Excelencia de «la perfecta consagración»
Entre todas las formas objetivas de devoción a María, ocupa el primer lugar de perfección la perfecta consagración a Ella en alma y cuerpo, ya sea en calidad de esclavo, considerándola como Reina (esclavitud mariana), o en calidad de hijo, si se prefiere considerarla como Madre (piedad filial mariana) (…).
¿Esclavitud mariana o piedad filial?
Los autores, en general, suelen distinguir entre el método de esclavitud mariana y el de piedad filial mariana, como si fueran dos métodos realmente distintos. Pero, en realidad, son muchas las coincidencias entre ambos.
En este sentido, y puesto que coinciden substancialmente ambos métodos, nosotros vamos a refundir en una sola la doctrina de la perfecta consagración a María, tal como la expone san Luis María Grignion de Montfort, dejando a la particular devoción de cada uno el hacerla en calidad de esclavo, como Reina, o en calidad de hijo, como Madre. Es más: creemos que pueden abrazarse simultáneamente ambos aspectos, ya que ambos son verdaderos a la vez. Los que se entreguen a María Reina como esclavos, no por eso dejarán de ser hijos de María Madre; y los que prefieren destacar este segundo aspecto, entregándose a María como Madre, no por eso dejarán de ser esclavos de Ella como Reina.
Se ha querido establecer una diferencia entre ambos métodos, en el sentido de que el de la esclavitud montfortiana tendría como finalidad la santificación personal del consagrado, mientras que la piedad filial mariana se orientaría, además, al apostolado. Pero esta orientación apostólica no está excluida en el sistema de Montfort, sino proclamada también expresamente.
Finalidad de la perfecta consagración a María
La fi nalidad de la perfecta consagración a María coincide con la fi nalidad misma de la vida cristiana: nuestra perfecta confi guración con Jesucristo. No podía ser de otra manera, ya que María no solamente no constituye un obstáculo, sino que, por el contrario, es el camino más corto y efi caz para llegar a Jesús, y por Él al Padre. Lo ha dispuesto Dios así, y yerran profundamente los que tratan de prescindir de María para ir directamente —como dicen— a Cristo Redentor, apartándose con ello de la voluntad del mismo Dios, «pues esta es la voluntad del que quiso que todas las cosas las tuviésemos por María»3.
San Luis María insiste continuamente en todas sus obras en que la fi nalidad última de nuestra devoción y consagración a María ha de ser siempre la de llegar con mayor facilidad a Cristo y por Él al Padre.
En qué consiste la perfecta consagración a María
Lo explica ampliamente san Luis María en el Tratado de la verdadera devoción4 y lo resume admirablemente en su pequeño pero áureo opúsculo El secreto de María. He aquí lo que dice en este último5:
«Consiste en darse por entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella, y, además, en hacer todas las cosas por María, con María, en María y para María».
Son dos los aspectos fundamentales de esta consagración: el darse por entero a María en calidad de esclavo (o de hijo, si se prefi ere así) y el llevar en adelante una verdadera vida mariana, haciendo todas las cosas por María, con María, en María y para María.
El acto de consagración o entrega total y absoluta a María constituye —como hemos dicho— el primer aspecto de esta admirable consagración. De suyo, dicho acto se hace de una vez para siempre, aunque es muy conveniente renovarlo con frecuencia, incluso diariamente, para grabarlo cada vez más profundamente en el alma. Pero más importante todavía que ese acto es la vida mariana que debe llevar el que se entregó de esa manera total a María; consiste —como indicábamos más arriba— en:
Obrar por María: jamás hay que acudir a nuestro Señor sino por medio de María, por su intención y su crédito para con Él, de suerte que nunca le hallemos solo cuando vayamos a pedirle.
Hacer todas las acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado en todo lo que se ha de hacer.
Hay que hacer todas las cosas en María; es decir, hay que irse acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo para formar un pequeño esbozo o retrato espiritual de la Santísima Virgen.
Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María; es decir, que, como esclavos de amor de María, no trabajemos más que para Ella, para su provecho y gloria como fi n próximo y para gloria de Dios como fi n último y supremo.
Después de esta explicación, no queda duda sobre el verdadero sentido y alcance de la perfecta consagración a María en calidad de esclavo, como Reina, o en calidad de hijo, como Madre. Es todo un método de santifi cación, un sistema especial de vivir la vida cristiana con un sentido profundamente mariano hasta nuestra perfecta confi guración con Jesucristo. San Luis María Grignion insiste repetidas veces en que este camino es el más fácil, el más corto, el más perfecto y el más seguro para llegar a la cumbre de la perfección cristiana, que consiste esencialmente en nuestra perfecta transformación en Jesucristo, o sea en convertirse en otro Cristo que vaya por el mundo «haciendo el bien» (Hch 10, 38) y continuando su obra redentora para gloria del Padre y salvación de las almas (cf. Royo Marín, O. P., La Virgen María. Teología y espiritualidad marianas [BAC, 1997] pp. 393-403).
San Juan Pablo II y la esclavitud de amor
Carta a la Familia montfortana (8-12-2003)
Hace ciento sesenta años se publicaba una obra destinada a convertirse en un clásico de la espiritualidad mariana. San Luis María Grignion de Montfort compuso el Tratado de la verdadera devoción a la santísima Virgen a comienzos del año 1700 (…), revelándose como una obra de extraordinaria efi cacia en la difusión de la «verdadera devoción» a la Virgen santísima. A mí personalmente, en los años de mi juventud, me ayudó mucho la lectura de este libro, en el que «encontré la respuesta a mis dudas», debidas al temor de que el culto a María, «si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo» (Don y misterio [BAC, 1996] p. 43). Bajo la guía sabia de san Luis María comprendí que, si se vive el misterio de María en Cristo, ese peligro no existe. En efecto, el pensamiento mariológico de este santo «está basado en el misterio trinitario y en la verdad de la encarnación del Verbo de Dios» (ib.) (…).
En la espiritualidad monfortana, el dinamismo de la caridad se expresa especialmente a través del símbolo de la esclavitud de amor a Jesús, según el ejemplo y con la ayuda materna de María. Se trata de la comunión plena en la kénosis de Cristo; comunión vivida con María, íntimamente presente en los misterios de la vida del Hijo: «No hay, asimismo, nada entre los cristianos que nos haga pertenecer tanto a Jesucristo y a su santa Madre como la esclavitud voluntaria, según el ejemplo del mismo Jesucristo, que “tomó la forma de esclavo” (Flp 2, 7) por nuestro amor, y el de la santísima Virgen, que se llamó sierva y esclava del Señor. El apóstol se llama por altísima honra “siervo de Cristo” (Ga 1, 10). Los cristianos son llamados muchas veces en la Escritura sagrada, “servi Christi”» (Tratado de la verdadera devoción, 72, o.c., p. 55) (…).
Por tanto, la esclavitud de amor debe interpretarse a la luz del admirable intercambio entre Dios y la Humanidad en el misterio del Verbo encarnado. Es un verdadero intercambio de amor entre Dios y su criatura en la reciprocidad de la entrega total de sí. «El espíritu de esta devoción… consiste en hacer que el alma sea interiormente dependiente y esclava de la santísima Virgen y de Jesús por medio de Ella» (El Secreto de María, 44). Paradójicamente, este «vínculo de caridad», esta «esclavitud de amor», hace al hombre plenamente libre, con la verdadera libertad de los hijos de Dios (cf. Tratado de la verdadera devoción, 169) (S. Juan Pablo II).
(Revista Prado Nuevo nº 35. Artículos)