Homilía en Santa Marta, 24 de mayo de 2016
La santidad no es sólamente algo que puedan alcanzar los cristianos avanzados en el estudio de la fe, sino que está en el origen y centro de la llamada de Dios, en la vida de cada uno de nosotros: “Sean santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1,16)
“La felicidad no depende de poderes sobrehumanos, sino que exige un corazón lleno de coraje, esperanza y gracia que busca la conversión de cada uno y cada día”, así lo ha expresado el Papa Francisco durante una de sus homilías celebradas en la Casa de Santa Marta.
La santidad no se puede comprar. Tampoco puede ser ganada por la fuerza humana. No, la santidad sencilla de todos los cristianos, la nuestra – aquella a la que estamos llamados todos los días, sólo puede lograrse con la ayuda de cuatro (4) elementos esenciales: valentía, esperanza, gracia y conversión.
Tomando el pasaje litúrgico de la primera carta de San Pedro (1,10-16), al que llamó “un pequeño tratado sobre la santidad,” el Santo Padre expresó que la santidad significa andar en la presencia de Dios sin reproche.
La santidad ni se compra ni se vende
La santidad es un viaje; la santidad no se puede comprar. No puede ser vendida. La santidad no puede ser regalada. La santidad es un viaje a la presencia de Dios que debo hacer: nadie más puede hacerlo en mi nombre, yo puedo orar por alguien para que sea santo, pero él es el que tiene que trabajar hacia la santidad, no yo. Caminar en la presencia de Dios, de una manera impecable.
Los 4 elementos de la Santidad
1.- La Valentía
La santidad de todos los días, también puede ser anónima. Y el primer elemento necesario para alcanzarla es la Valentía. El camino de santidad necesita valentía.
2.- La Esperanza
El Reino de los cielos de Jesús, es para aquellos que tienen la valentía de ir hacia adelante, y la valentía es generada por la esperanza, y ésta, es el segundo elemento del viaje que conduce a la santidad. La valentía que espera en un encuentro con Jesús.
3.- La Gracia
El tercer elemento de este camino hacia la santidad, aparece en las palabras de Pedro: “pongan toda su esperanza en la gracia”.
No podemos alcanzar la santidad nosotros mismos. No, es una gracia. Ser bueno, ser santo, ir dando todos los días un paso adelante en la vida cristiana es una gracia de Dios y debemos pedirla.
La valentía es un viaje; un viaje que hay que hacerlo con valor, con esperanza y con la voluntad de recibir esta gracia. Y la esperanza… la esperanza del viaje.
Les sugiero que lean ese hermoso capítulo XI de la Carta a los Hebreos que relata el viaje de nuestros antepasados, los primeros en ser llamados por Dios. Y de nuestro padre Abraham, dice: “Pero, él salió sin saber a dónde iba… pero con esperanza”.
4.- La Conversión
En la carta de Pedro, también vemos la importancia de un cuarto elemento: la conversión como un esfuerzo continuo hacia la limpieza del corazón.
La conversión todos los días no significa que uno debe vencerse a sí mismo como penitencia por haber cometido un mal: ¡No, no, no!… Son las pequeñas conversiones… Si tú eres capaz de no hablar mal de otro, estás en el camino correcto para llegar a ser santo. ¡Es tan fácil!… Yo sé que ustedes nunca hablan mal de los demás, ¿cierto?… En las pequeñas cosas… quiero criticar a un vecino, un compañero de trabajo muérdete la lengua un poco, se te hinchará algo, pero tu espíritu será más santo en este viaje.
Nada grande, mortificaciones: no, es sencillo, el camino hacia la santidad es simple, no volver atrás, siempre hacia delante, ¿cierto? con fortaleza.
(Cfr. www.pildorasdefe.net)