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“Vas a ver, hija mía, el valor que tiene la oración”

En la  celebración del día de todos los santos queremos recurrir a uno de los muchos mensajes  recibidos en este lugar.  Para movernos a  mantener la vida orante que llevamos, y si la llama de nuestro corazón está un poco apagada,  conmover este corazón  nuestro y así avivarlo.

El Señor , el 3 de julio de 1993  nos exhorta a AMAR CON TODO NUESTRO CORAZÓN,  "y no os hundáis. Dios está por encima de los hijos de las tinieblas". Muchas personas viven con angustia estos tiempos en que hay todo tipo de problemas . También el Señor , con palabras proféticas  nos dice  "Los hijos de las tinieblas, hija mía, aparentarán ser mejor: moverán los labios, ellos mismos se creerán santos; pero no ejercitan el corazón porque están en tinieblas y no viven nada más que para sí mismos y no piensan en el flagelo de los necesitados".

Por esta razón el Señor nos viene a recordar cuál es la verdadera caridad,  el valor de la oración,  amor que lleva a Cielo. Y esta realidad que nosotros los Cristianos creemos por fe, la Iglesia Triunfante, que está continuamente intercediendo por nosotros, que peregrinamos en esta tierra.:

"Vas a ver, hija mía, el valor que tiene la oración. Mira todos los pecadores que hay en el mundo, y mira a estas almas que interceden a los santos y a los bienaventurados. Mira cómo llegan a mí los santos y bienaventurados y me dicen: «Dios eterno y Divina Majestad de Dios, nosotros, que fuimos justos en la Tierra y odiamos el pecado, y nos retiramos del mundo y lo despreciamos, siguiéndote a Ti en todo el camino del Evangelio tal como está escrito, y renunciando a las comodidades y los gustos... Todas estas almas no se atreven, por temor y respeto hacia Ti, pedirte perdón, y vienen a nosotros para que intercedamos por ellas".

Luz  Amparo continua relatando su visión:

"¡Ay, cuántas miles y miles de almas...! ¡Ay!, pero están como si estuviesen en una tierra... Parece que tienen miedo, ¡ay!, son pecadores. ¿Qué va a ser de ellos, Señor? ¡Ay! ¡Ay, todos los santos y bienaventurados llegan a Ti, Dios mío! ¡Ay!, a pedirte perdón por todas ellas; y por todos sus sacrificios y penitencias, por su ignorancia y por su desconocimiento de Ti. ¡Ay, Señor!, ¿qué va a pasar con todos ellos, Dios mío? ¡Ay, son tantos!…
El Señor levanta la mano..., y bendice a todos ellos por la intercesión de todos los santos y bienaventurados. ¡Ay!, ¿están salvos? ¡Ay!, ¿ya no se condenan? ¡Ay, ay!; ¡ay!, el Señor les dice: «Id y pagad vuestras culpas... (Lamentos de Luz Amparo). Pero no estaréis eternamente condenados, por los méritos de los bienaventurados y de los santos, y de tantas y tantas almas como rezan por los pecadores; estáis absueltos del pecado». ¡Ay, cuántas, cuántas! ¡Ay, cómo van todas en bandadas! ¡Oy, pero hay tantos aquí en este lugar! ¡Ay, Señor, mira todos los que hay en este lugar...!"
Este misterio del Amor Misericordioso de Dios que celebramos estos días, contemplando a los santos y Bienaventurados del Cielo y a las almas de nuestros hermanos que están en el Purgatorio, nos mueva a amar más a Dios, nuestro padre.
El Señor continúa:
"Todo el que interceda a mi Madre será escuchado, pues mi Madre vale más y tiene más méritos que todos los santos juntos; y si las oraciones de los santos y la intercesión de los santos es escuchada, ¿cómo no voy a escuchar el ruego de mi Madre? ¡Si somos dos Corazones unidos en uno! ¡Acudid todos a mi Madre y mi Madre os encaminará hacia el camino del Evangelio! Estos tiempos los dejo en sus manos. Ella es la Puerta del Cielo; Ella os enseñará, porque Ella fue el primer apóstol para dar testimonio de la Iglesia.
Acudamos confiadamente a María, nuestra Madre, en este mes de los difuntos, Esta Puerta del Cielo que siempre está atenta a todos los ruegos y necesidades de nosotros sus hijos.