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Peregrinos – Apariciones del Escorial

 

 

Ya desde los primeros años, Prado Nuevo se convirtió en un centro de peregrinaciones espontáneas, atrayendo a través de los años a cientos de miles de peregrinos. Eran tan numerosos los fieles que asistían cada primer sábado de mes a Prado Nuevo y tan favorable el ambiente de devoción que se respiraba, que incluso un buen número de ellos llegaban desde el día anterior o la madrugada del sábado, desafiando el frío, la lluvia o la nieve.

En la década de los ochenta, los primeros sábados, los peregrinos alcanzaron en ocasiones la cifra de cuarenta mil personas. En los arcenes de la carretera de Valdemorillo y en las calles de la Villa Escurialense, se aglomeraban los vehículos. Por los alrededores del Prado, se contaban, a veces, más de mil vehículos, con matrículas de todas las provincias de España, y centenares de autocares, entre los cuales, no faltaban los de otros países. Asimismo, un gran número de peregrinos se acercaban caminando desde la estación del tren.

Por la veredas, muchos peregrinos avanzaban decididos, con sillas plegables, botellas de agua, rosarios, imágenes piadosas, etc. Hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos, algunos de ellos impedidos, en sillas de ruedas, con muletas, o en brazos de alguna persona. Otros se allegaban por curiosidad, pero la mayoría con gran fe, buscando el amor que la Virgen les ofrecía en este lugar.

A día de hoy, los peregrinos perseveran en su asistencia a Prado Nuevo, donde piden —como hijos— la intercesión y protección de su Madre; a veces, anhelando la curación de un ser querido gravemente enfermo, o la conversión espiritual de algún familiar alejado de Dios, o buscando gracias particulares, que les acercarán a la Iglesia y los sacramentos, a amar a Dios y al prójimo, a crecer en el amor a María, nuestra Madre. No son pocos los que, al encontrarse frente al fresno de la aparición, han experimentado una paz sobrenatural en su interior, como si se tratara de una suave caricia en el alma, regalada por la Virgen para serenar y consolar su espíritu.

A pesar de los años transcurridos, miles de personas, procedentes de diversas partes del mundo, siguen peregrinando a este lugar, especialmente los primeros sábados de mes, para elevar sus oraciones a la Madre del Señor, y recibir abundantes gracias.

Prado Nuevo es un lugar privilegiado de oración y recogimiento en el que se reciben paz, alegría y fortaleza espiritual. Muchos han visto cómo sus vidas han cambiado tras acudir a este lugar. Los frutos nacidos al pie del fresno son innumerables: miles de conversiones, con una nota común: acercamiento a la Iglesia, por parte de aquellos que se habían alejado de ella; perseverancia en la vida cristiana y sacramental; abundantes vocaciones sacerdotales, religiosas, matrimoniales; recuperación del apostolado de los laicos; e incluso, según diferentes testimonios documentados, posibles curaciones. Además, la Obra de El Escorial aprobada por la Iglesia el 14 de junio de 1994 a petición de Luz Amparo Cuevas.

Algo que no podemos olvidar es la sintonía con la Iglesia de los peregrinos que acuden a El Escorial. Hasta el presente, se han sometido en todo a las disposiciones que la Iglesia, representada en la Archidiócesis de Madrid por el Cardenal D. Antonio Mª Rouco Varela, tenga a bien disponer, porque en este lugar de gracias y bendiciones que es Prado Nuevo han aprendido a «amar a la Iglesia, amar a Dios, y a todo lo que compone el camino recto y seguro para llegar al Cielo» (La Virgen, 1-5-1999).