Hemos comenzado este mes de noviembre en el que tradicionalmente rezamos, en el rosario diario de Prado Nuevo, un misterio adicional por las almas del Purgatorio. Este misterio adicional se realiza después de la Letanía a Nuestra Señora sustituyendo el Padrenuestro, Ave María y Gloria rezado el resto del año por las almas Purgantes.
El Señor nos decía en el mensaje del 4 de noviembre de 2000: “Seguid orando, hija mía. Mira cuántas almas hay, por vuestra oración, a punto de llegar al Cielo“. La Iglesia Católica nos recomienda realizar obras de misericordia tanto corporales como espirituales. Hay catorce obras de misericordia: siete corporales (Visitar a los enfermos. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar posada al peregrino. Vestir al desnudo. Visitar a los presos. Enterrar a los difuntos) y otras siete espirituales (Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que se equivoca. Perdonar al que nos ofende. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos).
Por tanto nosotros, como ellos cuando vivían, tenemos la capacidad de merecer, en este caso el poder ofrecer los sufragios que ellos necesitan y que ya no pueden hacer ningún mérito que abrevie su tiempo de purificación, por ello, la mayor y mejor limosna de Amor verdadero que puedes hacer tu y yo, es ofrecer cualquier sufragio por las almas de los fieles difuntos en su estancia en el Purgatorio, que lo abrevie en el tiempo y lo haga más llevadero.
En el antes citado mensaje de 4 de noviembre de 2000, un alma del purgatorio decía: “Gracias, gracias por tantas oraciones dedicadas a nuestras almas. Gracias porque muchas de nosotras no hemos recibido ni una sola oración de nuestros seres queridos. Hemos recibido lágrimas, pero oraciones no, y las lágrimas no nos han servido de nada.
Mira, hermana mía, qué sufrimiento tan horrible sienten nuestras almas, porque carecemos de la oración, y qué alivio sentimos cuando viene una oración a nosotros; porque el más grande tormento que hay en la Tierra es el más pequeño que sufrimos nosotros aquí. No se puede comparar los tormentos de la Tierra con los tormentos del Purgatorio; el más pequeño es más doloroso que cualquier sufrimiento de la Tierra por muy grande y muy doloroso que sea. Nuestro dolor es más grande que ningún dolor, porque deseamos ver a Dios, tenemos ansias inmensas de ver a Dios. Orad por nosotras, para que podamos ir al Creador.
Muchas estamos aquí millones de años, porque hay muy poca oración. Nuestras familias nos quieren y nos aman mucho, pero cuando dejamos de existir, sólo echan lágrimas, no hacen oración ni oyen el Santo Sacrificio de la Misa, que tiene tanto valor para nosotras. Haced sufragios por nosotras, ofrecednos oraciones, que nosotras también colaboraremos un día con vosotras, para ayudaros. Mira cuánto puede hacer una sola oración llena de caridad y de amor”. Más adelante añadía: “La caridad vale mucho para calmar nuestras penas y para llegar a la Gloria, la oración y el Santo Sacrificio de la Misa. Orad por nosotros. Gracias, otra vez“.
Que estas palabras toquen nuestro corazón y tengamos muy presentes a nuestros hermanos que nos precedieron y que ahora necesitan nuestra oración y nuestros sacrificios para poder llegar por fin a la morada definitiva, al Cielo.