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Detalles conmovedores de las experiencias sobrenaturales de Luz Amparo

Ofrecemos varios testimonios en boca de la misma Luz Amparo, que nos detalla con sencillez y trasparencia cómo recibía ella los estigmas, o cómo eran los instantes previos a la aparición de la Virgen; explica la misma visión con la deslumbradora belleza que la envuelve, así como otras experiencias sobrenaturales, que nos hacen adentrarnos un poco en esas maravillas que nos esperan en otra dimensión: la de la vida eterna, donde «como está escrito: ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Co 2, 9).

Experiencia de los estigmas

Con naturalidad y palabras sencillas, Amparo trata de explicar la sensación dolorosa que sufre cuando recibe los estigmas:

«Al comenzar los dolores —recuerda— veo un rayo de luz que viene hacia mí. Así sucede siempre que va a empezar la Pasión. Luego vienen los dolores, que son muy intensos, pero no tengo despecho en ello, sino que siento una gran paz y felicidad interiores». Al entrar en éxtasis y durante el transcurso de la crucifixión, Amparo ve a Jesucristo padeciendo y suspendido: «A un lado de la cruz, veo a la Virgen vestida de negro; sobre su cabeza cubierta lleva también, por debajo del manto, un velo de gasa blanca ligeramente echado sobre el hombro derecho y que le pasa por delante del cuello…» (1).

Instantes previos a la aparición

No sabe cuándo se va a producir la aparición, pero al acercarse el momento «esto es lo que me sucede siempre», dice Luz Amparo:

«Comienzo por ver una nube de colores que se acerca desde la parte del Sol…». Durante este primer instante de la visión, Amparo confiesa que todavía es consciente de sí misma, ve con unos ojos que aún no han entrado en éxtasis. «Después —prosigue—, veo que unos rayos de luz inundan mi interior y siento con ello una gran alegría; enseguida noto que algo sale de mí y que ya no soy dueña de mi persona. En ese momento —puntualiza Amparo—, no sé dónde me encuentro. Inmediatamente veo cómo una especie de arco iris, que tiene más colores que el que se me muestra en la naturaleza y cuyos tonos no son de este mundo, que abre un camino desde el Sol: al irse ensanchando poco a poco ese camino, veo que se acercan muchos ángeles, millares de ellos, y en el centro, viene la Virgen, que brilla como ningún otro ser espiritual, esparciendo la luz más bella y poderosa, entre otros muchos rayos que la envuelven».

Distintas experiencias sobrenaturales

Y así, cuando la Virgen se sitúa frente a Amparo, comienza el mensaje, que en no pocas ocasiones es transmitido en paralelo con otra suerte de experiencias, como las visiones del Paraíso, del Infierno, del Cielo, del Purgatorio o de otros misterios velados para la inmensa mayoría de los hombres, como el descubrimiento de ciertos pasajes desconocidos de la vida de Jesús o de María, o el desvelamiento de la creación o la incógnita del inconmensurable universo.

El final de este estado extraordinario, sobrenatural, que Amparo vive, viene pronto; media hora, una hora, algo menos, algo más, enseguida recupera la normalidad (2) : «Al retornar a mí —asegura— lo que antes salió de mí, me voy recobrando; siento un gran frío y una gran pena al comprobar que sigo encontrándome en este mundo».

Llama la atención la siguiente experiencia vivida por Amparo y contemplada por el gentío, cuando ella misma pudo tocar las lágrimas de la Virgen durante la visión del 15 de septiembre de 1983: «Yo también lloro, hija mía; toca las lágrimas... Enséñalas; mirad, las lágrimas de vuestra Madre, hijos míos... (Después de realizar lo que le pide la Virgen, muchos de los presentes pueden apreciar los dedos de Luz Amparo húmedos y brillantes). Estas lágrimas, hija mía, estas lágrimas las derrama diariamente vuestra Madre por todos los pecadores, hija mía; por todos, sin distinción de razas, hijos míos».

Otros misterios

También, de vez en cuando, Amparo ha podido tocar el pie de la Virgen o quitar espinas de su Corazón: «La vi posarse en el árbol la primera vez, pero luego para mí desaparece el árbol; yo no veo la fuente, ni el árbol, ni nada. No puedo calcular la distancia. La veo muy cerca, no la veo lejos, porque yo veo los movimientos lo mismo que como una persona, no como una silueta ni nada de eso, es una persona que se mueve; yo la he besado los pies en otras ocasiones y estaban fríos, completamente fríos» (3) (Neftalí Hernández, Prado Nuevo. Treinta años de historia en la pluma de un testigo directo [Madrid, 2014] pp. 92-93)

  • 1. Esta descripción de Luz Amparo nos trae la imagen de la Virgen Dolorosa pintada por Elvira Soriano (†), quien la inmortalizó en su famoso cuadro siguiendo las indicaciones de la vidente, tal como ésta la contempló, en diferentes ocasiones, desde aquel 14 de junio de 1981.
  • 2. En la etapa final de sus visiones, según testigos presenciales, se recuperaba con más rapidez —tan solo unos instantes— de los éxtasis; quizás por tener más «asimiladas», al cabo de los años, esas experiencias sobrenaturales.
  • 3. En algunos éxtasis, le es permitido a Luz Amparo besar los pies de Jesús y de María y tocarlos; en este contacto misterioso, percibe una frialdad «como la del mármol», según la comparación que ella misma utilizaba, o como dice en este testimonio: «...fríos, completamente fríos». Y explicaba que los cuerpos resucitados no necesitan el calor para mantener la vida, como sucede con el cuerpo biológico en la Tierra, el cual es alimentado y mantiene la temperatura con la circulación sanguínea. Ésta es la sencilla explicación ofrecida por la vidente; en cualquier caso, nos encontramos ante un misterio que nos supera como tantos otros.