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Mensaje del día 2 de enero de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
No busquéis, hijos míos, nada más que el Reino de Dios aquí en la Tierra, pues lo demás se os dará por añadidura. Reuniros todos los cristianos, hijos míos, y formad un gran rebaño para defender mi Iglesia. Todos unidos invocad al Espíritu Santo y orad, hijos míos, para que no venga la tentación a vosotros. Defended a mi Iglesia y vuestra Iglesia y a los componentes de ella, hijos míos.
Los hombres quieren hacer desaparecer de la Tierra la palabra de Dios; ¡cuidado, hijos míos, que el rey de las tinieblas quiere apoderarse de la Humanidad! ¡Despertad aquéllos que estáis dormidos, estad alerta, hijos míos! Todos juntos podéis formar un gran rebaño. Las malas lecturas, hijos míos, y los malos libros confundirán a la Humanidad. ¡No hagáis caso, hijos míos!
El Verbo vive en el seno del Padre; Él no es engendrado de Adán; Él es nacido de una Virgen sin pecado, de una Virgen pura e inmaculada. En Él no existe el pecado original ni el actual. El Verbo vive en la divinidad, se hace carne y muere para resucitar a los hombres del pecado. Y Él muere para que el hombre viva, pero en Él no existe la concupiscencia de la carne ni los estímulos, hija mía, de las pasiones. Todo en Él es divino, aunque en Él hay parte humana. ¡Que nadie os engañe, hijos míos!; Él vino a vosotros para que participéis, todos aquéllos de buena voluntad, en el Reino del Padre.
Mira, hija mía, en el Reino del Padre hay muchas moradas; mira, hoy vas a ver una de ellas. En ésta están, hija mía, aunque en menos visibilidad, aquéllos de otras doctrinas que creen en un solo Dios y respetan las leyes del Padre, aunque no participan de la morada de los verdaderos cristianos y viven en menos visibilidad que los otros. Pero mira, hija mía, también son felices; viven revoloteando ejércitos y ejércitos de ángeles por encima de ellos.
La misericordia de Dios es grande. Pero mira, hija mía, la grandeza que hay en este otro lugar, donde los verdaderos católicos practicantes, bienaventurados, mártires, participan de la gran divinidad. Mira, hija mía, el primero que llega a este lugar bebe de esta fuente y se abre su inteligencia, y sus sentidos no existen, porque las potencias se les han abierto al beber de esta fuente, que ven las grandezas…
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, qué perfumes, qué rosas!, ¡ay, qué jardines, qué prados! ¡Ay, qué frutos hay en estos árboles! ¡Ay, ay, ay!
El Señor:
Todos quiere la Divina Majestad de Dios que pasen por el Paraíso que Dios preparó para la primera pareja, y gocen de todo lo que había creado para ellos.
Luz Amparo:
¡Ay, ay...! ¡Hay de toda clase de frutos, flores, arroyos!, ¡ay, riachuelos! ¡Ay, esto no tiene fin!, son praderas sin final. ¡Oy, qué ramaje de flores de colores! Todos están vestidos con vestiduras de todos los colores. ¡Ay! ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay...!
El Señor:
Aquí, en estas grandezas, es donde Dios puso al hombre, hija mía. Por eso quiere Dios que el alma participe primero de este lugar y coma de todos estos frutos sabrosos y respire el aire puro que existe en este lugar... (Luz Amparo expresa profundo gozo).
Ni el animal, ni la fiera, ni las criaturas, ni las piedras preciosas, ni el oro, le hace falta al hombre para subsistir en este lugar; pero todo eso está aquí, y al hombre no le hace falta ni venderlo... (De nuevo, Luz Amparo manifiesta un gran gozo), ni cogerlo, hija mía; sólo es para gozarlo.
Luz Amparo:
¡Qué grandezas, Dios mío! ¿Cómo el hombre fue capaz de dejar esta grandeza para meterse en la oscuridad? ¡Ay! ¡Ay!, por eso... ¡Ay, Dios mío, qué grande eres...! Por eso avisas tantas veces al hombre.
El Señor:
Por eso quiero que despierten los que están dormidos, para que gocen todos juntos. Hija mía, tú eres el instrumento que he puesto para contar estas maravillas. Por eso en la prueba, hija mía, se abre más tu inteligencia y avanzas más hacia la sabiduría, para que puedas explicar las grandezas que ha creado Dios para la criatura. Y aún hay otras grandezas mayores después de este lugar, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío!
El Señor:
Por eso os pido, hijos míos, ¡no os apeguéis tanto a la materia, para que todos juntos podáis vivir en este lugar! Aquí nadie se cansa…
Luz Amparo no deja de gozarse ante lo que contempla.
El Señor:
Todo lo que existe aquí es belleza y grandeza.
Mirad, hijos míos, si el Creador quiere a su criatura y por qué no quiso destruir a su criatura, porque quiere que participe del Edén que creó para él. Por eso, hijos míos, tenéis que luchar contra vosotros mismos, renunciad a los apetitos carnales que Satanás os muestra; y aquél que forme pareja, que la forme santamente y con el amor que sale del costado de Cristo. ¡Hay tan pocos seres humanos que se aman! Si ésta es la señal de Dios, el amor, inflamad vuestros corazones, hijos míos, amaos unos a otros, que ésta es mi señal: os conocerán por el amor. Que no haya entre vosotros discordias; que os améis como hermanos.
La Virgen:
Levántate, hija mía, adora a la Divina Majestad de Dios... Canta a la Divina Majestad…
Luz Amparo canta en idioma desconocido.
La Virgen:
Cantad y alabad a Dios, hijos míos, a Dios le gusta que se le cante y se le alabe. Voy a derramar muchas gracias sobre este lugar. Hijos míos, acudid a él, y todos los que acudáis recibiréis gracias en abundancia.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones muy especiales... Esto servirá para inflamar los corazones del amor de Dios y para los moribundos.
Arrodíllate.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 6 de febrero de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, ¡cuánto sufre mi Corazón por tantos y tantos males como hay en el mundo! La maldad de los hombres, hija mía, han convertido el mundo en escenario de crímenes, en escenario de violencias, en escenario de odios, hija mía. El espanto de los hombres, hija mía, es terrible, pero ni aun en este espanto miran con una mirada compasiva la Divina Majestad de Dios. Dicen que Dios no sufre, hija mía; ¡Dios sufre por sus creaturas!, como cualquier padre sufre por sus hijos. Mira la Divina Majestad de Dios, cómo los ultrajes de los hombres la han dejado, hija mía.
La mayor parte de los hombres han apostatado de su fe; se llaman católicos de nombre, hija mía, pero no conocen la doctrina; los hombres no conocen a Dios. Ora mucho, hija mía, para que los hombres derritan ese hielo que llevan en el corazón y lo abran a la Divina Majestad de Dios. Por eso está mi Corazón entristecido y dolorido.
¿Cómo los hombres dicen que a qué vengo a manifestarme tantas veces? Vengo a recordar a los hombres la verdad del Evangelio, porque la verdad está escondida; cada uno se aplica el Evangelio según le conviene. Pero, hijos míos, si el Evangelio es la vida, la verdad. ¿Hasta cuándo, hijos míos, hasta cuándo vais a tener vuestro corazón endurecido en las maldades del mundo? Dejad de ofender a Dios, hijos míos, pues Dios es misericordia, pero su justicia será terrible ante los hombres.
El Señor:
¡Ay, vosotros gobernantes de los pueblos que gobernáis sin Dios! Sin Dios el hombre no puede gobernar. ¡Ay, vosotros, que habéis negado vuestra fe!, y el arma de vuestras mentiras, vuestras hipocresías, hijos míos, y vuestras ideologías, quieren hacer desaparecer todo principio divino. Pero, ¿cómo el hombre puede pensar que tiene más poder que Dios, si Dios es el Creador y el hombre es la creatura? ¡Ay de vosotros, mentirosos y engañosos, que arrastráis a la mayor parte de la Humanidad a la tiniebla y a la oscuridad! Sois sagaces, sois hijos de la tiniebla y trabajáis en la oscuridad; pero todo el que trabaja en la oscuridad, Dios lo saca a la luz.
No os durmáis vosotros, hijos míos, que los hijos de las tinieblas trabajan de noche para destruir el Santo Nombre de Dios. Han renegado de su fe y se han dejado llevar por el enemigo, por el poder y el orgullo. ¡Ay, cuando os presentéis ante la Divina Majestad de Dios!
Y vosotros, jóvenes, sed celosos del Evangelio y reuníos todos e ir extendiéndolo por todo el mundo, que los hijos de las tinieblas no puedan más que los hijos de la luz; llevad la luz por todo el mundo. Os llaman sectarios, hijos míos, pero, ¿qué entienden ellos de sectas?; las sectas son los que separan a los hombres del Evangelio y de las fuentes vivas de la Iglesia; ésos son las sectas, los que están separados de la Iglesia. Como no entienden la doctrina, a los cristianos les llaman sectarios, y ellos, que viven separados de la Iglesia, no se reconocen como sectas. ¡Ay de todos aquéllos que renegáis del santo temor de Dios!
Id de pueblo en pueblo vosotros, y tocad los corazones dormidos, y despertad la fe en los hogares. Que todo aquél que se llama católico, apostólico, practique la doctrina de Cristo. No miréis lo que os van a decir aquí o allí, vais acompañados de vuestros ángeles custodios. Los hombres tienen poca devoción a los ángeles custodios, y son los que todos los días los protegen de las maldades del enemigo y presentan a Dios todas sus obras y sacrificios; ellos mismos lo escriben en el Libro de la Vida. Pero ¡tened cuidado!, que hay ángeles del bien y ángeles del mal. No os dejéis arrastrar por los ángeles del mal. Hoy todos los ángeles custodios estarán con todos vosotros.
Luz Amparo:
¡Ay, ay, ay, qué belleza..., ay!
El Señor:
Cada uno tiene su ángel custodio. Encomendad vuestra alma diariamente a vuestro ángel custodio y practicad las buenas obras y buenos deseos.
Todos aquéllos que vivan según el Evangelio recibirán gracias especiales, temporales y eternas, pero no os apliquéis el Evangelio según vuestros gustos y vuestros caprichos, hijos míos. Pensad siempre: Cristo pobre, Cristo en la Cruz; ése es el verdadero Evangelio, hijos míos. Todo el que quiere seguir a Cristo tiene que despojarse de sí mismo y de sus cosas para seguirle; no se puede servir a dos señores a la vez: al mundo, a sus cosas..., y a Dios; si el hombre está ocupado en el mundo, no puede ocuparse de las cosas de Dios.
Trabajad, orad, para la gloria de Dios y para la vuestra propia. El hombre perdió el Paraíso por la soberbia, por el orgullo, por la desobediencia; y con la humildad, con la sencillez, con la pobreza y con la obediencia lo volverá a recuperar.
Amaos los unos a los otros, hijos míos, este mandamiento es el más importante, el del amor; porque el que ama a Dios, ama al prójimo; y el que ama a Dios, no hace daño al prójimo.
Y vosotros, hijos míos: ¡ay, cuando os presentéis ante Dios por no haber cumplido las leyes! «¿Quién se salvará?», me preguntaban, y yo respondía: «El que guarde los mandamientos». El que no guarde los mandamientos no entrará en el Reino de los Cielos; será maldito. Venid todos los que estáis cargados y agobiados, que yo seré vuestro alivio y vuestro consuelo.
Extended el Evangelio por todas las partes del mundo, pero sin fanatismos, hijos míos, con sencillez; y si llegáis a un pueblo y no quieren escuchar mi Palabra, ¡sacudíos de ahí, hijos míos!, y no echéis las cosas de Dios a los cerdos. Idos a otro lugar y conquistad almas para el Cielo. Amad mucho a la Iglesia, hijos míos, y pedid por los que la componen.
Todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales de cuerpo y alma. No os abandonéis en la oración, orad, que los hombres están faltos de oración y de sacrificio. Amaos unos a otros, esto es muy importante hijos míos, el amor es el fruto de la caridad.
Tú, hija mía, sé humilde. Besa el suelo en reparación de todos los pecados que se cometen en el mundo…
Formad comunidades, hijos míos, y vivid como los primeros cristianos; despojaos de las riquezas del mundo y del mundo; el mundo vive en tinieblas por los egoísmos; no piensan nada más que en la hacienda y en el tesoro. ¡Ay, que vuestro tesoro esté en el Reino de los Cielos, hijos míos!; no pongáis vuestro tesoro en la Tierra, que por ese tesoro podéis perder el tesoro eterno, por el tesoro material. No os hagáis los sordos, hijos míos; éste es el Evangelio: «Es más difícil que entre un rico en el Reino de los Cielos que un camello por el ojo de una aguja».
¿Hasta cuándo tengo que avisar a los hombres que no viven el Evangelio, que cada uno vive para sí mismo sin acordarse del otro y sin despojarse de su rango? Si yo, el Hijo de Dios vivo, me despojé de mi rango, para que el hombre se despojase y pudiese participar eternamente de los dones divinos, ¿cómo el hombre se cree más que su Creador?
Imitad a Cristo, hijos míos, no viváis en comodidades, vivid en comunidades, y no os apeguéis a la materia. Los males que hay en el mundo son a causa de la materia, ya sea de carne, ya sea de dinero, ya sea de haciendas; el hombre vive materializado, no está espiritualizado. El hombre se cree que sólo está hecho de carne y vive según la carne, no según el espíritu. Vivid según el espíritu, hijos míos, no viváis según la materia. Orad, sacrificaos, si queréis vivir el Evangelio, hijos míos; es el camino de la salvación; no queráis entrar por la puerta de la felicidad eterna, habiendo tenido la felicidad en la Tierra. El hombre sin Dios no es feliz.
¡Ay, habitantes de la Tierra!, ¿hasta cuándo todo un Dios tiene que dar avisos para vuestra salvación? Estáis ciegos, no veis la situación del mundo, no veis que el mundo está corrompido por las maldades de los hombres, hijos míos. ¡Despertad!, despertad de ese letargo, hijos míos, y mirad al Cielo, no os quedéis en el tiempo. Amad a la Iglesia, amad al Papa, hijos míos; no os importen ni la persecución ni la calumnia; todo el que vive el Evangelio es perseguido, pero repito que no es más el discípulo que el Maestro.
La Virgen:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales…
Luz Amparo:
Te pido, Señor, por un alma que han operado de corazón y por otras que tienen cáncer; que se haga tu voluntad en todo.
La Virgen:
Todos los objetos han sido bendecidos con bendiciones especiales para cuerpo y alma.
La paz os dejo, hijos míos.

Mensaje del día 6 de marzo de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Velad, hijos míos, por este lugar.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas hechas al Inmaculado Corazón de María…
Aquí estoy como Madre de amor y misericordia, como Madre de todos los pecadores. Velad, hijos míos, por este lugar; que los hombres ingratos quieren hacer desaparecer mi nombre de él.
¡Cuántas veces te dije, hija mía, que donde no está María no está Jesús!; son dos corazones en uno. Si dentro de mis entrañas vino la Luz al mundo, ¿cómo los hombres quieren hacer desaparecer a la Madre de Dios, que trajo la Luz al mundo para el bien de la Humanidad?
Los hombres quieren destruir todas las cosas creadas por Dios, hija mía. Dios dio al hombre una inteligencia para que comprendiera los misterios de la naturaleza; dejó grandes tesoros para cuando un día necesitase el hombre de esos tesoros, de esas grandes riquezas, las aprovechara para el bien de toda la Humanidad; pero el hombre ha hecho mal uso de esas riquezas. Dios dejó al hombre la Tierra en sus manos para que siguiera su obra creadora; pero el hombre no coopera con Dios, hija mía, quiere hacer desaparecer toda la belleza de la Creación.
¿Qué es de los campos, hija mía, qué es de la imagen del campesino?; el hombre quiere hacer desaparecer esa imagen noble del campesino. Dios quiere que el hombre cultive la tierra y la surque con sus manos, que ponga la mano en el arado y la labre para sacar fruto para todos sus hermanos; y los hombres, cada día, buscan las ciudades y abandonan los campos donde el hombre se comunica más con Dios. La imagen del campesino, hija mía: se levanta de madrugada y su corazón lo eleva hacia el Creador; curtida su piel y «encalladas» sus manos, Dios bendice ese trabajo tan hermoso de la Creación; pero el hombre está intentando hacer desaparecer toda esa belleza creada por Dios.
¿Hasta dónde vais a llegar, creaturas? Sembrad los campos, sembrad cosechas, hijos míos, que yo bendeciré vuestras cosechas y sus frutos serán en abundancia.
Vosotros, vivid en comunidades y sembrad la tierra, y no busquéis ciudades, donde dañan el alma por los pecados del cuerpo. El hombre quiere liberarse de los principios de sus antepasados y se introducen en el veneno de las ciudades, donde van dañando sus cuerpos y sus almas. ¡Ay, criaturas del Señor, qué ciegos estáis, hijos míos!
Trabajad todos juntos, que trabajando todos juntos os reconoceréis como hermanos. Si trabajáis juntos, hijos míos, vuestros corazones estarán unidos y todos participaréis de la misma fe, de la misma esperanza, de la misma caridad, del mismo dolor y sufrimiento y de las mismas alegrías. ¡Qué grandezas tienen los hombres que pueden compartir todas estas cosas, hijos míos!
¿No os dais cuenta que quiero que todo mi rebaño esté unido y no se vaya por prados desconocidos? Quiero que todos pasten en mi mismo prado y coman de este mismo alimento. No comáis alimentos venenosos, hijos míos, que antes o después son mortíferos. Estad juntos, como hermanos, y defended la Iglesia y a los componentes de ella, hijos míos.
Los tiempos van a ser graves para mi Iglesia, porque los hombres quieren hacer desaparecer todos los principios religiosos. Pero, hombres de poca fe, ciegos, topos, ¿cómo podéis vivir sin Dios?
Orad mucho, hijos míos, y reuniros todos y hablad de Dios como buenos cristianos. ¡No permitáis que desaparezca el nombre de María de este lugar! Luchad, hijos míos, y orad y sacrificaos.
Todos los que acudan a este lugar recibirán gracias muy especiales de cuerpo y alma.
Orad, orad para no caer en tentación, hijos míos.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de los ultrajes al Corazón Divino de Jesús y al Corazón Inmaculado de María…
Orad unos por otros, hijos míos, y vivid el Evangelio tal como está escrito, no viváis según vuestros gustos, sino según el espíritu de Dios, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 3 de abril de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Aquí está vuestra Madre, hijos míos, llena de amor y misericordia. Prometí no dejar de pisar este lugar. Muchas almas se convierten en este lugar, hija mía; ¿cómo los hombres son capaces de querer hacer desaparecer mi nombre de este lugar? Yo estaré presente siempre en este lugar, aunque los hombres quieran hacer desaparecer mi nombre. ¡Qué pena me dan esos hijos que se engendraron dentro del vientre de sus madres con el espíritu de Dios y cómo han apostatado al Nombre de Dios! Orad, hijos míos, ¿cómo sois capaces de vivir sin Dios?; no gobernaréis santamente ni aplicaréis las leyes justas, hijos míos. Tomad el ejemplo de vuestros padres, todavía tenéis tiempo para volver a mí.
El Señor:
Y vosotros, hijos míos, todos los que seguís esta Obra, alzad vuestra mirada al cielo y clavad vuestros ojos en Aquél que os ha creado; no desmayéis ni os aflijáis; seréis perseguidos, hijos míos, intentarán destruiros, pero no temáis, yo estoy con vosotros; ¿a quién podéis temer estando Dios con vosotros, hijos míos? Yo soy el Creador y está por encima de la creatura, y derribo a los poderosos de su trono, de su poder, y ensalzo a los humildes de corazón.
Vais a ser perseguidos, hijos míos; pensad que lo único que quieren es hacer desaparecer nuestros nombres. Si han apostatado de su fe, han renegado de Dios, ¿qué esperáis de ellos, hijos míos?; ni aplicarán la justicia santa, ni reinará la paz entre ellos. Los hijos de la iniquidad, cuando se hacen apóstatas, no piensan nada más que en destruir; piensan en ellos mismos, hijos míos, no les importan los pobres ni los menesterosos, ¡me dan tanta pena esas almas!; sólo viven por un ideal y por un poder, están vacíos de Dios, hijos míos. Pedid por ellos; ¿creéis que ellos pueden ser felices?
Yo, como Pastor, reuniré a todas mis ovejas y formaré un gran rebaño, y apartaré a los machos cabríos de las ovejas, y recogeré a los corderos y los apretaré contra mi seno y los transportaré a un lugar seguro, y volveré a por las madres paridas que han querido dar a luz a sus hijos y han cumplido mis leyes y mi doctrina; y los transportaré a un monte muy alto, donde serán instruidos de mi doctrina y donde todos os conoceréis, porque todos tendréis mi señal.
Todos los que acudáis a este lugar seréis señalados, hijos míos; extenderé un toldo sobre vosotros y quedaréis protegidos de la maldad de vuestros enemigos.
No temáis, hijos míos, defendeos y luchad con amor, con caridad, pero no os dejéis vencer, hijos míos; ellos buscan una lucha larga y remueven al pueblo contra vosotros.
¡Ay, apóstatas!, ¡ay, cobardes, que queréis hacer todo lo que va en contra de Dios!, y no sólo vosotros no queréis entrar en el Reino de los Cielos, que no dejáis a vuestros propios hijos que entren; ¿no os da pena de vuestros propios hijos? Tendréis que dar cuenta de sus pecados; ellos no son culpables de vuestro ejemplo.
Seguid extendiéndoos, hijos míos, como las estrellas del cielo, multiplicaos y vivid como buenos cristianos; amad mucho a nuestros Corazones. Y cuidado todos los que vais detrás de falsos profetas. Mi Madre se manifestó en este lugar para dar un mensaje al mundo, ¿cómo os dejáis engañar por unos y otros? Tomad más en serio la palabra de Dios.
Hija mía, están invadiendo este lugar los falsos profetas, pero las criaturas son tan poco inteligentes que se dejan arrastrar con mentiras y engaños; en cuanto los halagan se van detrás de los falsos videntes. Retiraos de aquéllos que os halaguen, hijos míos; si os halagan y recibís los halagos en la Tierra, no alcanzaréis el Reino de Dios; retiraos de todos ellos, hijos míos, y cumplid mi Ley; y todos los que estáis en mi Obra, trabajad, que yo un día os daré vuestro salario; irá delante de vosotros vuestra paga, y a vuestra obra añadiré el ciento por uno.
Ayudad a los pobres y necesitados, hijos míos, os necesitan los menesterosos. ¿No os da pena de la ancianidad, hijos míos?; son rechazados como si no fuesen seres humanos; ayudadles a bien vivir los últimos días que les queden de su vida, hijos míos, y a bien morir. Amadlos con todo vuestro corazón, jóvenes que os entregáis a esta Obra; ¡cuánto os ama mi Corazón!; amad mucho a los necesitados.
¡Ay de aquéllos que han recibido gracias y no quieren aprovecharlas! Las rechazan y se las quito para dárselas a otros que están sedientos de mi amor. ¡Ay, almas ingratas que renegáis de Dios vuestro Creador! ¡Ay, que os habéis salido de su rebaño y os introducís en el rebaño de Satanás! Ahora, hijos míos, os enseña la luz, la luz del tiempo, pero, hijos míos, Satanás nunca os llevará a la luz, porque estaréis en la tiniebla, aunque vosotros creáis que estáis en la luz.
Me rechazáis, despreciáis mis gracias y queréis vivir según vuestros gustos; ahí los tenéis, Satanás os va dando los gustos que necesitáis en el mundo, pero nunca alcanzaréis la eternidad, porque os quedáis ciegos y sordos. ¡Ay, almas que renegáis de Dios, qué tristeza siente el Creador por su criatura!; en vuestra libertad, hijos míos, habéis buscado el camino de la tiniebla.
Yo os reuniré a todos los que lleváis mi señal y estaréis eternamente, hijos míos, en mis brazos, porque seréis conducidos por ellos a la eterna gloria.
Hija mía, ¡cuántas veces he dicho que los hombres se quedan en el tiempo, porque el hijo de las tinieblas, el maligno, les muestra las cosas agradables del mundo!
Orad, hijos míos, orad.
Mira, hija mía, cuántas almas han recibido gracias, y mira el lugar que les espera, porque las han rechazado. Mira, hija mía, no es Dios, el Creador, el que los conduce por este camino, ellos se dejan conducir porque les agradan los placeres y los gustos del mundo. Muchos de ellos los conocerás... Yo he intentado enseñarles mi doctrina y darles gracias, hija mía, pero mira de qué les sirve y el lugar que tienen preparado.
¡Ay, padres, que educáis a vuestros hijos para el mundo y os interesa más su cuerpo que su alma! Cuando los veis enfermos, enseguida buscáis a un médico y estáis preocupados, y cuando el alma la tienen enferma, hijos míos, no sois constantes en buscarles ese médico que necesitan. ¿De qué os sirve todo, hijos míos, si perdéis vuestra alma? Los hijos de las tinieblas nunca estarán en paz, siempre tendrán discordias y no habrá paz entre ellos.
Repara, hija mía, por estas almas que tantas gracias les he dado y las han rechazado buscando el mundo. Besa el suelo en reparación de sus ofensas…
Hija mía, la verdad ya sabes que es amarga para los hombres; en cuanto les dices la verdad se hacen los sordos y se vuelven contra ti. Por eso yo reuniré mi rebaño y sacudiré el polvo, que va en ellos, de la Tierra, y los transportaré a un lugar seguro. Hay mucha hierba marchita; y la hierba marchita, hija mía, se deja secar y, cuando está seca, se la prende. Yo retiraré las flores para que no sean dañadas.
Entregaos al Evangelio, hijos míos; id de pueblo en pueblo hablando de Dios. Tendréis muchas contiendas contra los paganos, contra los apóstatas, contra los que reniegan de mi Nombre, pero mi Nombre no lo hará nadie desaparecer, porque soy el Creador y puedo reducir en polvo a la criatura, porque tengo autoridad para ello.
Pero muchas veces aplico mi misericordia para ver si vuelven su mirada a mí y me olvido de la justicia, pero los hombres son ingratos y siguen obstinados en el pecado; sólo buscan la misericordia de Dios, no ven que Dios también aplicará su justicia.
Acudid a este lugar y no os dejéis arrastrar por esos falsos videntes, hijos míos; ¿cómo podéis jugar con el Nombre de Dios?
Tú, hija mía, sigue reparando y sé humilde.
Amad a la Iglesia, hijos míos, y a los componentes de la Iglesia; yo quiero que mi rebaño esté dentro de mi Iglesia. Amad el Evangelio y amaos unos a otros.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas... Todos han sido bendecidos.
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 1 de mayo de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Lo primero, hija mía, vas a beber de las gotas del cáliz del dolor; por esas lenguas ingratas, por las difamaciones de los hombres…
Está amargo, hija mía, pues esa amargura siente mi Corazón por la ingratitud de las almas.
Mira, hija mía, yo soy el paraíso de la Encarnación; el Espíritu Santo descendió y me hizo su esposa, hija mía; y me fertilizó, dejándome tabernáculo del Hijo eterno de Dios, dándole carne humana y haciéndole Hijo natural mío; y después de nacer mi Hijo y antes de nacer, me dejó pura e inmaculada. El mayor don fue ser Madre de Dios y, siendo virgen antes y después del parto, me llenó de todas las gracias, hija mía, y participé con Él en su Obra Redentora, siendo Corredentora con Él del género humano; y al pie de la Cruz me dejó por Madre de toda la Humanidad; y después de muerto mi Hijo, me retiré a Éfeso.
Mira, hija mía, adonde pasé mi vida orando, con Juan y María, mi hermana, y María de Magdala: en esta montaña, hija mía, en comunicación con la Divina Majestad de Dios, pasé toda mi vida orando, para dar testimonio de la Iglesia de Cristo. Aquí Juan escribió el Evangelio.
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, qué belleza, ay...!
La Virgen:
Éste fue mi segundo paraíso.
Luz Amparo:
¡Ay, qué grandeza!
La Virgen:
Toda la vida, hija mía, la pasamos orando para el bien de la Humanidad. Desde este lugar, fui transportada por los ángeles al Cielo.
Luz Amparo:
¡Ay, qué belleza! ¡Ay...! ¡Uh...! ¡Ay, qué belleza, qué casa, qué arcos tan bonitos! ¡Ay, qué árboles...!
El Señor:
Sí, hijos míos, mi Madre quedó para dar testimonio de la Iglesia; pero los hombres, hija mía, ¡qué poco caso hacen al Evangelio!
Venid a mí, todos los que estáis en tinieblas, que yo os conduciré a la luz. Escuchad mi voz, hijos míos, y reuníos todos y venid a mí, que yo os enseñaré el camino; dejaos guiar, hijos míos, por los mandamientos, por los Evangelios. Muchos de vosotros, hijos míos, tenéis la cerviz de hierro y vuestros corazones son duros. ¿Hasta cuándo, hijos míos, queréis que la Divina Majestad de Dios esté avisándoos que viváis según el Evangelio?
Habéis visto muchas cosas, hijos míos, pero estáis ciegos; os he enseñado mi Palabra, pero no la habéis querido escuchar, hijos míos. ¡Cuán pocos son los que viven el Evangelio según está escrito!
¿No veis, hijos míos, que yo soy Dios, que soy el primero y el postrero; que soy el que da la vida y el que da la muerte; que sin mí el hombre no puede vivir? ¡No hay otro Dios!; yo soy el Dios que tiene potestad en los Cielos y en la Tierra.
¡Ay, gobernantes que vivís sin Dios! ¡Ay, pueblos! ¿Cómo queréis dirigir vuestros pueblos, si no tenéis a Dios? Yo derribaré a los poderosos y los bajaré de su trono, porque tengo poder para ello. ¿Cómo creéis, ingratos, que los hombres cumplan vuestras leyes si no cumplen las leyes de Dios? Yo soy el Camino y la Verdad, y vosotros no andáis en la verdad, hijos míos. ¿No comprendéis que el hombre está creado por Dios y no puede obrar bien, si no tiene a Dios?
¡Qué ingratos sois, hijos míos!; yo derramé mi Sangre por todos vosotros y vosotros la pisoteáis y la despreciáis con vuestros ideales falsos. Acudid a mí, hijos míos, y habrá paz en vuestros pueblos. El hombre no puede gobernar sin Dios, pues será un mal gobernante. Si no tiene a Dios, no obrará con justicia.
Y vosotros, los que amáis o decís que amáis a Dios, vivid el Evangelio según está escrito; reuníos todos, hijos míos, y formar un gran rebaño y hablad a las gentes que se vive un Evangelio según sus gustos, que el Evangelio hay que vivirlo como está escrito. Yo soy un Dios de amor y misericordia, pero también soy un Dios de justicia y daré a cada uno según sus obras.
¡Ay, almas ingratas, almas que profanáis mi Nombre! ¿No sabéis que yo puedo aplicar mi justicia sobre vosotros? ¿No sentís miedo, hijos míos, de perder vuestras almas? Escuchad y atended mis ruegos; orad y haced penitencia; enseñad en vuestros hogares a vuestros hijos que son creaturas creadas por Dios. Vais a tener que dar cuenta de vuestros pecados y de los pecados de vuestros hijos. Oíd mi voz, hijos míos, yo os aviso; luego no habrá oídos, ni lamentos, ni llantos; luego no digáis que es un Dios injusto, pues habéis tenido suficientes avisos y gracias para salvaros, hijos míos.
El mundo está falto de amor; amaos unos a otros como yo os he amado. ¿Quién es capaz de amar como yo he amado, dando la vida por su hermano? Despertad, corazones dormidos, corazones duros, y agachad la cerviz; y acudid a mí, hijos míos, que yo os perdonaré todos vuestros errores y reinará la paz entre vosotros. Yo haré que los pueblos tengan paz, si vuelven la mirada a mí, y que los campos crezcan, porque mandaré la lluvia a su debido tiempo; y todo el que me siga no será dañado ni por el viento, ni por la escarcha, ni por las maldades del mundo. Todo el que me siga tendrá vida eterna, y haré que tenga buenas cosechas; pero que no sean avarientos y dejen los graneros repletos para ellos; que compartan con los pobres su heredad y sus riquezas.
Así es como yo he creado al hombre: sin egoísmos, sin envidias, hijos míos; con amor, con unidad, con paz entre vosotros, hijos míos. Así os lo promete el Hijo de Dios vivo; si vosotros volvéis vuestra mirada hacia mí, tendréis paz en la Tierra y cosecha en abundancia.
Pero, ¡ay de aquéllos que cargan sus yugos cargados sobre las espaldas de sus hermanos! Aplicaré mi justicia y no tendré compasión de ellos.
Despertad de ese letargo, hijos míos.
Y tú, hija mía: oración y sacrificio por los pobres pecadores.
Luz Amparo:
Señor, te pido por un alma; ¡sánalo Señor, si es tu voluntad! Te pido por Carlos; que se haga tu voluntad, pero piensa que tiene unas niñas pequeñitas que le necesitan. ¡Señor, te lo pido, que se haga tu voluntad!... ¡Tú que lo puedes todo, Señor, Tú sabes mejor lo que necesita, pero te lo pido! ¡Ay, Señor, que se haga tu voluntad!, pero Tú dices que pidamos; yo haré los sacrificios que pidas, Señor, pero Tú sanas; enfermas a las almas y las sanas cuando quieres. Te pido por él, Señor.
El Señor:
Hija mía, a veces escojo a las almas, porque las amo, de esta forma, hija mía; las amo tanto que no quiero que se escapen de mis manos, hija mía. Orad todos, hijos míos, para que vuestras tentaciones sean cada vez más débiles, y amaos unos a otros.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas cometidas a mi Divino Corazón y al Inmaculado Corazón de mi Madre.
Amad mucho a mi Madre, hijos míos, os la dejé por Madre al pie de la Cruz; Ella intercede día y noche por todos vosotros, hijos míos, amadla mucho; no podéis decir que amáis al Hijo si no amáis a la Madre, pues yo amo mucho a mi Madre y me gusta que los seres humanos también la amen.
La Virgen:
Besa el suelo, hija mía…
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los moribundos, hijos míos, con bendiciones especiales. ¡Cuántas almas han llegado al sacramento de la Confesión por medio de estos objetos y se han salvado, hija mía!... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
¡Hijos míos, amad mucho mi Corazón! Mi Corazón Inmaculado ama a toda la Humanidad. Acudid a mí y yo os refugiaré bajo mi manto. Yo soy la Puerta del Cielo, hijos míos. Venid, que yo os conduciré a mi Hijo y mi Hijo os conducirá al Padre.
Yo os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 5 de junio de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, ¡qué tristeza siente mi Corazón viendo la perversidad de los hombres! Los que están entre vosotros, pero que no son de vosotros, hijos míos...; tendréis una gran persecución en ellos. Os lo dijo mi Hijo que seréis perseguidos, queriendo destruir la Obra de Dios.
El Señor:
No temáis, vosotros, hijos míos, estáis ungidos por la gracia de Dios. Sed fuertes, hijos míos, y venceréis al malo. Estando la gracia con vosotros, ¿a quién podéis temer?
Piensa, hija mía, que los hijos de la luz son perseguidos; pues los hijos de la luz no ponen tropiezos sobre los hermanos, y los hijos de las tinieblas son avispas que os rodean, hija mía, para clavar el rejón sobre vosotros.
Donde está la luz no hay tropezones, hija mía; los hijos de las tinieblas hacen el mal; los hijos de la luz buscan el bien. En eso se diferencian los hijos de la luz de los hijos de las tinieblas, hijos míos. El que está en la luz está en la verdad; el que está en la tiniebla está en la mentira, hijos míos; sois odiados y perseguidos por ser hijos de la luz. Si fuerais hijos de las tinieblas, hijos míos, no seríais perseguidos, porque el hijo de la tiniebla no ama; ni ama ni deja amar. Fijaos en Caín, hijos míos, era de la raza del mal, porque se fue a la tiniebla y mató a su hermano por hacer buenas obras.
Seguid, hijos míos, abriendo vuestras entrañas a todos los que os necesiten. Esto es lo primero que el hombre oyó: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado».
¡Ay, los destructores!, ¡ay de aquéllos que destruyen a sus hermanos!, ¡ay, perseguidores de los hijos de Dios! ¿Qué daño os hace a vosotros que los hijos de Dios practiquen el bien, hijos míos? ¡Ay, que sólo os amáis a vosotros mismos y amáis al mundo, despreciando a vuestros hermanos! ¡Ay de vosotros, caínes, que ni amáis ni sois capaces de dejar amar! No dejáis a vuestros hermanos hacer las buenas obras, ni vosotros tampoco las hacéis, hijos míos. Vivís para vosotros y para los vuestros; ¿qué clase de hijos sois, hijos míos?
El que permanece en el mundo no está en la caridad, y si alguno de vosotros está en el mundo no permanece en la caridad, hijos míos. El que permanece en la caridad está pendiente del hermano y se olvida de sí mismo.
Y vosotros, gobernantes incultos, ¿qué podéis gobernar y cómo vais a poder gobernar vuestro pueblo, si no amáis a vuestros hermanos, si los estáis introduciendo en la tiniebla?; los arrastráis hacia el mal, como vosotros estáis metidos en el mal. ¿Cómo podéis decir que la Madre de Dios no está pendiente de sus hijos? No hay pasado ni futuro para nosotros, es el presente en el que estamos presentes, hijos míos, y por eso aviso al hombre del presente que camine en Dios hacia el futuro. Vosotros, que no abrís vuestras entrañas a vuestros hermanos, sois homicidas.
Hijos míos, el «mal» que habéis cometido es el de hacer el bien a los demás. Por eso sois perseguidos, y seguiréis siendo perseguidos, hijos míos. Los hijos de las tinieblas no permiten que los hombres amen, porque ellos no pueden amar; están ciegos, y el que está ciego no permanece en la luz ni en el amor.
Vosotros, hijos míos, obrad con justicia, que obrando con justicia estaréis en el camino de Dios. Defendeos, hijos míos, pero con justicia santa, pues el que está en la justicia ha nacido de Dios, y el que no obra con justicia es el hijo del mal. Quieren hacer desaparecer todo principio religioso y todo amor hacia los hermanos.
Vosotros, hijos míos, que no sois capaces de amar, ni dejar vuestra herencia para los pobres, ¿por qué no dejáis a los que aman en paz y en gracia de Dios? ¡Si no podréis contra ellos, porque el que está ungido de Dios está por encima del hombre que es hijo del diablo! Y sí, repito: ¡apóstatas! ¿O es mentira, hijos míos, que habéis apostatado de vuestra fe? Cuando os presentéis ante Dios, hijos míos, ¡qué juicio os espera!
¡Ay, ingratos, que tantas gracias he derramado sobre vosotros y las habéis rechazado por un ideal destructor, hijos míos! ¡Con qué desprecio nombráis el nombre de María! María es la Puerta del Cielo; es la Madre de toda la Humanidad. Todos los que queráis ir a María, por muy pecadores que hayáis sido, hijos míos, Ella os llevará a Jesús y Jesús os llevará al Padre.
Pero, ¡ay de vosotros, destructores de vuestras mentiras, que aplicáis la ley a vuestro gusto con mentiras y engaños! El hombre sin Dios no es nada. Toda rodilla será doblada ante Dios el Creador. ¡Ay de vosotros! ¿Qué entendéis por sectas, si las sectas sois vosotros, hijos míos, que os dedicáis a destruir y a separar a las almas de la Iglesia y a renunciar de Cristo? Ésas son las sectas, hijos míos; ¿cómo podéis llamar a los hombres de buena voluntad, a los hombres que siguen el camino del Evangelio, a los hombres que aman a su prójimo como a sí mismo, cómo podéis llamarlos sectas, hijos míos?
Mirad vuestros corazones y recapacitad si sois vosotros las sectas; pues una secta se dedica a destruir, no a construir, y vosotros estáis destruyendo el Nombre de Dios, y estáis separados de Dios y de su Iglesia. ¡Ignorantes!, ¿sabéis, acaso, lo que es la secta? ¡Vosotros sois las sectas, hijos míos! La secta se dedica a separar, no a unir y a amar.
Vosotros os reís de mis mensajes, pero ¡ay, cuando lleguéis ante los ojos de la Divina Majestad de Dios..., no será escuchado vuestro llanto ni vuestro rechinar de dientes!
Y vosotros, hijos míos, os repito: obrad con justicia santa, pero ¡no os dejéis engañar y defendeos, y defended el Evangelio, defended la Iglesia, hijos míos, aunque tengáis que dar la vida por ella! ¿No veis que quieren hacer desaparecer este lugar, y se valen de medios comunicativos, y se valen, hijos míos, del mal para destruiros? Pero el bien está por encima del mal.
Dad ejemplo de cristianos y seguid amando a los necesitados y protegiendo a los necesitados. ¿Qué pueden decir de vosotros, hijos míos, que os amáis unos a otros y habéis dejado vuestros bienes unos para otros, para los pobres y necesitados? Si éste es el Evangelio: «Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme».
Pero ¡ingratos!, que dañáis a vuestros hermanos por no perder vuestros puestos, ¿cómo sois tan hipócritas y fariseos, si no estáis en la verdad?, y hay que defender la verdad, y la verdad un día lucirá y aplastará a la tiniebla. Sed fuertes, hijos míos, que estáis rodeados de avispas con un gran aguijón, persiguiéndoos a ver dónde pueden clavar el aguijón.
Amad a la Iglesia, amad al Papa, hijos míos, amaos unos a otros; éste es el primer mandamiento de la Ley de Dios: «Amarás a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con todos tus cinco sentidos y al prójimo como a ti mismo». Cumplid mis mandamientos, hijos míos, y no os importe la persecución; ahí se nota que sois hijos de Dios; por eso sois perseguidos, hijos míos. No penséis que los apóstatas y paganos os persiguen por otra cosa que no sea porque quieren hacer desaparecer el Nombre de Dios y de María.
Luchad con vuestras fuerzas, con la unción del Espíritu Santo, y amad a nuestros Corazones, hijos míos. ¡No temáis!, si el alma no la puede matar nadie, y ellos están muertos a la gracia; su alma la tienen totalmente muerta; ¿cómo hablan de alma, si no la tienen ejercitada en el amor?
Seguid acudiendo a este lugar y no hagáis caso de la calumnia y de la falsedad, hijos míos. Os repito que la luz resplandecerá y todos la veréis; y por mucho que la tiniebla quiera acercarse a la luz, te lo enseñé, hija mía, que nunca puede la tiniebla dar luz; pero la luz a la tiniebla la puede alumbrar. Por eso los hijos de la luz se buscan y los hijos de la tiniebla también se buscan, hijos míos, porque no se pueden acercar los de la tiniebla a destruir la luz.
Y os repito que si alguno de vosotros está en el mundo, no permanece en la caridad, porque se jacta de los bienes del mundo y olvida a su hermano, no tiene entrañas y no es nacido de Dios.
Orad y haced sacrificio, hijos míos, lo vais a necesitar. Pero contra Dios no puede el mal. Intentarán destruir vuestros cuerpos, pero no podrán tocar vuestras almas. Ya que ellos no os aman, hijos míos, amad vosotros y conquistar almas para el rebaño de Cristo.
Acudid a este lugar sagrado, donde nuestras plantas han posado, y muchos recibiréis curaciones de cuerpo y otros muchos curaciones de alma, hijos míos.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con unas gracias especiales para fortalecer vuestras almas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos.

Mensaje del día 3 de julio de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

El Señor:
Hija mía, la situación del mundo es grave, muy grave. Mira, hija mía, hasta dónde traspasan los pecados de la Humanidad…
Todos los pecados capitales, hija mía, han revuelto a las almas. Mira cómo triunfan, hija mía.
¿Hasta dónde, hijos míos, hasta dónde queréis llegar, con tanta ofensa a la Divina Majestad de Dios? Hijos míos, mirad a Cristo crucificado. ¡Cómo crucifican los pecados de los hombres al Hijo de Dios, hija mía! El hombre está aletargado por el pecado.
¡Moveos, hijos míos!; la oración, el sacrificio y la penitencia es la que salvará al mundo, hijos míos. ¡Estáis dormidos!; os dejáis engañar, hijos míos, por los hijos de la tiniebla.
¡Ay, gobernantes de las naciones, que hacéis creer a las almas que estáis unidos en la victoria para luchar por una libertad para el hombre! ¡Ay, hijos míos, que por culpa vuestra el mundo vive un flagelo! Aparentáis con palabras engañosas llevar a los hombres a un ideal destructor. ¿Hasta dónde vais a llegar, hijos míos? Queréis hacer desaparecer todos los principios de Dios... Si Dios es el Principio y el Fin, ¿cómo creéis que podéis quitar el principio de Dios? ¡Ay, cuando os presentéis ante Dios, qué palabras os responderá la Divina Majestad de Dios por vuestros errores!
El mundo está corrupto, ¿cómo os dejáis engañar, almas inocentes? Con palabras engañosas y con mentiras queréis, hijos míos, apartar a los hombres del camino de la verdad.
Y vosotros, ¡ciegos!, ¿no os dais cuenta que os hablan de paz y ellos están en guerra, hijos míos? Se unen para aparentar en la victoria y es para luego aplicar la venganza. Ellos, unos con otros, hijos míos, están divididos y hacen lo que los hijos de las tinieblas. Ellos están divididos y quieren dividir al pueblo. ¡Despertad de ese letargo que tenéis, hijos míos! El hijo de la iniquidad quiere engañaros con promesas y mentiras. Despertad, hijos míos, orad; sacrificio y penitencia.
¿No veis, hijos míos, que os quieren golpear y herir para que neguéis la palabra de Dios, hijos míos? Pero no saben que ningún arma podrá con los que viven la fe, con los que viven el Evangelio, con los hijos de Dios. Vivid, hijos míos, el Evangelio. Todo el que vive el camino recto, el camino del Evangelio, es perseguido, hijos míos. ¿Por qué me perseguían a mí?: por hacer el bien, hija mía. Yo vine a dar vida al mundo, y el mundo me condenó a la muerte.
Amad, hijos míos, con todo vuestro corazón y no os hundáis. Dios está por encima de los hijos de las tinieblas. Los hijos de las tinieblas, hija mía, aparentarán ser mejor: moverán los labios, ellos mismos se creerán santos; pero no ejercitan el corazón porque están en tinieblas y no viven nada más que para sí mismos y no piensan en el flagelo de los necesitados, hija mía.
¡Ay, almas ingratas, que ni amáis ni dejáis amar!
Orad, orad mucho, hijos míos, y reuníos todos; quiero que se forme un gran rebaño; y no os importen las persecuciones ni las calumnias. Sed firmes y seguid amando, pues la caridad es tan hermosa, hijos míos. ¿No veis que los hombres no cumplen las leyes de Dios? Si hay diez mandamientos, hija mía, y el más firme de todos es amar a Dios y al prójimo como a vosotros mismos. ¡Ay de aquéllos que se aman a sí mismos sin acordarse de los demás!
¿No os dais cuenta, hijos míos, que os dije que tendríais una persecución constante y recibís la persecución de aquéllos que más cerca están de vosotros? No os angustiéis, hijos míos, estad alegres, y que nada ni nadie os turbe. Os golpearán y os herirán, hijos míos, pero si estoy yo con vosotros, ¿a quién podéis temer?
¡Ay, vosotros, que habéis cambiado la fe por el orgullo y la venganza, y os dedicáis a dividir los pueblos, a dividir las almas! Con vuestras tramas y mentiras, hijos míos, engañáis a los inocentes. ¿No os dais cuenta, hijos míos, de la situación del mundo, que el mundo cada día está peor? Sólo los hijos de Dios sois los que tenéis que luchar y estar unidos como hermanos y vencer todas las batallas y todos los golpes, hijos míos.
Hija mía, vas a ver la fuerza de la oración. Mira cómo está el mundo, aunque los hombres y los dictadores dicen que el mundo está en una situación buena. No os lo creáis, hijos míos, el mundo tiene un flagelo y está herido de muerte. Pero, mira el poder de la oración y mira cuántas almas se han salvado de tantas y tantas oraciones. Y mira también los miles de almas que por las gracias que han recibido en este lugar…
Vas a ver, hija mía, el valor que tiene la oración. Mira todos los pecadores que hay en el mundo, y mira a estas almas que interceden a los santos y a los bienaventurados. Mira cómo llegan a mí los santos y bienaventurados y me dicen: «Dios eterno y Divina Majestad de Dios, nosotros, que fuimos justos en la Tierra y odiamos el pecado, y nos retiramos del mundo y lo despreciamos, siguiéndote a Ti en todo el camino del Evangelio tal como está escrito, y renunciando a las comodidades y los gustos... Todas estas almas no se atreven, por temor y respeto hacia Ti, pedirte perdón, y vienen a nosotros para que intercedamos por ellas».
Mira, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay, cuántas miles y miles de almas...! ¡Ay!, pero están como si estuviesen en una tierra... Parece que tienen miedo, ¡ay!, son pecadores. ¿Qué va a ser de ellos, Señor? ¡Ay! ¡Ay, todos los santos y bienaventurados llegan a Ti, Dios mío! ¡Ay!, a pedirte perdón por todas ellas; y por todos sus sacrificios y penitencias, por su ignorancia y por su desconocimiento de Ti. ¡Ay, Señor!, ¿qué va a pasar con todos ellos, Dios mío? ¡Ay, son tantos!…
El Señor levanta la mano..., y bendice a todos ellos por la intercesión de todos los santos y bienaventurados. ¡Ay!, ¿están salvos? ¡Ay!, ¿ya no se condenan? ¡Ay, ay!; ¡ay!, el Señor les dice: «Id y pagad vuestras culpas... (Lamentos de Luz Amparo). Pero no estaréis eternamente condenados, por los méritos de los bienaventurados y de los santos, y de tantas y tantas almas como rezan por los pecadores; estáis absueltos del pecado». ¡Ay, cuántas, cuántas! ¡Ay, cómo van todas en bandadas! ¡Oy, pero hay tantos aquí en este lugar! ¡Ay, Señor, mira todos los que hay en este lugar...!
El Señor:
Muchos no quieren salvarse, hija mía.
Luz Amparo:
¡Ay, viene la Virgen llena de luz...! ¡Ay, qué manto tan bonito!, resplandeciente, pero su cara triste, porque ve tantos y tantos pecados como hay en la Humanidad. ¡Ay!, se acerca a su Hijo, y el Hijo le dice…
El Señor:
¿Qué quieres ahora, Madre mía?
Luz Amparo:
¡Ay!, la Virgen llena de dulzura, con su cara y los ojos llenos de lágrimas se arrodilla ante el Hijo y le dice…
La Virgen:
¡Hijo mío, ten compasión de todos estos hijos, porque sus madres han derramado caudales de lágrimas de dolor por ellos! ¡El amor de la madre, hijos míos!... (Luz Amparo manifiesta un gran gozo).
Mira, Hijo mío, el amor en los corazones de las madres, cómo interceden por sus hijos. Y esas lágrimas las traigo aquí; ¡cuántas lágrimas traigo de todas esas madres, Hijo mío! ¡Ten compasión de sus hijos; ellas se han sacrificado y se han inmolado orando por todos ellos!
Luz Amparo:
¡Ay! ¡Ay, qué grandeza, Dios mío! ¡Ay!, el Hijo levanta a la Madre y con palabras fuertes dice…
El Señor:
¡Levantaos todos! Todos sois perdonados por el amor y las lágrimas de vuestras madres. Pecadores habéis sido, pero vuestras madres han sido mártires del sacrificio y la oración por vosotros. ¿Cómo puede un Dios de amor y misericordia dejar esas lágrimas dolorosas de las madres; y cómo puede olvidar las oraciones que salen de lo más profundo de sus corazones? Levantaos y volad a otra tierra. Tendréis que purgar también vuestros pecados, pero no estaréis eternamente sin ver la presencia de la Divina Majestad de Dios.
Luz Amparo:
¡Ay, qué alegrías y qué gritos todos!; todos gritan con gritos de alegría. ¡Ay, cómo suben todos hacia otro lugar! ¡Todos están salvos!
El Señor:
Mira, hija mía, este otro lugar; este otro lugar es triste y fúnebre. Aquí no quieren mirar a la Divina Majestad de Dios, aquí no hay súplicas, aquí no hay rechinar de dientes, aquí no hay lágrimas; no quieren salvarse, quieren vivir en comodidades, quieren, hija mía, vivir los siete pecados capitales.
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío! ¡Ay, cuántos también hay en ese lugar...!
El Señor:
No merecen lágrimas, hija mía; han tenido profetas y han tenido fuentes de gracias y se han hecho los sordos, y no han querido caminar hacia el camino de la luz, y se encuentran en tiniebla para toda la eternidad.
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío, que se haga tu voluntad! Tú eres el que lo haces todo bien. ¡Ay, la Virgen, cómo da gracias a su Hijo por haberla escuchado! ¡Ay, cuántas almas se salvan, ay, por las plegarias que se le rezan a María! ¡Qué Madre tan grande eres y cómo te has acordado de las madres para salvar los hijos! ¡Ay, qué grandeza, Madre mía! ¡Ay, ay, ay, qué belleza tienes! ¡Ay..., qué dulzura y que... cosa más hermosa, Dios mío, es tu Madre!
El Señor:
Todo el que interceda a mi Madre será escuchado, pues mi Madre vale más y tiene más méritos que todos los santos juntos; y si las oraciones de los santos y la intercesión de los santos es escuchada, ¿cómo no voy a escuchar el ruego de mi Madre? ¡Si somos dos Corazones unidos en uno! ¡Acudid todos a mi Madre y mi Madre os encaminará hacia el camino del Evangelio! Estos tiempos los dejo en sus manos. Ella es la Puerta del Cielo; Ella os enseñará, porque Ella fue el primer apóstol para dar testimonio de la Iglesia.
Seguid orando y seguid acudiendo a este lugar, que seguiréis recibiendo gracias especiales para los pobres pecadores. Todas las oraciones son recogidas para los pobres pecadores. Y ¡ay, mis almas frescas y lozanas, consagradas, que oráis e intercedéis por los pecadores!; vuestras oraciones también llegan a lo alto del Cielo, y ¡cuántos pecadores se salvan por medio de vuestra caridad y vuestras oraciones! ¡Conservaos lozanas y frescas, aquéllas que estáis escondidas en la oración y retiradas del mundo! Y orad mucho; el mundo está en una situación grave, hijos míos. Lo que no sabéis…
Luz Amparo:
¡Ay, qué grande, Dios mío...! No sabéis las grandezas que hay ahí arriba. ¡Ay, Dios mío, ay! Jardines frondosos, arroyos cristalinos y bellos, ¡amor!, ¡hay paz!; ¡ay, lo que se siente, Dios! ¡Ay...! ¡Qué grandezas, Dios mío! ¡Ay, que los hombres se pierdan todas estas grandezas..., por un placer, por un ideal..., por envidias y soberbias! ¡Ay, Señor, ay, yo te pido por todos: que gocen de esta grandeza...!
El Señor:
Seguid orando, hijos míos, para que todos puedan participar de esta Tierra Prometida. ¡Gracias a todos los que oráis por los pobres pecadores! Y a mis almas consagradas les pido que caminen por el camino recto del Evangelio. Y a las que estáis escondidas en los conventos, hijas mías: ¡sed fuertes, y con fortaleza y con energía defended vuestra fe! Llenaos de Dios, porque el que está lleno de Dios no teme a ningún mal. No hay ningún arma que pueda hacer desaparecer la fe en los corazones, ni la alabanza en los labios de los hombres de buena voluntad hacia Dios, su Creador. Por mucho que hiráis y por mucho que golpeéis, hijos míos, ¡el hijo de Dios no se rinde; es fuerte, porque la fortaleza está en Dios!
Y vosotros, aquéllos que oráis moviendo sólo los labios, moved vuestro corazón, hijos míos, para que vuestra oración tenga poder y se pueda recoger y aprovechar para los pecadores.
Hijos míos, os promete el Hijo de Dios vivo que todo el que cumpla las palabras del Hijo de Dios vivo, será protegido con una señal que nadie podrá borrar. Serán selladas vuestras frentes a todos los que acudáis a este lugar y recibiréis una protección especial. Desprendeos del mundo, hijos míos, amaos los unos a los otros y haced obras de amor y misericordia. No tengáis el corazón apegado a las cosas materiales de la Tierra; vuestro corazón y vuestro tesoro tiene que estar en el Cielo.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones muy especiales para los pobres pecadores…
¡Sed fuertes, hijos míos!
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 7 de agosto de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, quiero que en este lugar sigáis honrando y venerando mi nombre de Madre Dolorosa. No permitáis, hijos míos, que hagan los hombres de mala voluntad desaparecer de este lugar sagrado esta cadena de mi Rosario, que os unirá del Cielo a la Tierra. Reuníos todos juntos, de un extremo a otro del mundo, en este lugar sagrado, y juntad todas vuestras plegarias, para que los secuaces de Satanás, hijos míos, no puedan hacer desaparecer algo tan grandioso.
El ejército del Infierno se ha desencadenado, y los hombres impíos y apóstatas, que viven en la tiniebla, se refugian en la oscuridad para maquinar sus males y no quieren buscar ni acercarse a la luz, porque serán descubiertos, hija mía.
Este ataque es contra la Iglesia, hijos míos, es contra Dios y contra los hijos de Dios. No saben los hijos de las tinieblas que la Iglesia está protegida por ministros fieles al Evangelio y apóstoles celosos, y no podrán destruir el Nombre de Dios. ¡Cuantos más ataques, hijos míos, mayor será el triunfo! Luchad; el arma del Rosario es muy poderosa, hijos míos; por eso el enemigo está furioso; luchad todos juntos como buenos cristianos y rezad la plegaria favorita de mi Corazón.
Mi Corazón Inmaculado triunfará en el mundo, aunque los hombres se opongan. Quieren destruir vuestra fe, hijos míos; intentan destruir las grandezas de Dios. Pero, ¿cómo pensáis, criaturas corrompidas, que vais a poder hacer desaparecer el Nombre de Dios en los corazones? ¡Luchad por este lugar, hijos míos, no os dejéis vencer! El enemigo es muy astuto y os repito que trabaja en la tiniebla, pero la tiniebla no ve y la luz resplandece.
Sed fieles hijos de la Iglesia, hijos míos, amadla con todo vuestro corazón. Si estáis con Dios, ¿quién contra vosotros?, si Dios es el Poderoso, el Principio y el Fin de todas las cosas. Os dije, hijos míos, hace tiempo, que vosotros tenéis que luchar para sacar este lugar adelante. En Lourdes, hijos míos, los hombres fueron los que lucharon; los hijos de Dios con los hijos de las tinieblas; y ¿quién venció? La luz, hijos míos. Pero tenéis que ser valientes, no os acobardéis. Os persiguen y os persiguen, pero no podrán con vosotros. Mi Hijo aplicará la justicia y una justicia severa sobre todos aquéllos de mala voluntad, y el árbol podrido será cortado con el hacha. Por eso os pido, hijos míos, oración, oración.
El mundo va de hora en hora cada día peor, porque los hombres de mala voluntad ni entran en el Cielo ni dejan entrar a los demás, y los arrastran con palabras y mentiras. Ahí tenéis el Evangelio, hijos míos; no os dejéis conducir por la astucia de Satanás. Satanás destruye, hija mía, y todas sus obras son destructoras; hacen desaparecer el Nombre de Dios, intenta rebatar la vida de los inocentes. ¡Y cómo, hijos míos, estáis ciegos y no os dais cuenta que es una obra de Satanás! El Dragón de las siete cabezas está desatado, y llegará el momento, hijos míos —como os dije al principio—, que cada individuo se gobernará por sí mismo. Y quieren hollar el poder eclesiástico. Pero la esposa de Cristo triunfará, nadie podrá derribarla, porque es la Piedra Angular, es el mismo Cristo el que la fundó.
Por eso os pido a todos, hijos míos: sed Iglesia y sed apóstoles celosos y amarla con todo vuestro ser. Los que aman a Cristo, los que aman a la Iglesia, el poder de Satanás no podrá contra él…
Hija mía, los hombres hieren mi Corazón, porque yo soy Madre de amor y suplico por ellos; pero ellos, a cambio, me rechazan y quieren hacer desaparecer mi nombre. Orad, hijos míos, orad y reuníos todos y formad una gran familia unida para que los hijos de las tinieblas huyan, invocando el nombre de María.
Defended la palabra de Dios y no os dejéis engañar por palabras de mentira y palabras destructoras, hijos míos; ¿cómo un árbol malo va a dar buen fruto, hijos míos? Estáis ciegos. ¡Ay, pueblo, que estáis como el pueblo de Israel! Os habéis quedado ciegos, os habéis dejado invadir por la tiniebla.
El Señor:
Sí, hija mía, serán castigados severamente, porque Dios aplica la justicia contra los hombres de mala voluntad. Intentan destruiros, pero está Dios con vosotros, hijos míos. Ahora es el tiempo de la batalla; coged el arma poderosa del Rosario y derribaréis al enemigo. Todo el que ha acudido a mi Corazón jamás ha sido defraudado. Tenéis vosotros las mejores armas, hijos míos, las más potentes: el Rosario, el Evangelio, la gracia, hijos míos, y con esa gracia podréis rebatir al enemigo.
No os durmáis, hijos míos —os repito—, y sed valientes, que nadie rompa esta cadena del santo Rosario que tanto agrada a mi Madre y que tanto poder tiene contra el enemigo. Sois odiados y despreciados por el Nombre de Dios. Bienaventurados aquéllos que son perseguidos por la justicia a causa de mi Nombre.
Quiero que este lugar sea un lugar de oración y donde se construya una casa de amor y misericordia para los pobres y necesitados. En vuestras manos lo dejo, hijos míos.
Luz Amparo:
¡Ay, Señor!, ¡Señor!, te pido por Carlos, ¡ten misericordia, Señor!
El Señor:
Él, hija mía, está más en el otro lugar que en éste, y encontrará más felicidad que aquí. Yo, cuando veo que un alma se pierde, la cojo para mí y la pulo y la refino para mis fines, hija mía. Él es la vasija, yo soy el alfarero, y lo estoy refinando y quedará limpio como la nieve. Y llegará a este lugar a gozar con los bienaventurados. Él es más feliz que otras muchas almas que no han tenido la dicha de conocerme.
Pedid por los que no me conocen, pedid por los que me desprecian; ésos son dignos de lástima, hija mía, y pedid por los hombres de mala voluntad. Él estará conmigo en el Paraíso; le digo, como le dije al buen ladrón, porque él ha invocado mi Nombre, y todo el que invoca mi Nombre, lo amarro con unas cadenas de oro y le llevo a la mansión eterna para que goce con los bienaventurados.
Para que veáis, hijos míos, el poder de la gracia y la misericordia de Dios. Orad por los pobres pecadores y haced sacrificios y seguid, hijos míos, con vuestras obras de amor y misericordia. Ayudaos unos a otros para que mi Obra crezca como las estrellas. Y sonreíd ante la persecución y amad a vuestros enemigos; pero luchad y defended vuestros principios, hijos míos. Y el Principio y el Fin es Dios. No temáis, hijos míos, ya os dije que los ataques serían fuertes, y mirad cómo se están cumpliendo.
¡Ay, hombres ingratos!, ¡ay, malvados, que tenéis sed de venganza y no os importa destruir vuestras almas por la venganza de un pasado!; si no perdonáis, no seréis perdonados. No perdáis el tiempo, hijos míos, en refugiaros en las tinieblas, y enseñad a vuestros hijos el camino del Evangelio, porque tenéis conocimiento de él, y ¡ay de los que tenéis conocimiento de mí y me negáis! Yo no condeno a los que no me conocen, sino a los que me conocen y me desprecian y me odian.
Levantad vuestro corazón a Dios, que cuando os presentéis ante su Divina Majestad, seréis arrojados. ¡Cómo os habéis dejado envenenar por un ideal satánico!
Orad y pedid por todos, hijos míos; reuníos todos aquí y defended este lugar sagrado. Yo derramaré gracias en abundancia sobre vosotros y sobre vuestros hijos.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores…
Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de septiembre de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, mi Corazón viene abierto, lleno de heridas, porque los hombres siguen obstinados en pecar y hacerse daño unos a otros.
¿Hasta cuándo, creaturas, vais a seguir siendo perseguidores de Cristo? Yo me manifesté en este lugar, para que todos bebieseis de la fuente de gracias que derramo en él, y vosotros, hijos míos, queréis convertir este lugar en juegos y recreos.
¡Ay, hombres de mala voluntad, que sólo pensáis en los galardones de la Tierra y no habéis ofrecido vuestra hacienda a Dios vuestro Creador! ¡Ay, sólo buscáis apariencias, hijos míos, y os perderéis los galardones del Cielo! Yo os he pedido este lugar para orar y para hacer obras de amor y misericordia, y vosotros sólo pensáis en explotarlo, hijos míos, en hacer desaparecer mi nombre de él. ¡Pobres almas! ¿De qué os sirve la apariencia y los galardones terrenos?
Y vosotros, hijos míos, no os amedrentéis, porque los hombres de mala voluntad fomentan el poder para hacer el mal y para dividir los pueblos.
¡Ay, hijos míos, no habéis querido beber las gracias que se han derramado en este lugar! ¿Cómo habláis, hijos míos, que sois demócratas y hacéis unas leyes a vuestro antojo y perseguís a los cristianos? ¿Dónde está la libertad, hijos míos? Sois dictadores y siempre os habéis quejado de la dictadura. ¡Pobres almas! Para ser dictadores, hijos míos, tenéis primero que saber dictar. Habláis de paz y dentro de vosotros lleváis la guerra. ¡Ay, hijos míos, vuestros planes y vuestros proyectos serán derribados! ¿Pero cómo pensáis que Dios Creador tiene menos poder que vosotros? Los hijos de la luz no se rinden. Los cristianos fueron capaces de morir por Cristo, lo que vosotros no hacéis ni por vosotros mismos.
Reuníos, hijos míos, de los cuatro continentes y orad en este lugar, y haced penitencia por tantos males y tantas ofensas de los hombres de mala voluntad, que hacen a nuestros Corazones. ¡Ay, ingratos! Si queréis destruir, y vosotros, hijos míos, sois los que contamináis el agua, para que los hombres no acudan a este lugar. Todos los manantiales del mundo son potables; es la gracia de Dios en la Tierra, para que los hombres beban y sacien su sed. ¿Cómo sois capaces de hacer daño, hijos míos, a criaturas inocentes y almas de buena voluntad que acuden a este lugar, dejando mezclar el cieno con el agua?
¡Pero qué rencores tenéis dentro de vuestro corazón, hijos míos, qué odios —os repito— por un pasado, que no os importa que caigan inocentes y perseguir a los hijos de la Iglesia por el hecho de ser cristianos, hijos míos! No han hecho otro daño contra vosotros, nada más que el de amar a Dios. Intentáis hacer desaparecer mi nombre y os dije que, dentro o fuera, no dejaría de manifestarme. No me moveré de este lugar, hijos míos, donde las almas reciben las gracias y donde tantas y tantas almas han llegado al Paraíso por medio de estas gracias, hijos míos.
Sí, hija mía, los malvados no les importa calumniar, perseguir, difamar. Con la mentira quieren subir al poder; pero yo haré arrancar su rastrojo y sembrar un nuevo trigo donde salgan frutos buenos.
Sois hierba seca, hijos míos, y quitaré las pocas flores buenas que quedan entre vosotros y las trasplantaré entre el trigo bueno.
Luz Amparo:
¡Ten compasión de ellos, Madre mía! También te pido por ellos. ¡Ellos también tienen un alma!
El Señor:
Hija mía, si ellos abrieran sus labios para pedir perdón, mi Corazón está abierto de par en par para todos los hombres, pero la cizaña es mala, hija mía, y perjudica la cosecha. Están haciendo desaparecer todas las cosas que elevan el alma a la Divina Majestad de Dios. ¿Qué han hecho de la Creación, de los campos, si todo lo que eleva el espíritu quieren destruirlo, hija mía? El mundo cada día va peor, porque los hombres de mala voluntad gobiernan sin Dios y, sin Dios, el hombre no tiene sabiduría para gobernar. Quiero que se construya en este lugar una capilla, donde día y noche esté expuesta la Eucaristía olvidada por los hombres. Y sigo pidiendo una casa de amor y misericordia.
¿Pero, vosotros os preocupáis por los necesitados, hijos míos? Decís que ayudáis a los que os necesitan y cada uno vivís cómodamente en vuestros hogares sin echar una mano al necesitado; sólo os importa hacer desaparecer todo principio religioso.
Os dije, hijos míos, que estaban trabajando en la oscuridad y saldría a la luz. La luz la ven tiniebla y la tiniebla la ven luz; la verdad la ven mentira y la mentira la ven verdad. Yo descargaré mi cólera sobre ellos y pondré mi mano, y les haré beber de la misma amargura que ellos hacen beber a los cristianos.
¿Hasta cuándo vais a estar con esos odios y esos rencores contra la Divina Majestad de Dios? ¡Ay de vosotros, hombres de poca fe, que queréis arrastrar a los hombres al camino de la mentira y de la destrucción! ¿Cómo un ciego puede guiar a otro ciego? ¡Si estáis ciegos, hijos míos! Y esto os lo dice el Hijo de Dios vivo. ¿Y quién sois vosotros para decir dónde la Divina Majestad de Dios tiene que hacer su manifestación o dónde queréis que me manifieste, hijos míos? ¿Os tiene que pedir todo un Dios a vosotros, creaturas, dónde y cuándo el Creador puede y debe hacer sus obras?
Yo he permitido que mi Madre se manifieste en este lugar para avisar a los hombres la verdad del Evangelio, y quiero que todos os reunáis en él y que nadie os amedrente ni os asuste, hijos míos. La fuerza la lleváis dentro, porque lleváis a Dios, y los hijos de Dios no se rinden ante las injusticias.
Hija mía, yo amo a todos por igual, pero ellos desprecian nuestros Corazones, nuestras gracias y no quieren dones divinos. Quieren resplandecer en la Tierra y les importan los galardones y los halagos terrenos; no quieren eternidad, y por eso se quedarán en el tiempo.
Orad mucho y luchad con humildad, y amad a la Iglesia con todo vuestro corazón. Amad al Papa, hijos míos, y reuníos como los primeros cristianos. Todos unidos, todos juntos, defended la palabra de Dios.
Mira cuántos bienaventurados han llegado a este lugar, por medio de tantas y tantas gracias como han recibido. Y muchos de ellos, sí, porque han bebido del manantial.
Pero, ¿cómo podéis decir que no es potable el manantial, cuando años y años y peregrinos de todos los lugares han bebido de él? Ésa es vuestra jugada, hijos míos: cerrar el manantial, para que los hombres no acudan a rezar. ¿No pensáis que los hombres de buena voluntad acuden a este lugar sin manantial y con manantial?
Seguid luchando, hijos míos; y el arma del Rosario es poderosa contra los enemigos de la Religión. Acercaos a la Eucaristía y confesad vuestras culpas, hijos míos, y estaréis fuertes para vencer todas las batallas. Que no os venzan, hijos míos, que os dije que os perseguirían y os rodearían con aguijones de avispa, y eso están haciendo, hijos míos. ¡Hay tantas cosas donde preocuparse y sólo se ocupan de vosotros y sólo os persiguen a vosotros! ¿Por qué, hijos míos?, por un solo fin: por ser hijos de Dios. Sed fuertes y animaos unos a otros. Intenten lo que intenten hacer a este lugar, no dejéis de acudir a él.
Luz Amparo:
¡Ay, Dios mío, ay, qué grandeza! ¡Ay, cuánta grandeza!
La Virgen:
Todo para los bienaventurados.
Desde ese lugar también ellos os ayudarán a no hacer desaparecer el nombre de aquí.
Sed humildes, hijos míos, y amad a vuestros enemigos; pero con la lucha del rezo del Rosario, que es lo que va contra Satanás.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los moribundos, hijos míos. Todos estos rosarios son bendecidos con grandes bendiciones para la conversión de los pecadores.
Invocad al Espíritu Santo, hijos míos, que de Él recibiréis los dones y la luz para actuar como hijos de Dios. No hagáis lo que hacen los hijos de las tinieblas en sus escondrijos: maquinar el mal para emplearlo contra sus hermanos. Que os conozcan por el amor.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 2 de octubre de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, mi Corazón viene lleno de dolor, porque los hombres cada día están más obstinados en hacer desaparecer mi nombre. Soy la Madre de Dios y los hombres no quieren reconocerme como Madre de Dios; me ven como madre del hombre.
El Señor:
Sí, hijos míos, mi Madre es la Madre de Dios y los hombres tienen que reconocerla como Madre de Dios. Ella me trajo en sus entrañas para redimir al mundo; ¿cómo es tan despreciada y tan poco venerada?
Seguid acudiendo a este lugar, hijos míos, donde mi Madre ha puesto sus plantas virginales. Yo soy el Buen Pastor que di la vida por mis ovejas, y vosotros sois mi rebaño, y yo os conozco a todas mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí; y el Pastor está pendiente siempre de sus ovejas, para protegerlas del mal. No tengáis miedo, hijos míos. Yo no hui de los lobos, yo os defendí de los lobos y os sigo defendiendo de los lobos, hijos míos. Estáis entre lobos que quieren hacer desaparecer el nombre de María.
¡Ay, hombres de poca fe!, ¿hasta dónde queréis llegar con vuestras maldades? Vuestro corazón está lleno de odio y de egoísmos. Habéis apostatado de Cristo, ¿cómo podéis gobernar sin Él, hijos míos?
Y vosotros no tenéis nada, hijos míos, que temer ni esconder. Todo se puede ver, hijos míos, y no tenéis ningún secreto que puedan revelar. Todo está a la luz, hijos míos, porque los hijos de Dios trabajan en la luz y los hijos de la tiniebla trabajan en la oscuridad. Por eso, hijos míos, tenéis que amar a vuestros enemigos; pero defended con amor y con energía la verdad. No tengáis miedo por vosotros, tened compasión por sus pobres almas y por sus pobres cuerpos. Yo les di la luz y se arrastraron a la tiniebla, ¿no son más dignos de lástima ellos que vosotros, hijos míos?
Y no sólo reniega de Cristo, sino que se deja arrastrar por los que aborrecen a Cristo. Yo le di luz y tuve su alma en mis manos, pero él se dejó arrebatar por la astucia del enemigo. ¡Ay, alma infiel!, ¿hasta dónde quieres llegar? ¿No has tenido bastante con ser infiel al Creador, que quieres que las criaturas también sean infieles a las leyes de Dios? Yo te amé y te tuve en mis manos. Tú me despreciaste y te fuiste a la tiniebla. ¿Cómo puedes gobernar un pueblo sin Dios, hijo mío? Nada te saldrá bien.
Pedid por ellos, hijos míos, son dignos de compasión. ¿No os dije, hijos míos, que ésa sería la jugada: hacer desaparecer la fuente de este lugar? Y miles y miles de almas han bebido del manantial. No os dejéis engañar por mentiras y palabras engañosas. De este manantial han bebido miles de peregrinos que han pasado por él. Es la jugada para hacer desaparecer de aquí el nombre de María.
¡Ay, hijos míos!, ¿hasta dónde queréis llegar? Rechazáis mis mensajes, hijos míos. Os aseguro que si en Sodoma y Gomorra hubiera habido tantos milagros como aquí, no hubieran desaparecido; pero seréis castigados peor que en Sodoma y Gomorra. Si no pido a los hombres nada más que amar a Dios, ¿por qué os interponéis en su camino? Dejad la libertad cristiana, hijos míos. ¿Creéis que los hombres se rinden? Los verdaderos hijos de Dios no se rinden con vuestras jugadas, hijos míos. Vosotros habéis apostatado y no dejáis a los cristianos que vivan su fe. No vengáis con buenas palabras, hijos míos, que esas palabras son mentirosas. Sólo os importa hacer desaparecer de aquí el nombre de Jesús y María.
Y vosotros, como hijos de Dios, defended este lugar; no permitáis que desaparezca mi Nombre de aquí, ni el nombre de María. Han desviado esas aguas, hijos míos, pero vosotros bebéis de otras fuentes, que os ensalzan a la eternidad, que ellos no son dignos de beber. Y gracias a tantas y tantas almas como oran y hacen penitencia, detendré mi justicia. Pero, hijos míos, ¡ay de los culpables!, porque mi... caerá sobre vosotros.
Ya estáis recibiendo el mal que estáis haciendo, hijos míos; estáis encolerizados y vuestro corazón está lleno de odio para perseguir a los cristianos y a los hijos de Dios. ¿¡Dónde está la libertad de los cristianos!? Habláis de libertad y ponéis condiciones. Sólo Dios es el que pone condiciones.
Orad y amad a la Iglesia, hijos míos, que nosotros esperamos a los pecadores, y al más pecador que venga y se arrodille a las plantas de Jesús, por muy graves que sean sus pecados, le dirá lo que a la Magdalena: «Vete y no peques más, tus pecados te son perdonados». Acercaos al sacramento de la Penitencia y al sacramento de la Eucaristía, fortaleceos en él. ¡Cómo se nota el sello de Dios, hijos míos! Si no, ¿cómo comprendéis que tanta y tanta persecución iban a ser capaces de aceptar, si no es por Dios Creador?
Nada os asuste, porque nada tenéis que ocultar, hijos míos. Todo está en la luz, no tenéis escondrijos. Orad mucho, hijos míos, y haced mucha penitencia. Y acudid a este lugar y todos seréis bendecidos y marcados con una cruz en la frente.
Besa el suelo, hija mía, por la conversión de todos los pecadores…
Y el que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, coja su cruz y me siga; porque aquél que me niegue ante los hombres, yo le negaré ante mi Padre; y aquél que dé testimonio de mí ante los hombres, yo daré testimonio a mi Padre de él. No seáis cobardes, hijos míos, sed valientes; pensad en los grandes santos, que cantando iban al martirio. Hay muchas maneras de martirizar a las almas; hijos míos, sed pacientes y hablad con caridad y energía.
Defended mi Obra y seguid haciendo obras de amor y misericordia. Les pasa lo que a los paganos: ni hacen ni dejan hacer; viven para sí mismos, sin repartir con los pobres. ¿Y cómo hablan de solidaridad, si la solidaridad es amar al prójimo? Eso es la solidaridad, hija mía: el amor al prójimo. Hablan de paz y ellos forman la guerra; hablan de amor y no extienden la mano al necesitado. ¿Eso es compartir con los demás?
Vivís para vosotros mismos y no dejáis que los demás ayuden a los necesitados. Ni entráis en el Cielo ni queréis que los demás entren.
Reuníos todos juntos, hijos míos, y amaos como los primeros cristianos y defended a Cristo, no seáis cobardes. Los hijos de Dios tienen que ser fuertes. Amad al Santo Padre, amad a la Iglesia; éste es el camino directo del Evangelio.
Y pedid por ellos, hijos míos.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con una bendición especial.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 6 de noviembre de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hija mía, sé que sufres, hija mía, pero no quiero que nada te turbe. Piensa, hija mía, que tu vida en la Tierra no es fácil. Desde niña, hija mía, fuiste escogida para sufrir, para padecer. Tu felicidad en la Tierra, hija mía, no puedes alcanzarla, pero yo te recompensaré por todo este sufrimiento. Sé que también sufres por esas almas obstinadas en hacer desaparecer mi nombre de este lugar; sé que también las amas.
Luz Amparo:
Te pido, Madre mía, por Lucas. No es malo, Madre mía, concédele la gracia de que te conozca.
La Virgen:
Yo no digo que es malo, hija mía, pero los malditos ideales son los que lo revolucionan y, por los hombres que buscan las guerras y las discordias, se rebelan contra Dios, como si Dios fuese el culpable de los males que hay en el mundo. Son los hombres, hija mía, que en esa libertad que tienen la convierten en libertinaje destructor. Sé que tu corazón sufre por todos ellos; pero piensa, hija mía, que has sido creada para sufrir. Desde muy pequeñita no sentiste el calor del hogar, ni la alegría ni los besos de una madre; pero yo no te abandoné en ningún momento, hija mía. Yo soy Madre de los que sufren.
Luz Amparo:
Te pido por todos ellos, ¡conviértelos, Madre mía!
La Virgen:
Hija mía, si los hombres están en tinieblas, no quieren la luz. La sociedad camina hacia la ruina y los hombres siguen ciegos; no piensan que sin Dios no pueden gobernar. La juventud busca una vida fácil y cómoda; se refugian en las drogas, en el alcohol, en los placeres del mundo, y el enemigo los tiende esa trampa mortal de la que no pueden salir porque no tienen fe, hija mía, y no mueven sus labios para pedir ayuda; se dejan hundir en el pecado.
Venid a mí, hijos míos, todos los que estáis necesitados, que mi Corazón está lleno de ternura, y os protegeré bajo mi manto y os daré mi amor y mis gracias serán derramadas sobre vuestros hogares.
¡Ay, pobres almas, no quieren salir, hija mía, de donde están metidos! El demonio los ciega y se ven felices sin Dios.
Yo quiero fijar mi morada en este lugar; este pueblo me necesita, pues son muy pobres, porque tienen pan, hija mía, pero no tienen a Dios, y el que no tiene a Dios, aunque tenga pan, es pobre de espíritu. Yo derramo gracias sobre todos los hombres, pero muchos las desprecian, aun de los mismos que dicen llamarse hijos de Dios. Yo quiero corazones fuertes, no quiero corazones que se tambaleen.
Tenéis que ser fuertes, no permitáis que hagan desaparecer mi nombre de este lugar; Dios lo ha escogido para mí. Este lugar me gusta, hija mía, porque yo sé que me necesitan.
El Señor:
¡Acudid a este lugar, hijos míos, acudid y no tengáis miedo! Yo soy el principio y el fin de todas las cosas. Estoy por encima de las creaturas y su mandato será temporal, pero mi reinado es eterno. Amaos unos a otros, hijos míos; ahí se notará que sois hijos de la verdad. Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida; el que está conmigo tendrá vida eterna. No os desmoronéis por la calumnia y la difamación, hijos míos, seguid adelante. No hay nada oculto, repito; las puertas están abiertas para todo el que quiera ver la verdad.
Seguid amando a los necesitados y no os preocupen las calumnias ni las difamaciones. Yo he prometido que todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales.
Hija mía, me pediste por el chico del accidente: se ha salvado, su alma está en el Cielo, le recogí yo con mis propias manos y lo llevé a beber de un licor más delicioso y más dulce que el que estaba bebiendo; le llevé a la Tierra que mana leche y miel; a la Tierra de los prometidos.
Muchas almas no me conocen por ignorancia, hija mía; a ésos no les puedo tomar en cuenta, pero sí a aquéllos que me conocen y me desprecian y reniegan de mi Nombre.
Rezad con mucha devoción el santo Rosario, hijos míos, que yo lo escucharé como si salieran de los propios labios de mi santísima Madre, y recibiréis gracias en abundancia, y vuestras frentes quedarán selladas, para que no os dejéis engañar por palabras mentirosas y engañosas.
Yo os quiero fuertes, hijos míos, y dejo mi Obra en vuestras manos; y los hijos de Dios no se rinden, con justicia y con verdad.
Todos los que acudís a este lugar no seáis flacos, sed fuertes, porque, si vuestros corazones se tambalean, es porque vuestra fe es floja; si sois valientes y firmes, vuestra fe es firme también. Sois hijos de la luz, y los hijos de la luz pueden más que los hijos de las tinieblas, porque la luz resplandece y la tiniebla se oculta, hija mía. Amaos unos a otros; éste es el mandamiento principal de la Ley de Dios; y acudid todos juntos a orar. Orad, hijos míos, y no esté vuestro espíritu flaco.
Los que están conmigo no están contra mí, y si yo estoy con vosotros, ¿a quién podéis temer, hijos míos? ¡Cuántos primeros serán últimos y últimos serán primeros! Y os repito que quiero fijar mi morada en este lugar; sed fuertes, pues en este lugar se ha manifestado mi Madre, y donde está la Madre está el Hijo.
Seguid luchando, hijos míos, con oración y sacrificios; el enemigo se vence ante la oración y ante el sacrificio; puede trabajar en la oscuridad, pero al final resplandecerá la luz a los hijos de la verdad.
La Virgen:
Besa el suelo, hija mía, por tantos y tantos agravios que cometen contra nuestros Corazones…
Dije, hija mía, que consolaras mi Corazón; mira cómo lo tengo de dolor. Por eso quiero que participes conmigo, hija mía. Mi Corazón está rodeado de espinas por la ingratitud de los hombres, hija mía. Yo los amo a todos, pero me desprecian y me odian, hija mía. No puedes tocar ninguna espina, están muy profundas, hija mía.
Con vuestro dolor podéis consolar mi Corazón; participáis conmigo para la salvación de las almas, hijos míos. El dolor es redención y yo soy redentora con Cristo, porque fui Corredentora con Él en toda la Pasión y amargura de mi Hijo.
Hija mía, encontrarás dificultades por todos los sitios, pero yo fortaleceré tu espíritu. Los hijos de la verdad están en la paz, los hijos de la mentira están en la guerra; hablan mucho de paz y hacen la guerra constantemente.
¿No veis, hijos míos, hacia dónde camina la sociedad? Camina a pasos agigantados hacia la destrucción; porque el mundo está corrupto por la maldad que hay entre los hombres.
¿Cómo podéis culpar a Dios de vuestros males?; si sois vosotros, hijos míos, la sociedad, los que no queréis mirar hacia Dios, vuestro Creador.
Yo tengo los brazos abiertos para todos los que vengan a mí perdonarlos y hacer que busquen la paz con oraciones y sacrificios, hijos míos. Orad, orad para que vuestras almas estén en comunicación con Dios.
Quiero una vida mejor para vosotros. Yo quiero que todos los hombres se amen como hermanos, que no se odien ni se desprecien.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

Mensaje del día 4 de diciembre de 1993, primer sábado de mes

Prado Nuevo (El Escorial)

La Virgen:
Hijos míos, quiero empezar diciéndoos que, todos arrodillados, hagáis una consagración a nuestros Corazones y digáis: «Oh Corazón Divino de Jesús y Corazón Inmaculado de María, yo me entrego a Vos y os entrego todo mi corazón. Quiero conservar mi fe y cumplir los mandatos y las leyes de la Iglesia. Quiero ser firme en esta consagración».
Yo, hijos míos, derramaré gracias sobre vosotros; pero no quiero corazones inestables, quiero corazones firmes, no quiero corazones que se dejen guiar por los chismorreos que hay en el mundo. ¿Cómo, hijos míos, os dejáis guiar por las maldades del mundo y las mentiras, las calumnias y las difamaciones? Si vuestra fe es firme, nadie os la podrá arrancar. Pero el que se deja engañar, es porque no está seguro de estos hechos. Dad gracias por las gracias que habéis recibido, hijos míos; no os acongojéis ni os angustiéis por las persecuciones. ¿No veis, hijos míos, que lo que intentan es destruir el Nombre de Dios?
Orad mucho, rezad por los que gobiernan los pueblos, porque ellos no tienen tiempo, hijos míos; su tiempo lo emplean en guerras y discordias; van de acá para allá, para ver, hijos míos, dónde os pueden atacar. Pero todo lo que hacéis está limpio y no pueden sacar nada a la luz; sólo pueden decir que ellos son culpables de no ayudar a los hombres para hacer obras de amor y misericordia. ¿No veis, hijos míos, que sus propias palabras se volverán contra ellos?
Vosotros seguid haciendo el bien a todo el que os necesite. ¿No veis, hijos míos, que se creen los más grandes y por encima de ellos hay Otro más grande? Si Dios es el Creador que ha creado al hombre, ¿cómo el hombre puede vivir sin su Creador?
Todas las cosas que el hombre hace sin Dios, hija mía, no pueden salir bien. Se creen triunfadores, pero al final Dios triunfa. No quiero, hija mía, que nada de la Tierra te angustie. ¿No ves a qué precio, hija mía, conseguirás el Paraíso?
Luz Amparo:
¡Madre mía!, hay otros lugares en este mismo pueblo, que ofrecen prados hermosos para que Tú hagas la Capilla que pides.
La Virgen:
¡No, hija mía!, yo he sido la que he escogido este lugar; este lugar me gusta, y vosotros sois los que tendréis que luchar por él. ¿Quién es el hombre para cambiar la plana de Dios? No, hija mía, si yo escojo un lugar, quiero seguir en el lugar que he escogido y, aunque el hombre cambie la plana de Dios, seguiré manifestándome en este lugar; Dios lo ha querido.
Orad, hijos míos, y haced mucho sacrificio. El mundo camina cada día hacia el abismo, la corrupción cada día es mayor; la juventud se deja cada día arrastrar más por las drogas y el alcohol, hijos míos; y los gobernantes de los pueblos hablan de paz y ellos buscan las guerras.
El mundo está en un gran peligro, hija mía; sólo Dios puede sacar al hombre del abismo donde se ha metido. Si no mira el hombre a Dios, habrá desgracias en el mundo como jamás se han conocido.
Yo estoy con vosotros, hijos míos; una madre no abandona a sus hijos.
Tú, hija mía, ayuda al necesitado y tiende la mano al afligido, y coge a todos los que te necesiten.
El Señor:
Y vosotros, todos los que peregrináis a este lugar tantos años, hijos míos, que habéis recibido tantas gracias, tenéis que ser fuertes; los hijos de Dios no se rinden, son valientes. Caminad el camino del Evangelio; es lo más hermoso, hijos míos; y seguid pidiendo por estas almas ingratas que no buscan nada más que discordias y hacer la guerra. Donde está la guerra está la tiniebla; no pueden ver porque les falta la luz. Sed valientes, y aunque los hombres se rían de mis mensajes, el día del Juicio Final rechinarán los dientes y llorarán amargamente; y no tendré oídos para escuchar ni palabras de compasión para que oigan.
La Virgen:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para la salvación de las almas... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
Hijos míos, sed firmes en vuestra fe.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.