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¿Existen los milagros?

Entrevista con Raffaello Cortesini, ex-presidente de la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos

El Dr. Raffaello Cortesini fue Presidente de la «Consulta Médica» que dictamina sobre la autenticidad de los milagros presentados, para las beatificaciones y canonizaciones, a la Congregación para las Causas de los Santos. Fue Catedrático y Director del Departamento de Cirugía de la Universidad de Roma «La Sapienza», doctor «honoris causa» por muchas universidades de todo el mundo, y un larguísimo etcétera.

Jesús concede la vista al ciego de Jericó (cf Mc 10, 46-52).

A veces, se tiene la impresión de que los milagros fueran cosa de otros tiempos: de la época evangélica, o de siglos remotos en los que la Historia se desdibuja con la leyenda piadosa. Pero el Dr. Cortesini es testigo de que los milagros siguen ocurriendo, de modo abundante y comprobado, también en nuestros días.

Todos los años, el Papa eleva a la gloria de los altares, beatificándolos, a un buen número de personas; e incluye en el catálogo de los Santos —canonización— a bastantes Beatos. En la base de estas proclamaciones hay unos largos procesos, entre cuyos elementos figura —salvo para la beatificación de los mártires— la demostración de al menos un milagro operado por la intercesión del Siervo de Dios o del Beato.

Esto significa que, cada año, la Iglesia reconoce la veracidad de aproximadamente una docena de milagros irrefutables. Cabe suponer que esos casos, comprobados rigurosamente, serán sólo la punta del iceberg y que se dan muchos otros hechos sobrenaturales —no catalogados—, realizados espontáneamente por Dios, o como respuesta a las oraciones dirigidas a Él: de modo inmediato o por intercesión de la Santísima Virgen y de santos (ya canonizados, o no).

—¿En qué consiste la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos?

Raffaello Cortesini: se trata de un organismo, formado por más de cincuenta médicos, que tiene por cometido estudiar las curaciones supuestamente milagrosas y definir cuáles de ellas son científicamente inexplicables (de forma que puedan ser calificadas como «milagros» por los teólogos de la Congregación, por los Cardenales y, en último término, por el Santo Padre).

—¿Intervienen también para otros posibles milagros —apariciones, santuarios, etc.—, aparte de las Causas de los Santos?

R.C: La Consulta está constituida para las Causas de los Santos. Pero nada impide que la Santa Sede pueda pedir un dictamen científico-médico para otros asuntos.

Jesús resucita a la hija de Jairo (cf. Mc 5, 21 ss).

Médicos especialistas

—¿Cuántos miembros componen la Consulta y cuál es su perfil?

R.C: Hay más de cincuenta miembros, nombrados por el Cardenal Prefecto, atendiendo diversos criterios: se trata de cubrir el abanico de las distintas especialidades médicas. La mayoría son catedráticos universitarios o jefes de departamento en hospitales. Todos ellos son católicos.

—¿Intervienen todos en todos los casos?

R.C: Para estudiar cada caso, se determina entre los miembros un equipo de cinco médicos. Si sucede que falta algún especialista en la materia concreta, se puede nombrar alguno que no pertenezca a la Consulta.

—¿Actúan alguna vez no católicos?

R.C: La Consulta es un organismo técnico y que dictamina sobre cuestiones científicas. Por eso, cuando hace falta, se convocan especialistas de cualquier parte del mundo —también no católicos— para que intervengan como expertos. Su función es de pericia: el dictamen final, escuchados esos consejos, corresponde a los miembros de la Consulta. Como es lógico, en muchos expedientes hay testimonios de no católicos: por ejemplo, de médicos que atendieron al «curado». En todo caso, precisamente su condición de católicos hace a los miembros de la Consulta especialmente rigurosos: no pueden permitirse el lujo de comprometer alegremente la credibilidad de la Iglesia.

 

Curación instantánea, completa y duradera

—¿Qué requisitos exigen ustedes para considerar milagrosa una curación?

R.C: Los requisitos imprescindibles son cuatro: 1) que sea instantánea; 2) que sea completa; 3) que sea duradera y 4) que sea científicamente inexplicable.

—¿Qué significa cada una de esas características?

R.C: «Instantánea» significa que se haya realizado en pocos minutos o, como mucho, en unas horas. «Completa» significa la vuelta a una situación de plena normalidad del organismo (normalidad comprobada por todos los medios de exploración necesarios). «Duradera» significa que se trate de una curación permanente durante muchos años; así, en los casos de curación de cáncer se exigen por lo menos diez años de curación permanente.

—¿Qué garantías existen sobre la veracidad de la documentación que estudian ustedes?

R.C: Toda la documentación —y se trata de expedientes voluminosos: testimonios, historiales clínicos, análisis, radiografías, TAC, RMT, etc.— viene certificada por las autoridades eclesiásticas; tanto de las diócesis donde se ha instruido el proceso, como de la Congregación para las Causas de los Santos. En algunos casos, cuando parece necesario, uno o más expertos de la Consulta examinan a la persona curada; y a menudo también suele pedirse documentación complementaria.

En la película «El milagro de Carintia» se cuenta el caso de un supuesto milagro semejante a los citados en la entrevista.

Científicamente inexplicable

—Suele hablarse de cánceres que se curan espontáneamente y es frecuente leer informaciones sobre fenómenos parapsicológicos… ¿No pueden darse casos en que una curación sea debida a causas simplemente naturales, pero desconocidas?

R.C: Podrían darse. Pero estos casos dudosos jamás son aceptados por la Consulta Médica, que precisamente tiene la función de emitir un dictamen científico. Algunos factores, como la instantaneidad, garantizan que una curación nunca podrá explicarse científicamente.

—Perdóneme que insista en lo mismo. ¿No cabe que el estado actual de la ciencia considere inexplicables algunas curaciones que, con el paso del tiempo, lleguen a explicarse científicamente?

R.C: Como le digo, la tarea de la Consulta es, precisamente, la de analizar esas posibilidades que usted señala. Ante todo, para juzgar un caso como científicamente inexplicable se toma en consideración siempre el elemento «objetivo»: por ejemplo, la regeneración de unos tejidos quemados. No basta la desaparición portentosa de unos dolores o de otros elementos subjetivos. Y se considera la «inexplicabilidad», digamos, quoad modum (en cuanto al modo de producirse) de la curación, eliminando todos los elementos que, en el futuro, podrían verse modificados por un progreso científico. En este sentido, por ejemplo, se considera determinante la instantaneidad de una curación, de forma que sea tan extraordinaria que se dé la certeza de que nunca pueda llegar a explicarse científicamente. Si cabe decirlo así, no basta con que no nos expliquemos una curación; sino que debe demostrarse positivamente que es inexplicable.

—¿Cuáles suelen ser los motivos más frecuentes por los que se desestiman presuntos milagros?

R.C: El motivo principal es que se pueda explicar la curación como un fenómeno naturalmente posible. Esto también ocurre, por ejemplo, cuando la documentación del caso es insuficiente para certificarlo como inexplicable. Como es lógico, eso no excluye que pueda tratarse de un verdadero milagro: significa, simplemente, que nosotros no lo dictaminamos como tal.

—¿Han debido rectificar alguna de sus propias sentencias; es decir, negar la condición milagrosa de un caso que hubieran aprobado?

R.C: No. Eso no ha sucedido nunca. Como acabo de indicar, no me extrañaría nada que —a la inversa— hubiese auténticos milagros que se hayan rechazado, por no estar suficientemente documentados o por otras razones análogas. Por otro lado, pienso que existen muchos milagros que no llegan a la Consulta, que tiene una función muy concreta (de cara a las beatificaciones y canonizaciones); y también hay muchísimos «favores» otorgados por intercesión de la Virgen, o de los bienaventurados que, suponiendo una intervención extraordinaria de Dios, no se ajustan a los requisitos que nosotros exigimos. A fin de cuentas, Dios no tiene por qué ajustarse a nuestras «normas» procesales.

En el film «El milagro de Carintia» se cuenta el caso de un supuesto milagro semejante a los citados en la entrevista

No recibimos presiones

—¿Las sentencias se toman por unanimidad o por mayoría?

R.C: Por mayoría, aunque muy a menudo son unánimes. Si alguno de los miembros no está de acuerdo con la mayoría, debe redactar un voto particular exponiendo sus razones. De todas maneras, esto suele ocurrir sobre todo cuando alguno considera que debería aprobarse un caso rechazado por la mayoría.

—¿Reciben ustedes, a veces, presiones de la Congregación o de otras jerarquías eclesiásticas para que sean «benévolos» en su dictamen?

R.C: Nunca recibimos presiones de ningún tipo. Quizá pueda darse que el Postulador de una Causa manifieste su deseo de que prospere un caso. Pero resulta muy fácil hacerle notar que, si Dios Nuestro Señor desea la glorificación de un Siervo de Dios o la canonización de un Beato, no tiene la menor dificultad en intervenir de un modo incuestionablemente milagroso. El hecho, volviendo a su pregunta, es que nosotros trabajamos con absoluta libertad dentro de los criterios que le he señalado. Y examinamos cada caso «en conciencia».

Unos doce milagros cada año

—¿Cuántos casos de milagros vienen a entrar anualmente en la Consulta?

R.C: Unos veinte o veinticinco cada año.

—¿Existe algún «tipo» más habitual o frecuente?

R.C: La verdad es que no. Suelen ser casos muy distintos los unos de los otros.

—¿Y qué porcentaje de ellos suelen ser sentenciados como verdaderos milagros?

R.C: Pongamos entre un cincuenta o sesenta por ciento.

—¿Según eso, ¿cuantos milagros ha comprobado usted?

R.C: Más de cien.

—¿Alguno particularmente espectacular?

R.C: Todos los milagros son espectaculares. Pero, ya que se trata de una entrevista periodística, le diré que hemos comprobado numerosos casos de paro cardíaco prolongado (por ejemplo, personas ahogadas que han permanecido largo tiempo debajo del agua): paros hasta de dos horas, con recuperación de la vida cuando se recurre al intercesor celestial.

—Esa familiaridad con lo sobrenatural, ¿ayuda a la fe? ¿Qué valor apologético tiene?

R.C: Todos los que viven de cerca —parientes, testigos, etc.— un milagro suelen experimentar un incremento en su fe. Como usted puede fácilmente suponer, la figura misma de un «curado» constituye un testimonio impresionante. Su pregunta, de todas maneras, se sale de mi competencia médica. Pero, como creyente, le diré que, frente al milagro, hay todo tipo de reacciones, como leemos en los Evangelios: ya en ellos se ven personas que creen y otras cuyo corazón se endurece ante lo sobrenatural, ante la presencia de Dios. Pienso que el milagro pone de manifiesto la voluntad que Dios tiene de mostrar, de hacer patente, su presencia entre los hombres; por eso, entre los signos de los tiempos, de los tiempos de hoy, figuran esos elementos maravillosos. Dios se muestra también —digamos— por la intervención de los intercesores, el principal de todos la Virgen María; por eso es el nuestro un tiempo de tantos prodigios maternales marianos.

(G. Bessa, PALABRA, oct-95)

 

(Revista Prado Nuevo nº 22. Artículo)

 

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