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Del día de las madres …

 
 

“Hijos míos, hoy es el día de todas las madres; vengo a felicitaros, hijas mías, porque sois madres y os preocupáis de vuestros hijos. Pero bienaventuradas aquellas madres que no se preocupan sólo del cuerpo, que se preocupan del alma, hijos míos. También yo soy Madre, por eso he venido a felicitaros. Yo soy Madre de toda la Humanidad”. (La Virgen,  6 de mayo de 1984)

En este mes de mayo ofrecemos para la reflexión el tema de “las madres”. La Virgen llama “bienaventuradas” a aquellas madres que también se preocupan por el alma de sus hijos y las felicita con gran afecto. ¡Cuánta alegría deben sentir las madres –y los padres, pero hoy les toca a ellas– cuando todos sus desvelos tienen esta recompensa de la “Madre de las madres”!

En otro pasaje de este mensaje, con palabras muy sencillas, enseña cómo se debe educar a los niños, desde que son pequeñitos, igual que un arbolito, que una plantita.

“Rezad, hijos míos, rezad el santo Rosario; me agrada tanto esta plegaria, hijos míos... ¡Cuántas madres, hijos míos, os preocupáis sólo del cuerpo de vuestros hijos! Educadlos en la doctrina de Cristo, hijas mías, vosotras vais a ser responsables cuando os presentéis ante el Padre, hijas mías; por eso os pido: educad a vuestros hijos, pero educadlos desde niños, porque el árbol se le educa desde pequeño, como a un niño, hija mía; se le cuida, se le riega para que crezca y dé buen fruto. Eso os pido, hijos míos: que criéis a vuestros hijos en el santo temor de Dios.” (La Virgen,  6 de mayo de 1984)

¡Qué belleza, qué sencillez! …. cuidar, regar, crecer … hasta que se vea el fruto. Unas veces costará más trabajo verlo pero, si “la siembra” está bien hecha, antes o después, el fruto llegará.

La Virgen sabe lo que cuesta la educación, los sufrimientos y los gozos que conlleva. Sabe que las madres, muchas veces, son “esclavas” de sus hijos. Esclava de amor, por amor a ellos. También advierte a aquellas madres que no tienen esa dedicación, esa entrega a su “vocación” de madres.

"¿Cómo este día, hijos míos, podía faltar vuestra Madre para felicitar a esas madres que son esclavas de sus hijos? Pero aquellas madres que por sus diversiones no se preocupan de sus hijos, que no hacen nada más que coquetear y gastarse lo que Dios les ha dado...” (La Virgen,  6 de mayo de 1984)

En otro mensaje encontramos una escena preciosa donde se entiende “el poder de intercesión” de las buenas madres. Se comenta por sí sola. Felicidades a todas las madres.

 

Luz Amparo:

¡Ay, viene la Virgen llena de luz!, ¡ay! ¡Ay, qué manto tan bonito!, resplandeciente, pero su cara triste, porque ve tantos y tantos pecados como hay en la Humanidad. ¡Ay!, se acerca a su Hijo y el Hijo le dice...

El Señor:

¿Qué quieres ahora, Madre mía?

Luz Amparo:

¡Ay!, la Virgen llena de dulzura, con su cara y los ojos llenos de lágrimas se arrodilla ante el Hijo y le dice...

La Virgen:

¡Hijo mío, ten compasión de todos estos hijos, porque sus madres han derramado caudales de lágrimas de dolor por ellos! ¡El amor de la madre, hijos míos!... (Luz Amparo manifiesta un gran gozo).

Mira, Hijo mío, el amor en los corazones de las madres, cómo interceden por sus hijos. Y esas lágrimas las traigo aquí; ¡cuántas lágrimas traigo de todas esas madres, Hijo mío! ¡Ten compasión de sus hijos; ellas se han sacrificado y se han inmolado orando por todos ellos!

Luz Amparo:

¡Ay! ¡Ay, qué grandeza, Dios mío! ¡Ay!, el Hijo levanta a la Madre y con palabras fuertes dice...

El Señor:

¡Levantaos todos! Todos sois perdonados por el amor y las lágrimas de vuestras madres. Pecadores habéis sido, pero vuestras madres han sido mártires del sacrificio y la oración por vosotros. ¿Cómo puede un Dios de amor y misericordia dejar esas lágrimas dolorosas de las madres; y cómo puede olvidar las oraciones que salen de lo más profundo de sus corazones? Levantaos y volad a otra tierra. Tendréis que purgar también vuestros pecados, pero no estaréis eternamente sin ver la presencia de la Divina Majestad de Dios.

Luz Amparo:

¡Ay, qué alegrías y qué gritos todos!; todos gritan con gritos de alegría. ¡Ay, cómo suben todos hacia otro lugar! ¡Todos están salvos!" (Del 3 de julio de 1993)

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