2014
Gijón acogió el retorno de los actos de apostolado por aquellas tierras, donde se extienden los verdes y fértiles pastos del Principado de Asturias.
El salón parroquial del templo, conocido popularmente por los lugareños como «la Iglesona», una majestuosa construcción con fachada saliente, pórtico con columnata y campanario de raigambre, pasamos una jornada con peregrinos y simpatizantes de distintas procedencias. El encuentro, organizado por Marisol Goyanes y varias colaboradoras, tuvo un acento testimonial. Desde distintas perspectivas —incluso generacionales, pues hablaron personas jóvenes y mayores—, los testimonios fueron narrando cómo a escala personal, o incluso familiar, quienes llevaban una vida alejada de la Iglesia, de la práctica de la caridad o centrados en sí mismos y en sus caprichos, tras visitar Prado Nuevo, reciben «como una gracia» para acercarse, por ejemplo, a la Confesión, a preocuparse por los demás y a asistir a Misa de forma regular.
Una de las peregrinas nos relató cómo el cultivo de esa vida espiritual, suscitada en El Escorial, les ha transformado la vida: «Ahora, ante una dificultad familiar o problema de cualquier otro tipo, no estás sola; recurres al Señor, a tu director espiritual, a tus hermanos en la fe, que te van a comprender, ayudar y encomendar… En definitiva, acudes a las gracias de la Iglesia, y esa es una enseñanza que hemos recibido en ese lugar».
(Revista Prado Nuevo nº 15. Actividades de la Asociación)