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Nuestra Señora del Rosario

Rezad el santo Rosario con mucha devoción. El Rosario tiene mucho poder. Ofrécelo para salvar muchas almas. Hazlo con mucho amor. (El Señor 25/12/81)

Historia del Rosario

El nombre de “Rosario” viene de la Edad Media en la que se saludaba a la Virgen María con el título de Rosa mystica. Se adornaban sus imágenes –como ahora– con una corona o ramo de rosas (en latín medieval Rosarium). El pueblo cristiano no podía rezar los 150 salmos del oficio divino como hacían los religiosos y por ello lo sustituían con 150 Avemarías, usando para desgranarlas cuerdas con nudos separados de diez en diez.

En el año 1208 la Madre de Dios se apareció, sosteniendo un Rosario, a Santo Domingo Guzman y le enseñó a rezar el Rosario. Le dijo que propagase esta devoción y fuera utilizada como arma poderosa contra los enemigos de la Fe. También le prometió que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.

El Rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.

Más tarde a esta oración evangélica del Avemaría, recitada por la Iglesia desde sus mismos inicios, se añadió la petición por una buena muerte: ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Juan Pablo II añadió en 2002 otros 5 misterios llamados Luminosos con los que el Rosario completo consta de 200 Avemarías divididas en la contemplación de 20 misterios Evangélicos.

Arma poderosa

San Pío V instituyó la fiesta que celebramos hoy después de atribuir la victoria de Lepanto, el 7 de octubre de 1571 –con la cual desaparecieron graves amenazas para la fe de los cristianos–, a la intercesión de la Santísima Virgen, invocada en Roma y en todo el orbe cristiano por medio del Santo Rosario. Desde entonces la oración del Santo Rosario ha sido muy recomendada por los Papas.

Como aquellos cristianos que consiguieron parar la batalla de Lepanto consideremos esta oración como un arma poderosa. Para alcanzar gracias para nuestra familia, para curar enfermedades, para vencer en nuestras recias batallas en la vida interior y en definitiva para ayudar a Jesús y a su Madre en la labor de salvar a todas las almas. [1].

Se han olvidado de rezar el santo Rosario, y el santo Rosario, hijos míos, es muy importante, porque puede parar una guerra, ganar una batalla, curar enfermedades, sanar almas... Es una plegaria tan hermosa, que a Dios le gusta que se rece. Hijos míos, no dejéis de rezar un solo día el santo Rosario. Dios ha puesto a su Madre como Puerta del Cielo, como Refugio de los pecadores, Madre de los afligidos; por eso, os pido esta plegaria; es la favorita de Dios. El demonio rechaza a María, porque María es la Puerta que ha puesto Dios para entrar en el Cielo. Acudid a María, hijos míos, y Ella os llevará a Jesús”. [2]

Contemplar los misterios

A la vez que rezaban esta bella oración a la Madre de Dios, se meditaban los misterios la vida de la Virgen y del Señor. Debemos meditar con qué amor rezamos cada Avemaría y cómo contemplamos los grandes Misterios que sucedieron durante la vida terrenal de Jesús.

Las escenas que nos presenta el Rosario, divididas en cuatro grupos, nos hacen recorrer los diversos aspectos de los grandes misterios de la salvación: el de la Encarnación, el de la Redención, el de la Vida Eterna y la vida pública de Jesús.

¿Hemos intentado alguna vez desgranar su vida, día a día, en nuestras manos? [3]. No se trata únicamente de rezar Avemarías con devoción, también hemos de contemplar los misterios que se consideran en cada decena. Su meditación produce un gran bien en nuestra alma, pues nos va identificando con los sentimientos de Cristo y nos permite vivir en un clima de intensa piedad: gozamos con Cristo gozoso, nos dolemos con Cristo paciente, vivimos anticipadamente en la esperanza, en la gloria de Cristo glorificado. [4].

Así, procurando con sencillez «asomarnos» a la escena que se nos propone en cada misterio, el Rosario «es una conversación con María que, igualmente, nos conduce a la intimidad con su Hijo» [5]. La vida de Jesús, por medio de la Virgen, se hace vida también en nosotros, y aprendemos a amar más a Nuestra Madre del Cielo.

Acudid a este lugar y rezad el santo Rosario con devoción y pedid a vuestra Madre, como Madre de la Iglesia, que proteja a los hombres de este mal que les acecha. Los hombres no le dan importancia a la oración, hijos míos. Mirad a vuestro alrededor y veréis la situación del mundo: crímenes, odios, envidias, rencores... ¡Y dicen que no hace falta orar, hijos míos!”. [6]

Letanías

También se fijó el rezo de las letanías, que son un canto lleno de amor, de alabanzas a Nuestra Señora y de peticiones, y de manifestaciones de gozo y de alegría.

El origen de las letanías se remonta a los primeros siglos del cristianismo, tenían un especial carácter de invocación a la misericordia divina. Se rezaban durante la Misa y, más especialmente, en las procesiones.

Las que actualmente se rezan en el Rosario comenzaron a cantarse solemnemente en el Santuario de Loreto (de donde procede el nombre de letanía lauretana) hacia el año 1500, pero recogen una tradición antiquísima. Desde allí se extendieron a toda la Iglesia.

Cada título es una jaculatoria llena de amor que dirigimos a la Virgen y nos muestra un aspecto de la riqueza del alma de María. Estas invocaciones se agrupan según las principales verdades marianas: maternidad divina, virginidad perpetua, mediación, realeza universal y ejemplaridad y camino para todos sus hijos. Estas aclamaciones vienen expresadas en las primeras advocaciones, y son desarrolladas a continuación. Así, al invocarla como Sancta Dei Genitrix, profesamos explícitamente la maternidad; cuando la alabamos como Virgo virginum, reconocemos su virginidad perpetua, que la hace Virgen entre las vírgenes; al invocarla con el título de Mater Christi, profesamos su íntima e indisoluble unión con Cristo, verdadero Mediador y verdadero Rey, y la reconocemos, por tanto, como Reina y mediadora...

La Virgen es Madre de Dios y Madre nuestra, y es éste el título supremo con que la honramos y el fundamento de todos los demás. Por ser Madre de Cristo, Madre del Creador y del Salvador, lo es de la Iglesiade la divina gracia, es Madre purísima castísimaintactaincorruptainmaculadadigna de ser amada y de ser admirada.

En las letanías se recogen diversos aspectos de la virginidad perpetua de María: es Virgen prudentísimadigna de veneracióndigna de alabanzapoderosaclementefiel...

La Madre de Dios, Mediadora en Cristo entre Dios y los hombres, se prodiga continuamente en servicio nuestro. Nos es presentada además bajo tres bellísimos símbolos y otros aspectos de su mediación universal: la Virgen María es la nueva Arca de la alianza, la Puerta del Cielo a través de quien llegamos a Dios, es la Estrella de la mañana que nos permite siempre orientarnos en cualquier momento de la vida, Salud de los enfermosRefugio de los pecadores (¡tantas veces hemos tenido que recurrir a Ella!), Consoladora de los afligidosAuxilio de los cristianos...

María es Reina de todo lo creado, de los cielos y de la tierra, porque es Madre del Rey del universo. La universalidad de este reinado comienza en los ángeles y sigue en los santos (los del Cielo y los que en la tierra buscan la santidad): Santa María es Reina de los ángelesde los patriarcasde los profetasde los apóstolesde los mártiresde los que confiesan la fede las vírgenesde todos los santos. “Me transportó Dios mi Creador como Reina y Señora de todo el género humano, y también como Reina de todos los ejércitos celestiales. Son billones y billones de ejércitos de ángeles, hija mía. Mira, cuántos ángeles: billones y billones”. [7]

Termina con cuatro títulos de realeza: es Reina concebida sin pecado, asunta al Cielodel santísimo Rosario y de la paz.

Después de invocarla como ejemplo acabado y perfecto de todas las virtudes, sus hijos la aclamamos con estos símbolos y figuras de admirable ejemplaridad: Espejo de santidadTrono de sabiduríaCausa de nuestra alegríaVaso espiritualVaso honorableVaso insigne de devociónRosa místicaTorre de DavidTorre de marfil y Casa de oro.

Todas estas advocaciones nos hacen detenernos a meditar la enorme riqueza espiritual con la que Dios ha adornado a la Santísima Virgen María.

Jesús en el momento de la Asunción a los Cielos de su Madre le dijo: “Madre mía, ¡sube, sube!, que estamos esperando en el trono que tenemos preparado para Ti. Gracias, Madre, por haberme alimentado y criado con tu leche virginal. Serás casi igual a mí. Todos los títulos serán concedidos por las tres Divinas Personas; por el Padre, por el Hijo, que soy el Verbo». Y el Espíritu Santo le dice: «Ven, Esposa mía, amada mía, paloma mía, ven, que serás coronada y tendrás gran poder sobre el mundo y para salvar a la Humanidad. Tu planta virginal aplastará al enemigo, y serás Reina de Cielo y Tierra”. [8]

Recordemos también llevar el rosario siempre con nosotros tal y como nos recordaba la Virgen: “Llevad siempre vuestro rosario en el bolsillo, que os protegerá de muchos lobos que están al acecho para devorar a la primera presa que cojan. Han sido bendecidos para evitar las tentaciones”. [9]

Refugiaos en mi protección, que yo os protegeré.

Seréis protegidos, hijos míos, por mi Inmaculado Corazón. Yo soy Madre de la Gracia, del Amor y de la Misericordia. Id a mi Corazón, que Él os refugiará, hijos míos”. [10]

  1. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Santo Rosario, p. 9.
  2. El Señor, mensaje del 2 de septiembre de 2000.
  3. M. ESCARTÍN, Meditación del Rosario, Palabra, 3ª ed., Madrid 1971, p. 27.
  4. PABLO VI, Exhort. Apost. Marialis cultus, 2-II-1974, 46.
  5. GARRIGOU-LAGRANGE, o. c., p. 353.
  6. La Virgen, mensaje del 2 de julio de 1988.
  7. La Virgen, mensaje del 15 de agosto de 1983.
  8. El Señor, mensaje del 15 de agosto de 1986.
  9. La Virgen, mensaje del 5 de febrero de 2000.
  10. La Virgen, mensaje del 1 de junio de 1985.