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Testimonio Madalena Fragoso

Me llamo Mª Madalena de Ntra. Sra. del Rosario. Soy Reparadora de la Virgen de los Dolores. He nacido en una familia por lo cual debo dar gracias al Señor todos los días y que amo con todo mi corazón.

En abril de 2006, vine a Prado Nuevo en El Escorial, con mis padres y mis hermanos, siete en total. En esta peregrinación, tuvimos la gracia de hablar juntos con Luz Amparo Cuevas; además, visitar el Prado, recibir bendiciones y todo lo que viví en esta peregrinación, cambió mi vida.

Quería corresponder a los pedidos de la Virgen, sentía que tenía que hacer algo. María Santísima y Nuestro Señor Jesucristo se han manifestado en este lugar para salvarnos; era urgente para mí corresponder a esta llamada del Cielo.

Dice la Virgen María en un mensaje: “El mundo está en un caos terrible, que sólo acudiendo a mi Inmaculado Corazón el mundo podrá cambiar”. Con la gracia de Dios, y el ánimo de consolar a Ntra. Señora, empecé a rezar el Rosario todos los días. Nuestra Madre del Cielo, que siempre ha estado muy presente  en mi casa, se tornó como una compañía para mí. Hice mis estudios en los salesianos; por eso, María Auxiliadora formaba parte de mi vida, aunque el amor a nuestra Madre ha ido creciendo.

El Señor iba tocando mi corazón con cosas pequeñas, pero que llegan al alma por el amor que nos traen. La Virgen María, con su dulzura, me ha ido conquistando con la sonrisa pura de los niños que cuidé en vacaciones, con la sinceridad de las amistades en Cristo, con la unión que se creaba en las peregrinaciones camino de Fátima, con las melodías armoniosas para el Señor en la Misa o en momentos de oración, con la consagración a Nuestro Señor, con las peregrinaciones a Prado Nuevo tan espirituales y profundas, las conversaciones con mi familia sobre estas  cosas…

Conocer y meditar los mensajes de la Virgen Dolorosa es, sin duda, profundizar la verdad del Evangelio. Los mensajes son fuertes, pero hay que ser valiente y enfrentar la realidad. El Cielo no nos pide grandes hechos, sino empezar cada nuevo día y hacer pequeñas cosas con amor. Viví como en una concha por mi ambiente familiar, que me iba encaminando hasta donde he llegado. Alrededor, un mundo distinto de mi casa, olvidado de lo esencial: Dios. Por circunstancias de la vida, pasé por la enfermedad, lo que me llevó a estar más a solas con el Señor y lejos de tentaciones. Mi intimidad con Él en la oración y mis ansias de amor movían mi corazón y me hacían seguir adelante.

Como bendición del Cielo, mi hermano mayor ingresó primero en esta Obra de Dios y es Reparador de la Virgen Dolorosa. A partir de entonces, toda la familia empezamos a venir a El Escorial todos los primeros sábados de mes, desde Portugal (donde he nacido).

El día 1 de Octubre de 2011, 5 años después, volví a hablar con nuestra querida Luz Amparo, que me animó con su sabiduría divina. Me dijo que con Cristo somos felices en la Tierra, a pesar de los pequeños sacrificios que hagamos, pero luego en el Cielo por toda la eternidad.

Desde el día de Ntra. Sra. del Rosario, 7 de Octubre 2012, soy Reparadora de la Virgen de los Dolores, por la gracia de Dios. Soy muy feliz en el lugar que Dios ha elegido para mí, con los abuelitos  con quienes me perfecciono en el camino de la santidad, con las hermanas con las que vivo, incluida  mi querida hermana de sangre, María, que ha entrado un año después de mí siguiendo el mismo camino. Aquí, aprendemos diariamente el camino sencillo, pero entregado, donde procuro imitar a Ntra. Sra., la Virgen.

Jesucristo muere por nosotros cada día, se da totalmente a cada uno, sufre por nuestros pecados. Él es la Fuente inagotable del Amor, nos enseña a vivir y a soportar el dolor, con paciencia, para luego ganar la corona de la vida eterna. “En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía” (Jn 13, 16).

Rezo para que seamos un solo cuerpo místico en el Amor, con María para Jesús.

“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre” (Mt 7, 7-8).

 

 

(Revista Prado Nuevo nº 23. Testimonios)

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