«Sintió como si algo dentro de ella se desplomase bruscamente desde la cabeza a los pies»
La primera vez que Sonia Mª López Pastor acudió a Prado Nuevo tenía tan solo 10 años.
Acompañada de sus padres, presenció ya entonces la llamada “danza del sol”. Semejante gracia no sirvió, en cambio, para hacerla regresar allí en los meses siguientes.
“Cuando dijo la Stma. Virgen —advierte Sonia— que muchos verían, pero luego no darían la cara, eso mismo hicimos nosotros durante algún tiempo”.
Con casi 19 años, el Señor le hizo sentir su vocación religiosa, pero ella se aferró a mil excusas para posponer la llamada. Hasta que meses después, regresó a Prado Nuevo impulsada por una extraña fuerza interior.
Mientras rezaba el Rosario, mirando al suelo, sintió como si algo dentro de ella se desplomase bruscamente desde la cabeza a los pies.
“Me noté —explica— muy pequeña y ligera, como si apenas pesase, y eso me inclinó a mirar el cielo. Vi entonces dos soles, sin sentir la menor molestia en los ojos. De repente, el Sol situado a la izquierda empezó a moverse y distinguí la imagen de la Santísima Virgen. Poco después, bajé la cabeza y cerré los ojos pidiendo perdón a Dios. Pero el Señor quiso que volviese a mirar hacia arriba y esta vez vi, de perfil, la imagen de la Stma. Virgen de un color rojo muy llamativo y hermoso, lleno de resplandor; iba con un manto largo y un Rosario”.
Tras semejante experiencia, Sonia empezó a frecuentar Prado Nuevo, pero siguió resistiéndose a la llamada del Señor. Empezó incluso a salir con un apuesto muchacho, ingeniero y gran devoto de la Virgen de los Dolores, con quien acudió a Prado Nuevo el primer sábado de marzo de 1995. Ella había pedido al Señor que le permitiese hablar con Luz Amparo aquel día, pues no era feliz, pese a no tener motivo en apariencia.
Cuando todo el mundo se dispuso a recibir a la imagen de la Virgen, a su llegada en procesión desde el Prado, Luz Amparo se giró para sonreírle y clavó enseguida su mirada en Sonia, que instintivamente se soltó de la mano de su novio.
“En ese instante —recuerda Sonia—, advertí que una fuerza me separaba de mi novio, desde la cabeza hasta los pies. Me vi sucia, incómoda conmigo misma, pese a que se había confesado y comulgado poco antes. Sentí cómo la Virgen me preguntaba: «¿Quieres purificarte, hija mía? ¿Te gustaría verte limpia?». Asentí sin vacilar. De inmediato, sentí una punzada muy fuerte en el corazón, seguida de una felicidad indescriptible. ¡Fue tan maravilloso!”.
El 24 de junio del mismo año, Sonia se entrevistó por fin con Luz Amparo. Nada más verla, la vidente le dijo si recordaba cómo la había mirado fijamente tres meses antes. Sonia, naturalmente, asintió. Entonces, Luz Amparo añadió: “Pues nada, hija mía, que eres un alma de Dios. Te quiere para Él. ¿Acaso no te ha dado ya alguna señal?”.
Días después, la madre del novio fue a ver a Luz Amparo y ésta le confirmó que el Señor le había permitido vislumbrar en marzo la vocación de Sonia para la vida contemplativa.
En el mes de julio, la propia madre superiora de las carmelitas descalzas de Alcalá de Henares confirmó a Sonia, durante la visita al convento, que Luz Amparo había visto también que debía ingresar en aquella orden religiosa. Eso mismo hizo Sonia el 13 de agosto de 1995.
“Ruego humildemente —concluye ella misma— a quien lea este testimonio que, por favor, pida a la Santísima Virgen por mi perseverancia y por la de todas aquellas personas que han emprendido, como yo, un nuevo camino, para que no sea una de esas almas consagradas que tanto ofenden al Señor y a su Santísima Madre”.²
(Revista Prado Nuevo nº 18. Testimonios)