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En el puente de San Jorge

 

HISTORIA DE LAS APARICIONES DE EL ESCORIAL (3)

Continuamos en este número ofreciendo a nuestros lectores de Prado Nuevo el decurso de la infancia de Luz Amparo, marcada ya desde muy niña por la amarga dureza de la vida: una escuela natural que formaría, templaría y consolidaría su carácter para las horas difíciles y sacrificadas que la Providencia le tenía reservadas.

 

Por entonces, Amparo era una niña de corta edad, que recibía muy mal trato de su madrastra, Bárbara. Por eso, algunas veces escapaba con su hermana desde La Hoz hasta Pesebre, la aldea donde había nacido. Allí, vivía su tía Josefina, en cuyo hogar encontraba refugio y cariño. Durante una de estas escapadas en pleno invierno, en ese trayecto de varios kilómetros y debido al intenso frío, perdió el conocimiento y cayó en la nieve sin sentido. Unos arrieros que por allí pasaban la encontraron tendida en el suelo a punto de morir congelada. Gracias a la diligencia de estos hombres del campo, la niña pudo ser reanimada. Cuando fue llevada a La Hoz, su madrastra la castigó duramente recluyéndola en un pequeño y oscuro cuarto, y limitando su comida diaria a una pequeña porción de harina y un poco de agua. Tras hacerla permanecer en esa total oscuridad durante días, cuando fue liberada de allí, sus limpios ojos necesitaron de un tiempo de adaptación para poder contemplar de nuevo la luz del día.

Jacinto, su padre, que por su trabajo pasaba días enteros sin ver a sus hijas, cuando se enteró de las vejaciones de las que eran objeto, sufrió mucho. Ante las graves dificultades para una pacífica convivencia familiar, el bueno de Jacinto saca a sus hijas de ese ambiente enrarecido. Consigue colocar a su hija mayor, Carmen, al servicio de unos señores dueños de un cortijo, mientras que se lleva con él a la pequeña Amparo a Arguisuelas, un pueblo de Cuenca, donde ha encontrado trabajo de guarda y listero en las obras del puente de san Jorge.

3-Puente

Puente de San Jorge en Arguisuelas (Cuenca)

La canción “En el puente de san Jorge”, dedicada por las hermanas reparadoras a su Fundadora, recoge algunos hechos históricos que sucedieron en ese tiempo a Amparo:

“Como cada día, su padre se marchaba de listero al puente, y de noche lo guardaba. Ella se quedaba sola acostada en una piedra; desde la casa pequeña, escuchaba los aullidos de las fieras. Y la Virgen le arropaba cantándole cosas bellas…”.

Durante las noches, la pequeña Amparo llora su soledad e infortunio. Una y otra vez, se acuerda de su madre, María Dolores, a quien no conoció en la Tierra, pero a la que cree en el Cielo. Y ruega a la Virgen, a quien tanto ama, que por bondad la lleve con ella: “Madrecita del Cielo, yo quisiera ver ya a mi madre de la Tierra. ¡Llévame a donde esté!”. La Madre de Dios la escucha, sin duda, pero no lo hace. Muchos años después, cuando Amparo recibiera las comunicaciones celestiales, tendrá la dicha de contemplar a su querida madre, María Dolores, en el Cielo. Fue durante el mensaje del 13 de noviembre de 1981, cuando la Virgen se la mostró y le dijo: “…estarás contenta, hija mía, del premio que te he dado de ver a tu madre terrena; está gloriosa en el Cielo gracias a tus oraciones. Sí, hija mía, sigue con humildad, sigue obedeciendo para que llegue ese día glorioso y te juntes con ella”.

Arroyo de Arguisuelas

Continuando el relato…, como Bárbara va a tener un nuevo hijo, acude al puente de san Jorge, para reunirse con su marido, Jacinto. Cuando da a luz, manda a la pequeña Amparo al río, sin jabón, para lavar los pañales del recién nacido. Uno de los días, sucedió un hecho extraordinario que las hermanas reparadoras recogen en la canción antes referida:

“En el arroyo, aquel día sufre la niña llorando: ¿cómo lavar los pañales si no tengo jabón ni encuentro greda? Y se acercó una Señora con manto negro y voz dulce: –Pequeña, ¿por qué lloras?–. –Me pegará mi madrastra si no lavo–. Y la Virgen se arrodilla con un trozo de jabón a lavar, junto a la niña, los pañales que allí vio. Y le dijo la Señora: –No te pegarán ahora–. Y de vuelta a su casa, ya su padre estaba allí”.

 

3-bordado

Cuadro con el bordado de Luz Amparo a los 6 años de edad

Jacinto termina aquel trabajo. El matrimonio, junto a Luz Amparo y a su nuevo hijo, se van a vivir a otro campo de Albacete, donde permanecen un tiempo entre apuros y estrecheces. En esa casa, Amparo tiene que compartir con su hermanito una alacena que les sirve a los dos de “dormitorio”, y donde la niña ni puede estirar las piernas. A causa de estos apuros, al poco, Jacinto la encomienda a una familia de Valencia con quien pasa otra temporada. Después, con no poco dolor, la tendrá que dejar interna en una institución gratuita de Alicante que recoge niños desamparados. Allí estará un año. Durante este tiempo, la despierta niña, fijándose en cómo las religiosas de esa institución alicantina bordan, sin que nadie la enseñe, pronto aprende a coser y hace sus primeras labores. Como recuerdo, todavía hoy se conservan, en una de las casas de la Fundación “Virgen de los Dolores”, unos muestrarios enmarcados con diferentes bordados que la pequeña Amparo realizó con apenas seis años.

 

(Revista Prado Nuevo nº 4. Historia de las Apariciones)

 

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