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Apostolado de la Obra Virgen de los Dolores

 

Y volvemos a salir para dar testimonio

Desde los años 80, a demanda de los grupos de peregrinos procedentes de distintas provincias españolas, de Portugal y Francia, Luz Amparo viajaba a diferentes destinos, para hablar de Dios y de la Virgen, recorriendo pueblos y ciudades. Hubo épocas en que pasaba días y días en la carretera. Teatros, centros culturales o parroquiales, auditorios y hasta polideportivos, eran improvisados lugares de reuniones, escenario de encuentros con los peregrinos de Prado Nuevo y quienes acudían por simple curiosidad. Solían iniciarse estos apostolados con una presentación general de los hechos de Prado Nuevo, que solía realizar Julián Argüello, uno o dos testimonios vocacionales —bien de algún matrimonio o de alguna persona joven— y un tercer bloque donde intervenía Amparo Cuevas y desarrollaba interesantes contenidos, siempre en conformidad con la doctrina de la Iglesia; lo cual no dejaba de sorprender, pues se trataba de una mujer analfabeta y sin ninguna formación teológica.

 

Un reducido número de personas al principio

Acompañaban a Luz Amparo un reducido número de personas de diferente edad y condición; los más asiduos acabaron convirtiéndose, con el tiempo, en personas de su confianza. Ellos fueron recibiendo sus profundas enseñanzas mediante improvisadas charlas, en las que a veces les transmitía algunas confidencias relacionadas con los fenómenos que le iban aconteciendo y los recuerdos de su más tierna infancia y juventud.

Este cúmulo de predilecciones divinas era toda una historia de amor y dolor, que aquel pequeño grupo de asiduos supo valorar siempre como una gracia muy especial que, sin mérito alguno por su parte, habían tenido la suerte de recibir.

Era digno de asombro el contemplar cómo una pobre mujer inculta, se constituía, sin pretenderlo, en maestra, y con palabras sencillas daba lecciones de ascética y espiritualidad a aquel grupo de atentos oyentes, que la superaban en conocimientos y sabiduría humana. De entre ellos, no pocos tenían títulos universitarios. Sin embargo, la realidad es que aquel incipiente grupo de personas, al influjo de estas charlas, y en medio de aquel contrasentido, fueron cambiando sus vidas para mejor en el ámbito espiritual, y vinieron a profundizar con nuevas luces la doctrina del Evangelio. Así pasó de ser un contenido simplemente leído o escuchado, por el influjo de las palabras de una sencilla mujer, a convertirse en algo vivo, que cambió su modo de ser y de pensar.

Sus experiencias sobrenaturales y la sabiduría que Dios ponía en sus labios, provocó cambios radicales en la vida de muchos; quienes, de hombres y mujeres indiferentes, pasaron a ser católicos practicantes, volcados con afán en la prácticas de la misericordia, y apoyados en una vida de oración y frecuencia de los sacramentos. Por encima de sus proyectos de futuro, basados en su preparación humana, los fines de semana los dedicaban a la evangelización, yendo de pueblo en pueblo, sin importarles el qué dirán.

Era un ambiente de paz, pero los consejos de aquella «maestra de novicios», no eran fáciles de seguir, pues sólo hablaban de renuncia evangélica, en medio de la más absoluta obediencia a la Jerarquía de la Iglesia. Así se fue formando un grupo de personas de diferente edad y condición, que, por no tener siquiera un nombre propio, se acostumbró a denominarlos simplemente como «el grupo».

 

Y volvemos a salir para dar testimonio

D. José Arranz, doctor en teología, y primer capellán nombrado por el Cardenal de Madrid para atender a estos hijos de la Iglesia, no pocas veces se ha sorprendido de la profundidad y perfección de las disertaciones de Luz Amparo, siendo a la vez sencillas e inteligibles para cualquier tipo de oyente. Impresión parecida le produjo al famoso mariólogo René Laurentin en las dos ocasiones en que se encontró con ella. Afirmó, entre otras cosas: “Desde un punto de vista evangélico, no cabe duda de que estas personas ejemplares no deben ser enjuiciadas desde la suficiencia sino desde la humildad. Yo, al menos, he tenido la sensación de contemplarla gigante desde mi pequeñez”.

Según lo que acabamos de narrar, es indudable que la Obra de Reparadores de la Virgen de los Dolores se ha construido con sólidos cimientos: tantas horas de formación y de doctrina, tantas horas de convivencia entre los “pioneros”, quienes se iban sumando a la incipiente obra religiosa de El Escorial, y tantas ganas de cumplir con las peticiones de la Virgen María en ese bendito lugar, han propiciado que el espíritu transmitido por esta mujer de Dios —Amparo— se siga extendiendo con paso lento pero firme y seguro. Precisamente para facilitar que cada vez más personas conozcan de primera mano la Obra de Prado Nuevo, y por solicitud de los peregrinos, volveremos a salir —D. m.— de apostolado por toda la geografía española y por aquellos países que nos lo requieran. En dichos encuentros, con una estructura similar de presentación, testimonios personales y postura de la Iglesia sobre el hecho religioso de Prado Nuevo, tendremos la ocasión de aportaros luz e información veraz a todo aquel que quiera acompañarnos.

 

apostolado en Jaen, Virgen de los dolores

Apostolado en Jaén

Para cualquier información sobre posibles lugares de apostolados o para sugerencias acerca de los mismos, se puede escribir un correo a la siguiente dirección: info@pradonuevo.es

 

(Revista Prado Nuevo nº 7. Actividades de la Asociación)

 

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