceptar mi cruz! Por eso tenemos que sufrir los dos juntos para ayudar a esas almas que no se quieren arrimar a mí.
Pide a mi Padre Celestial y dile cuando tengas esos sufrimientos: «Oh, Padre mío, Padre Celestial, os ofrezco estos dolores y estos sufrimientos y esta soledad, para que te dignes perdonar y sostener a esas almas cuando pasen del tiempo a la eternidad». Ya verás, hija mía; te doy esta cruz; verás qué sufrimiento; cuenta…
Luz Amparo:
Hoy Jesús sigue por el camino, todo lleno de piedras, con la Cruz al hombro. ¡Ay, está todo lleno de sangre! ¡Ay...! Los verdugos le vuelven a dar golpes, le vuelven a empujar con la Cruz; el Señor no puede más. ¡Ay, va andando, tropezando, le van dando latigazos! ¡Ay, ay, lo que pesa! ¡Ay, si no puede tampoco! ¡Ay! El hombro derecho lo tiene todo ensangrentado; le han tirado de la ropa; le han roto la túnica; le caen chorros de sudor con sangre por toda la cara. ¡Cómo sufre el Señor! Mira a todo el mundo; nadie se compadece de Él. Hace muecas de dolor; nadie tiene compasión de Él.
¡Ay, cómo le miran con rabia! Tiene mucha fatiga; se cae, se cae debajo de la madera; le levantan esos hombres fuertes; a tirones le rompen la ropa; se le ve la espalda llena de sangre; le faltan los trozos; le dan patadas para que se levante.
¡Ay, los vestidos se le ve los tiene pegados en las heridas! Le agarran del cuello; le tiran del pelo; le dan con un látigo sobre el cuerpo; con los puños cerrados le dan golpes en la cara; le vuelven a dar patadas; vuelve a caer la Cruz encima de Él; vuelve a sangrar a chorros; la cara le cae sobre la tierra, sobre las piedras. ¡Ay, cómo sangra, cómo tiene la cara llena de polvo, llena de barro; no parece ni Jesús siquiera!
Viene la Virgen, le está viendo de esta forma; la Virgen se agarra el pecho; se marea la santísima Virgen; la cogen entre dos mujeres; la Virgen está sufriendo mucho. La empujan también; cae sobre una de las mujeres. El Señor la mira y le dice: «Madre mía, no sufras». ¡Qué dolor más grande! ¡Ay, qué dolor...! La Virgen le mira con los ojos muy abiertos; el Señor no la puede mirar, tiene los ojos que no los puede abrir; los tiene ensangrentados. ¡Qué cara tiene! ¡Ay, Señor! ¡Qué dolor siento! ¡Ay! El Señor sigue andando con la Cruz, la Virgen sigue detrás de Él. «No puede más —se dicen uno a otro de los verdugos—; este hombre va a morir antes de llegar al Calvario».
Entonces, llaman a un hombre que sale de entre todos los que hay allí, y le dicen: «¿Cuánto nos cobras por llevar la Cruz, ayudarle al Nazareno a llevar la Cruz?». ¡Ay, Señor!, se llama Simón, que ha cogido la Cruz del Señor; se ha vuelto a caer el Señor, le escupen otra vez, le dan golpes. El Señor mira otra vez a su Madre; su Madre le sigue, llorando, agarrada a las dos mujeres. ¡Ay, el hombro le tiene todo destrozado! Mira hacia todos; todos se están riendo de Él. ¡Ay, qué suplicio le están dando, Dios mío! ¡Ay, ay! Le dicen: «Vaya un Rey, que no puede ni con un madero». ¡Ay, ay, yo no puedo ver más esto! ¡No puedo más verlo! ¡Ay, no puedo, Señor!
El Señor:
Sí, hija mía, ya sé que estás sintiendo el mismo dolor. Todo por la Humanidad, esta Humanidad tan vacía. Date cuenta que mi boca no se abrió durante las afrentas de que fui víctima en mi Pasión. Y sigo sufriendo durante todos los días por tantos pecadores; y con este sufrimiento no tengo más deseo que el de salvar almas y el de glorificar a mi Padre y devolverle la honra que el pecado le había quitado, y no pienso nada más que reparar las ofensas de los hombres. Por eso me someto constantemente con profunda humildad y todo lo que Él dispone. Hago su voluntad.
(Palabra ininteligible)..., hija mía, diles a todos los pecadores que no huyan de mí, que vengan todos, porque estoy siempre esperándolos como el Padre con los brazos abiertos para darles vida y una vida... (Palabras que no se entienden).
Y tú, hija mía, sé fuerte, no te dejes vencer por el enemigo. Tú comprende que te he escogido, y no te voy a dejar como un juguete, para que ese cruel enemigo haga y deshaga. No permitiré que Satanás engañe a mis almas escogidas. No tengas miedo, ten confianza en mí, que soy tu Padre, y en un Padre Bueno no hay más que amor y misericordia. Date cuenta que mi Madre te ha amado y te ha guardado, y yo también te amaré y te guardaré siempre con ternura y misericordia.
Rezad el santo Rosario con mucha devoción. El Rosario tiene mucho poder. Ofrécelo para salvar muchas almas. Hazlo con mucho amor.
Déjate guiar por tu padre espiritual. Cuando te veas afligida, pídele consejo, pídele ayuda, que él te la dará.
No te resistas, no digas que no puedes más. Date cuenta que todos estos sufrimientos, con amor y ofreciéndolos al Padre Eterno, puede ser... (Palabra ininteligible) la salvación de la Humanidad.
No temas cada vez que yo permita que sufras estas penas de dolor; acéptalas con amor y agradecimiento. Date cuenta que, a pesar de tus faltas, te he preservado de caer eternamente en el abismo del Infierno. Ten ardiente celo por la salvación de los hombres. Ofrece tus sacrificios para darnos muchas almas, pues date cuenta que es lo que más feliz me hace: la salvación de las almas.
Adiós, hija mía, te echo mi santa bendición.
La Virgen:
Sí, hija, no temas, no temas por sufrir tantos dolores, tanta ignominia. Date cuenta que cuando mi Hijo te pide una cosa, te da la gracia para poderla llevar. Tú considera que todo lo que mi Hijo te pide, todo es por su bondad, por su amor a las almas. Acepta con humildad todo lo que mi Hijo te manda. No te resistas, hija mía, pues es un corazón muy grande para... (Palabras que no se perciben con claridad) lo que mi Hijo te ha dado.
Adiós, hija mía. Rezad el santo Rosario todos los días con mucha devoción. Díselo a todos, que lo recen con mucho amor y que piensen, cuando lo recen, en cada avemaría, y en cada gloria, y en cada padre- nuestro... (Palabras en tono muy bajo, que no se entienden).
Y tú, hija mía, pon gran humildad para salvar almas, hija mía, y mucho amor. Déjate que mi Hijo haga lo que quiera de ti, pero sé humilde y pide a todos que tengan mucha humildad, que sin humildad no consiguen nada.
También pide mucho por tu padre espiritual, porque también recibirá muchas pruebas.
Adiós, hija mía. Adiós.