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Volver a los orígenes. A las puertas del 40 aniversario de Prado Nuevo

Por Julia Sotillo, directora de la Comunidad Familiar de Reparadores de la Virgen de los Dolores.

Los años pasan. Las gracias continúan. La Virgen sigue cuidando de su Obra en Prado Nuevo y estamos alegres. Tal día como hoy, el 14 de junio de 1981 cambió nuestras vidas para siempre y comenzó a cambiar las de muchas personas. Jamás podíamos haber soñado tan siquiera en la posibilidad de que la Virgen nos visitase. Y, cuando lo hizo, jamás dudamos de que su mensaje debía ser comunicado a la Iglesia y al mundo.

Una vez más, la sencillez era el distintivo de la presencia de María, ahora bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores. Una vez más, el regalo de su presencia no apartaba el dolor. Una vez más, los elegidos iban a ser perseguidos. Una vez más, nada debíamos temer. Y así se lo comunicó Ella misma a Luz Amparo años después, el 13 de mayo de 1984: “Si Dios está contigo, ¿a quién puedes temer?”.

Luz Amparo Cuevas era la empleada del hogar de nuestra familia y cada día era un poco más familia. Su sencillez y su falta de oportunidades formativas nunca le impidieron luchar para sacar adelante a su familia de siete hijos y un marido enfermo. Por eso, cuando la Virgen decidió salir a su encuentro y servirse de ella para comunicar su mensaje, la acogimos y acompañamos como a una hermana. Lo era ya en la fe. Miguel, mi marido, y yo fuimos privilegiados por contemplar en primera persona todo lo que Luz Amparo vivió y sufrió. Por eso dimos, junto a Luz Amparo, el paso de constituir el primer grupo humano que comenzó a hacer realidad la llamada de la Virgen.

Una llamada que se tradujo en un mensaje. O en muchos. En total, 376, entre 1981 y 2002. Pero fue el primero el que marcó las directrices de lo que María deseaba que fuese Prado Nuevo para la Iglesia y para el mundo: “Soy la Virgen Dolorosa. Quiero que se construya en este lugar una capilla en honor a mi nombre. Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada. Si hacen lo que yo digo, habrá curaciones. Esta agua curará. Todo el que venga a rezar aquí diariamente el Santo Rosario, será bendecido por mí. Muchos serán marcados con una cruz en la frente. Haced penitencia; haced oración”.

Aquellas primeras palabras marcaron el camino de la llamada. A hacer de Prado Nuevo un lugar en el que la presencia de la Virgen tuviese la acogida más digna. A hablar de la Pasión de Jesús y a meditar sobre ella, pues fueron aquellos tres días de entrega total hasta la muerte los que cambiaron la historia en la resurrección. Y ésta es la fe que profesan mil trescientos millones de personas en el mundo. La fe de la Iglesia. Una fe que necesitan tantos como buscan. Y, en Prado Nuevo, la Virgen prometió curaciones del cuerpo y del alma. No sin antes ofrecer el sufrimiento y la oración por quienes más lo necesitan, en la Iglesia y en el mundo.

Nadie podía pensar que el camino sería fácil. La Virgen lo advirtió. La incredulidad y la acusación han sido una constante que ha acompañado la Obra. La respuesta de Luz Amparo siempre fue el silencio, la obediencia a la Iglesia y la continuidad de una labor espiritual y social a tantas y tantas personas.

Junto a la respuesta entregada de Luz Amparo, han llegado las respuestas entregadas de tantos hermanos y hermanas a hacer realidad el mensaje de la Virgen. La Asociación Pública de Fieles ‘Reparadores de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores’ fue el germen de una triple llamada: a formar comunidades familiares al más puro estilo de las primeras comunidades cristianas de Jerusalén; a formar una Comunidad Vocacional de sacerdotes diocesanos marcados por el sello de la Virgen Dolorosa, y a hacer realidad a Jesús samaritano, como Hermanas Reparadoras.

La sociedad necesita de la Iglesia para cuidar de quienes más lo necesitan y, como Iglesia, seguimos sirviendo a quienes la sociedad actual rechaza y abandona. Por eso las Casas de Amor y Misericordia cuidan de los más vulnerables; de nuestros mayores sin recursos y sin compañía. Y lo hacen devolviéndoles en sus últimos años de vida lo que, en algunos casos, lucharon por conseguir y no lograron: su dignidad.

Son ya centenares de personas ancianas las que han recibido estos cuidados. Familias, sacerdotes y consagradas muestran, a pequeña escala, la riqueza de la Iglesia y, de modo particular, el rol de los laicos o seglares en la sociedad de hoy: trabajar por el Reino de Dios. La Obra de Prado Nuevo está formada, en su inmensa mayoría, por laicos consagrados desde una vocación particular. La propia Luz Amparo fue madre de familia numerosa. Es la unión de todos en una vocación común la que sigue haciendo posible aquel mensaje de 1981. Incrédulo para unos; irritante para otros. Necesario para todos. Todo lo que anunció la Virgen se ha cumplido. Y todo lo que pidió y prometió la Virgen se cumplirá.

España y el mundo pudieron ver hace unos meses cómo la capilla provisional instalada en Prado Nuevo era demolida por decisión judicial. Quizá para muchos esas imágenes fueron motivo de escándalo. Para nosotros lo fueron de agravio a la Virgen. Nuestra sociedad ha normalizado los agravios a la fe. Sin embargo, nuestra confianza en la promesa de la Virgen es hoy más firme que nunca. Sabemos que su “jardín” acogerá una casa para sus hijos en la que podrán honrar su nombre y pedirle protección, pues Ella así lo pidió.

A las puertas del 40 aniversario de aquella tarde que lo cambió todo, solo podemos volver a los orígenes para continuar bebiendo de aquel mensaje que ha derivado en un manantial de gracias para la Iglesia y para el mundo. Un manantial que Luz Amparo Cuevas compartió con sus hermanos en la fe y con miles de peregrinos durante décadas. Un manantial que, después de su partida a la Casa del Padre, continúa impulsando su Obra. La Obra de la Virgen.