Descripción
A finales de octubre de 1980 comienzan las denominadas «apariciones de El Escorial» a Luz Amparo Cuevas Arteseros, una mujer sencilla y humilde, nacida en el pueblo de Pesebre, Albacete, llamada a la presencia de Dios el 17 de agosto de 2012 en El Escorial, Madrid.
Trabajaba de empleada doméstica en casa de un matrimonio con dos hijos en el municipio de San Lorenzo de El Escorial en Madrid, que recientemente se habían mudado desde la capital buscando una vida más tranquila y sencilla. Un día, estando en un pequeño cuarto de la casa en la que trabajaba, escuchó una voz clara, fuerte y amable a la vez, que se presenta como «su padre celestial», voz que más tarde ella identificaría como la de nuestro señor Jesucristo. Desde este momento, el Señor se le aparece a Luz Amparo frecuentemente, manteniendo con ella un diálogo y transmitiéndole un mensaje.
Ocho meses más tarde, el 14 de junio de 1981, en Prado Nuevo de El Escorial, finca cercana a la pequeña huerta que trabajaba el marido de Luz Amparo, la Virgen se le aparecía por vez primera sobre un fresno y pronunciaba un breve pero trascendental mensaje:
Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Esta agua curará. Todo el que venga a rezar aquí diariamente el santo rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia. Haced oración.
Desde entonces y hasta el día 4 de mayo de 2002, cuando finalizaron los denominados «mensajes públicos de las apariciones de El Escorial», tanto el Señor como la Virgen se le han aparecido frecuentemente a Luz Amparo, especialmente los primeros sábados de mes, transmitiéndole unos 380 mensajes para toda la humanidad.
El contenido de estos mensajes son de una riqueza espiritual y teológica impresionantes, y una constante y reiterada llamada a seguir el Evangelio y de acercarse a la Iglesia y a los sacramentos frecuentemente, especialmente los de la confesión y la eucaristía. Hay que valorar el hecho de que, tanto el Señor como la Virgen, nos hablen a finales del siglo XX y en pleno siglo XXI en un lenguaje claro y sencillo sin necesidad de interpretaciones.
Estos mensajes formarían parte de las llamadas «revelaciones privadas o particulares» que se muestran como un medio excelente para reavivar nuestra vida espiritual gracias a las constantes referencias al Evangelio, así como a las principales verdades de la fe católica. La dimensión profética que aparece, por otra parte, en algunos mensajes queda sometida al dictamen del tiempo y de la misma Iglesia, a cuyo juicio nos atenemos en todo momento. Queda pendiente, por tanto, el veredicto de la Iglesia respecto a estos mensajes.